En el bar con criaturas (Damon)

Me quedé algo pensativo ante su respuesta. Supongo que podía llamar a Stefan "familia", cosa que obviamente, no tendría ni en miles de años.
Solté un silbido y sonreí.

-Oh, si supieras la cantidad de hijos que tengo sueltos por ahi... Aunque claro, no son tan guapos como yo ni tan listos. - con lógica, los vampiros eramos estériles... - ¿Conoces a Stefan? Adorable, ¿no crees? Siempre tan... sufrido... Sacrificándose por los demás y engañándose a sí mismo de que tiene esa cosa llamada...- intenté hacer memoria, mirando el cielo, pensativo. Chasqueé el dedo, señal de que me acordé de lo que buscaba. - Ah, si, honor. Eso tan importante para los cazadores...

Me observó y luego rodeó los ojos, sin saber que lo había notado a la perfección. Una sonrisa socarrona se dibujó en mis labios.

-Ni te imaginas lo que hago contigo cuando duermes... Una pena que no estés despierta para verlo. - bromeé, con total naturalidad, como si fuera un hecho real...

Bufé, exasperado. ¿Qué sería ese sitio? Espera, a mi no me importa.
Sus ojos reflejaban algo que no supe identificar. Eso se hizo más interesante para mí.
Gritó, con furia. Retrocedí unos pasos, alzando las manos.

-Tranquilidad, cazadora... Solo bromeaba. - dije mientras bajaba de nuevo los brazos. - Me subiré si eso es lo que deseas. - me subí al puñetero coche... ¿Es que nadie me iba a dejar un poco de acción?

Se quedó pensativo por algo que dije, no sabría decir exactamente el qué. Pronto silbó y sonrió, burlón.

-Me da igual, como si son Brad Pitt -repuse.- Espero que no salgan a su padre en nada.

Al menos, que no hubiesen heredado aquel comportamiento arrogante y aquel complejo de superioridad que él tenía, aunque no podía saber si los había tenido de siempre o los había desarrollado después de su transformación. Lo más probable era que siempre hubiesen estado con él, pero suavizados, y que al pasar el tiempo se hubiesen ido agravando hasta dar lugar a lo que era ahora. A fin de cuentas, la gente nunca cambia con el paso del tiempo. Solamente se vuelve más como si misma.

-No, no tengo el placer -dije, cuando me habló del que, a todas luces, era su hermano.- Al parecer me ha tocado encontrarme con el hermano equivocado -agregué, maliciosa.- Él al menos sabe lo que es el honor.

Sonrió cuando siguió con su bromita sobre mi comportamiento estando dormida. Era absurdo, de ser cualquier otra persona le hubiese seguido el juego, pero oírlo de sus labios me provocó un escalofrío que no supe identificar, y que traté de disimular por todos mis medios.

-En tus sueños, chaval -respondí.

Mis ojos seguían atrapados por los suyos, tratando de resistir a la hipnótica mirada que me dirigía. Maldito vampiro estúpido.

Mi grito malhumorado hizo que se apartase de mí, permitiéndome así recuperar mis plenas facultades mentales. Entró en el coche por fin, y yo subí tras él, después de tomarme unos instantes para recuperarme.

-No tienes un gran sentido del humor -repliqué, entre dientes.- Y ahora, si has terminado de hacer niñerías, nos vamos.

Arranqué por fin aquella cafetera con ruedas, centrando la mirada en la carretera y tratando de ignorar a mi copiloto por todos los medios.