Invitando a tomar algo... [Cath]

-¡Esperemos! -bromeé.- Aunque no soy muy dada a esas cosas... No es mi mentalidad.
Jugueteé con un trozo de servilleta rota, que había arrancado sin querer. No sabía como plantear la pregunta que me moría por hacer, temía ser demasiado brusca o desagradable. Tal vez no le gustase hablar del tema...
-Jeremy -me decidí por fin-, dices que vienes de una larga generación de cazadores...¿Te criaste como uno?

Sonrei de lado. Un rato despues pronuncio mi nombre, pero hizo una pausa. Entonces me planteo una pregunta. La mire, despreocupado.
-Si.-respondi.-Creci con cazadores. Me enseñaron a fundir plata para hacer balas y a como matar a todos los seres existentes de este mundo. Cada uno de una forma diferente. Una pasada.

Sonreí de medio lado, pensativa. Me preguntaba qué era mejor: crecer siempre sabiendo lo que había o entrar de golpe en este mundo. Supuse que entrar de golpe era peor, ya que eso suponía que habías perdido a alguien en el camino. Pero saberlo todo siendo apenas un niño...
-¿Fue difícil? -inquirí con voz baja, apenas un murmullo.- Aceptarlo, quiero decir. ¿Fue complicado vivir así?

Me quede reflexionando unos minutos. La verdad es que nunca me plantee esa pregunta, ni si quiera de ese punto de vista.
-La verdad es que... Ya sabes... Los crios siempre creiamos en fantasmas y monstruos. Creo que todos alguna vez hemos temido al tipico monstruo del armario o el que esta debajo de la cama.-bromee.-Pero que te eduquen de manera en que, sepas la forma de acabar con ellos... Te hace sentir aliviado y preparado para cualquier otra cosa... La primera vez que dispare un riffle con sal de roca fue a los 6 años. - dije recordando viejos momentos.

Asentí, pues me suponía algo así.
-Yo tenía miedo al monstruo de debajo de mi cama -recordé, con una sonrisa nostálgica.- No importaba las veces que mis padres mirasen, ni que mis hermanos vigilasen en mi cuarto; yo siempre le tuve miedo. Hasta que un día dejé de temer...Supongo que maduré, aunque ahora me pregunto si no habría algo más.
No recordaba exactamente qué temía, solo vagas sensaciones muy imprecisas, que tal vez indicasen que sí había algo allí.
-Apenas hace unos meses que yo disparé por primera vez -confesé.- Y lo hice a ciegas. Jermey casi me mata por eso...-reí suavemente.
Aún recordaba la pedazo de bronca que me había echado por cerrar los ojos al disparar, pero aquello había tenido su justificación. Aquel fue el día que abría la puerta a lo desconocido.

Rei.
-Eres principiante? No me lo esperaba.-dije esbozando una sonrisa. - Yo la verdad temia mas a los payasos. Les tengo fobia. - hice una pausa. - Vaya, es curioso que conozcas a otro chico que tambien se llame Jeremy.

-Pues ya ves...Aunque en este tiempo he adquirido bastante práctica, he cazado mucho más de lo que suelen los novatos -comenté, algo orgullosa de mí misma.
Me incliné hacia él, confidente:
-Guárdame un secreto -susurré, con una sonrisa bromista-. Yo les tengo fobia a las arañas, así que figúrate qué mal lo pasé al principio. Aún lo paso mal, pero lo voy soportando.
Me erguí de nuevo, dándome cuenta de que había hablado algo más de la cuenta. Evité su mirada, pero el daño ya estaba hecho, así que decidí contarle algo acerca de mis inicios.
-Sí, bueno....Jeremy fue el cazador que me enseñó todo lo que sé....Casi todo, vaya, pero fue mi maestro y mi confidente -hablaba con tono entristecido, hasta yo me daba cuenta.- Solíamos cazar juntos.

-Gracias.-dije tambien de un susurro, con una sonrisa graciosa.
-Asi que una especie de... profe. - supuse. - Mi maestro fue mi tio... Y la verdad, fue divertido. Aunque fue mi madre quien me explicaba cuentos.

-Algo así -me encogí de hombros.- Ya no volveré a cazar con él nunca más....Estaba en la iglesia por él. Ya no me queda más que vengarle, supongo...
Sonreí.
-De nosotros, yo era la de los cuentos -comenté.- Siempre me han gustado las leyendas, la mitología y todo eso. Cuando descubrí que la mayor parte de lo que sabía era real, estudié aún más a fondo...Jeremy solía llamarme "Enciclopedia con Patas".

-Yo tambien estoy aqui por venganza... Diria que todos los cazadores estamos por eso. - dije apoyandome al respaldo de nuevo.

Reí.
-Entonces eres de las empollonas? - bromeé

Miré cómo un hombre enorme cruzaba la puerta de entrada y se iba a derrumbar sobre un asiento en la barra.
-Podría ser que sí, pero algunos entran simplemente por herencia. Ese era su caso -comenté, recordando las largas conversaciones en el coche para ayudarle a mantenerse despierto.- En mi caso, la venganza me llevó hasta él, y la venganza me ha seguido empujando...
Reí con él.
-Supongo que se me puede llamar así -bromeé-, pero preferiría el término "mujer aplicada"

Vi como un hombre entraba al local, y lo mire serio durante unos segundos, alzando la vista hacia el. Despues volvi con Cath y rei.
-Pues yo prefiero empollona.-dije con una sonrisa, divertido.

Me di cuenta de que ambos contemplábamos al mismo hombre, recién llegado. Tenía algo extraño, algo que no sabría precisar qué era, pero lo dejé correr.
Le propiné un empujón en el hombro, de broma.
-Como quieras, tipo duro -repuse.

Rei con ganas.
-Tipo duro? - pregunte, aun con la risa. Todos me tenian conocido como alguien con cara de niño y cosas por el estilo.

Le eché la lengua y dije:
-Tienes carita de niño bueno, pero disparabas ya hace mucho. Y además eres un cazador, que son todos unos machotes y unos tipos duros...-me justifiqué.
Bebí un sorbo de mi bebida.
-¡...y además, me llamas empollona! -terminé, con una risa.

Sonrei. Ya no era la chica que se mostraba tan... timida. Parecia otra persona.
-Si, eso me lo dicen muy a menudo. Pero ya sabes, las apariencias engañan...- cantureé lo último. - Bueeno... solo es para cachondearme un poco de ti. - rei. - Sabes que voy de broma.

Sonreí de medio lado y desvié la mirada a la gente del bar una vez más. Había comenzado a relajarme un poco, bajando la barrera de fuego que me separaba del resto del mundo habitualmente. Aún así, seguía teniendo mis reservas, pese a que no lo exteriorizaba.
-Suele pasar -asentí, con un leve suspiro.- Sin embargo, parece que la gente no puede evitar hacerse juicios con solo una mirada.
La verdad es que engañaban demasiado. Mi madre solía decir de mí que bajo la frágil apariencia de muchachita delicada e inocente, se escondía un auténtico peligro para aquel que me dañase.
Y tenía razón.
-Humm, no se yo si creerte. Un hombre muy sabio me dijo un día: No creas a los demonios ni a los espíritus; siempre intentarán engañarte, pero sobre todo ¡no creas a los cazadores!: te engañarán sin intentarlo.

Bufé exageradamente.
-Hombre... Tendras que creerme...- me acerque a ella.- Mira que cara de bueno tengo! - dije evitando reirme. Volvi a alejarme y me apoye de nuevo al respaldo. - Y quien es ese hombre taaan sabio? - ironicé.

Casi me atraganté con mi bebida.
-Sí, sí carita y nada más -me burlé.- Una cara de ángel no vale de nada si detrás se esconde un diablo -le pinché.
Aquello tenía un doble sentido un tanto extraño, como me di cuenta apenas pronuncié la frase.
-No recuerdo su nombre -reconocí, conteniendo una risa.- Bobby o Tommy o algo así. Me lo presentó Jeremy una noche de cacería, cuando quiso hacer una averiguación. Creo que después me quedé frita en el asiento de atrás del coche -añadí, pensativa.

Bobby... Habia oido hablar de él. Segun tío Mark, era un famoso cazador.
-Siempre tienes que dormirte?-bromeé.-Espero que no te duermas hoy si vamos de caza. - sonreí.

Me quedé un poco azorada, y lo disimulé bebiendo un poco más y riendo.
-Bueno, llevaba toda la noche de viaje...Nunca había hecho uno tan largo, y además fue mi primera vez -me justifiqué.
Reí, al notar de nuevo un doble sentido en mis palabras.
-Fue la primera cacería en la que estuve. No participé demasiado, la verdad -comenté-; además, necesitaba reiniciarme por completo porque acababa de contarme toda la verdad sobre el mundo sobrenatural.
Sonreí de medio lado.
-No te preocupes, estoy muy despierta. El problema sería que te quedases tú dormido.

Reí.
-Yo dormido? Imposible. Soy un tipo muy despierto, sabes? - el tipo que habia entrado hace rato se acercó a nosotros. Hice que no lo habia visto y seguí con la conversación, hasta que una voz fría y escalofriante salió de él.

-Je...re...my...

Ésta vez sí que lo miré. Cómo sabia ese mi nombre? Me levanté.

-Vamos, Cath... Salgamos de aquí. - le dije, dirigiendome a la puerta.

Me reí con él.
-Hasta los tipos más despiertos se duermen a veces, ya lo sabes. Así que la próxima vez pide coca-cola o algo así. No te digo café, que a estas horas sienta como una patada, pero...
Aquel hombre que había visto entrar, el que me daba mala espina, se acercó y habló con una voz gutural, fría y escalofriante. No pude oír lo que decía, pero inmediatamente Jeremy se puso en pie para irse, llamándome con él, pero cuando quise seguirle entró en juego mi proverbial torpeza: al agarrarme a la mesa para levantarme, enganché mi pie con la silla y caí al suelo frente a los pies del recién llegado.
-¡Porras!- mascullé.

Un estruendo se oyó a mis espaldas. Me giré con rapidez para ver qué ocurria y era Cath, que se habia tropezado. Corrí hacia ella para ayudarla a levantarse. La cogi del brazo.
-Estas bien? - pregunté. Miré de nuevo al hombre, que nos miraba con los ojos en blanco. Un.. demonio de ojos blancos? Eso era imposible. Agarré a Cath y la saqué corriendo de allí.

¡Maldita, maldita, maldita sea mi torpeza! El golpe había sido bastante menos grave de lo que aparentaba, pero no era comparable con la humillación de pegármela delante de todo el mundo en el bar, y más delante de otro cazador y de un posible enemigo.
Jeremy, que ya estaba en la puerta, regresó corriendo a mi lado y me ayudó a levantarme. Probablemente no se fiase de mi equilibrio, porque me agarró del brazo y me llevó con él hasta la puerta.
-Sí, sí, estoy bien -respondí.- Ha parecido más aparatoso de lo que es...
Me volví para mirar al hombre, que nos miraba con los ojos en blanco.
Ojos en blanco...
-Dios mío...-susurré.