Pensando en lo que se viene (libre)

Eso debía ser bastante molesto, la verdad. No creo que fuese muy agradable que te estuviesen preguntando esas cosas todo el tiempo, máxime cuando no puedes saberlo. Además, hay cosas que deben permanecer en la intimidad de cada uno, y no es justo que se le vaya a preguntar a otro sobre ellas.

-Debe ser un poco una pesadilla -reí suavemente.

Negué de nuevo con la cabeza. No estaba de acuerdo, pero no tenía ganas de empezar una discusión sobre eso.

-Supongo que no -dije.

Me reí por lo bajo. Al menos yo no tenía que soportar que nadie me estuviese pidiendo que usase mis poderes...Nadie salvo Ruby, que estaba empeñada en que los emplease todo lo posible para aumentarlos y así poder derrotar a Lilith. Y Dean se negaba en redondo a que los utilizase por cualquier cosa. Dos posturas distintas, imposibles de reconciliar.

Sonrió y suspiró, dándome un beso en la mejilla y su mano. Me invitó a ir con ella, a divertirnos, pero en ese momento una débil vibración en el fondo de mi bolsillo me llamó la atención. Se había acabado el descanso.

-Me encantaría, pero se me acabó la paz, Sookie -repuse, con una sonrisa.- Ha sido un placer conocerte, de verdad -me incliné y le di un beso en la mejilla.

Me di la vuelta y, mientras me marchaba, me llevé el molesto aparatito a la oreja. Tenía trabajo que atender.

Sookie me siguió a pocos pasos, pidiéndome que la dejase acompañarme. Pero yo negué con la cabeza, no podía permitirlo. Cierto que ella era poderosa, y que sus habilidades podían resultar muy útiles, pero por principio me oponía a arriesgar a llevar a nadie a un lugar plagado de demonios.

-No, Sookie. Sé que podrías ayudarme muy bien, pero quiero que estés a salvo. Si te dejase venir conmigo y algo te pasase jamás me lo perdonaría -le dije, mirándola a los ojos.

Vi que estaba algo ofendida, que pensaba que lo hacía porque era una mujer y todo el rollo de la dama en apuros. Pero no era así; conocía a cazadoras muy buenas, y también a muchas mujeres capaces de destrozar a cualquier criatura que se le plantase por delante. No, simplemente no podía llevar a nadie conmigo.

-No dudo de tus capacidades -dije.- Sookie, no voy a llevarte. Ni siquiera llevaría a mi hermano o a otro cazador, esto tengo que hacerlo yo solo.

Le sonreí de medio lado por su insistencia. Se notaba que de verdad quería ayudarme, pero no estaba seguro de mí mismo en aquellos momentos. No quería hacer una tontería y que ella resultase herida por ello. No quería que nadie resultase peor parado de lo que ya lo estaban por ahora, y todo por mi maldita culpa.

-Sé que quieres ayudarme, Sookie. Y de verdad te lo agradezco, te lo digo de corazón. Pero no puedo, no puedo llevarte conmigo, aunque podrías hacer algo por mí...-agregué, poco seguro de lo que decía.

Suspiró y sonrió, y entonces supe que había aceptado mi petición. Tampoco estaba muy seguro de que fuese algo bueno lo que iba a pedirle, pues podía ponerla igualmente en un aprieto grave si algo salía mal, pero definitivamente era mucho más seguro que llevarla conmigo a un nido de demonios como aquel.

-Muchas gracias, Sookie -sonreí.- De verdad te lo digo.


Cambié el peso de un pie a otro.

-Necesito que encuentres un objeto. Una daga de plata y esmeraldas que fue robada hace dos años y que es de vital importancia que sea encontrada. Su ladrón se encuentra entre Houston y Townhidden, no sé exactamente dónde, pero debe devolver lo que se llevó. ¿Podrás hacerlo? -pedí, con voz baja.

Sonreí con suavidad.

-No te preocupes, lo tendré. Es mi trabajo, además -agregué.- No te preocupes por mí.

Esbocé una sonrisa carente de toda alegría.

-Solo piensan en una cosa: matar y fastidiar todo lo que puedan -repuse.

Aguanté su mirada largo rato.

-Lo sé, Sookie. Pero que estés acostumbrado a ello no significa que haya que lanzarse de cabeza a la menor oportunidad -sonreí, lejos de mi intención ofenderla.- Espero que estés bien, me disgustaría que te pasase nada malo.

Asentí con una sonrisa, agradeciéndole que me explicara todo aquello. Estaba claro que los cazadores no pensábamos como los demás humanos, debíamos ser más rápidos y captar más cosas que los demás si queríamos sobrevivir en el mundo de la sombras. Y, quizás, el tener sangre de demonio en mis venas me hacía más distinto de lo normal.

-No es nada -le sonreí. Anoté mi número en un trozo de papel y se lo di-. Llámame si me necesitas por cualquier cosa. Espero que volvamos a vernos.

Le di un beso en la frente y después desaparecí entre el gentío.