En el bar con criaturas (Damon)

La caza acaba pasando factura. Eso me lo había dicho Jeremy un día, pero no había entendido a qué se refería hasta ahora. Para olvidar mis problemas me había entregado en cuerpo y alma a la caza de un fantasma, un niño que estaba confuso y perdido, y que por eso había acabado con gran parte de sus parientes mientras intentaba que lo escuchase su mamá.

Ver a aquel niño, aquella criatura triste y perdida, me había partido en dos el alma, y ahora me encontraba sentada en mi sitio de siempre del bar, con una cerveza sin alcohol en la mano y tratando de olvidarlo para siempre, aunque sabía que su recuerdo quedaría grabado en mi mente y en mi corazón hasta el fin de mis días.

Era cierto, pensé. La caza pasaba factura, dejaba en uno la huella de todos los seres a los que había destruido, y provocaba que uno se preguntase el motivo de tanto dolor y tanta desgracia. A veces, parecía que Dios nos había vuelto la espalda.

Odiaba a los demonios. Esta vez sí, me habían hecho enfurecer. El Porque? Muy simple. Me atacaron en medio del bosque, con la esperanza de sonsacarme algo. Menudos estúpidos. Eran todos iguales. Se me curaron las heridas instantáneamente, pero la ropa quedó desgarrada y con manchas de sangre.

Necesitaba beber. Sangre no, alcohol. Aunque no me vendría mal un poco de...Pasé la mano por la cara y decidí entrar al bar con todas las pintas. Me senté junto a la barra y pedí un Whisky. Olisqueé un aroma por el bar. Sonreí. Una cazadora.

Tenía la mirada clavada en la mesa, no quería ver a nadie más en aquellos momentos, no quería ser consciente del resto del mundo. En aquellos instantes, era para mí más que evidente que la vida seguía y seguía, aún a pesar de los sufrimientos de las personas. Si miraba a mi alrededor, vería que no era la única que estaba allí para lamentarse por algo y, sinceramente, era lo último que necesitaba.

Suspiré y di un largo trago a la bebida. No solía pedir cerveza sin alcohol, era más de zumos y refrescos sin gas, pero aquella noche necesitaba algo más, algo con un sabor más fuerte aunque no tuviese alcohol. Podía parecer una tontería, pero a decir verdad, me reconfortaba bastante por dentro. Me recordaba a cuando Jeremy me la tiraba desde fuera del coche, a través de la ventanilla, para que dejase de leer un rato y me relajase un poco.

Alcé la cabeza. Ya era hora de dejar de compadecerme de mí misma y centrarme de nuevo en la realidad, y eso incluía el echar un vistazo a mi alrededor.

Me quedé helada al ver en la barra a un chico con las ropas desgarradas y manchadas de sangre, pero completamente ileso. Sostenía un whisky, y lucía una sonrisa un tanto siniestra.

No, por favor. Más criaturas no, al menos no por hoy.

Tenía que encontrar lo que buscaba. Rectifico, debía hacerlo. Tras mi transformación no había parado de beber sangre humana y no me privaba de ello.

La chica parecía algo... preocupada al verme. Volví a mi Whisky, balanceando el vaso con la yema de los dedos. Bebí otro trago y miré a la chica de nuevo. Era guapa y tampoco olía mal... Podría convertirse en mi cena. No, era una cazadora. Sería arriesgado. Entonces debería pedirle una ayudita antes de que me convirtiera en su caza. Dejé el Whisky vacío en la barra y me acerqué a ella, con sigilo.

Me quedé mirándola fijamente, sin pronunciar palabra alguna.

Bebí de nuevo un trago de la cerveza, que ya estaba casi en las últimas, y comencé a cavilar sobre la posibilidad de pedir otra. Por dinero no había problema, la verdad, y como no tenía alcohol no me iba a emborrachar. Me quité la chaqueta y la apoyé en el respaldo de la silla, empezaba a tener calor, lo que no era nada raro en mí. Especialmente en los últimos tiempos, en los que mi temperatura corporal oscilaba con frecuencia. Yo lo achacaba todo a la pérdida repentina de mi familia y, posteriormente, la de Jeremy, que habían afectado un tanto a mi salud. Tal vez mi salud mental también se estuviese viendo afectada, teniendo en cuenta aquellas pesadillas tan extrañas...

Mis ojos volvieron a barrer la barra: él seguía allí, lanzándome miradas de vez en cuando. Resultaba bastante evidente que no era humano, y que sabía lo que yo era. La única duda era qué clase de criatura era: ¿un cambiante? No parecía llevar nada de plata encima. Dejé de mirarlo fijamente, ya que era una grosería; en su lugar, me dediqué a lanzarle furtivas miradas de vez en cuando, cuando creía que no se daba cuenta nadie más. Pero no, la elegancia y rapidez con que se movía no eran propias de un cambiante; más bien no. Entonces ¿qué? ¿un vampiro?

No tuve tiempo de seguir con especulaciones antes de que se presentase ante mí de improviso. No le había visto venir, y él tampoco había hecho ningún ruido al aproximarse. O tal vez sí que lo había hecho, tan suave que la algarabía del bar lo había cubierto por completo.

Detrás de su figura, inmóvil y callada, vi su vaso vacío sobre la barra del bar, pero eso solo fue un segundo antes de clavar mis ojos en los suyos, incómoda.

-¿Qué quieres? -murmuré.

"-Intuyo que has venido a por la chica, verdad humano? - preguntó el hombre.
Él asintió, asustado.
-Pues debo decirte que.. ha muerto... - contestó.
No se lo creía. No se lo quería creer. Tragó saliva y intentó calmarse. ¿Quién era ese tipo? ¿Qué había hecho con Rose? Miró al hombre, suplicante. Éste sonrió y lo agarró, mordiéndole el cuello. Se cortó en el brazo y le hizo tragar su sangre. Rato después, escapó. "

Dejé el recuerdo atrás, cuando la chica murmuró algo. La miré y sonreí.
-No querrás saberlo.-contesté. - No quiero nada de ti.

No decía nada, no se movía, ni siquiera parecía respirar. Sus ojos estaban fijos en mi rostro, y lucía una expresión extraña en el suyo. Pero aunque aparentemente me miraba a mí, notaba que estaba lejos, muy lejos de aquella mesa de aquel bar. Dónde, no lo sabía, y sinceramente tampoco me importaba demasiado.

Lo que de verdad me importaba era saber qué era él y por qué se había parado frente a mi mesa, sin decir nada. La respuesta a la primera pregunta acudió a mi mente inmediatamente, como un mazazo. ¿Cómo no me había dado cuenta antes? No respiraba, se movía sigilosamente y con elegancia, y podía permanecer inmóvil sin parecer un ápice incómodo.

Vampiro.

Suspiré profundamente cuando por fin me contestó, sin ganas de jugar con él.

-No he dicho que quieres de mí. He dicho qué quieres, ¿por qué te paras así, delante de mí?

La miré de nuevo, durante un rato. Esos ojos azules me recordaba a los de Rose... ¿Pero qué decía? No se parecían en absoluto. Aún así... Meneé la cabeza lentamente, agachando la cabeza y volví a ella cuando suspiró.

-No quiero nada, la verdad... - dije con una sonrisa ladeada. - Y la respuesta a la segunda pregunta... no es de tu incumbencia. - contesté.

Suspiré, algo estresado. Los demonios que recién me habían atacado me insertaron algo... Las heridas estaban curadas, pero... ¿Verbena? No, era algo más flojo. Clavé mis ojos en los suyos. Seguramente, ya sabía qué era.

¿Por qué me miraba de aquel modo? ¿Es que estaba manchada de sangre o algo parecido? No podía ser: no me había llevado ningún golpe en todo el día, lo que constituía un enorme récord para mí; ya lo era en un día normal, así que más aún lo era en uno de caza.

Además, no me miraba con hambre. Bueno, con demasiada hambre, ya que según tenía entendido, la sed siempre estaba ahí, en mayor o menor medida. No, lo que había en sus ojos era otra cosa. Estaba abstraído, ausente, por alguna causa desconocida para mí.

Por fin regresó al presente, bajando la cabeza, cuando hablé. No le devolví la sonrisa, encogiéndome de hombros ante su respuesta.

-Como quieras. Toma asiento si te vas a quedar ahí mirándome. De pie llamas la atención -dije, dando un pequeño sorbo a lo que me quedaba de cerveza.

Estaba preocupado por algo, lo veía en su mirada. Cuando clavó sus ojos en los míos, ambos nos dimos cuenta de que el otro sabía lo que éramos, pero que ninguno lo admitía en voz alta.

Suspiré. ¿Tenía que ser yo?

-Vampiro -susurré, inclinándome un poco hacia él.

En esos momentos si fuera humano, diría que habría respirado hondo, pero no pasó nada. Me senté enfrente de ella sin decir nada, con la misma expresión que antes. Oí su deducción y sonreí de nuevo.

-Correcto.- murmuré, sin ganas. - Te preguntarás porqué un vampiro recurre a ti, verdad? Y más si se te queda mirando de manera extraña. - comenté, con total calma. - Pero tú tienes algo que yo busco... y lo necesito para recuperarme del veneno que me han dado un par de demonios. - seguí explicando, con la mirada hacia otra parte. - Crees que podrás ayudarme? - ésta vez, le clavé mis ojos mientras sonreía burlón, esperando lo que quería oír. No podría negarse a mí.

Por un momento no dijo ni hizo nada ante mi petición, pero luego se sentó frente a mí con un movimiento fluido. No dijo nada, permaneció con la misma expresión, y yo puse gesto de aburrimiento. Menos mal que no quería nada con criaturas aquella noche.

Sonrió cuando deduje lo que era, hablando sin demasiadas ganas. No le devolví la sonrisa, no tenía ganas de sonreír y menos a un presuntuoso arrogante como aquel. Con apenas un par de frases ya había mostrado bastante de su personalidad, y no me gustaba lo que estaba mostrando.

-Mejor te ahorras la prepotencia -le espeté, en un susurro bajo.- No sé qué buscas...pero no estés tan seguro de que voy a ayudarte. Siempre puedo cortarte la cabeza -agregué, con cierta dosis de veneno en la voz.

Aquella agresividad era fruto del estrés por todo lo que se me estaba cayendo encima, de la desazón que me había causado la caza de aquel fantasma y, en parte, por la arrogancia avasalladora de aquel vampiro.

-Ni siquiera sé tu nombre -agregué, para suavizar un tanto lo dicho con anterioridad.

-Prepotente? Yo no diría eso... Solo un poco... subidito de ego, nada más.- La miré con una fingida admiración. - No creo que te sea fácil degollarme... Te podría partir en dos si quisiera. - dije cambiándome de sitio y sentándome a su lado, con solo un abrir y cerrar de ojos. - Pero... no quiero.

"Me costará ganarme su simpatía"

-Quizás podemos hacer un trato. Creo que tengo algo que te interesaría... y a cambio, lo que necesito yo para recuperarme. - hice una leve pausa. - Deduzco que normalmente no te portas de esta forma, así que lo dejaré estar. - miré a mi alrededor y volví a ella. - Te parece que vayamos a otro lugar para hablar pacíficamente?

Puse los ojos en blanco de pura exasperación. ¡Maldito vampiro pesado!

-Eso sería quedarse corto -contesté, sin mirarle.- Soy partidaria de los eufemismos, pero en tu caso no hay calificativo.

Se movió tan rápidamente que apenas tuve tiempo de parpadear antes de que estuviese sentado justo a mi lado. Era rápido, tenía que reconocérselo.

-No te resultaría tan sencillo -dije, sin embargo.

No iba a dejar que un arrogante como él me amedrentase; no, después de todo lo que había pasado y de lo que me estaba pasando. Era lo último que necesitaba: que aquel vampiro se pensase que podía hacer lo que quisiera conmigo, y sabía que lo creería de mostrar la menor señal de inquietud.

-Sin la prepotencia las cosas van mejor -repuse, al oírle hablar de hacer un trato.

Suspiré exasperada.

-Perdona, pero ¿quién te crees para decir eso? No me conoces. Ni siquiera sabes cómo me llamo.

Seguí la dirección de su mirada. El local estaba lleno de personas inocentes, que no tenían por qué sufrir a aquel ser tan arrogante, así que asentí con la cabeza, a regañadientes.

-Te sigo -dije.

Sonreí con incredulidad, apoyando los brazos en la mesa mientras clavaba mi mirada en la suya.
-La prepotencia siempre funciona cuando estás al nivel. - repliqué por su anterior comentario. Volví a soltar una risita categórica. - He vivido lo suficiente como para saber como es la gente.
Me levanté del sitio cuando aceptó mi propuesta.
-Oh, es verdad. Qué maleducado soy... Damon Blacke. - me presenté, fingiendo ser un descuidado.
Salí del local y la esperé fuera.
-Supuse que eras cazadora con solo verte la mirada, pero soy un tío reservado. Me callo lo que no conviene. - sonreí para mí mismo.

Repentinamente, el abdomen me empezó a doler; un punzante y agudo dolor. Me apreté la zona afectada con la mano y caí arrodillado.
-Mierda... - musité apretando los dientes.

Cruzamos una mirada un tanto tensa mientras él se recostaba un tanto sobre la mesa y me sonreía con incredulidad. Bufé, exasperada. ¡Qué pesadez de hombre!

-Te lo tienes demasiado creído para que funcione -repuse.- En mi caso, ningún nivel sería suficiente.

Puse los ojos en blanco al oírle reír. Aunque algo de verdad no le faltaba. ¿Cuántos años tendría?, porque en un par de siglos se podían aprender un montón de cosas sobre las personas. Aunque no todas, y había cosas en las que no se podía generalizar.

-Pero no me conoces. No sabes como soy, y no te conviene generalizar -le espeté, levantándome a su vez.

Pagué mi consumición y escuché su nombre.

-Y que lo digas -mascullé, mirándole con cierto desagrado. Pero mi educación me exigía presentarme yo también.- Me llamo Catherina Summers, Cath.

Le seguí al exterior del local, a la zona del aparcamiento, que estaba casi desierto.

-¿De veras? Yo diría que más bien eres de los que cuentan todo a la mínima oportunidad...Damon.

Le miré con preocupación cuando cayó de rodillas al suelo, apretándose la zona abdominal. ¿Le dolía de verdad o era un truco?

-¿Qué te pasa ahora? -inquirí, desconfiada.

El dolor no cesaba. Cuando me encontrara de nuevo con esos demonios se iban a enterar; ya eran carne muerta.
Miré a la chica alzando levemente la cabeza. No estaba en condiciones para bromear.

-Tú me ves con cara de fingir? Soy malo, pero no para hacer trucos baratos. Soy mucho más original que eso. - ya, no era muy creible, pero lo estaba pasando mal. La miré de arriba a abajo; tenía algo que me recordaba a Rose. Pero no eran iguales. Ella era más delicada, en cambio esta...
Volvió a pasar una corriente cosa que me dolió mucho más.
-Supongo que no me dejarás que beba tu sangre para curarme, serías tan amable de llevarme a un hospital? - sonaba algo estúpido e inútil, pero beber la sangre empaquetada de los hospitales me serviría... y no lo veía nada del todo malo para ser yo.

Le dolía de verdad o es que era un actor increíble. Me inclinaba más por la primera opción, porque en sus ojos comenzaba a brillar un odio terrible, supuse que hacia el causante del daño. Ahora que me fijaba bien, tenía la ropa medio destrozada como si acabase de salir de una pelea, aunque en su piel no quedaba la más mínima marca de golpe o arañazo. Nunca encontrarás una herida en un vampiro.

-¿Me has oído decir algo sobre fingir? -espeté, algo molesta porque hubiese adivinado mis pensamientos.- Ni siquiera retorciéndote de dolor dejas de ser un prepotente -mascullé, inclinándome a su lado.

Bufé audiblemente al oír sus sugerencias. Ni de broma se me ocurriría llevarle a un hospital, la sangre que allí había era necesaria para los humanos, mucha gente dependía de ella para vivir. No iba a dejar que Damon se la bebiese.

Por otro lado, no me hacía la menor gracia darle de beber mi propia sangre. No era algo del todo nuevo para mí, lo había hecho una vez antes durante un interrogatorio a un vampiro...

-No pienso llevarte al hospital -dije, levantándome.- Vamos a otro sitio. Supongo que no te habrás traído tu coche, ¿no? -pregunté, mirando a mi alrededor.

Me la quedé mirando aun con la cabeza alzada. Esperé su respuesta ignorando su teoría de que el dolor no cambiaba mi forma de ser. Lo único que necesitaba era sangre, solo eso.

-¿Qué? ¿Por qué no? - protesté, levantándome de nuevo con esfuerzo. Volví a caer una milésima de segundo. - Joder. - murmuré, mientras hacía muecas de dolor. - ¿A otro sitio? - pregunté incrédulo. No era momento de bromas pero sí pude recoger todo el sarcasmo... y era bastante. - ¿A qué jodido sitio iremos? ¿Acaso conoces una fuente mágica con agua de hada o es un manantial de sangre?

Ésta vez pude levantarme y ponerme de pie, pero seguí presionando el abdomen.

-Venga, nos vamos al hospital.

Alzó la cabeza y me miró en silencio, sin responder a mis comentarios sobre su comportamiento, algo que consideré como positivo; no tenía ganas de iniciar una discusión con un vampiro medio moribundo de dolor en aquel aparcamiento. Y es que entre el dolor que se reflejaba en sus oscuros ojos, y la sed que debía de estarle resultando abrasadora, casi insoportable, la situación no debía estar resultando demasiado agradable para él.

Una parte de mí, la que siempre era retorcida y maliciosa, se alegró por ello. Una vocecita insidiosa me recomendó que lo dejase allí, retorciéndose en el suelo, porque se lo merecía. Que con un poco de suerte, moriría allí en unas pocas horas y jamás nadie le echaría de menos; no volvería a dañar a nadie nunca más.

Pero sacudí la cabeza suavemente y ordené a la voz que se callara. No podía abandonar a alguien que se encontraba en una situación semejante, no era mi estilo. Por mucho que se lo mereciese.

Le vi levantarse y volver a caer un poco, protestando por mi negativa. Hice gesto de ir a ayudarle, pero luego me lo pensé mejor al ver que lo conseguía por sus propios medios.

-¡Eh, tranquilo! -espeté.- No deberías haber hecho eso, podías haberte hecho daño -mascullé.

¡Por el amor de Dios!, ¿qué estaba haciendo? ¿Comportarme como la niñera de aquel vampiro arrogante? Qué bajo había caído...

-He dicho que al hospital no -dije, con firmeza.- Vamos a otro sitio, Damon. No pienso decirte dónde es, pero allí hay sangre suficiente como para curar a una armada entera de vampiros. Ahora espera aquí -agregué.- Tengo que robar un coche.

No, tenía que conseguir sangre de algún modo, y lo más facil era ir al hospital y robar unas cuantas bolsas. Pero estaba ella... Empecé a caminar hacia el hospital.

-No, no pienso ir a otro sitio. Dejame! - dije girándome repentinamente hacia ella; mis ojos se tornaron rojos y las venas empezaron a marcar el alrededor mientras crecían me colmillos. La observé, quizá eso fuera demasiado repentino para ella. Me tranquilicé y asentí levemente, aunque me costara asumirlo.

-Te sigo...-murmuré. Eso no significaba que iba a cambiar. - Así que robar un coche... Qué sexy por tu parte. - comenté, sonriendo torcidamente.

No hizo caso alguno de mis palabras, bien lo sabía yo. El instinto de los vampiros es algo increíblemente poderoso y sencillo: si están heridos, se alimentan. Si conocen un lugar en el que hay alimento de sobra, no irán a otra parte por mucho que les insistas. Y, menos aún, en compañía de una cazadora a la que acababan de conocer y que no se molestaba lo más mínimo en disimular el desagrado que le provocaba. Por lo que él sabía, podía estar llevándole a una trampa de la que nunca saldría vivo.

Pero ese no era mi estilo, aunque Damon no lo supiese. No iba a dejarle ir al hospital, pero tampoco iba a dejarle morir. No iba a abandonarle en aquel estado.

-¡Basta, Damon! -chillé, autoritaria, cuando me mostró su rostro de vampiro.

No era algo que no hubiese visto antes, pero aún así una parte de mí se sorprendió un tanto. No dejé que mi rostro mostrase nada, no quería demostrarle que era débil.

-Intento ayudarte, Damon. Si te comportas como un crío, resulta un tanto difícil -añadí más tranquila.

Puse los ojos en blanco ante su comentario y me giré, buscando un coche rápido y manejable. Encontré uno perfecto, que abrí con gesto diestro sin que saltase ninguna alarma. Le hice un puente rápidamente y monté por la parte del piloto.

-Sube, vamos.

Ella chilló notándose la autoridad.
-A grandes males, grandes remedios...- cantureé, insinuando claramente que lo más preferible era ir al jodido hospital. -¿Por qué la gente se empeña tanto en ayudar a otros? No sé porqué dependerán tanto de los demás...

Como seguramente iría a hacer, hizo caso omiso de mis comentarios y buscó un coche para poder robar.

-Sabes, yo podría llevarte en brazos con mi supervelocidad...- ofrecí cuando vi el coche, algo indignado y me pidió que subiera.

Al parecer mi expresión, combinada con mis palabras y el tono empleados, lograron que finalmente se calmase un tanto. Al menos, dejó de hacer el idiota y volvió a adoptar la expresión habitual, la que ocultaba su verdadera naturaleza vampírica y lo mimetizaba con el resto de los humanos.

Recuperó su anterior actitud mucho más rápido que lo que tardó en dar un paso, siquiera. Siguió tratando de convencerme de que fuésemos al hospital, pero le dirigí una rápida mirada que dejó claro lo que pensaba de su "gran remedio".

-No -respondí, lapidaria. Luego me contuve para no poner los ojos en blanco.- Es por algo que se llama empatía, ¿sabes? Algo de lo que tú obviamente careces -agregué, por encima del hombro, mientras me dedicaba a hacerle un puente al coche recién robado.

Le miré de nuevo.

-En tu estado me fiaría más de un coche con todas las ruedas pinchadas, aunque tuviese que circular sin faros por una carretera al borde de un acantilado -espeté. Además, antes muerta que dejar que me toquen.- Sube al maldito coche, ¿quieres?

Me calmé, sí, pero eso no quería decir que dejara de ser el yo de siempre. Alguien tenía que hacer de malo, y yo era el indicado. San Stefan estaba ocupado pensando en piruletas y unicornios mientras hacía de Madre Teresa. Cierto, no recordaba que hubieran nombrado a Stefan santo, pero estaba por rozar el título.

Le dediqué una mirada incrédula por unos segundos y sonreí. Esas palabras me las dijo Stefan... Eran tan parecidos... ¿Será que era la hija secreta de mi querido hermano?
-Oh, eres igual que mi hermano... Tan inocente y buenazas. - comenté, con ironía, pero era cierto.

Fingí una falsa admiración por su... segunda opción. Solté un leve suspiro, que casi se notó y rodeé los ojos.
-Vaya, eres más divertida cuando duermes. - bufé, con indiferencia. Miré el coche, una chatarra para quemar, despedazar y enterrarla en el centro de la tierra y no verla nunca más. Menuda porquería. - ¿Y si no me subo? - pregunté, mientras la acorralaba contra la puerta del coche. Podía notar su respiración, cosa que hizo que se dibujara una sarcástica sonrisa en mi rostro. - ¿Qué me harás, cazadora? - aventuré. Eso se estaba convirtiendo en algo quizás casi hasta divertido. Le miré a los ojos, y, como cualquier humana, no podían desviar la mirada. Eran hipnóticos, de una manera u otra. - Quieres besarme... Reconoce que te mueres por hacerlo. - susurré, acercándome a ella.

El ataque de furia e instinto de momentos antes parecía haber pasado ya por completo, sin dejar aparentemente ningún rastro en él. Ni siquiera asomó a sus ojos, por un breve instante, una pizca de arrepentimiento o de vergüenza por su comportamiento infantil, casi de neófito vampírico, mucho menos de sus labios salió alguna clase de disculpa o arrepentimiento. Aunque, claro, teniendo en cuenta lo presente, ni siquiera lo había esperado realmente. Sería casi como aguardar que los seres que mataron a mi familia viniesen a pedirme perdón: una absoluta tontería.

Cuando hablé, me dedicó una mirada incrédula, a mi parecer no tanto por no comprender o no creer lo que decía, sino por algún otro motivo que se me escapaba. En seguida sonrió en respuesta, con aquella actitud suya que era una mezcla de condescendencia y burla.

-Así que al menos no toda tu familia es como tu -repuse, con tono ligero de espaldas a él.- Menos mal: me horrorizaba la idea de un montón de seres como tú por ahí sueltos -fingí un escalofrío.- Sería un mundo horrible.

Le observé por el rabillo del ojo para ver su expresión ante mis palabras, e imité su gesto de poner los ojos en blanco cuando me tocó a mí, aunque de espaldas a él era difícil que Damon lo hubiese percibido.

-¿Y tú qué sabes cómo soy cuando duermo? -espeté, dándome la vuelta para encararme a él.

De reojo miré el coche escogido. Vale que no era una belleza, pero tampoco estaba tan mal: cumplía los requisitos mínimos que le pedía a los que robaba: velocidad y discreción; a fin de cuentas, no iba a quedarme con ellos. Tan solo eran unos pequeños "préstamos temporales".

-Eres libre de no hacerlo -dije.- Pero entonces no te llevaría al sitio que te he dicho, porque no pienso dejar que me lleves en brazos.

Comenzó a aproximarse a mí, con lo que yo empecé a retroceder hacia la puerta del coche. Mi respiración se hizo un tanto entrecortada, tanta cercanía me inquietaba demasiado y no me permitía pensar con claridad. Pronto, su mirada atrapó la mía. No podía apartar los ojos de los suyos negros: eran casi hipnóticos.

Se acercó más aún, provocando que chocara contra la puerta del coche en mi intento de alejarme de él. No podía seguir alejándome más...

-Vete al infierno, Damon -dije, con voz baja y cargada de veneno.- Pero, ¿qué coño pasa contigo? ¡Apártate de mí!