Llegando (Amanda Smith)

Por fin había terminado mis asuntos. Había pedido a Dean que fuese visitando el solo aquel pueblo en el que estaban pasando todos aquellos extraños sucesos mientras yo arreglaba algunas cosas solo, así que cuando acabé le hice una llamada. No contestó, debía estar muy ocupado. Conociéndole, sabía la clase de motivos que probablemente le retenían, así que no me preocupé y cogí el primer autobús que me llevaría hasta él.
No era que estuviese ocultándole nada a mi hermano. Simplemente había cosas que necesitaba hacer yo solo, sin compañía de nadie. Y Ruby había estado de acuerdo en dejarme ir.
Tomé aire y bajé del autocar, cargando mi bolsa al hombro.
Me detuve, indeciso. Primero debía hablar con Dean para saber las novedades y reunirme con él, así que saqué el móvil. Apagado o fuera de cobertura, me informó el aparato.
Suspiré. Necesitaba estirar las piernas un poco, así que caminé un poco por la estación, mientras pensaba.

Me levanté de buen humor, así que decidí ir a dar una vuelta, como ya llevaba haciendo todos los días desde que había llegado al pueblo. Pasear era una afición que siempre había tenido, aunque en la universidad se había visto pasada a un segundo plano porque estudiaba mucho y apenas tenía tiempo para ello. Me puse un vestido y mis fieles botas de motera, por si tenía que salir corriendo (cosa que me había pasado más de una vez) de algún sitio, y cogí la chaqueta porque hacía frío, aunque no tanto como en días anteriores. Me conocía ya la mayor parte de mi nuevo hogar, pero aún había sitios que no había visitado, por lo que decidí ir a ver uno de ellos, la estación de bus. En cuanto llegué vi que había bastante gente, pues parecía que acababa de llegar un vehículo lleno. Había familiares llorosos, maletas y gente desperdigada por todos los sitios, y no me gustó el ambiente, me agobió. Me puse a mirar los horarios, como ya hice en su día en la estación de tren, y en cuanto vi los que más me convenían me fui al bar a comprar tabaco, pues me quedaba poco. En cuanto salí con el paquete en la mano me paré un momento para guardarlo en el bolsillo delantero de mi chaqueta. Aún sin alzar la vista seguí adelante, con tan mala fortuna que me choqué con un chico que venía cargado con una bolsa al hombro.
- Vaya, lo siento. Debería haber mirado por dónde iba. - le dije con expresión de disculpa.

No había dado ni diez pasos cuando alguien chocó conmigo y provocó que el móvil cayese de mi mano. Algo molesto, miré al causante de aquello y me di cuenta de que era una chica que me miraba con gesto arrepentido. Me agaché a recoger el móvil y luego dije:
-No pasa nada. Esto está abarrotado, es normal que hayas chocado -le sonreí levemente.
No iba a comérmela ni nada parecido por haberme empujado sin querer, no lo tenía por costumbre y no iba a empezar ahora. Acomodé el peso de la bolsa sobre mi hombro y pregunté:
-¿Eres de por aquí?

Parecía un chico simpático que, a pesar de haberle tirado el móvil, no iba ni a decir nada al respecto. Me cayó bien desde el primer momento en que le ví, pues veía en él dulzura y sinceridad. No era para nada la clase de personas con las que solía tratar, pero eso no me importó. - No, llegué hace unos pocos días. Soy británica, aunque supongo que ya te habrás dado cuenta por el acento. - le dije riéndome. A la gente le extrañaba mi acento de Bristol en un primer momento, pero cuando se acostumbraban a él ya ni le daban importancia. Era curioso, sin embargo, que a pesar de llevar 6 años en Estados Unidos no se me hubiera pegado nada del acento autóctono. Extrañezas de la vida.
- Y tú, ¿eres de por aquí? - pregunté imitando su pregunta.

Sonreí de medio lado mientras comprobaba que mi móvil siguiese con vida. No me apetecía nada tener que cambiarlo, era muy bueno y me había sido muy útil varias veces.
-Sí, algo se nota, pero no mucho -reí, aclarado ahora el punto de aquel extraño acento.- En realidad no. Acabo de llegar para reunirme con mi hermano y confieso estar bastante perdido -bromeé.
Las piernas se me resentían, las notaba medio entumecidas de estar sentado y sin cambiar de posición durante tanto tiempo. Balanceé el peso del cuerpo de una a otra, tratando de encontrar algo de comodidad.
Necesito andar un poco, pensé mientras guardaba el móvil en el bolsillo del pantalón para evitar nuevos accidentes.
-Creo que aún no me he presentado -dije, dándome cuenta.- Soy Sam Winchester, encantado -le tendí una mano.- ¿Te importa si caminamos un poco? Estar seis horas sentado en un autobús deja a uno hecho polvo.

En cuanto comprobó el estado de su móvil me eché a reír, pues la situación de nuestro encuentro había sido cuanto menos extraña. - Bueno es saber que no es tan raro, aunque ahora tendré que buscar otra razón para justificar que la gente se me quede mirando con cara rara... - comenté sonriendo. - Yo soy prácticamente nueva también, pero este pueblo no es muy grande y ya me hago una idea bastante buena. Puedo hacer de guía, si lo necesitas. - añadí al ver que parecía cansado. En cuanto se presentó yo sonreí, haciendo a mi vez lo mismo. - Amanda Smith, encantada. - Me quedé bastante pillada con la parte de que tenía un hermano. Había habido algo familiar en él desde el primer momento en que le vi, aunque era extraño pues no le conocía. Tuve mis sospechas. - Sí, vamos a dar un paseo - dije poniéndome a andar a su lado. Di vueltas a la duda que pasaba por mi cabeza hasta que decidí preguntarle, por mera curiosidad. - ¿Y tienes un hermano, dices? No se llamará Dean por un casual, ¿no?

Se echó a reír, y yo la acompañé al ser consciente de que aquella situación era un tanto extraña. En todos los años que llevaba cazando había pasado por situaciones muy extrañas y ésta iba camino de convertirse en una de ellas.
-La gente mira con cara rara a casi todo aquel al que no conoce, así que no hace falta que le des muchas vueltas -repuse, con una sonrisa.- Te lo agradecería de veras, porque apenas sé dónde queda la casa de un amigo.
Bobby viví allí, al parecer, así que tendría que pasarme también a saludarle en algún momento.
Me lanzó una mirada pensativa cuando le dije lo del hermano, y agradecí que aceptase lo de caminar. Rápidamente, mis piernas comenzaron a desentumecerse y me sentí algo mejor, aunque realmente desearía descansar un rato en algún rincón; hacía casi 24 horas que no pegaba ojo.
-Es un placer, Amanda -respondí. Me sorprendí un poco al saber que conocía a Dean.- Sí, exacto. Es mi hermano mayor, ¿le conoces?

- Sí, podría decirse que sí. Tuvimos un encuentro bastante...inusual, por así decirlo. - contesté algo impresionada por la coincidencia. Así que él era el hermano listo del que Dean me había hablado. Esa oportunidad no me la perdía, pues hacía sólo un par de días que le conocí y me habló de su famoso hermano y voy yo y, totalmente por azar, le conozco. Coincidencias de la vida. - Si te soy sincera fue algo extraño, sobre todo teniendo en cuenta que fue casi el primero que conocí al llegar al pueblo. - dije omitiendo la parte en la que nos liamos, pues la cosa se quedó simplemente en eso. También decidí ignorar la parte en la que él me iba a ayudar con mi entrenamiento de cazadora, pues aunque me imaginaba que él también lo era no quería meter el tema tan de golpe. - Te puso muy bien, si es por eso. Según él tú eres el hermano inteligente. Supongo que tendré que creérmelo. - dije sonriendo.

Contuve una risita. Conociendo a Dean, me imaginaba fácilmente la clase de encuentro inusual que habían tenido. Era incorregible.
-Lo imagino. Es propio de él -comenté simplemente.
Caminamos unos instantes en silencio, y aproveché para volver a acomodar el peso de la bolsa. Cambié de idea y me pareció mejor llevarla colgando en vez de subida a los hombros, así al menos tendría ambas manos libres.
-Dean es...-me lo pensé un poco antes de contestar- especial -dije por fin.- Parce que nos has conocido a los dos por casualidad, eso se llama puntería -bromeé.- Sí, no se por qué siempre dice que soy el listo...y que él es el guapo -añadí en tono de broma.- Juzga por ti misma, aunque creo que te llevarás un chasco.

Vi la risilla que casi se le escapa, y me imaginé el porqué. Dean daba la impresión de ser un auténtico mujeriego, y por la reacción de su hermano me imaginé que mis sospechas estaban fundadas, por lo que me vi en la necesidad de justificarme. - No pasó nada serio, de un par de besos no avanzamos. De hecho no sé exactamente qué hago explicándote esto a tí, pero por alguna razón que desconozco no me importa hacerlo. Tal vez sea porque no quiero que te hagas una idea de mí que no es la adecuada. - dije riéndome y con cara de extrañeza ante mis propias razones. - Sí es especial, aunque no sé por qué me da que esa palabra usada por tí es un eufemismo... - contesté mirándole con sorna. - Y puede que me lleve un chasco, pero él guapo sí que es. Aunque tú también eres mono, eso hay que admitirlo. Ahora sólo queda saber si él es verdaderamente el no listo y si tú si lo eres. - le dije con una sonrisa. Me caía realmente bien. Tenía una esencia totalmente distinta a la de su hermano. Él no me atraía del mismo modo, sino que me llamaba más la atención de manera psicológica. Intuí que podíamos llegar a ser buenos amigos, y eso me gustó.

Puso una expresión que me llevó a pensar que entendía mi risa reprimida,y a tener que contener otra cuando comenzó a justificarse de un modo un tanto atropellado.
-No te preocupes, en realidad no me hago ninguna idea. Lo que hagas o dejes de hacer con mi hermano es cosa tuya y suya, de nadie más -le sonreí de modo amistoso.
Comenzaba a caerme bien aquella chica, tan sincera y abierta. Era la clase de persona con la que podría hacer amistad fácilmente, y esperaba que Dean no la hubiese molestado de algún modo.
-No lo es, lo es de verdad. En más de un sentido -añadí, también con cierta sorna.- Nunca he dicho que no sea guapo, pero ninguno de los dos es un Adonis, precisamente -comenté.
Por supuesto sabía que yo era mono, al menos eso era lo que me solía decir Jess. A ella le gustaban mucho mis ojos, decía que eran muy dulces y abiertos.
-Eso tendrás que averiguarlo por ti misma también -bromeé.- Lo más seguro es que ninguno de los dos lo sea -añadí-, pero eso es cuestión de para qué cosas necesites la inteligencia -añadí.

- Simplemente lo decía por si acaso... - agregué finalmente. Su sonrisa era muy amable, y era uno de los chicos más amigables que había conocido. No costaba nada confiar en él, y a mí me estaba empezando a cer bastante bien. Y si relamente era tan diferente de Dean como él me había dicho, podría llegar a ser alguien importante en mi vida en el sentido de amistad. Sonreí ante la idea de que pudiéramos llegar a ser amigos. Era una perspectiva agradable teniendo en cuenta la situación del mundo poder mantener algo tan simple y a la vez complejo como la amistad. Estaba dispuesta a intentarlo, al menos por mi parte.
- No, no sois Adonis, pero cada uno en su estilo y de forma diferente sois guapos. Hazme caso, opinión de chica experta en el tema. - Dije riéndome. En cuanto paré, continué. - Será un placer averiguar lo inteligentes que sois (o no sois), aunque como tú dices también depende mucho de qué se entienda por inteligencia y en qué clase de situación la necesites. Todo será cuestión de probar.

Sonreí más ampliamente, suavizando el gesto con la mirada.
-Oye, de verdad que no hace falta que te justifiques ni que me expliques nada. No voy a pensar mal de ti por algo que hagas en tu intimidad. Tu vida es solo tuya, tú decides qué hacer con ella.
La idea de hacer una nueva amiga, alguien en quien pudiese confiar y con quien pudiese hablar, era muy agradable. Amanda me resultaba una persona muy agradable, y veía con buenos ojos cualquier clase de acercamiento en sentido amistoso, incluso aunque ella fuese también una cazadora que probablemente estaba al tanto de mi condición de cazador. Probablemente, la veía con mejores ojos por eso, por no entrar al trapo soltando esa información.
-Entonces confiaré en la opinión de los expertos -bromeé.- Por favor, ¿podemos dejar el tema de la belleza de mi hermano y mía? Me incomoda un tanto, me hace sentir demasiado vanidoso.
Suspiré profundamente.
-¿Puedo hacerte una pregunta? -inquirí.- Bueno, una más ya que acabo de hacerte otra -reí, la darme cuenta.

Acabé sonriendo de medio lado. Me gustaba el estilo de aquel chico, pues era directo sin resultar intimidante y además aceptaba a las personas sin juzgarlas. Tenía que aprender de él, pues yo muchas veces me mostraba cauta con las personas a pesar de que no tuvieran nada que ocultar. Suspiré. Si todo el mundo fuese como él, el mundo sería un lugar bastante más pacífico. Me di cuenta de que posiblemente él también era un cazador (conociendo a su hermano, era más que probable esa posibilidad), y pensé que sería interesante ver cómo combinaba ambas vidas. Para ninguno de nosotros era fácil, e imaginé que teniendo en cuenta su carácter no le habría resultado tampoco sencillo.
- Gracias por la confianza depositada, no te fallaré en cuestión de dar consejos de experta. - le dije sonriendo y haciendo una reverencia burlona. - Mejor dejamos el tema, sí, que me siento rara hablando de esas cosas con un chico. - comenté. Ante su pregunta sonreí ampliamente. - Claro, pregunta lo que quieras.

Aquel recelo inicial se había dio diluyendo poco a poco. Por supuesto, no todas las barreras estaban bajadas, pero me daba cuenta de que ambos veíamos con buenos ojos una posible futura amistad. No es algo sencillo, hacer amigos siendo cazador. Y menos que éstos sean también cazadores, pues hay un recelo natural que nos separa a todos. Posiblemente sea porque al ser nosotros mismos unos mentirosos, embaucadores y muy peligrosos, sabemos que los demás también lo son y desconfiamos de cualquiera.
Suspiré de cansancio. Las piernas ya me habían despertado, pero el peso de la mochila me molestaba bastante y acaricié la idea de dejarla guardada en alguna taquilla hasta que encontrase a Dean. Llevarla a cuestas todo el día no me parecía una gran idea, sinceramente.
Reí al oírle.
-Sí, supongo que no es algo muy habitual -bromeé.
Respiré hondo, intentando encontrar un modo de que no sonase como un reproche o como algo negativo.
-¿Hace cuanto que eres una cazadora? -pregunté, con voz suave y gesto amistoso.- Tampoco tienes por qué contestar si no quieres -añadí.

Alcé una ceja. Para el tópico de mentirosos, manipuladores y fríos no le habían cogido a él, eso estaba más que claro. La conversación comenzaba a tornarse interesante, y no pude evitar poner una sonrisa torcida como respuesta a su manera tan directa de expresarse. - Digamos que he sido cazadora desde que era pequeña. Empezaría con unos...6 ó 7 años, ya no recuerdo exactamente, pero a los 16 lo dejé para venir a este país. Luego he vuelto a retomarlo ahora, con 22, porque tras acabar la universidad tuve un par de experiencias que me hicieron darme cuenta de que la gente como nosotros es, cuanto menos, necesaria. - contesté con tranquilidad. Tampoco entré en detalles como el motivo por el que decidí comenzar o el motivo por el que lo dejé, pero a estas alturas no eran necesarios. Ya me los preguntaría si le interesaban. - ¿Y tú cuánto tiempo llevas dedicándote a esto, Sam? - pregunté con curiosidad. No era algo que le hubiera preguntado a su hermano (y suponía que había sido al mismo tiempo en los dos), y me daba su punto de curiosidad. - Tampoco tienes que responder, si no quieres. No te obligo a nada.

Acogió mi pregunta con una sonrisa torcida y un enarcamiento de cejas, y respondió con naturalidad pero sin entrar en detalles. No pareció molesta ni incómoda, incluso tal vez parecía que le agradaba la manera en que había planteado la cuestión.
Sonreí en respuesta, también me había gustado el modo tan natural y desenfadado con que había respondido a la cuestión, sobre todo teniendo en cuenta que nuestros inicios solían ser algo que muchas veces dolía recordar.
-Empezaste muy joven -comenté.- Desgraciadamente, es algo bastante real la necesidad que existe de nosotros. Muchas veces intentamos negarnos, evitarlo y decirle adiós de uno u otro modos, pero siempre nos acaba encontrando de nuevo -suspiré, con pesar.
Si yo no hubiera querido distanciarme de mi vida de cazador, Jess seguiría viva. Aún a veces la añoraba. Maldito Azazel que me la había arrebatado...
-Bueno, no me incomoda contestar -repuse, sonriendo.- Sería una hipocresía por mi parte el preguntar y no querer contestar, ¿no crees? A decir verdad hace mucho tiempo...No recuerdo con exactitud cuando empecé, pero lo dejé con 20 años aproximadamente. Quería hacer una vida normal, ya sabes ir a la universidad y todo eso...Pero a los 22 años sucedió algo que me devolvió al ruedo, y aquí me tienes -concluí con una amplia sonrisa.

- Empecé joven, sí, pero también lo dejé joven. Sigo siendo joven, en realidad. Más que la mayoría de cazadores que he conocido nunca. Recuerdo cómo volví al negocio, fue bastante curioso. El día de la graduación fui a celebrarlo a un bar y vi a un hombre que estaba poseído. Creía que todo aquello ya había desaparecido de mi mente, pero nada más lejos de la realidad. Las palabras del exorcismo vinieron a mi mente como si nunca las hubiera apartado, y en ese momento decidí al menos informarme, pues no es demasiado común que se muestren tan a la vista. En cuanto me enteré de todo el asunto del Apocalipsis tomé la decisión de volver, pues el mundo podía necesitar a una cazadora más. Me encontró de pura casualidad, pero tampoco me arrepiento de vovler a ser lo que era. - le expliqué bastante interesada. Supuse que había sido algo doloroso lo que le había impulsado a volver, y por no hacerle más daño del que probablemente estaría sufriendo al recordarlo decidí cambiar a un tema que creía que podría ampliarme. - Querría preguntarte algo, de hecho. Cuando me enteré de la vuelta de Lucifer nadie quiso explicarme cómo se había producido ni nada. Simplemente me enteré de que la Tierra podía ser destruida en breve por su presencia, pero nada más. ¿Podrías explicármelo tú? - pregunté con curiosidad. Él era simpático, así que pensé que no había mayor inconveniente en preguntarle acerca de algo que nos incluía a ambos por nuestra dedicación y que nadie me había acabado de aclarar.

Suspiré.
-Tienes un gran sentido del deber, ¿sabes? No muchos volverían a la liza cuando tenían una vida ya labrada y un futuro prometedor. Supongo que hay que tener una sangre especial para hacer lo que hacemos.
Involuntariamente se me erizó la piel. Sangre...por causa de la sangre había vuelto yo, por la sangre que Azazel me había echo beber.
-Yo tuve un percance que me hizo regresar. Alguien a quien yo quería pagó las consecuencias de mi abandono -dije, mirando hacia la correa que llevaba al hombro.
Asentí, pensativo.
-Bueno, puedo intentarlo. Verás, hay un demonio llamado Lilith que pretende ser la ama del inframundo. Está decidida a traer de vuelta a Lucifer y desencadenar el infierno en la tierra, y para ello debe romper 66 sellos de los 600 posibles... De momento, ya a roto unos cuantos, y los ángeles están intentando impedirle que rompa más.

- Supongo que será por la sangre, porque de lo poco bueno que hay en mí la mayoría viene de mi abuelo. - dije más para mí misma que para él. No pude evitar fijarme en su reacción al mencionar el tema aunque no lo dejé traslucir, y me vino a la cabeza un rumor que había escuchado una vez acerca de unos niños a los que les habían dado sangre demoniaca para dotarles de características especiales, como poder extrasensoriales o cosas así. Hasta ese momento había pensado que era mentira, pero había algo en mí que me impulsó a planteármelo de nuevo, pues podía ser que él fuera uno de ellos.
- Sí, eso se parece a lo que me contaron sólo que más ampliado. ¿Dices que son 600 sellos posibles? ¿Y cómo sabéis cuál es el que decidirá romper cada vez? - pregunté con suma curiosidad. - Y el tema de los ángeles... Hasta hace poco ni creía que existían, pero desde que tuve un encuentro con una que me profetizó mi destino con un demonio muy extraño mi mente se abrió un poco al respecto. Sigo pensando que es raro, no obstante, que sólo hubiéramos oído hablar de demonios y no de ángeles... - agregué pensativa.

Sonreí, pensativo. A ella todo lo bueno le venía de su abuelo, según decía, y a mí...Mi madre y mi padre habían sido ambos cazadores, al igual que mi abuelo materno, al parecer lo llevaba en la sangre, así que ¿de qué lado me venían todas las cualidades que me hacían apto para esto?
-¿Quién sabe? Una buena parte es cosa de tu mentalidad y de tu forma de ser, y eso no se hereda de nadie -le dije.
El tema de la sangre me ponía inquieto, no era algo de lo que me gustase hablar o pensar en ello. La idea de que la sangre de Azazel corría por mis venas, que estaba allí desde la noche en que mi madre había muerto para que él me la hiciese tragar, era repulsiva. Me recordaba que había algo malo en mi interior.
Negué con la cabeza.
-No podemos saberlo -repuse, con voz apesadumbrada.- Por eso ella va ganando la batalla. Hay 600 sellos, ¿cómo podría nadie averiguar cuál va a escoger? Hasta echándolo a suertes tenemos 599 posibilidades de equivocación -bufé.- Bueno, los ángeles son un aparte. Yo siempre he creído en ellos, pero son extraños y bastante diferentes a lo que me imaginaba. La cosa es que ellos siempre han estado ahí, pero no se dejaban ver o al menos no anunciaban que eran ellos. Los demonios son más de anunciarse a bombo y platillo si con ello consiguen hacer más mal -le comenté mi teoría.

- Si hubiera heredado mi personalidad de alguien de mi familia probablemente habríamos acabado a gritos, porque hay veces que no me aguanto ni yo misma. - le dije asintiendo para mí misma. Después sonreí, a pesar de que me di cuenta de que como había sospechado antes el tema de la sangre le incomodaba bastante. Decidí ignorarlo, no obstante, para evitar hacerle sentir algo que no le agradaba en absoluto.
- Sí, la verdad es que el tema de los sellos es una grandísima...desventaja - comenté consiguiendo callarme el insulto más que obvio que se me había quedado en la punta de la lengua. Supe que me había entendido, sin embargo. - Que los demonios son de anunciarse como si valieran para algo es algo que es bastante claro, sí, y supongo que es por lo que tú dices, para dar más miedo. Siempre impondrá más la figuar de un demonio por toda la cultura religiosa que tenemos (y también por lo que son capaces de hacer) que la de un ángel, que se supone que son buenos. Son radicalmente opuestos al modo que tenía de imaginármelos, porque me he llegado a plantear su humanidad (que se supone que deberían poseer en gran medida) en numerosas ocasiones. Son tan...fríos, tan perfectos. - comenté sintiendo ciertos reparos hacia ellos.

Sonreí de medio lado.
-No te preocupes, no eres la única que no se soporta -dije, guiñándole un ojo.- Yo muchas veces son incapaz de aguantarme a mí mismo, pero debemos aprender a convivir con uno mismo porque si no estás en paz en tu interior, mal lograrás estar en paz con los demás.
Reprimí una carcajada ante su eufemismo, pues evidentemente había querido otra cosa menos suave que "desventaja".
-Es cierto que la figura del mal siempre impone más, desde la antigüedad. Supongo que será porque el mal es desconocido hasta cierto punto, es algo que no sabemos cómo recibir e interpretar. Sobre el bien se nos habla desde niños, se nos cuenta que debemos ser buenos y alejarnos de la oscuridad. Tal vez por eso muchos tienen ese miedo irracional a la oscuridad, a lo oculto en las sombras...
Mi mente vagó hacia la noche en que Azazel me hizo aquello, amparado en la oscuridad para sus siniestros propósitos. De nuevo me recorrió un escalofrío ante la idea de que algo malo latía en mi interior.
-Los ángeles...bueno, son como robots, guerreros perfectos que obedecen las órdenes que se les dan sin cuestionarlas y que apenas tiene sentimientos -murmuré.-¿Por qué habrían de tenerlos? Eso solo les impediría acatar las órdenes más duras que reciben...y no son eficaces a la hora de luchar. Un guerrero nublado por el odio es un imprudente...y eso no conviene -bufé, dejando salir parte del recelo que me provocaban.

- Bueno, yo no estaría tan segura de eso. He vivido bastantes años sin aguantar nada de lo que hacía, ni cómo era tan siquiera, y con los demás sí que estaba tranquila. Aunque claro, la cosa estaba mucho mejor desde que sempecé a gustarme un poco. - dije asintiendo para enfatizarlo. Vi cómo se intentaba no reír y me hizo gracia que se controlara, pues a mí también me había costado lo mío reprimir el insulto. Era muy malhablada cuando algo me cabreaba, y en ese momento lo único que quería haber hecho era ponerme a jurar en arameo, pero como no quería que flipara demasiado pues no lo hice, aunque me había quedado con las ganas.
- ¿Puedo confesarte algo? La oscuridad sigue asustándome. - le comenté algo avergonzada. - Es algo patológico que me pasa desde pequeña, y supuse que siendo cazadora se me pasaría, pero siguió ahí después de saber las clases de cosas que te aguardan ocultas. Me sigue dando repelús, aunque no sea lo que se conoce comúnmente como miedo. - acabé de decir rascándome la nuca. - Yo sólo conozco a un ángel, como ya te he dicho, pero era prácticamente como hablar con una maldita pared: tenía la misma capacidad emotiva que un ladrillo. De verdad, era muy irritante. - solté con algo de mala leche.

Reí suavemente al oírla.
-Algo bien contigo sí que debías llevarte, y tus relaciones con los demás no debían ser tan buenas como piensas. Es necesaria la armonía interior...aunque solo sea para poder disfrutar algo más de la vida.
No me reí de su miedo a la oscuridad. Muchas personas lo tenía, cazadores incluidos y más de los que se podía pensar, aunque con el oficio que teníamos era un tanto incompatible.
- No te preocupes por el miedo a la oscuridad. Las fobias infantiles, y los miedos irracionales, son muy difíciles de superar, aun cuando no son muy graves. Y el tuyo es de los más comunes- le comenté.- No se lo digas a nadie....pero yo le tengo miedo a los payasos. Son muy siniestros a mi forma de ver -le confesé con voz baja.
Me quedé pensando en lo que había dicho de los ángeles. Bien podía haber estado hablando de Castiel, aunque Uriel era otro cantar...
-Algunos son peor que eso -le advertí.- Básicamente uno que conocí tenía muy mal carácter...muy desagradable para mi gusto.