Investigando mi propia alma... [libre]

En cuanto llegamos a la puerta me sentí mejor, aquella brisa suave ayudó a que se me pasase aquel sofoco que llevaba encima, aunque a decir verdad aún me sobraba la chaqueta. Fui hasta uno de los bancos que había cerca y me dejé caer en él, con los ojos cerrados.

-Sí, mucho mejor. Allí dentro hacía demasiado calor -respondí, abriendo los ojos por fin.

Cuando la miré me di cuenta de que iba en mangas de camisa, y que parecía tener frío. Suspiré y desabroché las fundas de la pistola para esconderla dentro de mi bolso, que oportunamente se me había ocurrido coger antes de salir.

-No, no necesito nada -dije, con voz baja.- Pero tú necesitas ésto -le entregué mi chaqueta, quedando con la camiseta negra de manga tres cuartos y escote barco que me había puesto esa mañana.- Gracias por acompañarme.

Sonrei y agarré la chaqueta. No pude evitar mirar a la chica, sin duda era increiblemente guapa. Me puse la chaqueta u me senté a su lado.

- Gracias, esta mañana no pensé que haría tanto frio - dije sonriendo - seguro que tú no tienes frio?

Me quedé mirando a los coches pasar mientras esperaba su respuesta, sin fijarme en ningun en especial.

- Por cierto, qué haces aquí exactamente? - pregunté directa - por alguna razón habrás venido al pueblo no?

Sonreí mientras ella tomaba mi chaqueta y se la ponía. Suspiré y estiré bien los brazos; me sentía muchísimo mejor así, sin la chaqueta que me daba un calor...Quizás era demasiado gruesa para la temperatura que hacía hoy.

-No te preocupes -repuse, mientras ella se sentaba a mi lado.- No la necesito. Soy una chica calurosa -bromeé.

El mareo y la palidez ya me estaban abandonando, y posé mis ojos en los árboles de la calle. Aunque aún estaban brillantes y verdes, era obvio que se preparaban para el frío que pronto llegaría al pueblo. Suspiré: después de una estación siempre llega otra, y el frío siempre sigue al calor. En la naturaleza nada cambia, aunque nosotros sí que cambiemos.

-Ya te dije, vivo con mis tíos -repuse.- Mi familia está muerta, y ellos son todo lo que me queda así que me vine aquí con ellos. Llevo menos de un año, y la verdad es que no soy estadounidense. Soy italiana.

- Vaya, una chica italiana, eso mola - dije con cierta picardía - no se conocen a muchos europeos por esta zona

Miré la hora, empezaba a hacerse tarde y yo tendría que abrir el taller para amortizar los gastos que me había ocasionado Justin con el último de sus trabajos. Si es que era volver y fastidiarme como siempre, al haberse encargaado él del caso no pude sacar ni un duro de la información que había conseguido y para una chica con un taller conseguir dinero extra siempre venía bien.

- Bueno, creo que yo tengo que irme, he de abrir el taller y trabajar un poco - dije poniéndome de pie - además no soporto estar en un sitio sin hacer nada, aunque tenga buena compañía

Me quité la chaqueta y se la devolví.

- Si necesitas ayuda para cualquier cosa no dudes en acudir a mi - dije sonriendo y entregándole una tarjeta con el número del taller - mi taller está en los límites del pueblo, se llama Taller Haunted.

Reí; no era la primera que se metía conmigo por aquello. Al parecer, aquel pueblecillo pequeño no atraía a demasiados visitantes de otros países. Podía comprender bastante bien el motivo: apenas atraía a personas del país, salvo a algunos cazadores que venían por el elevado número de sucesos sobrenaturales que aquí tenían lugar.

-Lo sé, eso me han dicho -repuse, sonriendo de medio lado.

Miró la hora, al parecer tenía prisa. La imité pues, aunque nadie me esperaba en casa, no era conveniente que me pasase todo el día allí tirada. Tenía que hacer la compra del día, ir a buscar la chaqueta de cuero que solía llevar normalmente y que, tras una caza reciente en el bosque del pueblo (bastante accidentada, por cierto), había tenido que ir a la tintorería de cabeza. Mi tía casi me había arrancado la cabeza, metafóricamente hablando, por supuesto, al ver en el estado en el que había terminado. Y más aún cuando me negué a darle explicaciones; se había dio de viaje enfadada conmigo, y mi tío no había saltado de alegría precisamente. Había empezado a refunfuñar sobre que iba a costar un riñón y no sé que más cosas.

Tomé mi chaqueta y sonreí.

-Sí, para mí también es hora de marcharme. Las tareas no se hacen solas -bromeé.

Acepté la tarjeta que me daba, lanzándole una mirada divertida.

-Un nombre apropiado, supongo -bromeé.- Lo haré, te lo prometo -agregué.- Hasta pronto.

Me di la vuelta para irme, con la chaqueta doblada bajo un brazo, y le hice un gesto de despedida con la mano por encima del hombro.

Me quedé unos momentos mirando como se marchaba.

"Buen culo" pensé para mi antes de darme la vuelta y marcharme de allí. Ya iba a ser raro que me viensen en la biblioteca, pero mucho más que no abriese el taller, cuando incluso en la misma tarjeta ponía que abria todos los días de la semana.

Sin duda mi vida era algo dura.. al menos en lo que a trabajo se refería, pues con el taller y la poca afluencia de gente en el pueblo no ganaba demasiado.

Marché del lugar rumno a mi taller, a trabajar.