Pensando en lo que se viene (libre)

Me extrañé un poco que de pronto se entristeciese. Tal vez fuese por sus recuerdos, y me preocupó que algo que yo hubiese dicho le hubiese causado pena.
-Bueno, no te pierdes nada -comenté, con cautela.- No es tanto como dicen. Y ahora, con hacer un par de cursos formativos podrías tener una carrera y buscar otro trabajo si quisieses. Estoy seguro de que tienes capacidad de sobra.
Me pregunté si no había podido por falta de medios económicos o por algún otro motivo de índole familiar. Recordé mi propia discusión por mi padre, cuando dejamos de hablarnos durante tanto tiempo por culpa de aquella tontería, y me sentí un poco triste por ello. Cuánto tiempo había perdido por aquella estupidez, que al final de nada había valido.

La situación se estaba torciendo un tanto, de un modo que yo no comprendía del todo. ¿Por qué, de repente, ambos estábamos tristes y tratando de ocultárselo al otro? No era algo habitual, y menos algo positivo, pues eso aumentaba en cierto modo la tensión de hablar con un desconocido.
-Eso es cierto. Es asombroso la capacidad del ser humano de querer todo aquello que no puede tener... y en cuanto lo consigue, de perder el interés por completo en ello.
Sacudí la cabeza y traté de devolverle la sonrisa lo más sinceramente que pude.
-Es lo más importante: ser feliz y nada más.
Me sorprendió su capacidad de advertir mi estado de ánimo, y sonreí de medio lado de forma algo más natural.
-No es culpa tuya. En realidad solo es culpa mía el estar así... -y el no ser capaz de ponerle remedio a la situación también.

De pronto, sin más ni más, volvió a abrazarme y, de nuevo, no supe cómo reaccionar. Al final, terminé por devolverle el abrazo con suavidad.
-No te preocupes, son cosas que pasan. Ninguno de los dos tiene la culpa de esta situación -comenté, mientras nos separábamos.
Reí, eso nos pasaba a todos.
-Es más fácil ver el exterior que el interior, ya que resulta más sencillo distinguir el torbellino viéndolo que sufriéndolo -murmuré.
Sacudí la cabeza, tenía razón. Tenía que alejar todos los pensamientos negativos de mi mente de una vez y centrarme en el momento que estaba viviendo. Para darle vueltas a las cosas y atormentarme ya habría tiempo de sobra más tarde.
-¿Qué tal si empezamos de nuevo? -propuse.- Hola, me llamo Sam Winchester -dije, tendiéndole la mano y sonriendo.

Sentí sus recelos de tomar mi mano, pero finalmente la estrechó con naturalidad al tiempo que hacíamos una pequeña parodia de una presentación.
-Es un placer, Sook -le sonreí, conteniendo una risita.
La situación era más y más extraña a cada minuto que pasaba, pero al menos los pensamientos negativos se habían marchado. Esperaba que no regresasen en bastante tiempo, la verdad.
-¿El P3? -pregunté.- Es ese local nuevo que han abierto hace poco, ¿no?

Le vi esbozar una sonrisa animada, que provocó otra en respuesta en mi rostro. La verdad, al menos el nuevo comienzo tenía mejor aspecto que el anterior.
-Aún no me he pasado por allí -comenté.- Lo vi en obras, pero no sabía que ya estaba abierto -agregué.
Sacudí la cabeza, sonriendo de medio lado.
-Te lo diría, pero sería una enorme mentira -murmuré, riendo por lo bajo.- No te preocupes, yo tampoco sé muy bien qué decir. Es un tanto incómodo, la verdad...¿Bon Temps? ¿Es de allí de donde vienes? -inquirí.

Había oído hablar alguna vez de aquel sitio: pasaban casi tantas cosas sobrenaturales como aquí, pero a decir verdad nunca había tenido una misión allí ni se me había ocurrido en ningún momento el ir a visitarlo. Ya tenía suficientes problemas como para ir a un lugar en el que a cada cuatro pasos que dabas te topabas con un trotapieles o un hombre lobo. El cazador que iba por allí corría un riesgo muy elevado de acabar muerto o convertido en alguna clase de criatura sobrenatural, de esas con las que solían acabar.
-Alguna vez he oído hablar de él, pero nunca he estado -contesté.- ¿Es bonito?

Tal vez sacar el tema de su ciudad, Bon Temps, no había sido una buena idea. No, definitivamente no lo había sido, ya que Sookie se había entristecido. Era obvio que, si se había ido, había sido por algún motivo concreto, y tal vez ese motivo no fuese agradable.
-¿Cosas raras, dices? -repuse.- Te advierto que aquí también están pasando cosas raras, o eso dicen. Habladurías de la gente, supongo, para atraer más turistas al pueblo.
Era cierto: una de las cosas que más atraía a la gente eran los misterios, las cosas raras y los lugares supuestamente encantados. El morbo de lo desconocido, suponía yo, y ésto mismo era una de los motivos más habituales de las muertes por causas sobrenaturales; la mayoría de los lugares no eran más que fraudes, pero de vez en cuando había algo verdadero en todo aquello, y la gente comenzaba a morir por culpa de la curiosidad.

Le devolví la sonrisa, apenado. Así que eso era. Bueno, cuando Jess había muerto yo también había necesitado irme de nuestra casa. Un cambio de aires siempre venía bien, sobre todo en esos casos.
-Vaya, lo lamento -murmuré.- Siempre es duro perder a un ser querido, aunque sea algo natural...
No sabía si había estado acertado al decir aquello, pero me había salido del corazón. Esperaba que no la disgustase.
-¿Los turistas, dices? -pregunté.- Sí, bueno, hay de todo por todas partes.

Asentí con la cabeza.
-Yo me crié con mi padre, mi madre murió al poco de nacer yo. Ahora también él ha muerto, y lo único que me queda es mi hermano Dean -le comenté. Negué con la cabeza.- No es algo que se deba hacer. Se puede huir del mundo, de un enemigo o de una catástrofe, pero de uno mismo nunca. Jamás lo lograrías.
Reí por lo bajo.
-Bueno, eso no es sencillo tampoco.
Le devolví la sonrisa.
-Yo nunca me he encontrado con ninguna, pero tal vez mi racha se acabe en este sitio -bromeé.- Ya digo que tiene que haber de todo, igual que hay personas para todo.

Me encogí de hombros y sonreí con pesar.
-Eso ya pasó, al menos nos tenemos el uno al otro. Al principio era más duro, costaba hacerse a la idea y formaba como una barrera entre ambos. Estábamos como aislados el uno del otro, y también del resto del mundo. Aún duele, pero ya lo he aceptado.
Asentí con la cabeza.
-Buena suerte, entonces -dije, simplemente.
Reí por lo bajo: la verdad, no sabía si encontrarse con la magia era algo bueno o algo rematadamente malo.
-Gracias -contesté, sin embargo.

Asentí con la cabeza. Tenía razón, por supuesto. Nunca dejaba de ser duro el estar solo.
Sonreí ante su comentarios.
-Oh, no te preocupes, mucha gente lo hace. No me molesta -agregué, devolviéndole la sonrisa.
Pobre. No sabía de qué era de lo que quería huir, o más bien de quién quería huir, pero le deseaba suerte de corazón en su empeño.
Luego incliné la cabeza de medio lado y sonreí. Definitivamente, creía que me iría mejor si no me encontraba con la magia...o al menos con la bruja que la practicaba, claro.

Incliné la cabeza un poco, hacia el otro lado.

-Cada uno tiene derecho a mostrar o no mostrar lo que siente, y no tienes por qué avergonzarte de ello. Si quieres sonreír para ocultarlo, es tu forma de ser. Las personas que te quieren de verdad sabrán apreciarlo, y además te querrán sólo por cómo eres. Con todos tus defectos y virtudes, y con sonrisas incluidas -murmuré.

Me di cuenta de que yo mismo huía, sin saberlo, de mí mismo y de todo lo que me rodeaba. Al aterrorizarme de mis poderes, al odiar lo que hacía para aumentarlos y el no poder ser más fuerte, me apartaba hasta de mí mismo, de mi hermano y de Ruby.

Le devolví la sonrisa.

-Todos lo necesitamos a veces -repuse, encogiéndome de hombros.- Siempre viene bien que nos lo recuerden, sea quien sea.

Me entristeció un poco el escuchar aquello. Al parecer, Sookie no había topado con muchas personas amables, al menos en los últimos tiempos, y era una auténtica lástima: el poco rato que llevábamos juntos me había bastado para darme cuenta de que era una buena persona. Tal vez algo excéntrica, pero ¿quién no lo era? Yo mismo no podía hablar, a decir verdad.

Suspiró, y yo hice otro tanto. Tal vez no éramos tan distintos, ambos huíamos de algo, tal vez de nosotros mismos, por lo que no dejaba de resultar curioso que le hubiese deseado suerte en su empeño sin saber siquiera si yo la tendría en el mío.