Invitando a tomar algo... [Cath]

-Sí, ya puedes pedir ayuda a Dios...- dije algo sarcastico, ya que habia oido lo que habia dicho, aunque no era momento para eso.
Corrí hacia mi coche. Abri el maletero y saqué una bolsa de deporte - aparentemente- y entré al asiento de piloto. Esperé a que Cath entrara y le di la bolsa.
-Aqui dentro tengo balas consagradas. - la miré por si nunca habia oido hablar de ellas. - Invento de mi abuelo. Perfecto para demonios como esos... Pero no se si funcionara con uno tan poderoso.

Sacudí la cabeza levemente, asombrada por su sarcástico sentido del humor en aquel momento, y no pude evitar sonreír de medio lado.
-Aunque no valga de mucho, a veces tranquiliza -repuse.
Subí al asiento del copiloto tras él, que me arrojó sobre el regazo la bolsa que acababa de sacar del maletero y me indicó lo que había dentro.
-Ten por seguro que no -le respondí.- A ese...bueno, no hay casi nada que le afecte de verdad. Las balas consagradas solo le entretendrían -respondí.
Aún recordaba la noche que nos lo topamos por primera vez, Jeremy me arrastró a través del bosque y por medio del cementerio, lo más rodeados posibles de cosas divinas y de tierra santa. No dejamos de correr hasta que pudimos pintar una trampa para demonios que lo entretuviese un mínimo de tiempo, tras lo cual nos ocultamos en el sótano de una iglesia, al lado de las criptas. Sabía que seguíamos vivos porque no había juzgado entretenido el seguir dándonos caza y había encontrado algo mejor que hacer, nada más.
Había sido una de las peores noches de toda mi vida.
Me estremecí, y luego dije:
-¿Las inventó tu abuelo? ¡Vaya! Tu familia está llena de sorpresas -bromeé.
Giré los ojos al ver que el hombre salía del bar y se plantaba en la puerta, buscándonos con la mirada.

Arranqué el coche y conducí para irnos fuera del pueblo.
-Ya me e topado con ese hace tiempo... Dejó huérfana a Angela. - dije apenandome de ella y sacando mi instinto vengador. - Me conoce muy bien... Así que hay que ir con sumo cuidado.- Dije cogiendo la carretera hacia Houston.

Miré por la ventana, con las manos crispadas en torno a la pistola que llevaba en la funda bajo la chaqueta.
-Angela...Era tu prima, ¿no?-pregunté.- Ese cabrón nos conoce a los dos, entonces. Afortunadamente a mí no me hizo nada más que darme una de las peores noches de toda mi vida.
Aparté la vista de la ventana para clavarla en el espejo retrovisor, por si le veía aparecer de nuevo.
-¿Adónde vamos? -inquirí, siendo consciente de que nos alejábamos del pueblo a toda velocidad.

-Si, lo es. - dije, ya que tenia cierto cariño a ella. Era como una hermana pequeña y tenia ese sentimiento de protegerla. - A Houston. Allí tengo a unos... colegas que nos podrían ayudar. - aceleré más aprovechando que no habian coches en la carretera.

Se le notaba en la voz el cariño que sentía por su prima, y no pude evitar una leve sonrisa.
-Parece que la quieres mucho -musité.- Os lleváis muy bien, ¿verdad?
Asentí a su indicación, y en ese momento apareció en la carretera, muchos metros más atrás, una moto con un único ocupante.
-Esto...tenemos compañía -anuncié.- Espero que tus colegas estén preparados para algo así.
Entonces caí en la cuenta y solté el comentario más estúpido que podía haber hecho.
-Nunca he estado en Houston -después me eché a reír.

-Si, bastante. Nos educamos juntos. - miré el retrovisor y en efecto, Cath tenia razón. - Tranquila... Tienen trucos buenos. Te aseguro que es una gran ciudad... - dije con una sonrisa.

Sonreí de nuevo, nostálgica.
-¿Eres el mayor?
Me recordaba un poco a mi hermano Andreas, siempre protegiéndonos a Christine y a mí, pero no quería ponerme a pensar en él ahora, así que decidí concentrarme en la carrera que nos ocupaba en aquellos instantes.
-Eso espero, no me gustaría convertirme en cazadora a la brasa o algo antes de que acabe la noche.
Sonreí de nuevo.
-Eso he oído. La verdad, hace tiempo que quería ir, pero nunca he tenido tiempo. Primero lo de venirme a vivir con mis tíos y luego todo lo de la caza...

Asentí con una leve sonrisa. -Sí, lo soy.
Reí por su comentario sarcástico. -Te aseguro que no. - sonreí. - Pues esta es tu gran oportunidad... Aunque supongo que no lo esperabas con un demonio de ojos blancos detrás.

Ahora entendía el por qué de que me recordase a mi hermano, y también esas ansias de venganza que veía en sus ojos cuando hablaba del demonio que nos seguía los pasos a toda velocidad en una moto.
A ver si se estampaba el maldito y nos daba algo de ventaja.
-Me recuerdas a mi hermano -comenté, sin saber muy bien por qué.- Él también nos protegía -susurré, casi para mí.
Sacudí la cabeza, confusa y enfadada conmigo misma.
-Más nos vale, porque no creo que fuese la única cocinada -bromeé.- No, la verdad es que me lo imaginaba más como una visita turística que como una de trabajo.

La miré algo preocupado y apenado por ella.
-Bueno, seguramente tendre esos aires de... Protector. - sonrei.- Claro que protegeria a cualquiera que me importara. Tengo vocación de super héroe.-bromeé, para animar algo el ambiente.
-Cualquiera se lo esperaria asi...

Aparté la mirada, no quería ver en sus ojos compasión o pena. Me había costado mucho no ser la víctima, sino convertirme en la vengadora, como para ir despertando ahora la compasión en los demás.
-Lo sé, en realidad todos los cazadores lo hacemos de uno u otro modo...Es solo que de repente me ha venido eso a la cabeza -me justifiqué.
Alcé la vista de nuevo para mirarle.
-Uf, no te lo aconsejo -bromeé yo también.- No creo que las mallas te sentasen muy bien...y además pegan un frío increíble -añadí.
Asentí distraídamente.
-O al menos, que fuese por otro tipo de trabajo...Cazar demonios y fantasmas está muy bien, pero no hay quien se lo trague si lo pones en una tarjeta de visita.

Apartó la vista con rapidez cuando notó mi pena en ellos.
-Los cazadores... - murmuré. - Ser cazador es una forma de vida. Supongo que no cualquiera podria soportarla.
-Las mayas? Dios, menuda mariconada... - comenté. - Yo con tejanos ya me las apaño solito. - sonreí.
Reí algo incrédulo.
-Si le dices eso a alguien lo de los demonios y los fantasmas creo que automáticamente llamarían a la policía o simplemente darian media vuelta y ni te mirarían.

Suspiré, la vista clavada en las luces que el coche proyectaba en la carretera.
-No, no cualquiera vale. Ni siquiera estoy segura de que los cazadores que existen valgan para ello. Al fin y al cabo, es fácil acabar perdiendo la cordura en el proceso...
Reí sin poder evitarlo ante su comentario burlón.
-Se supone que los superhéroes van en mayas. Los tejanos son un poco incómodos a la hora de correr y hacer acrobacias, pero al menos son más calentitos... y más masculinos. Pero las mayas tienen su lado bueno en que hacen unas piernas muy bonitas -agregué, sin poder contener la risa.
Asentí mientras volvía a mirarle, apoyando la cabeza en un lateral del respaldo del asiento.
-Yo más bien diría que llamarían a los loqueros y te internarían de por vida por tener esas alucinaciones tan insanas -agregué.- Aunque la mayoría sí que saldría corriendo sin mirar atrás, no fuese a ser que le contagiases algo raro con solo mirarles -reí, pensativa.