Primera visita (Amanda)

Se hizo el silencio durante los instantes siguientes a nuestro encuentro en aquel callejón, tras su concierto. No era para menos, pues los dos teníamos muchas cosas en que pensar ahora que sabíamos nuestros respectivos secretos. Desde que me había contado lo que le pasaba y la capacidad que tenía de conseguir lo que quisiera simplemente usando su voz, muchas cosas comenzaron a cobrar sentido en mi interior, como todas aquellas veces que me había sentido mucho más tranquila después de oírle cantar, o simplemente cuando tras apenas un par de sus canciones más animadas yo me veía con energías renovadas y con ganas de simplemente saltar y dejarme llevar. Todos esos pequeños detalles sin explicación ahora la tenían, y eso era algo que necesitaba cierta reflexión por mi parte.
Cogimos un taxi y nos dirigimos hacia Houston, donde me había dicho que estaba su loft. Mucho menos destemplada empezamos a hablar de nuevo, contándonos minucias varias de lo que habían sido nuestras vidas durante todo aquel tiempo en el que no habíamos estado en contacto. Llegamos a su loft y, rápidamente, abrió la puerta, permitiéndome hacer el paripé de entrar corriendo. Me dijo que ya me tenía atrapada como lo habría hecho un villano de película, y yo fingí una expresión de terror. - ¡Oh, no! ¡Ahora tendré que correr lo más rápido que pueda para huir de este malvado hombre! - exclamé con tono dramático.
Me puse a correr en dirección al interior de su loft y al llegar dentro me paré en seco, asombrada. Era simplemente genial, con una decoración muy moderna y aspecto cálido y acogedor, a pesar de todo. Me quité la chaqueta, innecesaria por la temperatura del lugar, y la dejé en un perchero, aún disfrutando de cada detalle. - Parece que las cosas te han ido muy bien. - le dije. Sí, ya me lo había dejado caer, pero no había sido hasta que había visto con mis propios ojos la demostración palpable de ello cuando lo creí finalmente.

Me cogió de la mano y me llevó hasta el sofá, donde había tumbado un perro de aspecto achuchable (muy acorde con su dueño, al menos en eso). Me hizo gracia aquel detalle, pues yo no recordaba que él fuera precisamente un gran amante de los animales. Por alguna razón que tampoco tenía demasiado clara me pegaba ese lado hogareño y amante de los animales en él. Muchas cosas habían cambiado desde que éramos adolescentes, y aunque algunas simplemente habían sido más fáciles de aceptar que otras me gustaban esos pequeños cambios. Le daban gracia a nuestra relación, que ahora mismo no sabría cómo definir exactamente. No quería comerme la cabeza pensando en eso, no ahora que acababa de encontrarle, pero sabía que sólo era cuestión de tiempo hasta que esas dudas que ahora apartaba vinieran a mí con más fuerza. Sólo sería cuestión de ignorarlas hasta entonces y ya está, todo estaría solucionado.
Anubis, como se llamaba el perro, me olisqueó un poco y pareció determinar que era de confianza, porque no me ladró ni me miró mal. Los animales nunca habían sido lo mío, y me alegraba de que no hubiera montado ningún escándalo.
Se tiró al sofá y dio unas palmaditas en él, que me hicieron tomar asiento a su lado. Me dijo que consideraba comprar el loft para escapadas a esta parte del país, y yo asentí, era muy buena idea ahora que sabía que estaba en Houston y que podríamos mantener mejor el contacto. - Sí, la verdad es que está bastante bien para pasar una temporadita más bien larga.
Suspiró y se apoyó en el respaldo del sofá, mirándome a los ojos. Yo me puse de pefil y me hice un ovillo en el sofá, más cómoda que simplemente estirada. - Me gustaría que tuvieras la oportunidad de quedarte. Así podríamos volver a ser tan buenos amigos como lo éramos antes. - le dije, con una sonrisa en los labios.

Cogió mi mentón con un gesto dulce que casi me recordaba a los que a veces tenía cuando estábamos juntos. Cuando no estábamos pensando ninguno de los dos simplemente en acostarse con el otro y podíamos disfrutar de nuestras simples presencias, más concretamente. Echaba de menos aquellos tiempos tan felices, en los que al haber dejado la caza todo era mucho más fácil y simple, pues se limitaba a vivir mi vida sin reglas ni ataduras, simplemente dejándome llevar por lo que sintiera en cada momento. Me resultaba imposible hacer eso ahora, y sólo cuando lo había perdido me daba cuenta de lo importante que había sido para mí en realidad.
- Sí, un poco. Pero es simple falta de sueño acumulada, nada más. Se me pasará enseguida, al menos por hoy. - contesté con una sonrisa.
Me estaba resultando muy fácil estar con él a pesar de todo lo que había pasado durante los dos años en los que habíamos permanecido separados. Dos años eran demasiado tiempo, pero al menos me alegraba de poder tener buenas perspectivas de empezar con él una buena amistad, o al menos retomar la que habíamos llegado a tener. Y no me resultaba demasiado difícil ignorar las ganas que tenía de simplemente besarle y dejarnos llevar, como tantas otras veces, aunque tal vez fuera simplemente que el cansancio no me dejaba pensar en algo que no fuera eso.
- Sería divertido que te quedaras. Así podré hacerte una visita guiada por Townhidden. Aunque bueno, no hay demasiado que ver. - comenté, encogiéndome de hombros. Me fijé en que Anubis subía las escaleras en dirección a otro piso, y llena de curiosidad esbocé una sonrisilla maliciosa. Me apetecía ver a dónde me llevaba el perrito. Me levanté del sofá y dirigí a James una mirada juguetona. - Ya que tú no me enseñas el loft, dejemos que sea Anubis el que lo haga. - le dije como declaración de intenciones.
Comencé a andar, siguiendo al perro, y subí por las escaleras de dos en dos, con la curiosidad como ánimo para recuperar las energías. Acabó por llevarme a una habitación, que identifiqué como su cuarto. Me apoyé en la puerta, viéndola con atención y dando un silbido de admiración. Comparándolo con mi habitación del motel era un auténtico palacio.

- Me gusta mucho, la verdad. Comparándolo con mi habitación es bastante buena. - le contesté, riéndome un poco.
A decir verdad la habitación estaba decorada con un estilo simple y casi minimalista en el que una enorme cama de aspecto cómodo destacaba sobremanera. La cama en cuestión era el lugar que Anubis había elegido para tumbarse, cómodamente, y ese detalle me hizo sonreír. La luna que atravesaba las ventanas con su luz era la única iluminación que había, pero a decir verdad tampoco se necesitaba más para poder hacerme una idea bastante aproximada de cómo era su habitación.
La principal razón por la que me gustaba no era simplemente su aspecto, ya que había visto lugares mejores y peores a lo largo de mi vida. En realidad era más bien porque me recordaba mucho a la habitación que había tenido yo cuando conocí a Jimmy, en una casa de alquiler. De hecho, exceptuando algunos detalles, todo era casi igual, incluyendo la colocación de los muebles y el mismo aire que se respiraba en ella, de calma y tranquilidad.
Me habían venido a la mente muchas imágenes de buenos momentos con Jimmy, como aquellos en los que quedábamos para estudiar y acabábamos haciendo de todo menos eso o simplemente aquellos en los que yo no salía y él se quedaba haciéndome compañía. Echaba de menos momentos como aquellos en mi vida, aunque sabía que no volvería a tenerlos, ni con él ni con nadie. Ya podía ir olvidándome de la tranquilidad que era lo que más podía querer, porque ahora que Lucifer era libre y que el Apocalipsis estaba sobre nuestras cabezas no podía malgastar mi tiempo en simplemente permanecer al margen para evitar problemas.
Aparté aquellos pensamientos de mi mente y me limité a seguir mirando al frente, después de un rato de silencio por parte de ambos. Se me pasó una idea loca por la cabeza al ver lo cómodo que se había quedado Anubis al tumbarse en la cama de Jimmy, y una sonrisa asomó a mi rostro. - Creo que voy a comprobar hasta qué punto me gusta tu habitación. - le dije.
Inicié el camino hasta su cama y acaricié el lomo de Anubis para que no se sorprendiera demasiado. Me subí a su cama y me recosté un poco en ella, viendo que mi impresión inicial acerca de su comodidad era totalmente verídica. - Si, definitivamente me encanta. - le dije con una sonrisa, acabando de tumbarme y volviendo a acariciar el lomo de su perro, que se limitó a acomodarse para que siguiera haciéndolo.

Saltó un par de veces en la cama con las rodillas, sobresáltandome del todo porque desde mi posición no había podido verle venir. Después me dio un sulce beso en la frente y yo le sonreí, con un gesto de absoluta sinceridad que a pocas personas les permitía tener por mi parte. Él podía considerarse afortunado, pues me había endurecido bastante desde la última vez que habíamos estado juntos y no solía regalar gestos como aquel. No sabía si por suerte o por desgracia, con él simplemente me salían solos, sin impulsos de ningún tipo por mi parte. No necesitaba forzar la situación para que estuviéramos bien de manera natural, y eso era algo que agradecía notablemente. Me sentía algo nula en cuanto a relaciones sociales, y algo de práctica (o al menos retomar una vieja amistad que me había hecho mucho daño perder) nunca venía mal.
Se empezó a reír y se tumbó a mi lado. Yo alcé un poco la cabeza para ver cuál era la razón de su risa, y la cara del pobre Anubis, que estaba en la puerta muy asustado, acabo de explicármelo. Negué con la cabeza y le hice un gesto al chow chow, que sorprendentemente me hizo caso y se subió a la cama, quedándose acurrudado a mi aldo mientras le acariciaba detrás de las orejas, para compensarle por el susto.
- Que sepas que voy a denunciarte a WWF por ignorar de semejante manera los derechos de los animales. - le dije, con falsa expresión de enfado. Anubis se iba tumbando más y más hasta quedar casi encima de mí, y yo le di unas palmaditas en la cabeza. Bah, no me molestaba demasiado, aunque prefería mil veces que fuera su dueño el que estuviera así conmigo que él.
Me acerqué un poco a Jimmy, con Anubis adaptándose a cada uno de mis movimientos para seguir apoyado, y me quedé tumbada junto a él, mirándole de reojo.
- No recordaba esta faceta tuya de hogareño empedernido. - le dije, pues las únicas veces en las que se solía quedar en casa era cuando estaba conmigo, y no precisamente para hablar. Aunque bueno, entendía que ahora que tenía un grupo serio utilizara más el tiempo en aquel lugar para componer, y cosas así. No me desagradaba el cambio, pero tampoco me gustaba a mí demasiado la idea de permanecer tanto tiempo encerrada en un solo lugar.

Me dijo que pasara en aquel lugar todo el tiempo que fuera necesario, y le miré con una sonrisa. Desde luego lo haría, y más que dispuestoa porque eso significaría volver a recuperar la relación tan cercana que habíamos tenido hacía lo que me parecía tan poco tiempo. No estaba demasiado segura de si lo que realmente deseaba era que fuéramos amigos muy cercanos o simplemente algo más, pero lo que era innegable era que existía auténtica química entre nosotros, a pesar de todo lo que había pasado y de la distancia. Eso lo había redescubierto en el bar y me lo estaba confirmando ahora mismo la cercanía que éramos capaces de mantener, tumbados en su cama como en los viejos tiempos.
Subió su mano hasta mi rostro y comenzó a acariciarlo suavemente. Yo disfruté de esa caricia inesperada sólo en parte, pero cuando me dijo que teníamos asuntos pendientes no pude evitar asentir, mirándole a los ojos. Cierto era, y si él había tenido que susurrarlo para evitar que se le entrecortara la voz, yo no había podido ni abrir la boca porque la voz había muerto en mi garganta. Vil cobarde, que nunca sales cuando se te necesita y sí cuando precisamente no eres necesaria.
Pasó los dedos por mi cuello, y el ritmo de mi corazón aumentó notablemente gracias a aquel simple roce. Ni que fuera una chiquilla sin experiencia, por favor. Aunque también era cierto que él muchas veces me había hecho sentir así, y que precisamente Jimmy había sido el encargado de que yo dejara de ser una niña para convertirme en mujer, en su mujer. De eso había pasado ya mucho tiempo, pero aún así seguía sin ser capaz de resistirme a su encanto. Muy bien, perfecto, simplemente lo que necesito en este momento.
Acortó la distancia entre nosotros como si temiera que de no darse prisa el momento se rompería, y se lanzó a besar mi labio inferior con pasión, recordándome la de veces que había hecho eso mismo cuando estábamos juntos. Y aún así seguía sintiendo escalofríos cada vez que él me tocaba, algo poco comprensible. Me exasperó la lentitud con la que se lo tomó en aquel contacto, y por ello acabé por tomar yo la iniciativa, besándole con mayor descontrol y haciendo que Anubis volviera a saltar de la cama por lo brusco que había sido mi movimiento.
Tenía la mente en blanco, no era capaz de razonar debidamente, y sin duda podía aprovecharme de eso. Le puse con la espalda apoyada en la cama y yo me subí encima de él, a horcajadas. Le miré a los ojos apenas un segundo y volví a besarle, sólo que esa vez en el cuello. Empecé a recorrerlo a base de caricias y algún mordisco ocasional, pero en algún momento me dí cuenta de que eso no estaba bien. Vale que podía estar disfrutando como pocas veces y que con él tenía confianza, pero simplemente no me parecía adecuado acostarme con él justo el mismo día de reencontrarnos tras dos años de separación. Si llegaba a pasar necesitaría algo más de tiempo, al menos para poner en orden mis ideas.
Me separé de él finalmente con confusión y cierto arrepentimiento en la mirada y me senté a su lado, con las piernas cruzadas y respirando profundamente, o al menos intentándolo, para volver a la normalidad.
- Lo siento, Jimmy, pero creo que estos asuntos pendienets deberán esperar algo más de tiempo hasta que esté en condiciones de siquiera pensar en ellos. - me disculpé, sin atreverme a mirarle a los ojos.

Durante un instante pensé que simplemente no había escuchado lo que dije, pues se quedó boca arriba en la cama con expresión algo ausente en el rostro, como sumido en sus propios pensamientos. La única reacción más o menos visible fue que se llevó una mano a la cara y se echó el pelo hacia atrás, como cogiendo fuerzas para seguir allí puesto y no lanzarse sobre mí. O algo así, porque al menos eso era lo que me estaba pasando a mí. Por dentro casi rezaba porque mi estúpida racionalidad dejara de interponerse en los momentos menos oportunos y por apartar todos aquellos pensamientos que habían sido los causantes de mi brusca separación de James. Peor en el fondo sabía que había sido lo mejor para los dos, porque por mucho que tratara de negar la validez de mis pensamientos eran irremediablemente ciertos. Y eso era lo que más me fastidiaba, que no pudiera evitar ser consciente de todo lo que quería hacer pero que ambos sabíamos que no podíamos, al menos por el momento.
Se sentó en la misma posición en la que yo estaba y me pasó un dedo por mi cuerpo tembloroso, logrando al instante que aquel tembleque incesante se destuviera casi por completo. Sus manos en mí eran pura magia, aún cuando simplemente fueran gestos como aquel, tan inocente pero que tanto me había ayudado.
Me sugirió quedarme a dormir con él aquella noche y yo le devolví la mirada, con una sonrisa en los labios por la dulzura que me estaba mostrando. Tal vez fuera simplemente por los viejos tiempos o porque no le parecía bien que dormiera en el motel, pero agradecí mucho su gesto. - Sí, me quedo... A condición de que sea yo la que duerma en el sofá, Jimmy, que es tu casa y tu cuarto. - le dije, recuperando de nuevo la fuerza en mi voz, que había perdido en el momento en el que él había decidido besarme de nuevo, derribando todas mis defensas como si de un castillo de naipes se trataran.
Me dijo que iba a darse una ducha fría y que me pusiera cómoda, y yo asentí. Mientras él se metía en el baño yo curioseé un poco por su habitación. Ya me había descalzado antes, en la sala de estar, así que estaba más o menos cómoda... Aunque bueno, la camiseta no era precisamente mi favorita porque era bastante ajustada. Vi que él tenía el armario entreabierto y saqué una de sus amplias camisetas, que al ser yo tan delgada me servían casi de vestido. Me quité la mía con un movimiento rápido y me metí en la suya, que como me alegró comprobar olía a él. Después me acerqué de nuevo a la cama y alisé un poco la colcha, para volver a subirme en ella y esperar a que saliera de la ducha.

Anubis parecía haberse dado cuenta de que el momento entre James y yo, aquel en el que casi habíamos perdido el control y nos habíamos dejado llevar por aquello que habíamos tenido hacía años y que, al menos yo, no sabía si seguía presente de igual modo o no, había terminado y el muy oportuno decidió hacer acto de presencia mientras Jimmy seguía en la ducha, de la que oía el agua caer de fondo. Una buena ducha de agua fría para cortar momentos como el que habíamos vivido, en el fondo le envidiaba. A mí no me iba a ser tan fácil dejar de estar como estaba, más que nada porque me conocía muy bien y sabía que lo mío del autocontrol en detemrinadas situaciones no funcionaba demasiado bien.
Mientras yo estaba sentada en la cama, con los pies encima de ella, Anubis se subió y comenzó a jugar con mis pies. Era un perro muy abrazable, justo igual que su dueño, y me hacía cosquillas en los pies. Y como yo no era mimosa a veces, ni nada, pues lo rechazaba y tal. Sí, claro, ni yo misma me lo creía.
Salió de la ducha con sólo la toalla puesta, y tuve que hacer un gran esfuerzo por no abrir la boca y dejarla caer hasta el suelo de la admiración. No era lo mismo imaginarme su torso bajo la camiseta que verlo allí, en todo su esplendor. La imagen me dejó seca un instante, pero luego volví a la normalidad. Con esfuerzo, eso sí. Me dijo que esperaba que me gustara su camiseta y que podía quedármela, y yo me encogí de hombros. - Tal vez lo haga, no lo descarto tan fácilmente. - le dije, con expresión divertida.
Echó a Anubis de la habitación y, después de acariciarle en el lomo por última vez, bajó al salón, dejándonos solos. Qué peligro teníamos, ahora mismo, aunque sobre todo era yo la que tendría que hacer el mayor esfuerzo para controlarme. Se fue el armario y se cogió algo de ropa, que al menos tuvo el detalle de evitar que viera cómo se la ponía y así no lanzarme sobre él en plancha. Gracias, Jimmy.
- Vale, de acuerdo, pero al menos espero que me des algo más de conversación antes de que tenga la ocasión de probarla, ¿no? - pregunté, aún sentada sobre la susodicha cama.

- Bueno es saber que los años no han alterado lo más mínimo esa faceta tuya de conversador nato. - comenté, con una sonrisa. Siempre había sido un pequeño embaucador nato, no sólo por las razones obvias que podían encontrarse en sus magnéticos ojos claros sino también en la labia que le había caracterizado desde que yo le conocía. De hecho, eso era lo que me había convencido para acercarme a él la primera vez, aún cuando ni siquiera nos llevábamos bien, o al menos todavía no lo hacíamos. La retórica era como su segunda naturaleza, y siempre lograba convencer a quien quisiera de lo que quisiera usando las palabras adecuadas. Eso sólo se había acrecentado con su don de controlar a la gente cantando, pero era algo que siempre había estado en él desde que yo tenía memoria. Y eso que mi memoria era bastante fiable, o al menos solía serlo.
Se puso los pantalones del pijama, haciéndome envidiar por un momento a aquel pedazo de tela que tenía la oportunidad de tocarle a su maldito antojo, y se tumbó a mi lado, de perfil y con la cabeza apoyada sobre su mano, haciendo un triángulo casi perfecto. Me miró y yo le sonreí, pero seguí sentada a una distancia prudente para evitar que la tentación volviera a hacer acto de presencia y no pudiera ser capaz de frenarla. Mejor mantener las distancias, al menos por el momento. - A ver, ahora empieza a largar y con detalles, ¿eh? Que quiero saberlo todo. Lo primero, ¿cuándo formaste este grupo?