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Mensaje por Amanda Smith Sáb Jun 12, 2010 8:58 pm

Tenía sed, mucha sed. No era simplemente aquella sensación seca que te invade siempre que necesitas de algún líquido para suplir esa carencia que tenemos los humanos, sino más bien otra clase de anhelo. Estaba en mi habitación del motel tras mi encuentro con Odette, después del que me había sentido más viva que en años y en el que me había transformado en lo que era ahora. De eso habían pasado ya algunos días, no sabía exactamente cuántos ni me importaba. Las noches las dedicaba a practicar con aquellos poderes que ella se había encargado de meter en mí mediante la ingesta de su sangre, y por el día dormía lo que no habia descansado en la noche. Pero después de ya un tiempo sin salir de la habitación la sed comenzó a hacer acto de presencia en mí. Notaba cómo mis poderes se empezaban a debilitar porque la sangre de mi nueva camella estaba empezando a irse de mi organismo, más rápidamente de lo que habría supuesto. Y ante esa clase de situación en lo único en lo que podía pensar era en aquel líquido rojizo bajando por mi garganta. La solución fácil era salir y buscarla, pero sabía que tan pronto no iba a ser capaz de dar con ella ni estaría dispuesta a volver a darme de beber, por mucho que lo necesitara. Tendría que verme obligada a salir e ir en busca de algún otro demonio menor, cuya sangre no fuera tan poderosa como la que había ingerido pero que al menos calmara un poco el mono.
La sed de sangre literalmente era una de ellas, pero es que en ese momento me apetecía aniquilar a alguien, sin tene rmuy claro el porqué. Tal vez fuera que el dolor de cabeza estaba aumentando por momentos, o simplemente que ver la sangre correr me hacía ilusión, no lo sé. El caso es que estaba con ganas de una masacre. Y también me apetecía ir a la ciudad y encontrar a algún chico mono con el que pasar la noche. Si ya pensaba que el día que Odette me había bautizado, dándome la bienvenida al lado oscuro, esa ansia reflejada en Nikki había sido fuerte, ahora mismo ya ni me lo imaginaba. Necesitaba salir, sin duda alguna.
Salí de mi ensimismamiento momentáneo o me metí a la ducha de cabeza. Después de salir cogí la ropa más adecuada para mis planes de esta noche: una camiseta larga que hacía de vestido, medias de rejilla y unos taconazos, en contra de lo que solía ser habitual en mí. Me maquillé un poco, lo justo para que me dejaran entrar a cualquier parte sin mayores complicaciones, y salí de allí. Recordé que Nikki me había dicho que Houston era un buen lugar para encontrar drogas y problemas, y como los demonios se sentían atraídos por esa clase de ambientes, yo fui directa. En el camino me encontré a uno, muy débil que apenas se dio cuenta de nada, y pude desangrarle y reducir en parte mi mono. Eso también hizo que mis otros anhelos aumentaran, así que al ver el club de streaptease me dije ¿qué narices? Y entré. No era la única chica porque había también hombres meneándose en las barras, pero no me ponían. Oh, bien, Amanda y su extraño gusto en hombres atacan de nuevo. Al cabo de un rato pararon, cuando ya ya me había sentado y bebido mi primer vaso de tequila de la noche, y la gente empezó a pitar, pero al parecer los 2 que habían estado bailando antes eran los únicos que trabajaban hoy. Un vistazo alrededor me hizo darme cuenta de que por allí también había demonios a los que podría desangrar, y una idea loca se me pasó por la mente. Tan loca que la llevé a cabo. La música no había dejado de sonar, y era muy propicia para un bailecito. Me levanté de mi sitio en la barra y me subí a la pista, bajo la mirada alucinada de medio local. Y sin pensármelo dos veces me agarré la barra vertical y me puse a bailar, dejándome llevar por todo y sin pensar en nada que no fuera contonearme a ver si servía de cebo para algún demonio.


Última edición por Amanda Smith el Sáb Jun 19, 2010 12:48 am, editado 1 vez
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Mensaje por Nikki Sixx Sáb Jun 12, 2010 9:31 pm

Otra maldita noche aburrido, me había despertado al atardecer, serían las seis de la tarde, quizá aún más tarde y la cama estaba desecha, había ropa interior femenina por todas partes pero tenía la cabeza tan llena de mierda que no recordaba nada. Junto a la ropa interior, había jeringuillas, restos de coca, varias pipas de crack y todo tipo de drogas que te pudieras echar a la cara menos la que más me interesaba... Sangre de demonio. Desde la noche con Jake no había vuelto a probarla y mi organismo la necesitaba...Si aunque también necesitaba mis recién adquiridos vicios persas... Y ya no solo se trataba de la heroína. Escuché la ducha y solté un bufido... Me levanté de la cama, estaba desnudo, fui al baño y mientras caminaba notaba como mi esplda me molestaba, me miré al espejo y vi que mi espalda estaba prácticamente en carne viva, llena de arañazos... A decir verdad todo mi cuerpo estaba lleno de marcas de uñas, mordiscos, chupetones y moretones... Entre las miles de peleas en las que me metía noche sí y noche también y el otro tipo de peleas que tenía con Vanity y sus amigas en la cama... Podría decirse que estaba destrozado, pero no, estaba mejor que nunca. No sabía por qué pero en el fondo, quizá era porque había dejado de pensar en algo que me preocupaba, en alguien que me traía loco pero en aquel momento no conseguí recordar de quien se trataba, ni si aquella era la razón... Pero algo dentro de mi me decía que así era. Me metí en la ducha junto a Vanity sin impirtarme nada, dejé que el agua me limpiara por completo y salí enseguida, empapado. Me sequé, me vestí y me arreglé el pelo. Esa era mi rutina de los últimos... ¿Cuantos? ¿15 días? ¿20? Ya ni lo recordaba. Me daba absolutamente igual. Me quedé esperando a Vanity apoyado en la pared junto a la puerta principal y cuando ella estuvo lista pasó por mi lado y me sonrió.

-¿A donde vamos esta noche, gatita? - pregunté mordiendole en el cuello y dandole una palmada en el trasero.

-Hoy trabajo en tu sitio favorito... Puedo conseguirte toda la droga que quieras y hoy está libre mi amiga Lita. - me guiñó un ojo y me besó antes de abrir la puerta y dejarme allí mirando su culo mientras caminaba.

No tardé demasiado en salir detrás de ella y en apenas 15 minutos estabamos allí, Vanity "fichó" pero vino a sentarse junto a mi con un par botellas de Jack Daniel's y una bandejita de plata llena de cocaína. Joder aquella chica era perfecta! Estabamos allí, bebiendo, drogandonos, besandonos y casi desnudandonos mutuamente cuando la gente empezó a silvar, nunca estaba atento sobre que pasaba o dejaba de pasar allí... Siempre iba muy a mi aire pero resulta que los boys que estaban bailando sobre la barra habían bajado demasiado pronto, al perecer un par de rubias ricas los habían contratado para sus servicios y en ese momento lo que ví me dejó petrificado. Vanity estaba enganchada a mi cuello, mordiendome, besandome y entonces... la vi. Casi me ahogo con el Jack Daniel's y entonces aparté a Vanity de mi, de repente, había dejado de ser importante de parecerme tan increible y tan especial.. Por dios, era una postituta persa. Amanda estaba sobre la barra bailando, moviendo su cuerpo de aquella manera que nunca antes había imaginado que hiciera en público y me quedé boquiabierto, iba con apenas una camiseta y unas medias de rejilla, además de unos enormes taconazos de infarto. Joder...ERA AMANDA! Pero no parecía ella. Mi mundo, de nuevo, volvió a convertirse en un enmarañado lio de pensamientos y sentimientos olvidados, enterrados en lo más hondo de mi alma. La botella de Jack Daniel's se me calló de las manos y con Vanity gritandome y soltandome cualquier gilipollez que saliera de su boca con aquel acento persa tan sexy pero tan insoportable a veces caminé como un zombie hacia Amanda. Todos los hombres la devoraban con la mirada y a ella le encantaba, habá algo en ella que me extrañó, joder no parecía ella y estaba a punto de empezar a quitarse la ropa cuando la cogí de un brazo y la bajé de golpe, haciendo que cayera en mis brazos. Al tenerla tan cerca de mi intenté que no se notara, pero mi corazón dio un vuelto y contuve por un momento el aliento.

-Pero... ¿Qué coño estás haciendo?
- pregunté olvidandome del mundo a nuestro alrededor.
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Mensaje por Amanda Smith Dom Jun 13, 2010 9:58 pm

Al principio de mi actuación tan improvisada no se había oído nada de nada, pero no dejé que eso me detuviera, porque yo me lo estaba pasando pipa. Sentía las miradas de los demonios a los que quería camelarme encima de mí, mirándome supongo que como si fuera un plato de carne sobre el que abalanzarse, y una sonrisa maliciosa se grabó en mi cara. No podía pedir nada más que eso, que mi estrategia se cumpliera exactamente como debía, pero llegado un momento determinado el ambiente empezó a caldearse cuando algunos de los presentes se pusieron a silbar y a animarme. Me permitía mirar de vez en cuando a mi "público" y me daba cuenta de que lo que veían les estaba gustando, e incluso que había algún chico aprovechable entre la multitud. Claro, ninguno me resultaría tan apetecible como Nikki, pero a falta de pan... Sus miradas sobre mí sólo conseguían animarme más y ponerme más a tono, y estaba disfrutando increíblemente con todo aquello, sobre todo con mi recién adquirida desinhibicion. Empecé a mover las manos por mi cuerpo, amagando pero planeando quitarme la camiseta para que el ambiente resultara ya perfecto, pero un brazo me hizo perder el equilibrio sobre mis tacones y caí en los brazos de alguien, por suerte, de una manera que resultó incluso bonita. Si me apeteciera algo bonito me habría sonrojado.
Alcé la mirada para verle y saber a quién debía agradecer y pegar a partes iguales, y mi sorpresa fue ya mayúscula. No le reconocí por sus greñas, sus pintas o su boca, que me estaban entrando unas ganas bestiales de probar, sino más bien por sus ojos semiocultos bajo su mata de pelo que me miraban con preocupación. Debió decirme algo del tipo qué haces aquí, pero tan entusiasmada estaba con que precisamente él hubiera sido el que me había recogido que ni le escuché. ¿Algún demonio habría escuchado mis pensamientos respecto a él y había querido concederme el capricho, justo cuando más le necesitaba? Ni lo sabía ni me importaba, pero ya que él estaba aquí iba a aprovecharlo. - Nikki. - dije como breve saludo, apenas un susurro de mis labios antes de que acortara la distancia que nos separaba y, sin resistirlo más, le diera un beso muy apasionado como bienvenida, saludo, o lo que él quisiera interpretar. Para mí era simplemente que tenía tantas ganas de comerle la boca que no había podido evitar hacerlo, malamente.
Aún estaba en sus brazos, besándole, y de fondo oía gritos de molestia porque estuviera con él y no todavía encima del escenario desnudándome, como probablemente habría hecho de no haberme interrumpido tan oportunamente. Me daba bastante igual, porque ni los demonios que había por allí me llamaban lo suficiente la atención como para dejar a Nikki de lado sólo por desangrarles. Ahora que él estaba aquí mi sed de sangre había disminuido notablemente, y ya no era algo tan necesario como las ganas que tenía de seguir con Nikki y acabar lo que habíamos empezado en Los Angeles.
Me separé de él con una sonrisilla difícil de descifrar y me mordí el labio inferior, pícara. - Bailar. ¿Acaso no está claro? - le pregunté, divertida. Menudas preguntas que me hacía, de verdad. Bajé de sus brazos de un salto y me puse a su lado. Estaba contenta, porque uno de mis planes de la noche ya se había cumplido. Si ahora la sangre empezara a correr a raudales yo ya sería feliz del todo, y disfrutaría como una maldita enana, pero no se puede pedir todo en este mundo, ¿no?
- ¿Qué haces tú por aquí? - pregunté, haciendo énfasis en el tú por ponerle una mano en el pecho, apenas un instante. No le había visto cuando había entrado el local, y a pesar de que me imaginaba que estaba haciendo más o menos lo mismo que yo, divertirse, quería que me lo dijera él con sus propias palabras.
No podía resistirlo, no el tenerle tan cerca y que encima yo estuviera tan descontrolada como lo estaba en ese momento, así que la sola idea de no estar besándole se me hacía imposible de concebir. Tanto que ni siquiera le dejé contestarme a la pregunta que le había hecho porque ya estaba besándole de nuevo, con pasión arrolladora y pasando de todas las miradas asesinas que los tipos del local me estaban dedicando. Y Nikki no se resistía, además, así que mucho mejor para mí porque besar a alguien que no quería ser besado no era lo que más me motivaba.
Tan ocupados estábamos cuando de repente escuché una voz a mi espalda con un acento exótico, persa tal vez.
- ¡Apartate de él! - dijo con voz chirriante y molesta.
Me separé de él a regañadientes y me giré para ver a una chica morena con unos increíbles ojos dorados, y menos ropa encima aún que yo. Llevaba una camiseta que se veía a la legua que era de Nikki y se le veía la ropa interior de leopardo a varios kilómetros a la redonda. Una prostituta persa. - ¿O qué? - le dije, con voz maliciosa, retándola. Me giré de nuevo y le di un pico a Nikki, más no porque me agarró del pelo y me separó bruscamente de él y me giró hasta quedar frente a ella, obligándome a mirar a su cara de loca de psiquiátrico. - ¡O te arrepentirás! - me dijo, dándome una bofetada.
Dejé la cabeza girada y sonreí de nuevo. Oh, sí, bronca exactamente como me apetece a mí, aunque matarla como me gustaría en medio de tanta gente no sería lo más lógico por mi parte. La deslicé hasta mirarla a ella con expresión de maldad, que por suerte Nikki no llegó a ver. - Tú te lo has buscado, zorra. - le dije, con una sonrisa torva.
Me lancé hacia delante y le di un puñetazo en la mandíbula, que sonó bastante fuerte. Ella se defendía con uñas y dientes, literalmente porque hasta intentaba morderme, y yo aprovechaba y le daba patadas, codazos, bofetadas, tirones de pelo y lo que pudiera. La gente nos había hecho corro y las dos acabamos por caer al suelo, yo encima de ella y aún dándole de golpes, disfrutando cada vez más y sin sentir mi propio dolor por su defensa.
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Mensaje por Nikki Sixx Dom Jun 13, 2010 10:45 pm

En aquel momento, Amanda debió de leer mis pensamientos o interpretó mis deseos más profundos porque después de la sorpresa de verme y de susurrar mi nombre a modo de saludo, se lanzó a mis labios y me besó con una pasión arrolladora, correspondí su beso, algo sorprendido por él pero encantado. Al besarla noté algo raro, algo distinto en ella que, desde luego, hacía unas semanas no tenía pero en aquel momento estaba demasiado ocupado besándola como para pensar en que se trataba. De fondo podían oírse los gritos y silbidos de la gente, sobretodo los hombres que habían en el local y se quejaban de que Amanda no siguiera bailando. De no ser porque la estaba besando me habría puesto a repartir hostias a diestro y siniestro, justo cuando se separó me mordió el labio inferior y no pude evitar sonreír, joder había echado tanto de menos aquello, su sabor, su sonrisa... todo! Pero tenía una sensación extraña, algo en mi me alertaba y me decía que había pasado algo ella no era exactamente la Amanda que recordaba, después de todo, nunca habría bailado de aquella manera, nunca me habría besado de aquella forma y ni loca se comportaría así... Aunque aquello solo era el principio... Se bajó de mis brazos con un pequeño saltito y se quedó mirándome, respondiendo a mi pregunta de la manera más obvia que pudo, dejándome mal. No pude evitar seguir mirándola con preocupación, Joder...¿Qué coño le estaba pasando? Ella me hizo una pregunta, que qué estaba haciendo yo allí... Ja! Como si no lo supiera, podría apostar cualquier cosa a que incluso aún tenía restos de cocaína en mi nariz y mis brazos, pese a que estaban cada vez más llenos de tatuajes dejaban ver las marcas de pinchazos por todas partes. Además de los arañazos, marcas de mordisco y chupetones que tenía también por todas partes. Amanda, o quien fuera aquella chica que era exactamente igual que ella, me volvió a besar, impidiéndome que le contestara a la pregunta que me acababa de formular. De nuevo el beso estaba cargado de lujuria y pasión y nuestras lenguas se entrelazaron con avidez de más, volviendo a encontrarse, como si necesitaran no volver a separarse... Mientras la besaba mis manos se habían deslizado por su espalda hasta llegar a su trasero y acercarla un poco más hasta mi y entonces... Aquella inconfundible voz. Recé para que fueran solo imaginaciones mías pero allí estaba Vanity, con aquel conjunto de ropa interior de leopardo que quedaba tan bien con su piel morena y la camiseta que le había regalado. Estaba retando a Amanda, pensé que no le contestaría o que hablarían de buenas maneras y no pasaría nada pero... últimamente me había vuelto demasiado confiado y "buen chico"... Amanda se separó de mi y la miró, respondiendo a su reto, volvió a girarse y me dio un pico, apenas rozó mis labios cuando Vanity, furiosa, le estiró del pelo y la separó con violencia de mi, acto seguido le dio una bofetada. Me quedé boquiabierto, nunca habría imaginado que Vanity pudiera hacer algo así, vale estaba como una cabra eso lo sabía pero de ahí a aquello... Definitivamente se le había ido la olla por completo pero... Amanda no se quedó atrás muy a mi pesar. Amanda golpeó con fuerza la mandíbula de Vanity que hizo un sonido extraño y acto seguido se enzarzaron en una pelea de gatas en la que era mejor no meterse si no querías salir mal parado pero tenía que hacerlo. Vanity le atacaba con sus larguisimas uñas y sus perfectos dientes intentando morderle o hacer lo que fuera mientras que Amanda era algo más ruda y le golpeaba, le daba patadas y aprovechaba para desatar toda su fuerza con ella, una fuerza realmente increíble y que antes no tenía, por cierto.

-Joder... ya me he hartado... - dije viendo como nadie a mi alrededor hacía nada más que animarlas a que se siguieran peleando. - Putos gilipollas... - solté justo cuando iba a separarlas.

Cogí a Vanity alzándola en brazos y alejándola de Amanda que se había quedado de pie detrás de mi con una extraña sonrisa en los labios, cada uno de sus actos me convencía de que ella no era la misma de que algo había cambiado y entonces... ese olor... Lo reconocí al instante, la sangre, no era de demonio... Pero tenía algo parecido... ¿Había alguien como yo allí? Ya me ocuparía de aquello más tarde, miré a Vanity que tenía un corte en la mejilla, pasé el dedo por él y me lo llevé a la boca lamiendo la sangre y sonriendole con inocencia.

-A ver... ¿Alguna vez te he dicho que tu y yo seamos novios? ¿Que estemos juntos? - le pregunté con tono autoritario. Ella desvió la mirada y soltó un bufido. - Gatita, respondeme! - le dije cogiéndola por los hombros y zarandeándola un poco. Ella volvió a mirarme posando sus enormes ojos dorados en mi.

-No... - fue su única respuesta y acto seguido volvió a desviar la mirada. Lo había entendido a la perfección.

-Pues ya lo sabes, ni tu me perteneces ni yo a ti... Así que la próxima vez ahórrate el numerito, ¿Entendido? - le dije como echándole la bronca, ella se limitó a suspirar. - Pues ahora... haz lo que te de la gana... Pero pierdete! Estoy enfadado y ahora no me vengas con lo siento ni nada por el estilo, joder, mira la que has liado!

Vanity se soltó y antes de alejarse de allí me miró, no supe muy bien entender que quería decir con aquella mirada pero tampoco me importaba. Cuando se perdió entre la multitud suspiré tranquilo y me giré hacia Amanda sonriendo, y viendo como de sus labios caía un fino hilillo de sangre. Por un momento me quedé mirándola, aquel líquido rojizo me parecía demasiado apetecible y de nuevo volví a notar aquel olor tan familiar, pero tan solo Vanity y Amanda sangraban así que descarté la posibilidad de que alguna de ellas pudiera ser como yo, de hecho, ya me habría enterado... Quizá fuera otra cosa, alome estaba perdiendo facultades, pero, para variar, en aquel momento no me importaba. Cogí a Amanda de la muñeca y mirándola aún con una sonrisa de lado en mis labios estiré de ella.

-Vamos, salgamos de aquí... Será mejor tener algo más de intimidad... - dije mientras caminaba derechito a la puerta de atrás que daba a un callejón oscuro y mal iluminado en el que solo habían yonkys, putas y traficantes pero, por suerte o por desgracia, aquella noche estaba desierto. Cuando salimos le solté y me quedé estudiándola por un momento. - ¿Qué... ? ¿Qué te ha pasado? Estás... cambiada. - Era evidente que había cambiado, al menos algo en ella lo había hecho pero no conseguía averiguar ni descifrar de que se trataba y me estaba devanando los sesos por ello, de nuevo me quedé mirando sus labios y aquel pequeño resto de sangre, me relamí pensando en el sabor de sus labios, en el sabor de la sangre y en las ganas que tenía de probarlas a ambas...
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Mensaje por Amanda Smith Miér Jun 16, 2010 5:06 pm

Durante mi pelea con aquella chica, en la que a pesar de que la maldita condenada se estaba aplicando con todo su empeño yo también le estaba dando bastante fuerte, con mi fuerza recién adquirida, Nikki no participó. No era que yo estuviera esperando alguna reacción por su parte, como que se metiera entre medio de nosotras y frenara nuestra lucha de animales salvajes a costa de llevarse golpes de alguna de las dos, pero tal vez algo de lo que quedaba en mí de la antigua Amanda esperaba que, por alguna razón desconocida, se tomara la molestia de al menos intentarlo.
No sólo él ni hizo amago de nada, sino que además el resto de personas del local (en especial los hombres) nos habían hecho corrillo para disfrutar del espectáculo que, sin duda, estábamos dando. Pero es que aquella zorra me había tocado mucho las narices, alejándome de la única persona que ahora mismo necesitaba aunque fuera sólo físicamente. Y claro, cuando tengo razones para enfadarme ataco con todas mis fuerzas, incrementadas gracias a la oportuna intervención de Odette. Y pensar que hasta hacía apenas unos días la odiaba, cuando ahora sólo podía estarle agradecida.... No, mejor no mentir, seguía odiándola un poquito aunque sólo fuera porque la muy maldita aún tardaría en darme su deliciosa sangre. No se puede hacer a una adicta y luego alejarla de su droga favorita, de verdad.
Al final de ni sé cuánto tiempo que estuvimos la persa y yo dándonos de leches Nikki decidió hacer acto de presencia y la alzó en brazos para alejarnos, y la verdad es que lo consiguió. Mirándola mejor me di cuenta de que ella parecía estar peor que yo, que la verdad sólo tenía unos pocos arañazos y un par de mordiscos. Ah, sí, también me dolía un poco la boca y, al llevarme la mano a la mandíbula, me pude dar cuenta de que estaba sangrando, apenas un hilillo finito de sangre que me caía por los labios, nada demasiado grave. En ese momento entendía mejor a Nikki y su falta de reacción ante el dolor, porque la verdad era que, si bien lo mío no era tan exagerado como lo suyo, que no sentía absolutamente nada, los golpes de aquella chica no habían sido demasiado efectivos en mí, más bien al contrario que los míos en ella. Y esa visión me hizo sonreír, porque me hacía gracia ver que se había metido directa a meterse conmigo a pesar de no saber lo que podía hacerle. Podría partirle ese cuello tan fino que tenía con sólo pensar en ello, o torturarla de mil maneras para cerrarle esa bocaza que a saber la de cosas que podría hacer. Pero en su lugar dejé que Nikki hablara con ella, poniéndole los puntos sobre las íes. Y es que su conversación, que a pesar de todo pude oír, me sorprendió bastante. No por el hecho de que él le dijera que entre ellos no había nada (cosa que siendo ella prostituta era más bien imaginable), sino más bien porque sabía que si se lo había dicho era precisamente porque estaba yo delante y porque lo había hecho por mí. Por supuesto, cosas como esas le llegan a una, aunque sólo sean para subirle el ego un poquito más de lo que ya estaba. Le terminó por decir que se alejara y que hiciera lo que quisiera, lejos de él, pero la mirada que le dirigió fue extraña, casi como si le estuviera diciendo que yo no era buena para él o algo así. Estuve por correr hacia ella y partirle la cabeza para que dejara de hacerlo, pero me controlé a tiempo y decidí que eso no sería lo mejor, en absoluto. Además, Nikki ya se estaba acercando a mí de nuevo y, con una sonrisa, me cogió de la mano para sacarme fuera de aquel local. Lo agradecí, la verdad, porque el ambiente había llegado a un punto en el que no me resultaba nada agradable.
Siguiéndole salimos de allí con paso decidido porque, joder, un poco más de intimidad era precisamente lo que más me apetecía con él. Sí, le necesitaba, y sí, estaba dispuesta a seguirle hasta donde fuera necesario, pero tampoco era algo que pudiera controlar, exactamente, así que ni me lo pensaba demasiado. Sólo cogí su mano y me dejé guiar, aunque acabamos en un callejón oscuro donde normalmente habría yonkis, drogas, sexo y alcohol a raudales aunque en ese momento estaba desierto a excepción de nosotros dos. Ni falta que hacía más gente por allí que sólo iban a molestarnos.
Una vez fuera me apoyé en la pared y él me examinó detenidamente. Yo me quedé inmóvil para que pudiera hacerlo, recrearse o lo que fuera que más le apeteciera en ese momento, pero su pregunta final me sorprendió. No sabía cómo se tomaría exactamente que ahora ya ni fuera del todo humana ni fuera del todo la Amanda que él tuvo la oportunidad de conocer, pero al fin y al cabo él no era el Nikki que yo conocía las 24 horas del día, porque él mismo se ocupó de enseñarme que tenía otra personalidad y que no era para nada como él. Sólo de pensar en él me recorrió un escalofrío, porque recordé que la primera vez que le había besado no había sido sino a aquel loco que me había abordado en el baño de un garito de Los Angeles tras haberle curado a Nikki la herida que se había hecho por buscar droga.
Su mirada, sin embargo, acabó por detenerse inevitablemnte en mi boca, más concretamente en el hilillo de sangre que no me había esforzado en limpiar y que ahora era mayor porque sentía la herida dentro de mi boca, abierta y pulsante, aunque fuera más bien una molestia leve. Sonreí, aunque más bien fue una epxresión de picardía lo que se reflejó en mi cara. Si quería probarla sólo tenía que decirlo. Me llevé el dedo a la barbilla y de ahí lo subí lentamente, limpiando la sangre de mi cara. Me acabé por lamer el dedo un instante, aunque no llegué a tragar la sangre sino que la dejé en mi lengua, expectante. Le cogí del pelo y le acerqué a mí, con brusquedad y necesidad a partes iguales, y me lancé a por sus labios, dejando que su lengua recorriera a placer mi boca para que pudiera saborear la sangre, como sabía que quería hacer. Que se tomara el tiempo que quisiera, además, que no tenía prisas de ningún tipo.
Nada más separarnos lo lamenté, porque me habría gustado permanecer pegada a él durante mucho más tiempo, pero sabía que tenía que contestarle a su pregunta o volvería a intentarlo más veces, así que me encogí de hombros y le miré, tratando de aparentar una inocencia que antes bueno, tal vez habría colado, pero ahora ni de coña.
- Después de que os encontrara en Houston mandé a James al hospital, pero yo no podía más en ese momento y tenía que pensar en muchas cosas. - dije, bajando un instante la mirada. Una pequeña centellada de dolor se había tratado de abrir paso en mi corazón por recordar lo ocurrido, pero fue apenas un segundo, el mismo tiempo que me costó volver a alzar la mirada para seguir escrutando sus ojos. - Total, que pasaron unos días y me fui hasta el bosque del pueblo, porque me apetecía algo de soledad, y ahí digamos que...bueno, ya sabes, tuve un encuentro algo inusual y mi vida cambió bastante. Vale, era ahora cuando, tras haber probado mi sangre, podía imaginarse qué clase de encuentro había tenido y con qué clase de ser, aunque no le iba a decir que había sido precisamente su zorra infernal odiada la que lo había hecho. Y, sobre todo, era ahora cuando tenía que aparentar la mayor inocencia para que no se diera cuenta de lo que me había gustado el cambio.
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Mensaje por Nikki Sixx Miér Jun 16, 2010 6:07 pm

Miraba la sangre de la forma en que un perro mira el apetecible chuletón que descansa encima de la encimera y debió de ser muy obvio, sobre todo cuando tragué saliva, porque Amanda pasó un dedo por la sangre y después lamiéndolo, tenía que reconocer que aquello me acababa de excitar pero, para variar, quería mis respuestas y tenía que evitar irme por las ramas pero ella había cambiado y ese cambio le daba un aire misterioso y extraño que me atraía aún más.. Lo que en su momento me había encantado de ella había sido su forma de ser, tan espontanea, tan directa y realista pero a la vez con esa apariencia de inocencia... Pero ahora era distinta, aquella inocencia, en cierto modo, había desaparecido y ahora era la picardía lo que sus ojos reflejaban... Quizá fuera el alcohol, quizá fueran las drogas o la noche, no lo sabía quería pensar lo mejor... Pero algo me decía que había más. Ella se acercó a mi, cogiéndome del pelo y besándome de nuevo de aquella forma que, lejos de recordarme a los besos de Los Ángeles, conseguía excitarme de una manera increíble... Mi lengua jugueteó en su boca, recorriendola entera y fue entonces cuando noté que tenía restos de sangre en su boca, la lamí con avidez, la saboreé, lamí la sangre que tenía en los labios... Y mientras lo hacía aquel sabor me embriagaba y a la vez me asustaba... Su sangre tenía aquel sabor metálico, característico de los humanos pero... además de aquello tenía u toque dulzón y extraño, parecido al sabor de la sangre de demonio... Si hubiera probado mi sangre estaba seguro de que tenía el mismo sabor, aún así no la alejé de mi y me limité a disfrutar del beso a abandonarme a él como si no importara nada más porque, después de todo, tenía miedo de afrontar la realidad que ya sabía cual era sin necesidad de palabras, sin necesidad de respuestas... Simplemente notaba la fuerza que iba creciendo en mi, su sangre no era tan poderosa como la de un demonio normal, aún así, conseguía darme fuerzas y aquello era extraño. Finalmente no separamos, no sabía exactamente quien de los dos lo había hecho pero ninguno parecía querer hacerlo realmente, su mirada intentó parecer inocente pero aún así no lo consiguió y siguió con aquella expresión pícara se encogió de hombros y con sus ojos fijos en mi comenzó a hablar... Apenas con la primera parte, entendí por donde iban los tiros... Hizo una pausa, bajó la mirada y volvió a mirarme apenas un segundo después, seguía todos sus movimientos con cautela, sin perderme ninguno y de nuevo, volvió a hablar sus últimas palabras no dijeron nada y me lo dijeron todo a la vez, haciéndome sentir un nudo en el estómago, la culpabilidad se adueñó de mi enseguida e hice una mueca al darme cuenta de que todo aquello era cierto: Amanda había bebido sangre de demonio y ahora... Ahora era como yo. Un escalofrío me recorrió el cuerpo y me quedé petrificado... ¿Qué se suponía que debía hacer? Ella, había cambiado, ya no era la misma y no sabía si la sangre de demonio le había afectado de la misma manera que a mi, es decir, si ella había desarrollado una personalidad malvada o simplemente se había vuelto ella misma una asesina. La sola imagen de Amanda descuartizando a alguien era inconcebible y no entraba en mi cabeza... Otra gran pregunta sin respuesta se formó en mi cabeza: "¿Quién habría sido el hijo de puta que le había hecho beber sangre?" Si me encontraba con el demonio en cuestión, lo mataría. La otra pregunta que siguió a esa fue: "¿Querría Amanda convertirse en aquello, acaso sabía las consecuencias de sus actos?" Aún así no dije nada, seguía petrificado, mirándola sin mirarla, pensando demasiadas cosas y sintiendo el peso de sus palabras aún sobre mi. Mis pensamientos, aquellas preguntas, nunca llegaron a ser pronunciadas por mis labios, no porque no tuviera el valor o la fuerza para hacerlo, sino porque intentaba convencerme de que era algo que no me incumbía que era decisión suya y de que no me importaba para convencerme me decía exactamente lo mismo que hacía unos minutos le había dicho a Vanity: "No estamos juntos, no tengo derecho a reprocharle nada ni a atosigarla con preguntas. Es su vida... Que haga lo que quiera con ella."

-Yo... - no sabía que decir. Me sentía superado por todo aquello. - Entonces... ¿Eres como yo? - pregunté. Era obvio que si. Solo necesitaba que me lo confirmara que dijera que si para venirme abajo del todo y ya no sería por culpa de las drogas, aunque le echaría la culpa a ellas... Ahora era porque me sentía roto por dentro y por una razón que nunca reconocería, es más, ni siquiera sabía exactamente de que razón se trataba. - Solo una pregunta más... ¿Has matado a alguien?

Me giré, dándole la espalda, esperando su respuesta pero intentando no mirarla. Sus ojos tenían un efecto extraño en mi, me excitaban, me hacían querer ponerla contra la pared y hacerle de todo allí pero a la vez... Me destrozaban por dentro porque ella no era la chica a quien yo había conocido, era, simplemente, otra más con la que podría pasar "la noche de mi vida" de aquella semana. Una voz en mi cabeza me habló, no era mi conciencia, no eran mis pensamientos era algo que nunca antes me había pasado... Era mi voz, pero más grave, me llamaba inútil, depresivo, débil... Sikki permanecía despierto, en mi conciencia, observándolo todo y riéndose de mi desgracia, era feliz viéndome así... Tan perdido y sin saber que hacer o decir, cosa que no solía pasarme muy a menudo. En mis pensamientos, le grieté que se callara que no se metiera pero seguía hablándome, diciendo que tarde o temprano él tomaría el control y que lo mejor que podía hacer era entregárselo voluntariamente, darme por vencido y no pelear contra él, total, nunca recordaría nada de lo que él hiciera... Era demasiado tentador, me prometía evadirme de todo, no tener más problemas, no volver a sufrir ni a sentir...Esperé, pacientemente a que Amanda respondiera, a que hablara, a que consiguiera sacarme de aquello... Me estaba volviendo loco, sin duda, ya escuchaba voces en mi cabeza y quería que se callaran, quería que se marchara... Todo dependía de ella de su voz, de su respuesta... Me llevé las manos a la cabeza.

-Joder, joder, joder! - susurré para mi mismo. - Lárgate, aléjate de mi... Déjame en paz! - le dije a aquella voz que seguía prometiéndome libertad y felicidad. Lo único que quería de mi era mi cuerpo, era ocupar mi lugar y destruir, asesinar, masacrar, aniquilar... Todo en mi nombre o más bien... En el nombre de Sikki. Ahora, a ojos del mundo y de la gente, debería de parecer un loco desquiciado, un esquizofrenico buscando una salida, gritándole a las voces de su cabeza que lo dejaran en paz pero... No era lo mismo ellos no tenían un psicópata loco y sádico dentro que les manipulaba para que lo dejaran salir. La única persona que podría encerrarlo realmente allí, donde estaba, era Amanda... Pero algo me decía que en aquel momento... No era seguro que lo hiciera, es más, quizá le prefiriera a él...
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Mensaje por Amanda Smith Jue Jun 17, 2010 12:13 am

Él se me había quedado mirando como si fuera algo apetecible. No, no sólo apetecible, sino más bien algo a lo que podría hincarle el diente cuando tuviera la más mínima ocasión de hacerlo. Y posiblemente era así, dado que resistencia por mi parte no iba a encontrar. Le tenía ganas, muchas muchísimas ganas, y si encima él también parecía tenérmelas a mí, cosa que sus gestos reflejaban mucho más de lo que él mismo probablemente suponía, iba a ser difícil tratar de resistirme. ¿Por qué habría de hacerlo, aún así? Sabía de sobra que aunque no estuviéramos juntos había algo entre nosotros, algo que le hacía distinto al resto de chicos con los que me había acostado o que simplemente eran mis amigos. Tal vez fuera eso lo que me hacía pensarme si de verdad quería acabar lo que habíamos empezado, el hecho de saber que si me dejaba llevar del todo y terminábamos acostándonos las cosas podrían cambiar entre nosotros. Tal vez fueran resquicios de la antigua Amanda que querían salir a flote, o tal vez fuera simplemente que veía claro lo que podría pasar. En cualquier caso estaban totalmente infundados, porque las cosas entre nosotros ya habían cambiado desde el día en Houston y ahora mismo no sabía qué era exactamente lo que teníamos. ¿Lo mejor de todo? Ni siquiera me importaba. Si fuera de otro modo de acuerdo, pero con semejante melena, semejantes ojos, semejante boca, semejante cuerpo y semejante él, a fin de cuentas, yo no podía ni pensar en resistirme. Era mi maldito tipo de tío, joder, y era como pedirle peras al olmo.
Su mirada continuó pendiente de todos mis movimientos mientras le iba explicando, o más bien bosquejando lo que había pasado con Odette aquel día. Él era lo suficientemente inteligente como para saber atar cabos solo, y no necesitaba que yo se lo confirmara en voz alta cuando, probablemente, eso sólo conseguiría hundirle. No era la misma chica que él había conocido, o al menos no totalmente. La sangre de demonio no había cambiado la base, que seguía siendo la misma, pero sí mi actitud y mi comportamiento. Ahora mismo no me importaba nada en absoluto, al menos nada que no estuviera del todo relacionado ni con la sangre, ni con el sexo, ni con divertirme. Nikki, por suerte o por desgracia, estaba dentro de esas categorías, y por tanto se había convertido en alguien a quien dedicar toda mi atención y cuidado.
A pesar de todo, parecía sentirse culpable por algo nada más contarle mi pequeño gran secreto. Vale, si echábamos la vista atrás él y James habían sido los responsables indirectos de que hubiera terminado por ocurrirme esto, pero me lo había buscado yo solita sin ayuda de nadie, y no tenía por qué asumir las culpas de algo que había sido una coincidencia, tal vez fruto de la suerte o tal vez fruto de algún destino al que le encantaba jugar conmigo como una niña malcriada con su mueñeca, que puede ser tanto dulce como perversa en apenas unos segundos. Pero aún así seguía pensando que lo que me había ocurrido no era tan malo como pintaba. Sí, de acuerdo, ahora era una asesina que bebía sangre de demonios, ¿pero acaso no lo era también antes, cuando los cazaba y los enviaba al infierno? No era tan diferente de mi antigua vida, aunque sí que era cierto que me había vuelto mucho más macabra, alcanzando límites que nunca habría sospechado.
Comenzó a decir algo, de lo que sólo fue capaz de pronunciar el sujeto: yo. Bueno, él en ese caso. Si dudaba a estas alturas mal íbamos los dos, porque probablemente me haría dudar a mí también. Tal era el poder que seguía teniendo sobre mí, a pesar de lo mucho que había cambiado. Y de nuevo seguía sin saber si eso era bueno o si significaba que estaba condenada, pero la cuestión es que simplemente me puse a esperar que siguiera hablando, con paciencia porque sabía que tarde o temprano lo acabaría haciendo. Temprano, en este caso, aunque su pregunta era la más esperable que me podía hacer. ¿Que si era como él? Sí, gracias a Odette y a su pequeña transfusión de aquel día en el bosque yo había dejado de ser completamente humana para transformarme en un monstruo vacío de sentimientos que se alejaran de las cosas básicas. Pero claro, a ver cómo se lo decía sin que se lo tomara demasiado mal. Estaba claro que las tornas habían cambiado, que ya no era yo la que estaba mal por dentro sino que ahora mismo era él el que parecía sufrir con todo aquello, y algo en mi interior se rebelaba contra la idea de soltarle la verdad bruscamente, como de ser cualquier otra persona habría hecho, y más bien tratar de suavizarla lo más que pudiera, para evitar así daños colaterales. El problema de fondo era que por mucho que la edulcorara, el fondo amargo seguía allí, y era sólo cuestión de tiempo que lo viera, quisiéramos ambos o no.
Me preguntó otra cosa, según él lo último, y fue que si había matado a alguien. Pues a ver, déjame pensar... Sí, lo he hecho también. Y no, no es que me sienta excesivamente culpable al respecto. No se lo merecían, probablemente, y mucho menos con la frialdad con la que yo (dada mi experiencia como ex cazadora al respecto) me había encargado de hacerlo, pero simplemente había sido cuando tras sufrir una explosión repentina de poder no lo había podido evitar y también cuando la sed me había atacado de tal manera que me impedía pensar. Estuve a punto de contestarle, pero él se giró para evitar mi mirada, la mirada de aquel ser en el que la vieja Amy se había convertido, y esbocé una sonrisa amarga sin que pudiera verla. Si tan sólo él supiera de lo que su idealizada Amanda era capaz, y sin haber bebido sangre de demonio en su vida... Pero él sólo había conocido una parte d emí, y así no podía pretender que hasta mis rincones más oscuros no fueran un secreto para él.
Observando su espalda me quedé, y mi mirada no podía evitar hacer innumerables veces el recorrido de arriba a abajo, de nuevo maravillándome de lo que me ponía en ese momento. Bueno, en ese y en todos. No pude evitar acabar dejándola fija en su trasero, y estaba segura que no sería capaz de detenerme y no avanzar hasta él. Le necestiaba, mucho más que a la maldita sangre o a las malditas carnicerías en ese momento. Mi adicción tenía nombre y apellido: Nikki Sixx, y el gran problema era que no sabía si él estaba igual conmigo o no. Porque a la vista estaba que sí, yo le gustaba, pero nos abía hasta qué punto. Bueno, puedo vivir con la incertidumbre siempre y cuando no espere demasiado, porque la espera me estaba matando. Le quería a mi lado, quería sentir su cuerpo, sus besos, sus brazos, todo él, y cuanto más pronto mejor. Maldito mono de él, lujuria, o simplemente eso que hay entre nosotros y que sigo sin saber qué demonios es.
Estando a punto de responderle se llevó las manos a la cabeza y empezó a maldecir. No me costó demasiado adivinar que su otra personalidad quería hacer acto de presencia en nuestra pequeña función privada, y a pesar de que recordarle tanto a él como el modo en el que se había comportado conmigo lograban excitarme, no era Nikki, y de algún modo, aunque compartieran aquel pedazo de cuerpo, no me parecía del todo correcto que fuera él quien tomara el control. Oh, mierda, restos de la moralidad y la conciencia que tanto me he esforzado por barrer de mi camino. Muy bien, simplemente genial.
No quería verle así, tan débil, tan poco como el Nikki lleno de fuerza y energía que recordaba, y no sólo como efecto de las drogas que se hubiera metido en ese momento, así que me acerqué hasta él, con paso titubeante, y a pesar de estar de espaldas, le pasé los brazos por la cintura y apoyé mi cabeza en su hombro. De ese modo evitaba mirarle a los ojos y ser totalmente consciente de lo que estaba pasando, y también podía ofrecerle lo que me había pedido, una respuesta sincera, sin remordimientos. Ojos que no ven, corazón que no siente. - Sí, soy como tú. - le dije, sin titubear un instante. La segunda pregunta me costaría un poco más respondérsela, pero al menos lo iba a intentar. - Y sí, he matado a alguien. Ya estaba, la verdad desnuda y pura, lanzada como arma arrojadiza justo hacia quien menos la merecía. - Antes de que lo preguntes, aunque no sé ya si lo harás, no quería convertirme en esto que soy ahora. No lo tenía planeado y fue algo surgido de una situación límite. Aunque ya no me arrepiento, tenía que haber añadido, pero de nuevo imaginé que la verdad total sería demasiado para él.
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Mensaje por Nikki Sixx Jue Jun 17, 2010 12:03 pm

El silencio reinante en el callejón era, simplemente, la peor de las torturas para mi porque me dejaba escuchar a la perfección aquella sarta de idioteces que mi otro yo decía una y otra vez para intentar convencerme, quería que me rindiera para así poder tomar el control. Ansiaba poder controlarme y haría cualquier cosa con tal de conseguirlo, lo sabía... porque yo haría lo mismo en su lugar. Me pareció extraño aquel juego porque nunca antes lo había intentado de aquella manera... ¿Quizá sabía qué hacer para quedarse para siempre? ¿Alomejor tenía que cederle el control voluntariamente? Sacudí la cabeza un momento, intentando hacer que se marchara de una maldita vez. Y luego estaba el silencio... Odiaba el silencio. Una vez, Tommy me dijo que él también lo odiaba y cada vez que había silencio se sentía mal y por eso compusimos una canción juntos "SILENCIO = MUERTE" por desgracia, nunca llegamos a grabarla... Los acontecimientos no ayudaron y Sikki metió en la cárcel a mi mejor amigo haciendo que me odiara para siempre... Interrumpiendo aquellos pensamientos sentí como me abrazaban desde detrás por la cintura, contuve el aliento por un momento, Amanda apoyó la cabeza en mi hombro y permaneció allí, abrazándome. Por un momento se me pasó por la cabeza que todo aquello podría ser un mal sueño y ella, la de verdad, había vuelto para despertarme, que estaba allí y que no dejaría que él ocupara mi lugar... Seguíamos el silencio pero por un momento había dejado de escuchar las voces en mi cabeza y me había centrado en ella, en su abrazo, el la calidez de su cuerpo contra el mio... Cerré los ojos y suspiré, mientras una sonrisa se formaba en mis labios pero, quizá aquella sonrisa apareció demasiado rápido... Y se marchó con la misma rapidez con la que había aparecido al escuchar sus palabras. Primero, solo me confirmó lo obvio, que ella era como yo... Aquello fue como un jarro de agua fría que se llevó todas mis esperanzas de que ella hubiera vuelto de verdad, de que todo fuera un truco, de que simplemente me estaba volviendo un poco más loco de lo que ya estaba pero no, no era así... Todo aquello era real y era hora de que lo empezara a aceptar. No titubeó al hablar, estaba segura de si misma lo que me puso algo nervioso, aún seguía sintiendo su cuerpo contra el mio y no podía evitar pensar en cosas que en ese momento no eran las más importantes pero... La droga en mi organismo, los jueguecitos con Vanity, las voces en mi cabeza y las ganas que tenía de probar a Amanda de verdad se habían juntado para conseguir atormentarme. Hizo una pausa y continuó hablando, dijo que si que había matado y, por sus palabras, no parecía arrepentida. Me sentí mareado por un momento. Vale, yo había matado a mucha gente, pero no era lo mismo. Mi vida estaba acabada, no tenía nada que perder y si había matado era por propia supervivencia o para salvar la vida de alguien importante para mi... O para conseguir sangre de demonio, pero eso era otra historia. Amanda no era el tipo de persona que iba por ahí matando, me costaba tanto imaginarlo, simplemente, no podía ser y, obviamente, aquello fue otro ataque directo que me hizo sentirme peor aún de lo que ya estaba. Separé mis labios apenas un segundo con preguntas a punto de ser pronunciadas por ellos, pero su voz me calló, respondiendo una de miles preguntas que había surgido en mi cabeza. Me dijo que en ningún momento tenía planeado convertirse en aquello y que fue algo repentino, no sabía si aquello era bueno o no, supongo que me quitó un peso de encima y parte de la culpabilidad se marchó... Pero solo parte. Apenas un segundo después de que hablara di un paso hacia delante, deshaciéndome de sus brazos, sin saber si yo mismo estaba controlando mi cuerpo pero, tenía que ser así... Él no desperdiciaría una oportunidad así, le haría todo lo que pudiera a Amanda y luego, la mataría... Así trabajaba él. Necesitaba pensar con claridad y con ella así no podía... Ahora las voces en mi cabeza casi me gritaban, se reían de mi, me insultaban... Eran ecos de mi propia voz con un tono más grave que no me dejaban tranquilo. Pensé, en un momento de lucidez, que el dolor podría apartarlo de mi, de mi mente. Al sentir un dolor tan atroz que me impidiera pensar sería imposible que escuchara aquellas voces, que les hiciera caso o que, simplemente, me importaran. Lo que no había pensado era mi maldita e inhumana resistencia al dolor. No me importaba, tenía que probarlo, no iba a perder nada, me acerqué a la pared, casi corriendo y empecé a darle puñetazos, golpeándola una vez, y otra y otra y otra más... Utilizaba todas mis fuerzas y había partido los ladrillos dejando en el muro huecos redondos en los que cabía perfectamente mi puño. Mis nudillos empezaban a sangrar pero no conseguía que las voces desaparecieran, no sentía el dolor, no sentía nada... Y entonces en mi cabeza, él hizo una pregunta que me hizo dejar de golpear el muro durante unos segundos: "¿Acaso creías que ella te podría salvar de ti mismo, Nikki?". La voz continuó hablando en mi cabeza: "No puedes escapar de mi, formo parte de ti y siempre estaré ahí. Incluso cuando mueras, iré contigo y te atormentaré hasta el fin de los tiempos... Porque jamás te librarás de mi, hagas lo que hagas. Somos la misma persona, tu y yo somos uno." Esas palabras que resonaban en mi cabeza como un eco lejano una y otra vez me hicieron quedarme petrificado, tenía razón, había pensado que ella podría ayudarme, que ella podría salvarme de mi mismo que quizá... ella sería quien consiguiera cambiarme. Era un iluso, un maldito iluso. Eso nunca pasaría! Yo siempre sería así y nunca cambiaría... Caí al suelo de rodillas y finalmente apoyé mi espalda contra la pared, apoyé mis codos en las rodillas y enterré mi cara en mis manos, no podía pensar, no me dejaban estaba metido en un agujero e oscuridad y cuando las voces de mi cabeza hablaban, cuando Amanda lo hacía... Solo conseguía caer aún más y era imposible salir con vida de aquella caída. Cualquiera podría pensar que estaba llorando pero no,yo nunca lloraba, no sabía hacerlo, de hecho, nunca lo había hecho... Era como si tuviera un defecto en mis lagrimales, en mis células o lo que fuera que me impedían hacerlo... O quizá era yo mismo que no me lo permitía desde que era un niño. Aunque eso ya daba igual, mi pasado, mi presente, quien se suponía que era... Todo eso había dejado de ser importante, estaba solo y siempre lo había estado y lo estaría o no... Él permanecería a mi lado siempre... Torturándome. A no ser que... "No sentirás nada. No recordarás nada... Será como estar dormido para siempre... Tan solo tienes que aceptar." La voz volvió a sonar en mi cabeza, tan tentadora que era casi imposible resistirse. "Nadie volverá a hacerte daño y será feliz siempre. Si alguien nos hace daño, lo mataré. No tendrás más preocupaciones... Eso es exactamente lo que quieres, ¿Verdad, Nikki? Olvidarte de todo, que nada te atormente, ser feliz... Yo te lo ofrezco. Te ofrezco la libertad!" Sus últimas palabras me hicieron alzar la cabeza.

-Si... - murmuré. - Está bien. - sabía como me sentía, sabía lo que ansiaba y deseaba. Se había metido dentro de mi, me había espiado y había esperado el momento propicio para hacer su aparición pero no me importaba. - Haz lo que tengas que hacer. - Me daba igual que fuera una trampa, que ocupara mi cuerpo para siempre... Si era una trampa había caido de lleno en ella, si quería mi cuero... Era todo suyo! - ¡Toma mi cuerpo, hijo de puta! - grité en aquel oscuro callejón, sobresaltando a Amanda y entonces empecé a notar nauseas, mareos el mundo me daba vueltas era la epos sensación que había sentido nunca. - Capullo... - murmuré poniendome a cuatro patas en el suelo y llevandome una mano al estómago. - Ah! - grité de dolor.

Estuve a punto de vomitar, pero no tenía nada en el estómago, era una sensación horrible de malestar, como si fuera a explotar algo dentro de mi, como si toda la maldad que había en mi interior se me fuera a salir por la boca. Era horrible y dolía demasiado, ya no podía aguantarlo... Terminé desmayándome en el suelo por culpa de aquel dolor insoportable que me dejó inconsciente sobre el frío suelo del callejón. Ya estaba, todo había acabado... Por fin era libre.

. . . . . . .

Abrí los ojos de golpe, estaba tirado en el suelo, me levanté con una rapidez sobrehumana, alardeando de mis poderes y de mi dominio sobre ellos. Miré a mi alrededor, inspiré el aire frío de la noche y solté una diabólica carcajada. Por fin era libre. Miré a la chica que estaba de pie frente a mi, mirándome con desconfianza y esbocé una media sonrisa. Oh, ahora la recordaba... Era aquella inocente chica de Los Ángeles, maldito estúpido, como si fuera tan difícil darse cuenta de que ahora se había convertido en una medio demonio. Mejor, más poder al beber su sangre aunque... En aquel baño de Los Ángeles habíamos dejado algo sin acabar que estaba dispuesto a terminar de una vez. Me acerqué a ella con paso lento y decidido y con aquella sonrisa en mis labios.

-Vaya, vaya... ¡Pero mira a quien tenemos aquí! ¿Me has echado de menos, preciosa? - pregunte recogiendo un mechón de pelo detrás de su oreja, y justo después empecé a besar su cuello y morderlo, deslizando mi lengua hacia arriba, al llegar a su oreja le mordí el lóbulo y le susurré: - ¿Qué te aprece si acabamos lo que un día dejamos a medias...?

Interrumpiendo aquel momento de intimidad, algo o alguien salió de entre las sombras, una voz chillona estaba a punto de reventarme los tímpanos y me giré para ver de que o quien se trataba. Una chica de piel increíblemente morena, ojos dorados que brillaban en la oscuridad, larguísimo y liso pelo negro y simplemente puesto un conjunto de ropa interior de leopardo y encima una camiseta de los Guns N' Roses destrozada... Oh, pero si era la putita de Nikki! La miré con una sonrisa.

-N... Nikki? - preguntó desde lejos, acercándose con cuidado. Parecía aterrorizada y caí en la cuenta, ah! Mis ojos eran completamente negros ahora! - Nikki... ¿Podemos irnos a casa? Yo...

-Lo siento... Mmmmm... Gatita. - dije recordando el mote que Nikki utilizaba con ella. Me acerqué a ella y le cogí la cara con una mano, haciendo que me mirara directamente a los ojos. - No pienso marcharme de aquí, tengo cosas entre manos y... No digas va monos a casa... Es MI casa, no TU casa. ¿Entendido? - esbocé una media sonrisa y la estudié. - Oh! ¿Qué te pasa gatita? ¿Te preocupa algo?

-Yo... Tengo... miedo. - dijo con mucho esfuerzo e intentó apartar la mirada de mi. No la dejé. - ¡Tu no eres Nikki! - me gritó y empezó a golpearme con toda su fuerza. Solté una carcajada. - ¿Qué has hecho con él? ¿Dónde está? ¡DEVUÉLVEMELO! - sus gritos solo conseguían hacerme reír aún más y más alto y de una manera cada vez más aterradora. Con fuerza la lancé lejos y se dio un fuerte golpe contra el suelo.

-Vamos, lárgate de una puta vez y déjame en paz, ¿Quieres? ¡No! ¡No soy Nikki! Y él nunca más va a volver, ¿Entendido? - le grité con rabia. - Búscate a otro capullo que se enganche a ti, él nunca más será tuyo.. Ni de nadie. Ahora yo soy quien manda... - sonreí. - Ah, puedes llamarme Sikki... - le guiñé un ojo y ella, se levantó como pudo, llena de cortes arañazos y sangre saliendo por todo su cuerpo y salió corriendo del callejón dejándonos de nuevo solo, escuché sus sollozos y sus lagrimas, joder, hasta las putas tenían sentimientos... ¿Pero que clase de broma era esta? Era necesario que yo volviera para dejar el mundo como debería estar... CAEOS, DESTRUCCIÓN, MASACRE. Esas palabras eran música en mis oídos. Me giré de nuevo hacia Amanda. - Bueno... ¿Por dodne ibamos, rpeciosa?
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Mensaje por Amanda Smith Jue Jun 17, 2010 2:16 pm

Al abrazarle se había relajado un poco entre mis brazos. Igual pensaba que había sido porque yo era la misma de antes y todo lo que había visto hasta ese momento no había sido más que una simple ilusión, un juego, o algo nacido de alguna parte oscura de mí que buscaba torturarle como macabra diversión, pero que ahora habían dejado salir a la auténtica Amanda, la que él pensaba que había bajo lo que yo era ahora. La cuestión era que al final había conseguido estrecharle entre mis brazos como llevaba soñando con hacer desde hacía ya tiempo, más o menos desde que le conocí, y la sensación había sido simplemente insuperable. Bueno, insuperable no, pero sí muy difícil de serlo. La calidez de su cuerpo pegado al mío casi me había hecho desear comenzar a arrancarle la ropa a mordiscos, como sin duda habría hecho de no ser Nikki sino cualquier otra persona. Porque sí, por mucho que le siguiera teniendo unas ganas impresionantes y que hasta a mí llegaban a asustarme, todavía tenía ciertos reparos con Nikki. Era el chico perfecto para mí, no sólo psicológicamente sino también físicamente, y me daba cierto palo que al querer tirármelo las cosas entre nosotros fueran a ser diferentes. Y si él encima tampoco reaccionaba seguía sin saber qué demonios hacer al respecto. ¿Debía seguir intentándolo o simplemente dejarle que se fuera con Vanity para que se desfogara?
Sin embargo, al decirle la primera confesión de la noche, la de que en verdad era como él gracias a lo que Odette había hecho conmigo (aunque mejor sería no mencionar el nombre de aquella zorra infernal para que no fuera directo a matarla o a lo que fuera que quisiera hacer con ella y que yo no me quedara así sin mi nuevo vicio recién adquirido: su sangre), noté cómo se desmoronó. No era algo físico como que se cayera al suelo, sino más bien que la fortaleza que había sentido al abrazarle se había ido de él con la misma rapidez con la que yo misma le había dicho aquella frase, que descubrí que iba a ser el principio de su fin. No sabía cómo tomarme eso, y no quería entrar en conflictos sentimentales conmigo misma por ello. Era algo superior a mis fuerzas y a las pocas ganas de lío que tenía ahora mismo. Bueno, al menos de esa clase de líos.
En cuanto terminé de decirle todo lo que había planeado decirle se separó de mí y, por un instante, la separación de su cuerpo se me hizo dolorosa, casi como si me hubieran amputado un miembro de golpe y de la manera menos delicada posible. La sorpresa me invadió completamente durante un segundo, mezclada con cierta ira porque, al fin y al cabo, le necesitaba a mi lado mucho más de lo que él se imaginaba. Y claro, todavía flipé y aluciné más cuando Nikki empezó a darle de leches a la pared, casi como cuando habíamos estado en el baño del backstage del Whisky, donde Nikki (o bueno, en ese momento su otra personalidad) había hecho exactamente lo mismo. De nuevo estaba haciendo gala de su magnífica resistencia al dolor y a que no pareciera importarle en absoluto si le sangraban los nudillos o mismamente si se los partía y destrozaba lo suficiente como para enseñarme sus huesos. La pobre pared que estaba sufriendo las consecuencias de su pequeño ataque de ira lucía unos agujeros en los que no necesitaba meter la mano para comprobar que sus puños cabían perfectamente en ellos. Lógico, porque él mismo había sido el encargado de modelarlos precisamente con aquellas mismas armas que ahora lucían sangrantes mientras seguía dándole duro. No me planteé ni siquiera durante un momento acercarme a ver si así conseguía parar aquella estupidez, porque sabía que tarde o temprano él mismo se iba a detener. Probablemente tarde, porque sabiendo que eso que estaba haciendo ni siquiera le producía dolor a saber el tiempo que podría pasarse atizando al muro de ladrillos con el que la había tomado. Para mi sorpresa después de menos tiempo del que yo misma habría supuesto se detuvo en seco, frenando su ira. Y no podía ver la expresión de su rostro, pero me imaginaba que era lo que pasaba por su mente la razón de que se hubiera detenido. Conociéndole como lo hacía, que a pesar de ser bastante poco tiempo podía considerarlo el suficiente, sabía (o más bien me imaginaba) que la voz en su cabeza que se alejaba mucho del Pepito Grillo del que yo me había librado hacía unos días era el responsable de que se detuviera. Su otra personalidad, la malévola, pervertida, y todos los adjetivos que se le pudieran aplicar, estaba intentando tomar el control. Y, de nuevo, ante aquel pensamiento no pude evitar que un escalofrío como los de antes me recorriera y tampoco sentirme algo más excitada. Sí, recordaba perfectamente lo que casi nos había llegado a pasar en el baño del Whisky, y en vez de repelerme como en su momento lo hizo ahora mismo me atraía de una manera indecible; tanto que ya no sabía si con quien quería acostarme era con Nikki o con el otro. ¿Loca por aquello? Probablemente, pero mi libido estaba en un ascenso vertiginoso desde que Odette me había enganchado a su maldita sangre y en momentos como aquel no pensaba exactamente con la cabeza. Directamente, ni siquiera pensaba.
Cayó al suelo finalmente, con la espalda apoyada en la pared y los codos sobre las rodillas, con las manos apoyadas en la cara. Ver su sangre tan fijamente apartó de mis pensamientos cualquier estupidez que pudiera haber concebido durante el tiempo que fuera. Olía tan deliciosamente bien... Y eso que sabía de sobra que él tampoco era un demonio completo y que el efecto no sería igual que cuando desangraba a alguno de ellos, pero aún así aquel líquido rojo que bañaba sus manos era como un canto de sirena para mí, como algo que me atraía y me quería hacer ir corriendo hacia donde estaba él para olerlo de cerca primero y después comenzar a beber como alguien que lo necesitaba por no haber probado ni gota en varios días. O en varios años, mismamente, porque me hizo tragar saliva bruscamente e inspirar un par de veces para controlarme. Claro, con lo que no había contado era que esa respiración profunda lo único que había logrado era acercar más su penetrante y delicioso olor hacia mí y no librarme de aquellos pensamientos, como en realidad había querido. La sangre los bañaba ahora, los dominaba, era su maldita reina y la única cosa en la que me sentía capaz de pensar aparte de en las ganas que tenía de ir a su lado y besarle, dejándonos llevar como casi nos había pasado en LA. Ambos deseos luchaban fuertemente con todas las armas que tenían a su disposición en mi interior, sin que se estableciera un claro ganador entre ninguno de los dos. Los necesitaba a ambos, y cada vez me daba más cuenta de que ninguno ganaría porque por ambos lo que sentía era más o menos igual de intenso. Tanto como ese olor que me arrastraba y en el que no podía dejar de pensar... Ya basta.
Al final acabó por alzar la cabeza y se encontró con mi mirada, que no se había perdido detalle de la lucha que se estaba produciendo en su interior por mucho que no pudiera influir ni en ella ni en su decisión final. No sabía qué podía estar reflejando, porque era muy probable que fuera ansia y necesidad pero también que fuera simplemente duda. Mi interior era un amasijo de todas aquellas sensaciones, incapaz de decidirse por sólo una, y al menos el consuelo que me quedaba era que no eran dolorosas. No soportaría volver a sentir tanto dolor como lo había llegado a hacer.
Sus palabras, apenas murmuradas, me hicieron levantar una ceja. No me esperaba que fuera a aceptar la presencia de su otro yo dominándole, y mucho menos después de haber visto con mis propios ojos cómo luchaba contra y él y cómo conseguía apartarle de su cuerpo cuando había intentado algo conmigo. Sólo que ahora las cosas habían cambiado, y al parecer no era la única que escondía más de una sorpresita en su interior, como Nikki bien se había encargado de demostrarme con aquellas palabras. Terminó por pegar un grito que, por el silencio en el que habíamos estado envueltos hasta ahora al no ser su voz nada aparte de un murmullo, me sobresaltó un momento. Un instante después de aquello se cayó al suelo redondo y con expresión de dolor, mientras yo seguía sin ser capaz de acercarme a ver si le iba bien o no. Lo vería probablemente en menos de diez segundos, así que adelantarme era inútil por mucho que quisiera asegurarme de que estaba bien, algo que sabía que no iba a ser así. No después de haberle abierto las puertas de su cuerpo a su otro yo. Ahora quedaría ver las consecuencias de lo que acababa de hacer, y algo me decía que me iba a llevar otra sorpresita.
Al cabo de no sé cuánto tiempo abrió los ojos, pero ya no era Nikki, porque sus ojos, habitualmente de un tono entre azul y verde, eran ahora negros totalmente. La desconfianza fue mi reacción natural ante él, porque no me fiaba del todo de este Nikki o quien fuera. Pero ¿qué demonios? Ya no era una simple chica humana asustada de lo que pudiera hacerme, ahora era como él y con la sangre de Odette aún presente en mi interior era lo suficientemente poderosa como para plantarle cara. Me dedicó una sonrisa torcida que se ganó una alzada de cejas por mi parte. Ya no había desconfianza en mí, sólo las ganas de emprender aquel desafío que estaba segura que él me iba a regalar. Me dijo que si le había echado de menos, y fingí pensármelo un momento, pero la respuesta era sí, le había echado de menos en cierto modo. Ni tuve necesidad de contestarle porque, tras pasarme un mechón de pelo por detrás de la oreja, se lanzó a mi cuello directamente, a recorrerlo a besos y a mordiscos para acabar sugiriéndome si quería terminar lo que habíamos empezado. - Por supuesto. – acepté sin dudarlo un maldito instante.
Sin embargo, aquella misma chica a la que me había encargado de zurrar antes volvió a hacer aparición en la escena tan atrayente que nos traíamos él y yo entre manos. Joder, la muy zorra no podía ser más oportuna. Con voz trémula le llamó, pero no por su nombre sino por el de Nikki. Confundir a aquel ser con Nikki era un insulto para ambos, y fruncí el ceño, molesta por su estupidez y por su interrupción a partes iguales. Y encima le decía de irse a casa... Apreté los puños un momento, dispuesta a ponerla en su sitio, pero al parecer mi acompañante tuvo la misma idea, y pensé que lo mejor sería dejar trabajar al maestro. Incliné la cabeza y retrocedí un paso, para verlo mejor.
Se acercó a ella y ante mi atenta mirada, la cogió del rostro para que viera directamente a quién se enfrentaba y dejarle claro que él no era de nadie, sino de él mismo. Una sonrisa maliciosa mezclada con una expresión de admiración subió hasta mi rostro. Era un maldito maestro en lo que hacía, eso tenía que admitírselo.
Le costó lo suyo darse cuenta de que aquel ser no era Nikki, y casi estuve por darle un maldito aplauso, pero me contuve, porque quería ver cómo terminaba todo aquello. Ya era más bien curiosidad personal. Sus chillidos le hicieron ponerse a reír de una manera escalofriante, y en cierto modo atrayente, o al menos para mí. Parecía un maldito maníaco, y yo estaba encantada con aquella situación. Terminó por lanzarla por los aires y que se diera un golpe contra el suelo. Eso fue un poco bestia, porque con una simple bofetada la habría hecho callar, pero aún así se lo merecía, por entrometida, y no hice nada por evitarlo o por ayudarla. Simplemente me quedé donde estaba, escuchando cómo le dejaba claro que Nikki ya no iba a volver. Cierta sensación de malestar se adueñó de mí porque yo era la responsable de que ahora Sikki, cuyo nombre ahora mismo acababa de conocer, controlara el perfecto cuerpo de Nikki. La aparté, porque de nuevo no quería comerme la cabeza con esa clase de pensamientos. La chica se levantó, llena de heridas que sangraban de una manera que no me atraía por ser una simple humana, y se fue de allí, dejándonos solos de nuevo. No se hizo esperar su reacción y se giró hacia mí, preguntándome que por dónde íbamos.
Incliné la cabeza, fingiendo pensármelo un momento aunque no lo necesitaba. Era algo que mi cuerpo sabía de manera automática y que estaba dispuesta a seguir, con las consecuencias que eso trajera. Ya no era Nikki, sino Sikki, así que ya me daba igual todo. – No lo sé, tal vez deba probar un poco a ver si se me ocurre. – dije, encogiéndome de hombros como si me costara un gran esfuerzo.
E cogí de las manos, aquellas que tanto me atraían por la sangre que las cubría, y lo sonreí. - Pero antes... – dije, mientras las subía a mi boca y comenzaba a lamer la sangre, sintiéndome mejor con cada nueva gota que entraba en mí. Al acabar, con una sonrisa satisfecha, las solté. - Mucho mejor. – murmuré, extasiada. Hasta más fuerte me sentía y, sobre todo, capaz de cualquier cosa. Tanto que sin pensármelo dos veces, fui yo la que le besé esta vez en el cuello, intercalando mordiscos ocasionales mientras mis manos recorrían su espalda hasta acabar bajando hasta su trasero.
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Mensaje por Nikki Sixx Jue Jun 17, 2010 3:33 pm

Ni el peor insulto del mundo, ni el golpe más fuerte, ni el corte más profundo eran capaces de iguala lo que significaba para mi que me confundieran con el estúpido quejica de Nikki. Por eso lancé con tanta fuerza a aquella maldita puta lejos de mi con todas mis fuerzas. Desde que la había visto por primera vez no la soportaba y la odiaba con todas mis fuerzas, aún así, Nikki parecía adorarla... Coca que no me entraba en la cabeza. Cualquiera, con un mínimo de inteligencia podría darse cuenta de que yo no era Nikki y distinguirnos tampoco era tan difícil, mis ojos eran negros la mayoría del tiempo y cuando no, inexpresivos, en ellos no encontrabas rastro de emoción alguna y en mi corazón aún menos. Era una máquina de matar a la que realmente le interesaban especialmente dos cosas: la sangre de demonio y torturar a sus victimas. Luego estaba mi pasatiempo favorito: El sexo. Era lo único que quedaba de mi parte humana y, a decir verdad, lo único importante de esa parte. No tardé demasiado en volver mi atención a Amanda, que momentos antes me había dejado bien claro que quería acabar lo que dejamos pendiente... Las miradas lascivas que me lanzaba eran tan obvias que, de nuevo, me preguntaba como el gilipollas de Nikki era tan tonto como para no darse cuenta de que aquella chica se lo comía con los ojos y se moría de ganas por follárselo... Bueno, mejor pasa mi... Y para ella, por cierto, porque yo... Era mucho mejor que él. Sabía utilizar mejor nuestro cuerpo y pensaba demostrárselo pero... Acababa de salir y necesitaba matar, la sed de sangre era demasiado fuerte y si no conseguía beber... Terminaría por cortarle el cuello a Amanda y beber directamente de ella, perdiendo así la oportunidad de pasar una noche de pasión con aquella chica. Me acerqué a ella, quien me habló con una voz sugerente, no podía evitar tener ganas de ponerla contra la pared y hacerle todo lo que se me ocurriera, la verdad, era que estaba muy buen y tenía que reconocer que por una vez, mi querido compañero de cuerpo había elegido bien a la chica. Odiaba a todas aquellas putitas que se creían diosas del sexo por trabajar vendiendo su cuerpo, a todas ellas las mataba justo después de dejar su cuerpo destrozado y tirármelas como nadie nunca lo había hecho. Ella era distinta. Cuando estuvimos cerca el uno del otro cogió mis manos, llenas de sangre y con los huesos de los nudillos a la vista y lamió la sangre haciendo que se me pusiera la carne de gallina y consiguiendo excitarme de una manera increíble, Joder... Esta chica había hecho un cambio de 360 grados y tenía que reconocer que el cambio había sido para bien... Iba a disfrutar dándole placer... Cuando dejó de lamer mi sangre me miró y dijo que se sentía mucho mejor, mientras nos mirábamos era evidente el calor que desprendían nuestros cuerpos y las ganas que nos teníamos mutuamente, esta bien, dejaría mi masacre para más tarde... Ella se lanzó a mi cuello y empezó a besarlo y a morderlo mientras bajaba sus manos desde mi espalda hasta mi trasero... La chica era directa eso no podíamos negarlo y si quería marcha... marcha tendría! Busqué sus labios y la besé con pasión recorriendo su boca con mi lengua y bajando mis manos hasta debajo de su trasero, la alcé y enseguida enredó sus piernas alrededor de mi cintura mientras la ponía contra la pared y bajaba mis labios hasta el cuello de su camiseta que con una mano le quité hábilmente y empecé a besar sus pechos solo medio cubiertos por su sujetador mientras notaba como crecía en mi la excitación.

-Tengo que decirte, preciosa... Que tu cambio me encanta... - dije antes de volver a su cuello y morderlo con todas mis fuerzas haciendo que empezara a brotar la sangre y deleitándome con su sabor, la necesitaba y ahora me sentía mucho mejor. - ¿Sabes? Siempre pensé que sería Nikki el que te estrenaría pero... Voy a tener suerte... Mejor dicho... TÚ vas a tener suerte... - le mordí el labio inferior y continué besando con pasión cada rincón de su cuerpo que había quedado descubierto que era casi todo pues solo llevaba el sujetador, las medias, los tacones y su ropa interior.

Me harté de aquella incómoda posición muy pronto ya que acabé poniéndola contra el suelo y tirándome encima de ella, le quité las medias, rompiéndolas mientras mi boca seguía recorriendo su cuerpo llenándolo de mordiscos y chupetones y cada vez que nuestros labios se rozaban me encargaba de darle un beso lujurioso que era el principio de todo, notaba como cada vez su piel estaba más caliente y, a la vez, el bulto de mi entrepierna crecía, Nikki aún no había aprendido a no llevar pantalones de cuero que en momentos así molestaban realmente, tenía una erección tan grande que incluso me molestaba y me dolía al tenerla reprimida dentro de los pantalones. No tardó demasiado en quitarme la camiseta, tenía la espalda casi en carne viva, llena de arañazos y mi torso estaba cubierto de mordiscos, chupetones y otras marcas que no sabía distinguir bien, me fijé en que cada vez tenía más tatuajes en mi, además de tener más marcados los músculos y abdominales... Estaba realmente delgado, Nikki no comía, solo se drogaba, se peleaba y follaba, joder la vida perfecta si le añadías muertes, sangre y destrucción claro... Dejé de mirarme de una maldita vez para centrarme en ella, le quité el sujetador y lo lancé lejos sin importar donde y agarré sus pechos con mis manos, jugando con ellos, acariciándolos y pellizcando sus pezones, joder, echaba de menos todo aquello, me incliné y empecé a lamer la silueta de sus pechos y a morder sus pezones con fuerza... Aquello solo era el principio, un preludio de lo que iba a pasar y a ella le encantaba, se le veía en la cara, quería más y yo se lo iba a dar... Después de esta noche... Su vida iba a cambiar.
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Mensaje por Amanda Smith Sáb Jun 19, 2010 12:47 am

Si tenía que ser totalmente sincera, cosa que normalmente era, estaba más que claro que la pobre putita persa de Nikki tenía menos luces que un apagón, era más corta que las mangas de un chaleco o simplemente tanto sexo le había dejado el cerebro licuado, porque estaba más que claro que Sikki no era Nikki. No era sólo aquel detalle de sus ojos totalmente negros, sino también que al mirarle de cuerpo entero, sin siquiera necesitar pararse a contemplar detalles que pudieran calentarte más si estabas tan necesitada de él como yo, ya te dabas cuenta de que desprendía algo de oscuridad, o simplemente que su estampa ya no era más bien poco imponente o incluso algo depresiva, como podía llegar a ser Nikki, sino que más bien desprendía arrogancia, confianza y frialdad a partes iguales. Todo ello mezclado con una maldad más que obvia que dejaba claro que a no ser que estuvieras muy loco no querías tener nada que ver con él. Y yo estaba loca como la que más, por eso mismo no había huido por patas sino que más bien estaba deseando que acabara lo que había empezado.
Y encima a Sikki no se le pasaba una, no como a Nikki que prácticamente necesitaba que se lo enseñaran con luces de neón o que se lo pusieran cerca de cualquier droga porque así lo tendría a la vista y se daría cuenta. Él probablemente ya sabía que me moría de ganas de que me tomara allí mismo y como a él más le apeteciera, así que si no teníamos que andarnos con medias tintas y chorradas de ocultarnos cosas que ambos sabíamos mucho mejor.
Lo mejor de todo era, probablemente, que si yo estaba excitada con todo aquello él lo estaba más, y por eso a cada cosa que hacía, él no dudaba en responder, como por ejemplo con aquel beso en el que no dudó en meterme la lengua hasta el fondo y recorrer mi boca entera con ella mientras yo a mi vez hacía lo propio con él. Nunca sería así con Nikki, no sabía si por suerte o por desgracia, y ya que era una oportunidad que no creía que volviera a repetirse estaba más que dispuesta a dejar que pasara lo que ambos sabíamos que iba a terminar pasando. Qué coño, encima lo estaba deseando, así que más razones para no oponer la mínima resistencia y, además, seguir poniéndoselo en bandeja.
Enseguida imitó mi movimiento de cogerle del trasero e hizo lo mismo con le mío, sólo que él me alzó y yo enredé mis piernas en su cintura aprovechando que él había tomado la iniciativa. Sentía su cuerpo caliente pegado al mío y eso sólo lograba que mi temperatura subiera aún más. Me estampó contra la pared, aunque no llegó a hacerlo con demasiada brusquedad y evitó así hacerme daño. El daño, si llegaba, ya lo haría después y estaba segura de que lo haría mezclado con cantidades tales de placer que me harían tener ganas de recibir más y más. Bajó sus labios por mi cuello y terminó por quitarme la camiseta con maestría. Si había algo en lo que ambos coincidían por mucho que hubiera veinte millones de diferencias entre ellos era en eso: tenían tanta práctica que no les costaba nada arrancar la ropa de la chica con la que se iban a acostar. Impidió que siguiera pensando en chorradas como esas que encima ni venían a cuento en el momento en el que empezó a besarme en los pechos, apenas cubiertos por el sujetador que él se encargaría de quitar más adelante. Aún así no podía evitar que suspiros de placer entrecortados se me escaparan de los labios. El maldito era hábil como él solo.
Me dijo que el cambio le encantaba, y antes de que pudiera decirle que sólo acababa de empezar y que aún tenía mucha más Amanda nueva y renovada guardada para quien pudiera verla o alguna chorrada de esas, me dio un mordisco en el cuello del que empezó a brotar la sangre en canal. Y, de nuevo, aquel mordisco me hizo daño pero también logró hacerlo placentero al mismo tiempo, a la vez que esa sensación aumentaba a medida que sus labios sobre mi cuello iban bebiendo de toda aquella sangre que caía. Me sentía un poco como una máquina de snacks humana, pero dado que me estaba gustando tanto la sensación ni intenté resistirme.
No podía estar más de acuerdo con él en que pensaba que iba a ser Nikki el que me “estrenaría”, como él mismo había dicho. Si aquellas malditas rusas no hubieran aparecido en el momento menos oportuno, yo habría tenido mi polvo con Nikki en Los Angeles y todos contentos. Aunque probablemente eso habría conseguido que nuestra relación no fuera tan especial como lo era hasta ahora, aunque tampoco tenía claro qué éramos y, sobre todo después de esta noche, qué demonios ocurría entre nosotros. Sin embargo las cosas tenían buena pinta con él aquí para sustituir a Nikki. – Me muero de ganas de probarlo. – le respondí a su comentario de antes. Y eso era decir poco, muy muy poco.
Después de que esa frase saliera de mis labios me besó el inferior y siguió recorriéndome el cuerpo a base de besos, aunque pronto se cansó de estar como estábamos, en la pared, y me puso en el suelo, con él encima de mí pretendiendo marcar todo mi cuerpo. Él estaba igual que como iba a acabar yo, por lo que pude ver al quitarle camiseta. Heridas de guerra, obsequio de chicas como la puta persa de antes. Pero me daba igual, porque ella no estaba allí y el motivo de que estuviera tan excitado que sus pantalones tan ajustados se estaban resintiendo no era otra además de mí. Eso anima a cualquiera, la verdad. También me pude dar cuenta de que tenía más tatuajes que la vez anterior que había podido disfrutar de su torso desnudo, y ese pequeño detalle me gustó mucho. Amanda y su debilidad por los rockeros tatuados atacan de nuevo.
Dejó de nuevo de que pensara en ello cuando me quitó el sujetador y lo lanzó por ahí, comenzando a jugar con mis pechos para después besarlos y morderlos. El placer en mi expresión era más que obvio, y los gemidos que se escapaban de mis labios sólo lo confirmaban más aún, como si encima lo necesitara. Sentía que tenía que compensárselo de algún modo, así que bajé las manos hasta la cintura de su pantalón y se lo quité, también lanzándolo por ahí. Aquel día también me había deleitado con la visión de su ropa interior en vez de ir sin nada por debajo, precisamente el día que menos falta nos hacía. Bueno, por muy difícil que me lo pusiera yo lo iba a hacer igual. Con una de mis manos subí hasta su cabeza y le cogí del pelo para subir su boca y que me besara en los labios, metiéndole la lengua de nuevo hasta la garganta y jugueteando con ella mientras con la otra mano iba bajando por debajo de sus boxers negros y comenzaba a acariciar su miembro.
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Mensaje por Nikki Sixx Sáb Jun 19, 2010 5:08 pm

No hacía falta tener muchas luces para darse cuenta de que final iba a tener aquello, aunque el final pudiera tener matices por su parte y por la mía, sería el mismo... No la iba a matar, eso seguro, aunque bebiera más de un cuarto de su sangre, iba a hacer que su espera hubiera valido la pena, además, era una buena forma de celebrar que Nikki se había marchado y no volvería... Al darme el control total sobre su cuerpo me había concedido poder sobre él que ahora estaría dormido en alguna parte de mi y no estaría enterándose de nada y permanecería así solo hasta que yo se lo permitiera... Por fin. Había estado esperando que llegara aquel momento desde hacía años y ahora que por fin había pasado tenía que deleitarme con la sensación de libertad, poder y control sobre mi cuerpo, sobre mis actos, sobre todo. Estaba medio desnudo, encima de una de las únicas tías, por no decir la única, por la que Nikki alguna vez en su vida ha sentido algo más que ganas de follársela e iba a hacer lo propio con ella, iba a disfrutar de ella y hacer que disfrutara como nunca lo había hecho... Joder solo de pensar en aquello me excitaba más y tenía más ganas de hacerlo de una vez por todas y se notaba a la legua que a ella tampoco le faltaban ganas, sobretodo cuando me quitó con urgencia los apretados pantalones de cuero, lo que agradecí ya que si no lo hacía ella acabaría rompiéndome los pantalones porque empezaba a sentir un grand dolor por culpa de aquella notable excitación, Joder, si tan solo ella supiera de la manera que conseguía excitar a mi cuerpo... Sólo por aquello merecía vivir, hacía muchísimo tiempo que no me ponía así por nadie y eso era un gran alago por mi parte, ya que con cualquier cosa me excitaba pero no de aquella manera, no hasta el punto que no soportara tener ropa sobre mi pene, no hasta el punto en el que me doliera tanto y estuviera desesperado por meterselo hasta el fondo... Solté un bufido al darme cuenta de que llevaba puestos unos boxers negros, también ceñidos a mi cuerpo. El maldito Nikki siempre elegía los peores momentos para ponerse ropa interior, joder, se pasaba la vida sin ella y ahora tenía que llevarla puesta... Era un maldito e inoportuno gilipollas. Amanda pareció pensar exactamente lo mismo que yo porque puso una mueca de fastidio al ver mis boxers pero enseguida se olvidó de ellos y volvió a centrarse en mi, como si no fuera un gran impedimento para nuestros planes y, de hecho, no lo era en absoluto. Yo seguía recreándome en sus pechos agarrándolos con fuerza hasta clavar mis uñas en ellos y besándolos, lamiéndolos y mordiendo sus pezones hasta que estaban tan amoratados y duros que podían sacarte un ojo si no ibas con cuidado cuando noté como me agarraba del pelo, enredando sus dedos en la enmarañada melena que tan perfectamente peinada estaba y estiró hacia arriba intentando ser suave pero sin conseguirlo por la urgencia que sentía, me besó con toda aquella lujaría que tanto había tenido que reprimir y nuestras lenguas jugaron en la boca del otro, como retándose a ver quien llegaba más lejos, a ver quien besaba mejor, a ver quien le quitaba antes el aliento al otro... Mientras tanto su mano se deslazaba lentamente hacia abajo por mi cuerpo, dibujando la silueta de mi cuerpo hasta llegar a los boxers y meterse dentro de ellos sin más, empezó a acariciar mi miembro endurecido y solo el contacto de su piel con la mía me produjo un escalofrío, joder no tenía pinta de que fuera a aguantar mucho más con los boxers puestos, y así fue, me separé de sus labios y me quité la ropa interior, hice lo mismo con ella y por fin quedamos desnudos completamente mirándonos con deseo, me mordí el labio inferior y no pude evitar recorrer de nuevo su cuerpo con mis manos cubriéndolo de caricias acompañadas de arañazos rápidos y bruscos. Su mano seguía masajeando mi pene, hacia arriba y hacia abajo, masturbándome y volviéndome loco, Hice que doblara las rodillas y así abriera un poco más las piernas y acaricié su clítoris de forma brutal y sin demasiado cuidado a un ritmo estrepitoso pasando de 0 a 100 en un segundo y notando como su tensaban todos los músculos de su cuerpo enterré mi cabeza entre sus piernas, lamiendo ahora todo su sexo, recorriendo su entrada con mi lengua y volviendo al clítoris, dándole lametones cada vez más rápidos, sintiendo como bajo mi lengua se humedecía y escuchando de fondo algunos gemidos que se convertían en música para mis oídos amplificados por el eco del callejón. Con urgencia, y sin aparar mi lengua de ella ni un momento la penetré con varios de mis dedos, moviendo mi mano dentro de ella rápidamente, haciendo círculos en su interior y aumentando el ritmo de todos mis movimientos, alargué mi mano libre y llegué a uno de sus pechos, que agarré con fuerza y apreté mientras estaba demasiado concentrado en darle placer como para cualquier otra cosa, joder, ambos estábamos deseando que pasara y no me había dado cuenta de cuando hasta ahora. El maldito Nikki había desperdiciado su oportunidad y ahora me tocaba a mi demostrar lo que valía, quizá, y solo quizá, podríamos matar juntos, si había cambiado tanto como parecía y se había vuelto la mitad de sádica que yo... Podríamos llevarnos realmente y bien y repetir aquello manchados de sangre y rodeados de cadáveres era algo que simplemente me excitaba aún más, aquella visión me producía espasmos de placer y al notar como movía su pelvis al ritmo de mis mano y de mi lengua aumenté el ritmo. Pues eso era lo que sin palabras me había pedido, quería más y yo iba a dárselo, estaba ahí para ello, para hacerle todo lo que se le pasara por la cabeza y más, para conseguir que cuando aquello terminara no le costara trabajo moverse por el esfuerzo y el cansancio. Separé mi lengua de su clítoris y empecé a llenar sus muslos de pequeños bocados que parecían simplemente pellizcos y, poco a poco, se convirtieron en brutales mordiscos, estiraba su piel hasta el punto de dejarla morada y apretaba con tanta fuerza que algo de sangre empezó a correr entre sus piernas, lamí el preciado líquido rojizo notando como descendía por mi garganta y me daba fuerzas para continuar me daba ganas de seguir dándole placer y de hacerle aún más y más cosas hasta que ninguno de los dos pudiera más... Pensaba tirármela hasta que me rogara que parase y no aguantara más, hasta que sus piernas estuvieran doloridas y todo cu cuerpo tuviera marcas de arañazos y mordiscos, cuando la sangre dejara de salir de sus heridas... Mientras tanto, mi mano, seguía entrando y saliendo de ella con un ritmo frenético...
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Mensaje por Amanda Smith Dom Jun 20, 2010 2:01 pm

Y a pesar de todo, de lo bien que estaba yendo la situación teniendo en cuenta que nos teníamos tantas ganas que casi éramos incapaces de pensar en cualquier cosa que no fuera acostarnos en medio de aquel maldito callejón (que probablemente después de esto iba a subir un par de posiciones en mi lista de lugares apreciados de Houston), seguía teniendo una cierta sensación amarga en mi interior que ni todo el placer que Sikki se estaba encargando de regalarme lograba borrar. Era más bien algo agridulce, y no lograba encontrar la razón exacta de aquella pequeña comida de cabeza que me estaba atacando en ese preciso instante. La opción más probable de entre todas las que barajaba era que los resquicios de mi anterior yo querían salir a la luz y hacerme ver que eso no estaba bien, que yo a quien quería no era a Sikki, sino al auténtico Nikki, a aquel chico dulce y divertido que había conocido en Los Angeles, hacía lo que parecía tanto tiempo pero que en realidad habrían sido...¿un par de semanas, como mucho? No lo sabía, pero sentir esa clase de reparos precisamente ahora que tanto le necesitaba, a cualquiera de los dos, no me hacía ninguna gracia, y por ello traté de concentrarme más en lo que estábamos haciendo (cosa no muy difícil de hacer, siendo sincera, porque Sikki me estaba ofreciendo un par de buenas razones para dejar de lado todo aquello y simplemente disfrutar de él) que en lo que quisiera pasarse por mi mente. Ya vendrían después los arrepentimientos, que ahora no era el momento más adecuado.
Sentía sus manos en mis pechos, jugando con ellos de una manera que me estaba volviendo loca de placer y, claro, ellos se empeñaban en reflejarlo de la manera más clara y obvia que podían, sin duda consiguiendo que a él le excitara aún más. Bueno, por lo menos así me garantizaba que siguiera, aunque no le veía ninguna intención de parar. No, en absoluto.
En cuanto metí la mano en sus boxers y comencé a masturbarle sentí cómo se excitaba más todavía, si cabía, y terminó por separarse de nuestro lujurioso beso anterior en el que nuestras lenguas se habían enzarzado en una batalla campal en busca de un ganador que no quedó claro, pero al menos la batalla había dejado un buen sabor por lo intensa. No tardó en quitárselos para evitar mayores estorbos en su camino, y mi ropa interior pronto siguió a la suya en el suelo del callejón en vez de estar sobre mi cuerpo, donde no hacía otra cosa que no fuera molestar, una vez estuvimos los dos desnudos no pude evitar mirarle con deseo sin contener. Joder, estaba demasiado bueno como para perder el tiempo planteándome si aquello estaba bien o no. Era superior a todas mis malditas fuerzas y ahora comprendí que cualquier clase de lucha era inútil: estaba perdida desde el momento en que le había visto.
Mientras yo no dejaba de masturbarle comenzó a acariciar mi cuerpo, llenándolo de marcas de arañazos bruscos que me servirían para recordar aquel momento aún cuando terminara, como si no fuera a hacerlo ya sin necesidad de que lo hiciera. En un momento me hizo doblar las piernas y comenzó a acariciarme el clítoris de una manera rápida y brutal, que al principio me hizo abrir los ojos como platos pero que después me obligó a cerrarlos mientras escalofríos de placer se abrían paso en mí. Los gemidos se escapaban de mi boca sin que quisiera o pudiera hacer nada por contenerlos, además de que me imaginaba que él no era lo que querría, precisamente. Parecía que cuanto más altos fueran, de hecho, más se excitaba él, y así me lo demostró al enterrar su cabeza en mis piernas y comenzar a dar lametones profundos que me estaban haciendo morir de placer, simplemente. Pero aquello era solamente el principio, porque después, y sin dejar de jugar con su lengua, me sorprendió con varios de sus dedos entrando rápidamente en mí y moviéndose de nuevo a aquella velocidad vertiginosa que le caracterizaba y que tanto me estaba excitando. Con su mano libre comenzó a jugar con uno de mis pechos de nuevo, cosa que me hizo sonreír. Durante un instante se me pasó por la cabeza que la situación entre los dos era inmejorable, aunque mi nueva sed de sangre pronto hizo presencia y me hizo desear poder encontrar a alguien de quien poder beber directamente para que todo aquello fuera mucho mejor. La perspectiva de que Sikki siguiera haciendo maravillas como él sabía en mí mientras los dos estábamos rodeados de sangre de algún idiota inoportuno al que nos habíamos encargado de desangrar los dos juntos era simplemente genial, como la guinda del pastel. Tanto me excitó la idea que, mezclada con el ritmo que llevaban su mano y su lengua jugando en mi interior, comencé a moverme a su mismo ritmo, de manera involuntaria pero no por ello menos cierta. Necesitaba que siguiera, porque lo que había empezado como simple mono de él era algo que, si se detenía, iba a hacer que acabáramos ambos bastante mal.
Sacó su lengua de mí y ni me dio tiempo a lamentarlo, porque enseguida dedicó su boca a morderme en los muslos con fuerza, probablemente dejando marca. En uno de sus mordiscos noté cómo la sangre caliente caía por mi muslo, pero él pronto se esforzó en no dejar que cayera al suelo sino a su boca, bebiendo de mí de nuevo. Entre esa y la que aún caía por mi cuello estaba empezando a debilitarme por la falta de sangre, pero apenas era una nimiedad comparada con lo bien que me estaba sintiendo gracias a él. Seguía con sus dedos entrando y saliendo de mí, y mis gemidos eran lo único que podía oírse en el callejón. Pensé que ya que él se estaba encargando de mí tan bien lo mínimo que tenía que hacer era compensarle, así que con gran esfuerzo logré que sacara los dedos de mí un instante, el suficiente como para ponerme yo encima de él. Ahora era mi turno, y bien que lo iba a aprovechar.
Le di un beso en los labios lleno de pasión y empecé a bajar por su cuello con mis labios, ignorando las otras marcas y comenzando a dejar las mías propias a base de mordiscos, como él había hecho conmigo, pero yo estaba siendo más suave. Seguí bajando hasta llegar a su pecho tatuado, donde me recreé un momento más de lo que normalmente habría hecho. Era una de mis debilidades, no podía hacer nada por evitarlo. Al llegar a uno de sus pezones, con su piercing reluciente, sonreí un segundo con la idea que se me acababa de ocurrir y le di un mordisco, esta vez haciendo que sangrara. Bebeí la sangre que quería caer de él y sentí cómo a pesar de la ligera pérdida de la mía propia me fortalecía con cada gota de la suya. Mejor, mucho mejor. Ahora ya estábamos más o menos en igualdad de condiciones, así que seguí bajando por su pecho, recorriéndolo ahora a besos y chupetones. Continué mi camino hasta recorrérselo entero, de cabo a rabo, y terminé por llegar precisamente ahí, a su miembro. Le dediqué una mirada pícara desde mi posición. - Ahora es mi turno. – le dije, y justo después comencé a lamer su miembro, con lentitud al principio pero después aumentando el ritmo, igual que como él había hecho conmigo.
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Mensaje por Nikki Sixx Dom Jun 20, 2010 10:41 pm

La temperatura del callejón aumentaba notablemente con cada uno de nuestros movimientos y nuestra temperatura corporal era tal que si pasabas un hielo por nuestra piel no tardaría demasiado en derretirse, pero aquello, in duda, era perfecto. Me estaba recreando en su cuerpo, haciéndola gemir de placer incontrolablemente, y yo disfrutaba con ello. Mi mano entraba y salía rápidamente de ella, empapándose cada vez más con sus fluidos y, sin previo aviso, Amanda me empujó con fuerza contra el suelo, poniéndose sobre mi y haciendo que mi espalda chocara contra el asfalto y se arañara con él. Me besó con una pasión increíble, que me hizo abrazarla y clavar mis uñas en su espalda mientras nuestras lenguas seguían enzarzadas en aquella batalla épica que ambos sabíamos que nunca tendría final y mucho menos un ganador claro pero disfrutaba esos besos como ninguno anterior. Se separó de mis labios y solté un gruñido a modo de queja, entonces empezó a descender por mi cuello, mordiéndome con algo de cuidado, sus mordiscos me habrían excitado mucho más su hubieran sudo más fuertes aún así apretaba su cuerpo contra el mio con fuerza y la arañaba al sentir sus dientes sobre mi piel, que se erizaba por culpa del placer sin poder evitarlo. Bajó hasta mi pecho y se entretuvo con mis tatuajes, los mordió lamió las lineas, dibujándolas de nuevo con su saliva sobre mi piel haciéndome sonreír, entonces se detuvo en uno de mis pezones, en el que tenía el piercing y lo besó, luego lo mordió con fuerza haciéndome gemir de placer y noté como se habría una herida de la que salía sangre que ella se encargó de lamer y evitar que se desperdiciara ni una sola gota de aquel preciado líquido, tuve que cerrar los ojos para intentar contenerme o acabaría mal, muy mal... Porque mis instintos homicidas se mezclaban con mis instintos de follármela allí mismo sin más y tenía ganas de hacerlo, no podía evitar desear acabar con aquellos preliminares y unir nuestros cuerpos de una manera brutal de una maldita vez... Y es que mi cuerpo me lo pedía a gritos, llevaba demasiado tiempo esperándolo y ahora que estaba a punto de conseguirlo, me instaba a que no perdiera el tiempo y, simplemente, lo hiciera sin más. Continuó descendiendo por mi pecho y continuó mordiéndome, besándome y dejándome marchas amoratadas que hacían juego con las colección que tenía ya en mi cuerpo. No se hizo esperar demasiado y llegó rápidamente a mi pene, lo cogió entre sus manos y me miró con una sonrisa pícara antes de hablar y decirme con una voz muy sugerente que ahora era su turno, perfecto... ¿Se suponía que ahora me tocaba quedarme de brazos cruzados y dejar que ella me hiciera lo que quisiera? A cualquier otro hombre le habría encantado la idea pero yo era mucho más de hacer que que me hicieran y si, aquello conseguiría ponerme aún más cachondo de lo que estaba pero joder, solo aumentaría a la vez mis ganas de tirármela allí y me daría más ideas sobre cosas que podría hacerle después. Empezó a lamer mi pene lentamente mientras con su mano subía y bajaba, masturbándome y el contacto de su lengua con mi piel me hizo soltar un gemido. Aumentó el ritmo y terminó por meterselo en la boca, una y otra vez, ejerciendo algo de presión en la punta antes de sacárselo para justo después volver a meterselo mientras su lengua se deslizaba por mi miembro con una maestría que me sorprendió gratamente, joder aquello estaba siendo increíble y me hizo dejar de pensar, por un momento, en que era ella quien me estaba dando placer y no al revés como a mi me gustaba. Empezó a aumentar cada vez más y más el ritmo y no pude evitar sentir un cosquilleo descender por mi ombligo hacia abajo, abrí los ojos de golpe, los cuales había cerrado por el placer que me producía aquello y agarré a Amanda del pelo haciendo que subiera de nuevo sus labios hasta encontrarse con los míos, giré en el suelo, quedando otra vez sobre ella, si me iba a correr no quería que fuera por una simple mamada, quería más, mucho más y ella me lo iba a dar le gustara o no. La miré con una mezcla de maldad y picarda en los ojos y una enigmática sonrisa. Sin previo aviso, hice que separara un poco las piernas y la penetré sin más notando su calidez envolviendo mi pene y haciéndome sentir jodidamente excitado, empecé a moverme dentro de ella, entrando y saliendo sin poder parar, aquella situación me resultaba familiar y no caía por qué. ¿A qué zorra lunática me habría tirado yo en un callejón de aquella manera? No me venía a la cabeza en aquel momento pero me daba igual, seguía entrando y saliendo de ella con fuerza, moviéndome rápidamente. Me incliné para morder sus pechos mientras nuestros cuerpos se fundían en uno y notaba como gemía cada vez que entraba en ella con fuerza. Le mordí los pezones con fuerza, también sus pechos, dejandole marcas de mordiscos y haciéndole heridas de las que bebía lamía su cuerpo con avidez y lo besaba, le hacía todo lo que se me ocurría mientras me la tiraba de una forma brutal. Me deslicé hasta quedar frente a frente y aparté el pelo alborotado de su cuello.

-¿Te gusta, preciosa? - le susurré al oído con voz grave y sensual. - ¿Quieres más? - dije embistiendole con fuerza y saliendo, quedándome unos segundos fuerza de ella. - Venga, dime... ¿¡QUIERES MÁS!? - volví a penetrarla con fuerza de una vez, llegando hasta el fondo y hacieno que gimiera en mi oído. Volví a salir de ella. - Vamos... Si no me lo pides no te lo daré y sabes que lo estás deseando... - y entré otra vez en ella con aquella fuerza bruta que volvió a arrancarle un gemido de los labios. Le mordí el lóbulo de la oreja y descendí con mi lengua hasta su cuello, lamiéndolo y haciéndole un enorme chupetón que no se iría en mucho tiempo y que nada más separar mis labios de él se quedó de un color morado oscuro, casi negro. Salí de nuevo de ella y esta vez me quedé más tiempo fuerza, mis manos descendieron a su clítoris y empezaron a acariciarlo rápidamente, después de un buen rato volví a embestirla con fuerza y salí, quería volverla loca, quería que desesperara... Quería que me rogara que la penetrara y que le hiciera de todo!
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Mensaje por Amanda Smith Mar Jun 22, 2010 12:24 am

La sensación de tener a Sikki sobre mí, haciendo maravillas conmigo sin que apenas le costara mayor esfuerzo que simplemente mover un dedo, era algo bestial, mucho más que a lo que estaba acostumbrada por las experiencias anteriores que había tenido (aunque no tan amplias como cualquiera de los dos que habitaban el cuerpo que ahora estaba a punto de fundirse con el mío, tampoco desdeñables). Y, desde luego, era algo que estaba dispuesta a aprovechar mientras durara, cosa que conociéndole podía ser mucho, muchísimo tiempo.
Al tirarle contra el suelo, con aquella brusquedad que hasta a mí me había sorprendido pero que achaqué a que me había dejado llevar por la pasión del momento, pude notar cómo su espalda se rozaba contra el asfalto y se arañaba, dejando un delicioso olor a su sangre. Por suerte después de aquello me abrazó y, en lugar de mostrarse dulce como había amagado me hizo lo mismo, arañarme la espalda. No me había esperado ni por un momento que fuera a ser dulce o delicado o algo que mínimamente se le pareciera, pero aún así la parte irracional de mi cerebro casi se había quedado defraudada cuando no lo había hecho. Tal vez era la misma parte que quería que fuera Nikki el que me hiciera gemir como su otra personalidad lo estaba haciendo, o tal vez simplemente que la esperanza es lo último que se pierde aún cuando ni hay razones para sentirla, el caso es que fue así.
Al paso que iba, con tantos arañazos que me estaba haciendo, mi piel amenazaba con terminar exactamente igual que la suya, y la verdad era que no me importaba lo más mínimo. Ni siquiera si me dejaban marca permanente me importaría, dado que así tendría razones para recordar esta noche durante mucho tiempo, aunque estaba segura de que no iba a necesitarlos para recordar todo lo que él me estaba haciendo, y más aún todo lo que sabía que estaba por venir. Su gemido de placer al morderle el pezón, en el que tenía aquel piercing que me encantaba y que estaba deseando arrancarle de cuajo para beber todavía más de su sangre, fue lo que terminó de demostrarme que sí, que él lo deseaba tanto como yo misma y que necesitábamos terminar de fundir nuestros cuerpos de una maldita vez. Sólo que yo había ignorado su señal bastante, y lo único que había hecho había sido seguir bajando para tentarle todavía más, como si yo no me estuviera sintiendo morir interiormente por cada momento en el que aquellos preliminares de la perdición para ambos seguían. Me lo estaba tomando con bastante más calma que él sólo en apariencia, porque en el fondo le necesitaba tanto como él a mí. Esa necesidad mutua que nos traíamos lograba que mi ego creciera por momentos. No era la situación más adecuada para ello, pero así era. Y claro, así me iba.
Al final terminó por agarrarme del pelo de un tirón, como ya era costumbre entre nosotros, y me subió la cabeza para encontrarse de nuevo con mis labios, que recibieron los suyos más que gustosos. Tenía que admitir que aunque después me iba a terminar arrepintiendo de esto, al menos había encontrado la horma de mi zapato, porque sabía que el arrepentimiento tardaría en llegar a mí tanto como Nikki en volver a su cuerpo. Y eso porque ahora mismo me encontraba incapaz de sentir nada que no fuera Sikki, por muy patético que fuera suspirar por él cuando en realidad por quien estaba colada y confusa a partes iguales era por Nikki.
Al separarnos me miró con una expresión difícil de determinar exactamente, pero que medio identifiqué como maldad y picardía a partes iguales. Me imaginaba lo que iba a hacer, de hecho se le veía en la cara, pero aún así no pude evitar una expresión de sorpresa cuando entró en mí, que pronto fue sustituida por una de placer. Era inevitable porque nada más hacerlo comenzó a moverse dentro de mí, entrando y saliendo y haciéndome cerrar los ojos y echar la cabeza hacia atrás, mientras me mordía el labio inferior para evitar que los gemidos escaparan de mi boca. Más o menos lo iba consiguiendo, aunque no sabía por cuánto tiempo lograría contenterlos. Nada, al parecer, ya que después se puso a morderme los pechos y ahí ya los dejé salir, sin fuerzas ni ganas para que no supiera lo que me estaba gustando todo aquello. Cada vez que entraba y salía de mí acompañaba un gemido sus movimientos, llenos de un placer incontenible que sólo aumentaba más y más a medida que seguía mordiéndome, arañándome, besándome y haciéndome todo lo que se le ocurría. Nunca me habían hecho el amor con semejante pasión, y prácticamente nunca lo había disfrutado tanto. Estaba vacío de sentimientos de cualquier tipo por ambas partes, o al menos por la suya, y esa era la única pega que le podría poner, pero hasta eso me pasaba del todo desapercibido.
Se puso frente a mí y me apartó el pelo del cuello, diciéndome al oído que si me estaba gustando. No vi necesidad de responder, ya que lo que no decía con palabras lo hacían mis gemidos incontrolados. Aún así se quedó fuera de mí unos segundos que se me hicieron eternos y después volvió a embestirme, hasta el fondo. Joder, era demasiado para mí. Me mordió el lóbulo de la oreja y en el cuello me hizo un chupetón, que por el tiempo que se pasó mientras lo hacía tenía pinta de ser uno de los grandes, de esos que tardan siglos y siglos en irse. Salió de mí por sorpresa, y aunque sus manos no tardaron en volver a acariciarme no era lo mismo, ni de coña. Si quería que gritara para que siguiera iba a hacerlo, más bien porque le necesitaba demasiado y aquella espera me estaba matando. Podía conmigo y con mi inexistente paciencia, al menos en aquel instante. – Sikki...hazlo de una vez. Hazme lo que se te ocurra y lo que más te apetezca, pero que sea ¡ya! – le dije, con tono ronco al principio pero terminando por gritar, sin poder evitarlo. Mis palabras tuvieron el efecto esperado y por fin alivió mi espera embistiéndome con fuerza pero sin parar ya. Por fin.
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Mensaje por Nikki Sixx Mar Jun 22, 2010 6:22 pm

Había estado incitándola, jugando con su cuerpo y dándole placer sin llegar a penetrarla, aquel placer era incomparable al que antes le daba y solo conseguía darle ganas de más, sus gemidos se había convertido en música para mis oídos. Entonces habló con voz ronca y jadeante, terminó gritándome rogándome que la penetrara de una vez por todas que la hiciera mía y mi parte favorita fue cuando me dio luz verde para hacerle absolutamente todo lo que quisiera hacerle, joder, aquella invitación no pensaba desaprovecharla así que de nuevo la penetré de una forma violenta y nada cuidadosa, moviéndome dentro de ella cada vez más y más rápido. - ¿Te gusta? - le susurraba al oído mientras ella se veía incapaz de contestar. Una de mis manos había bajado a su clítoris y mientras yo la penetraba con fuerza lo acariciaba, dándole aún más placer mi otra mano seguía en su pecho acariciándolo, apretándolo pellizcando su pezón y haciéndole de todo y mis labios estaban pegados a su oído - ¿Quieres más? - con cada una de mis palabras mis movimientos se hacían más rápido y más violentos, sus gemidos aumentaban y ya eran puros gritos de placer. Notaba su cuerpo envolviendo el mío, mi mano estaba empapada con sus fluidos, cálidos y dulces, mi pene además de ello estaba duro y rígido y entraba y salía de ella sin cuidado, con ganas de más. Noté aquel cosquilleo descender por mi estómago y solté un gemido involuntario, no pude evitarlo y me aferré al cuello de Amanda mordiéndola con fuerza mientras mi cuerpo se convulsionaba de placer entrando y saliendo una y otra vez, llegando al clímax y notando como no iba a tardar demasiado en correrme. Y así fue poco después apreté con mucha fuerza su cuello y la sangre empezó a salir y a parar directamente en mi boca mientras lamía y saboreaba su sangre solté un profundo gemido de placer y me corrí dentro de ella notando como ella llegaba al clímax a la vez que yo por el brutal gemido que dio, podría haberme destrozado los tímpanos pero lo había disfrutado tanto que ni siquiera me importó. Ambos teníamos la respiración entrecortada pero no importaba, aún no había salido de ella, me encantaba sentir la calidez de su cuerpo, no hacía otra cosa que volver a excitarme de nuevo cerré los ojos y suspiré. Salí de ella sin previo aviso y empecé a morderle el lóbulo de la oreja. Ella parecía alterada, su respiración parecía incontrolable y su pelo estaba revuelto ahora estaba aún más sexy que antes y de nuevo me estaba excitando inevitablemente sin hacer absolutamente nada. Me incliné con una sonrisa maliciosa en mis labios. - ¿Acaso crees que ya está? - pregunté casi en un susurro. - Aún tengo mucho más para ti, preciosa... - dicho esto la besé con pasión apretando nuestros cuerpos el uno contra el otro y retomando la batalla que nuestras lenguas habían pospuesto hacía un buen rato, notaba como tenía la boca seca, lo que acabábamos de hacer la había dejado sin aliento pero yo puse de mi parte para volver a hidratarla y de golpe me separé mordiéndole con fuerza el labio inferior, la giré en el suelo e hice que se pusiera a cuatro patas, aquello me sonaba demasiado, joder a quien había tenido yo así... No se me ocurría a quien podía ser hasta que de repente se me encendió la bombillita.

-Oh, ya lo recuerdo! - dije en voz alta aunque para mi mismo. Me puse de rodillas detrás de ella y me incliné para abrazar su cuerpo, mis manos fueron directas a su entrada y empezaron a recorrerla entrando poco a poco y acariciando su clítoris. - Esto me recuerda a cuando estuve con Odette... De hecho, creo que hicimos exactamente lo mismo... - le susurré al oído.

No le dio tiempo a hablar a decir nada ni a quejarse porque le mordí en el trasero haciéndole soltar un pequeño gritito. Joder es que aquella chica estaba buenísima y absolutamente todo lo que hacia voluntaria o involuntariamente me ponía muy cachondo. No entendía como Nikki había esperado tanto a follársela, de hecho, yo lo habría hecho nada más conocerla... Incluso doy fe de que estuve a punto de hacerlo en aquel baño de Los Ángeles, la habría violado si Nikki no hubiera aparecido en el momento más inoportuno porque por aquel entonces ella no quería que la tocara pero ahora... Ahora me rogaba que lo hiciera y su cuerpo también, al moverse contra mis manos al sudar de aquella manera al volverse húmedo al contorsionarse... Todo me decía que volviera a follármela, una y otra vez... Y eso era exactamente lo que iba a hacer. Sin perder mucho más tiempo la penetré con brusquedad y empecé a moverme dentro de ella rápidamente, mis uñas recorrieron su torso arañándola con fuerza y pellizcando sus cada vez más endurecidos pezones, su cuerpo estaba preparado para un segundo asalto y el mío también no hacia ni un minuto que ambos habíamos llegado al clímax pero estábamos tan sedientos el uno del otro que ni siquiera impostaba. Nuestros cuerpos no necesitaban descansar se necesitaban mutuamente y era lo único que importaba en aquel momento, que estuviéramos ahí, el uno junto al otro, follando como conejos y dándonos todo el placer que podíamos... Porque en aquel callejón habíamos dejado de ser personas, éramos animales, nos habíamos abandonado ante nuestros instintos más primarios y ahora solo hacíamos caso de lo que nuestros cuerpos decían o nos pedían... Continué moviéndome con fuerza, entrando y saliendo con estocadas brutales y violentas dejándola sin aire, escuchando sus gemidos que me hacían volver a penetrarla... Sin duda alguna, aquella noche íbamos a recordarla hasta el fin de nuestros días.
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Mensaje por Amanda Smith Miér Jun 23, 2010 3:45 pm

No fue hasta el momento en que abrí la boca en que me di cuenta de mi pequeño gran error. O ventaja, según se mirara, porque estando con Sikki podía llegar a ser cualquier cosa, según el punto de vista que decidieras adoptar para juzgarlo. La cuestión era que le había dado permiso para hacerme todo, absolutamente todo lo que a él le apeteciera. Y eso, conociéndole, incluía violencia, sangre, y mil cosas más que estaba segura de que no me iban a gustar demasiado. Aunque bueno, si todo seguía como lo estaba siendo hasta ese momento no me iba a negar en redondo, porque al menos me había hecho estar sedienta de él, más aún de lo que ya estaba antes de salir al maldito callejón con su auténtica personalidad. No sólo de él, sino también de su sangre. Era la primera vez que probaba la sangre de un medio demonio, y me había sorprendido que también hacía efecto en mi fuerza, aumentándola, así que tal vez debiera hacerlo más a menudo.
Al menos con mi invitación había conseguido que siguiera embistiéndome, de una manera brutal y bestial que me excitaba aún más de lo que ya estaba, si eso era posible. Tenerle, además, preguntándome si me gustaba con aquella voz grave que le caracterizaba amplificada por el hecho de que al ser Sikki hacía que ya ni fuera capaz de responderle nada. Joder, si pudiera me haría un maldito monumento, que soy mujer y puedo estar en varias cosas a la vez, pero hasta ciertos puntos. Su mano se deslizó hasta mi clítoris, acariciándolo mientras seguía penetrándome con dureza, y la otra mano seguía perdida en mi pecho, todavía acariciándolo. Con cada una de sus palabras, con cada uno de sus movimientos, mi cuerpo se movía más rápido, acompasándose con el suyo en una espiral de placer incontenible, que mis gemidos, ya convertidos en auténticos gritos, reflejaban de la manera más obvia posible.
Un gemido involuntario se escapó de sus labios y noté cómo amenazaba con llegar al clímax. Miedo me daba, y así me lo demostró, porque nada más hacerlo me dio otro mordisco en cuello del que empezó a salir la sangre a borbotones pero que él no malgastó, sino que bebió directamente mientras, con otro bestial gemido, se corrió en mi interior. Llegué al clímax más o menos a la vez que él, y sin poder evitarlo otro gemido, acorde con el suyo pero más alto y más incontenible aún, se escapó de mi boca.
Inspirar y espirar, inspirar y espirar, vamos, no podía ser tan jodidamente difícil lograr hacerlo a un ritmo normal. Pero sí, lo era, y no podía evitar que mi respiración fuera entrecortada y jadeante mientras él seguía dentro de mí, sin haber salido todavía. Sentir la calidez de su cuerpo junto al mío era algo que me hacía perder la cabeza y que evitaba que me concentrara en nada que no fuera volver a sentirle dentro de mí. Poco importaba que fuera un maldito psicópata ninfómano y que encima me estuviera desangrando lentamente, porque todo lo que me había hecho hasta entonces lo había disfrutado como una loca desesperada necesitada de sexo. Tal vez lo fuera, ahora que mis anhelos habían aumentado tras probar la sangre de demonio. No le iba a negar el derecho a tomarme cuando quisiera si lo iba a hacer como me había augurado con este primer polvo. Lo mejor de todo era que estaba segura de que habría más, muchos más, porque nada más salir de mí me dijo que si creía que esto había sido todo. No me dio tiempo a sacar las fuerzas suficientes como para dejar que mi mente parara de desvariar con su cuerpo desnudo a mi lado porque enseguida volvió a besarme, haciéndome recuperar el aliento que había perdido hacía apenas un minuto. No importaba que acabara de tener uno de los mejores orgasmos de mi vida, porque sentirle a mi lado ya era suficiente como para que mi cuerpo me mandara señales claras de que estaba listo para otro asalto. No sólo otro, sino todos los que hicieran falta. A tus órdenes, cuerpo.
Se separó de mí, mordiéndome el labio inferior, pronto me puso a cuatro patas. Interesante, Sikki, muy interesante. Se puso de rodillas detrás de mí y comenzó a acariciarme el cuerpo, aunque sus manos pronto volvieron a mi entrepierna. Dijo algo que me sorprendió, que ya recordaba. Comenzó a acariciarme y mi mente vagaba entre el puro placer que su mano me producía y la duda de qué coño quería decir con aquello, pero no tardó en ilustrarme con sus palabras respecto a lo que quería decir. ¿Qué se tiró a la puta zorra infernal de Odette, la misma que me había odiado lo suficiente como para darme de beber de su sangre y hacerme una maldita adicta? ¿La misma a la que ahora casi apreciaba? Me quedaba el consuelo (mínimo pero al menos existente, por suerte para mi salud mental) de que no había sido Nikki, sino Sikki. O al menos eso quería creer después de que él mismo me había dicho que la odiaba. ¿O tal vez simplemente lo había hecho porque había visto que yo misma la odiaba en ese momento? Joder, mil millones de cosas se me agolpaban en la cabeza con esas jodidas palabras que tan oportunamente me había soltado en el preciso momento en que íbamos a empezar nuestro nuevo polvo, y lo que más quería hacer era darle una bofetada, partirle el puto cuello y bañarme en su sangre. Pero de nuevo él se encargó de borrar todo pensamiento de mi mente y, sobre todo, de evitar que le soltara alguna burrada, cuando se le pasó por la mente sorprenderme y me dio un mordisco en el trasero, que por lo inesperado, lo placentero, lo doloroso o qué sé yo me hizo soltar un grito de placer. Si hasta cuando me hacía daño lograba ponerme cachonda, ¿qué demonios de resistencia pretendía ejercer contra él, vamos a ver? La única vez que lo había medio conseguido había sido la primera vez que supe de su existencia, en el baño del Whisky, y porque sólo me comió el cuello y la boca sin que la cosa pasara a mayores. Y de hecho había empezado a dejarme llevar entonces, pero mi estupidez me impidió dejarle terminar lo que habíamos empezado. Bueno, al menos habíamos continuado aquel pequeño juego que nos traíamos, y de qué manera.
No podía evitar que con cada movimiento que hiciera mi cuerpo se acompasara al suyo bestialmente, como si estuviéramos diseñados para encajar perfectamente. Tal vez fuera así físicamente, porque psicológicamente no tanto. No perdió el tiempo con preliminares innecesarios, porque los dos ya estábamos listos después de nuestro primer asalto, y comenzó a entrar en mí como solía, con velocidad, mientras sus uñas recorrían mi pecho, arañándome y haciéndome pequeñas heridas. Iba a acabar fina, después de esto, pero me daba igual porque la necesidad que tenía de que me hiciera gemir, gritar, suspirar, y caer redonda al suelo por el agotamiento después de varios polvos brutales era simplemente lo único en lo que podía pensar.
Siguió penetrándome con mucha fuerza, aumentando el ritmo más a cada momento, y yo terminé por hacernos cambiar de postura. Le senté en el suelo y me puse encima de él para poder besarle. Vale, sí, podía ser Sikki, pero aquellos labios pedían a gritos ser besados fuera él o el mismísimo Lucifer, y no estaba dispuesta a desaprovechar la ocasión. En la batalla campal que nuestras lenguas habían enlazado, de nuevo, terminé por morder la suya y beber de su sangre mientras él seguía moviéndose en mí a una velocidad vertiginosa. Me separé de él con la boca ensangrentada y alcé la cabeza para que me besara en el cuello, ahora libre. Besara era un eufemismo, porque sabía que sería lo que menos iba a hacerme, pero de ilusión también se vive. Mientras él trabajaba en mi cuello y seguía embistiéndome los gemidos se acumulaban en el callejón, no sólo míos aunque los suyos eran más ahogados. No tardamos demasiado en llegar a otro orgasmo juntos, si es que hasta en eso nos compaginábamos. Le di un beso en la mejilla y él salió de mí, aunque supuse que alucinó. Normal, la verdad. Me levanté de su lado y le dediqué una sonrisa maliciosa. – Me encantará que me enseñes de lo que eres capaz, y no solamente en el sexo. – dije, caminando hasta encontrar mi ropa y vistiéndome. Era un decir, porque me puse la ropa interior y la camiseta, que pronto se manchó de sangre. Los tacones los llevaba en la mano e iba descalza, con los restos de mis medias y hasta de mi sangre en el callejón. Saqué un cigarro de un bolsillo de la camiseta y me puse a fumármelo mientras él se medio vestía, o lo que demonios quisiera hacer. Sin mirar atrás a ver si me seguía o no entré de nuevo al club, donde varias miradas se clavaron en mí por el numerito de antes. Fui directa al camarero, que alucinó un poco por mis pintas, y le pedí un reservado con tanto chicas como chicos. Con una sonrisa falsamente inocente aceptó, aunque la expresión que puso al ver a Sikki, que acababa de entrar por la puerta, fue todo un poema. Le guiñé un ojo y le hice un gesto para que me siguiera. Al menos había sido rápido, porque al entrar por la puerta del reservado había 3 chicas y 3 chicos rodeados de botellas de mil clases de alcohol diferentes. Oh, sí, a Sikki le iba a encantar todo esto. Cerró la puerta tras de mí y me giré. – Ilústrame con tu arte, maestro. – le pedí. Me acerqué después hasta los chicos, bastante monos pero ninguno tan podidamente irresistible como Nikki, Sikki, o ambos dos en el mismo cuerpo, y me tumbé en la cama en la que estaban sentados, donde los tres a la vez comenzaron a turnarse para desvestirme y desnudarme mientras yo no le quitaba ojos de encima a Sikki.
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Mensaje por Nikki Sixx Dom Jun 27, 2010 4:44 pm

Continué penetrándola con fuerza, moviéndome rápidamente y agarrándome a sus pechos, apretándolos mientras notaba como su cuerpo se movía contra el mio, estábamos sedientos el uno del otro y el segundo polvo de la noche prometía igual o más que el primero, ya que nuestros cuerpos ya estaban calientes, preparados y ya habíamos probado lo que era así que ahora lo necesitábamos aún más. Llegado el momento, no sé como me hizo salir de ella por un momento, sentándome en el suelo y poniéndose sobre mi, la penetré de nuevo con fuerza moviéndome contra ella, mis manos recorrían ahora su espalda, arañándola y llegando hasta su culo que apreté y acaricié, la movía contra mi mismo y la velocidad cada vez aumentaba más, mientras tanto, ella me besé son pasión, me mordió la lengua que empezó a sangrar a borbotones y empezó a beber mi sangre directamente de mi boca, haciéndome soltar un gruñido de placer. Se separó de mi y la visión de su rostro manchado de sangre me hizo aumentar el ritmo y entrar y salir de ella aún más rápido, joder, como me ponía! Alzó la cabeza y dejó su cuello libre, ante mis labios subí una de mis manos y la enredé en su pelo, haciendo que bajara la cabeza mientras yo enterraba la mía en su cuello mordiéndolo con fuerza, haciendo que sangrara, lamiendo su sangre y besándolo con pasión. Su sangre me daba más fuerza y cuanta más bebía más aumentaba el ritmo haciendo que las estocadas fueran brutales y cada vez estuviéramos, de nuevo, más cerca del orgasmo. Empezó a gemir de nuevo, cada vez más alto, haciendo que mis manos, estuvieran donde estuviesen de su cuerpo apretaran con fuerza e incluso la arañaran, no pude evitar gemir varias veces, sobretodo cuando estaba llegando al clímax y notando cada vez más como ella llegaba junto a mi, notando lo húmeda que estaba, la calidez de su cuerpo envolviendo el mio y de nuevo, con un gemido me corrí dentro de ella, que llegó al orgasmo junto a mi. Entonces me dio un beso en la mejilla dejándome completamente descolocado y salí de ella, que rápidamente se levantó y comentó que le encantaría que le enseñara de lo que era capaz... Y no solo respecto al sexo... ¿Acaso me estaba retando? ¿Quería que la torturara o algo? Joder, ahora tenía unas ganas tremendas de matar... Observé como empezaba a buscar su ropa y a ponérsela bastante rápido. Con un bufido me levanté y busqué mis boxers por el suelo me los puse y también me puse los pantalones de cuero que aún me apretaban la entrepierna ya que seguía excitado y mucho. Cogí la camiseta y las botas y las apoyé en mi espalda mientras Amanda entraba de nuevo en el bar. No tenía ni idea de lo que estaba tramando pero tampoco tardaría demasiado en averiguarlo. Entré un poco más tarde que ella, notando todas aquellas miradas sobre mi, a las que respondí con amenazas sin palabras. Cuando llegué junto a ella me guiñó el ojo y me hizo un gesto para que la siguiera, no dudé ni un segundo y lo hice porque se dirigía al reservado y aquello pintaba bien, muy bien... Al llegar al reservado cerré la puerta detrás de mi, bloqueándola para que nada ni nadie pudiera entrar ni salir, siempre era lo mejor... por si acaso. Observé que habían dos camas en la habitación, en una había tres chicos y en otra tres chicas, a Amanda le faltó tiempo para irse con los chicos y tumbarse en la cama mientras me insinuaba que podía empezar a hacer lo que quisiera con aquellas chicas. Observé de reojo como aquellos tipos empezaban a desnudarla, solté las botas y me puse de rodillas sobre la cama, rompí mi camiseta e hice varias tiras de tela mientras las prostitutas empezaban a acariciarme el torso besarme el pecho y el cuello y me metían mano por encima y por debajo de los pantalones.

-Bueno, bueno, chicas... ¿Qué os parece si jugamos a un juego... - les susurré al oído. Entonces empecé a taparles los ojos a las tres, le pasé el resto de la camiseta a Amanda para que hiciera lo propio con los chicos, no quería que nade se alarmara por ver un poco de sangre, sino tendría que matarlos a todos demasiado rápido y vale, sí, disfrutaría... Pero no sería lo mismo. - Juega tú también con tus chicos... - le guiñé un ojo y volví a lo mio.

Las chicas ya habían empezado a jugar entre ellas besándose y besándome luego a mi una de ellas se tumbó en la cama y otra me desató los pantalones, me los quité y me quedé de nuevo en boxers, metió la mano por dentro y empezó a acariciar mi pene, la tercera me besó con pasión y luego recorrió mi cuerpo con sus labios, a la primero le quité la ropa interior y empecé a masturbarla, aunque tuve que parar un momento al sentir como la primera empezaba a chupármela con una maestría envidiable, aunque enseguida continué. Aquella chica la chupaba tan bien que tuve que reprimir varios gemidos cosa bastante sencilla porque simplemente lo hice mientras besaba a la otra o le mordía un pezón con fuerza hasta que salía sangre y me ponía a beberla. La otra, la que estaba sobre la cama, gemía como una perra mientras yo la masturbaba, llenándome la mano con sus fluidos, joder si es que aquello era el puto paraíso. Noté como empezaba a llegar al clímax, me iba a correr pero no, aún no... Me incliné, sin apartarme de ninguna, con mi mano libre busqué en mis botas y saqué un cuchillo, entonces empecé a mover mi pelvis contra la boca de aquella puta, notando aquel hormigueo descendiendo por mi estómago, gemí y entonces saqué la mano de dentro de la que estaba tumbada, agarré con fuerza el pelo de la que me estaba haciendo la mamada y le corté el cuello, el olor de la sangre me embriagó y embestí contra su boca, corriéndome en ella y notando como se ahogaba con mis fluidos y no tardaba demasiado en morir, gemí de placer y la dejé aún lado mientras seguía manando la sangre de su cuello sin parar. Ya solo quedaban dos... Miré de reojo a Amanda y me encontré con su mirada y una sonrisa en sus labios, no me fijaba demasiado en lo que hacía pero se que ella si que lo hacía, después de todo quería "aprender del maestro". Sabía que ella tenía mucha más conciencia que yo, mi conciencia era Nikki y ahora estaba muerto así que era imposible que ella llegara a ser como yo, aún así... Me ponía mucho ver como mataba o como torturaba... Quizá aquello se convertía en el principio de una "bonita" y extraña amistad... Sacudí la cabeza y enseguida volví a centrarme en mis chicas, que me esperaban, con avidez de sexo y de placer y ahí estaba yo para darles todo lo que me pidieran... antes de morir.
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Mensaje por Amanda Smith Lun Jun 28, 2010 4:59 pm

Al principio Sikki se había quedado un poco pillado con lo que había hecho. Más bien desde que al terminar me había vestido y parecía que le había dejado con ganas de mucho más mientras yo entraba de nuevo al club Wheels a llevar a cabo algo que sabía que le iba a divertir tanto o más que simplemente estar conmigo en aquel callejón. Además, el callejón se me estaba empezando a quedar algo incómodo y frío, por muy caliente que estuviera (cosa innegable por lo que me ponía tanto él como lo que acabábamos de hacer y lo que sabía que dentro iba a repetirse. Más que nada porque tanto él como yo nos necesitábamos demasiado como para simplemente ponernos a hablar o lo que fuera que se hiciera allí dentro aparte de follar como conejos), y lo mejor de todo sería entrar para no coger una pulmonía, que no me venía bien en aquellas circunstancias. Al entrar en el club, sin embargo, quienes alucinaron en colores fueron todos los que estaban por allá. No era para menos, porque por nuestro aspecto estaba más que claro lo que había pasado fuera del callejón (y encima a él se le notaba que todavía tenía fuerzas para muchísimo más, más o menos a la altura de sus pantalones de cuero), y que además había sido bestial. Eso lo decían las heridas que, sobre todo yo por llevar menos ropa encima que él, lucía casi con cierto orgullo, sangrantes y rojas por encima de la habitual palidez de mi piel. Lo que más les chocaría serían los mordiscos, que sangraban de manera copiosa algunos y otros dejaban ya de sangrar. Mejor, que no quería quedarme sin sangre todavía. Aún podríamos usarla para aprovechar lo que quedaba de noche, que esperaba que fuera aún bastante.
Sin embargo, nada más atravesar la puerta del reservado que tan amablemente se habían encargado de darnos (nota mental: usar más el miedo como elemento de persuasión, que funciona y hace a la gente ser más eficaces de lo que serían normalmente), su expresión cambió. No necesité ni conocerle para saber lo que se le había pasado por la mente: aquello le gustaba y mucho. Casi tanto como estaba segura de que me iba a gustar a mí, y eso que no solía irme de boys demasiado a menudo. Normalmente no lo había necesitado, aunque en ese momento, y tras haber bebido de su sangre, los necesitaba más por su sangre que por el sexo que pudieran darme. Sí, serían buenos, pero no serían tan efectivos como Sikki para calentarme. Él lo conseguía casi sin esfuerzo, y ya cuando lo intentaba era demasiado para mí y mi pésimo autocontrol, porque caía directa en sus fauces sin presentar batalla.
Al sentarme en la cama que me tocaba, con los chicos, no dudaron en empezar a acariciarme y desnudarme, con lentitud pero con manos maestras. Sikki, mientras tanto, se quitó la camiseta y mientras las chicas no dejaban de acariciarle (con más prisa y más ansia que los chicos, que con su tranquilidad estaban logrando lo que creía impensable, que les necesitara y que tuviera ansia de ellos), la hizo jirones para taparles los ojos y que así no vieran lo que ambos estábamos a punto de hacerles. Mejor, porque si llegaban a vislumbrarlo, por un instante siquiera, los gritos serían tales que Sikki y yo nos la ganaríamos, y lo mejor era evitar líos...todavía. En cuanto saliéramos de allí y vieran lo que habíamos hecho mejor sería desaparecer, por si las moscas. En cualquier caso, acepté la camiseta que me había lanzado y, ya sin la mía propia porque estaba en el suelo, les dediqué una sonrisa maliciosa y pícara y les vendé los ojos, suavemente. Me dijo que jugara también con los chicos, y no me faltó tiempo para inclinar la cabeza y aceptar su sugerencia. Por supuesto, me lo iba a pasar pipa. Me iba a asegurar de ello.
Sin dejar de observar de reojo todo lo que Sikki hacía con aquellas prostitutas (por supuesto por mero interés educativo y por ganas de aprender y mejorar mi conocimiento, no porque no pudiera apartar la vista de cualquier cosa que hiciera Sikki por lo increíblemente cachonda que me ponía. No, apenas), me senté sobre las piernas de uno de ellos y comencé a besarle, mientras sentía las manos de los otros metiéndome mano por dentro del sujetador y del culotte, que pronto empezaron a sobrarme. Yo seguía a lo mío, besando a aquel condenado que lo hacía tan bien, y mientras tanto bajé las manos y comencé a acariciar su pecho, haciéndole arañazos de vez en cuando que conseguían hacerle gemir bajo mi poder. Su erección era más que evidente, y más por la posición en la que estaba, por la posición en la que estábamos ambos, en realidad. Por ello, mis manos comenzaron a descender hasta llegar hasta la cinturilla de sus apretadísimos boxers de un tono rojo brillante, que me dio una sed bastante notable por su semejanza con el color de la sangre que ahora necesitaba casi tanto como respirar, y de ahí la bajé con calma, muchísima calma, mientras los otros seguían tocándome sin cortarse ni un pelo, y logrando calentarme, aunque a un ritmo menor del que había llevado con Sikki. No podía pedir maravillas ni milagros, y que lo estuvieran consiguiendo ya era algo. Al final su enorme erección estuvo a la vista y sus calzoncillos fuera de donde no hacían otra cosa que molestar, así que con las manos comencé a masturbarle mientras le besaba en el pecho. Parecía que iba a empezar a comérsela en breves, y sin duda eso se esperaba por la cara de placer que puso aún sin que hubiera llegado, pero una de mis manos subió rauda a su boca para tapársela y mi boca bajó directa a su ingle, donde había una vena que sabía que era de las vitales. Una vez allí mordí con mucha fuerza y le hice una herida bestial de la que empecé a beber, y evité por mi mano en su boca y por la otra mano, con la que le hacía fuerza en el pecho para que no se moviera un instante, que los otros se dieran cuenta de nada. En ese momento, mientras la sangre bajaba por mi garganta, llenándome y haciéndome disfrutar a pesar de que por ser humana no me fortalecía, y mientras la vida se le escapaba segundo a segundo con una velocidad pasmosa, fruto del riego sanguíneo que su frenético corazón se empeñaba en acelerar, estaba logrando excitarme mucho más que simplemente besando sus labios o su cuello. Vaya, si al final iba a serme de utilidad y todo. Tal vez un minuto más tarde, no sé cuánto tardó, murió en la cama, con una mueca congelada de sorpresa y excitación que le duraría para siempre. Mala suerte, ahora sólo quedaban dos para seguir disfrutando.
Me volví a acomodar en la cama, medio tumbada esta vez, y miré a Sikki, que también se había cargado a una de sus acompañantes, y le dediqué una sonrisa ensangrentada. Lo poco que había observado de lo que había hecho al final me había resultado bastante...instructivo, y estaba segura de que su magistral lección de “Cómo matar y gozar a partes iguales” no había hecho nada más que empezar. Mis chicos sonrieron, cada uno a su modo, y yo les atraje hacia mí para poner a uno encima de mí y al otro por detrás. Sí, me tenéis a vuestra total disposición siempre y cuando no me impidáis aprender de mi profesor particular. El que me servía de colchón particular subió las manos hasta el cierre de mi sujetador y lo desabrochó en un movimiento rápido, para después comenzar a masajearme los pechos. Echaba de menos algún mordisco por su parte, pero el que estaba encima de mí pronto lo solucionó y, a ciegas, comenzó a besarlos y a morderlos, aunque sin fuerza suficiente como para hacerme sangrar. Las manos de ambos se coordinaban para recorrerme entera, y fueron las del que estaba encima de mí las que superaron el obstáculo de lo que quedaba de mi ropa interior (que aún no me había quitado) y se pusieron a acariciar mi clítoris, con una suavidad que frente a la fuerza y brusquedad que antes había ejercido Sikki me resultaba extrañamente sosa. Aún así mi cuerpo no podía evitar responder a sus caricias y notaba cómo me movía al ritmo que sus manos me imponían, habiéndole pasado los brazos por detrás del cuello para pegarle más a mí. De fondo veía cómo Sikki seguía dándoles caña a sus prostitutas, y yo no pude evitar sonreír cuando notaba cada vez más la excitación creciente del que me estaba masturbando. Yo no estaba ni la mitad de excitada que él, pero aún así sería mejor reservarme y darles a los tres (o bueno, ya dos dado que uno yacía fiambre en la cama) caña antes de que murieran. Se atrevió incluso a subir a mi cuello mientras su mano seguía moviéndose en mi interior, subiendo el ritmo. Se le veían claras las intenciones de subir a mis labios, que seguían manchados de la sangre de su antiguo compañero de profesión, y eso fue precisamente lo que hizo. Nada más probar aquel líquido que manchaba mi boca quiso separarse, pero le di un mordisco en la lengua durante nuestro beso que le hizo sangrar, y con los brazos hice fuerza para que no pudiera mover la cabeza, tampoco. Le tenía a mi merced mientras seguía bebiendo su sangre, pero ya había sacado su mano de mí y se movía frenéticamente para intentar salir de mi letal abrazo, corriendo el riesgo de alertar al otro. Lo mejor iba a ser cortar por lo sano, y con un movimiento rápido le partí el cuello, tapando el desagradable sonido un gemido de una de las putas de Sikki. Justo a tiempo. Me separé de la boca de muerto y le eché al lado que quedaba de la cama, junto al cadáver del otro. Y ya iban dos. El que quedaba se sorprendió por mi repentino movimiento, pero yo le acaricié la mejilla con suavidad, casi con dulzura, que la expresión de maniática de mis ojos anulaba. Suerte que no podía verla. Me puse frente a él, de espaldas a Sikki, y me acerqué a su oído, esbozando una sonrisa malvada. – Tus amigos no han sido capaces de darme lo que necesitaba, se han cansado enseguida... ¿Serás tú capaz? – le pregunté, con voz ronca, y después le mordí el lóbulo de la oreja. Su cuerpo reaccionó enseguida, contestó antes que él, y me alegré porque por lo menos uno de los tres fuera a tener más aguante que el resto y pudiera tal vez acabar vivo. Tal vez.
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Mensaje por Nikki Sixx Mar Jun 29, 2010 4:42 pm

Cuando me había girado para mirar que hacía Amanda ya se había cargado a uno, observé que tenía las ingles llenas de sangre y la boca abierta, como sorprendida, Amanda había hecho un buen trabajo pero bueno ahora me tocaba a mi continuar con el espectáculo, la clase magistral que iba a darle iba a ser inolvidable e iba a utilizar todo mi poder para ello. Un de las dos que quedaban vivas me seguía besando apasionadamente, bajando con sus manos por mi pecho, arañándolo y besándolo y poco a poco llegó a mi entrepierna, mis boxers ya estaban bajados por si amiguita y empezó a acariciar mi miembro lentamente, mastubándome poco a poco poniéndome de los nervios... Mientras tanto yo seguía con el cuchillo en una mano y la otra entraba y salía a una velocidad vertiginosa de su amiga que no paraba de gemir, gemía como una perra y aquello le estaba gustando, mi mano seguía haciendo lo suyo mientras solté de una vez el cuchillo para agarrar con fuerza del pelo a la tía que ni siquiera sabía como masturbarme, supuse que quería darme más ganas pero aquello me ponía de los nervios, me mosqueaba y me daban ganas de matarla, de hecho, eso era precisamente lo que iba a hacer. Le estiré del pelo con fuerza y fui a su cuello mordiéndole con una descomunal fuerza haciendo que la puta gritara o gimiera o lo que hubiera sido aquello, su sangre empezó a correr por su torso desnudo y empecé a lamerla con avidez, bebiendo como si hiciera años que no lo hacía, como si fuera un hombre perdido en el desierto y encontrara un oasis de repente. Mordí sus pezones, lamí sus pechos y me deslicé hacia abajo hasta llegar a su ropa interior, y le mordí por encima de ella haciendo que gimiera, se me lanzó al cuello y empezó a acariciar mi pelo, moviendo sus caderas, pidiéndome con su cuerpo que le diera placer pero aquella chica me había cansado y estaba harto de ella, no valía la pena tirarse a algo así, si al menos follara bien sería aprovechable pero estaba seguro de que encima tendría que hacerlo yo todo, así que enterré mi cabeza en su cuello y le mordí con todas mis fuerzas, estirando de su piel, arrancándole un trozo de carne, que escupí más tarde, la sangre salía a a borbotones de la herida pero no había acabado, al beber la sangre de Amanda era mucho más fuerte ahora, cogí uno de sus brazos y estiré con fuerza arrancándoselo de cuajo, luego el otro y una pierna y la otra... Ya había muerto pero no podía evitar acabar mi obra de arte por lo que estiré de su pelo y le arranque también la cabeza. Aparté los trozos de su cuerpo de la cama, la habitación olía a sangre, las sabanas, mi cuerpo, todo estaba manchado de sangre, todo era rojo... Adoraba su color, su sabor, su tacto, sentirla sobre mi piel, descendiendo por mi garganta... Por fin saqué mi mano del interior de la chica que más había estado disfrutando de mi y la penetré con fuerza, empecé a moverme dentro de ella a toda velocidad, cada vez más rápido excitadisimo por las muertes, por la sangre, porque Amanda estuviera en la cama de al lado, matando y mirándolo todo... Joder cada cosa me ponía más que lo anterior y necesitaba desfogarme de alguna manera y... ¿Qué mejor que follarme de aquella manera a una prostituta que llevaba pidiéndomelo con sus gemidos desde que había empezado a masturbarla? Ahora sus gemidos inundaban la habitación, me incliné y empecé a lamer su cuerpo y a agarrar su pechos, a morder sus pezones, luego volví a su cuello y lo mordí con fuerza y, por último volví a sus labios, hasta ahora no los había probado y me gustaron más que los anteriores, la verdad es que había dejado a la mejor para el final... Seguía moviéndome dentro de ella, cada vez más rápido y ella se movía contra mi, a una velocidad también vertiginosa, terminé por salir de ella de golpe cogí el cuchillo y se lo introduje en su entrada, cortándola entonces moví hacia arriba abriéndola en canal, un grito se escapó de sus labios, lo tapé con los míos, besándola con pasión, cuando el cuchillo ya estaba a la altura del estómago dejo de hacer fuerza, se desmayó por el dolor y yo seguí cortándola hasta llegar al cuello. Lancé el cuchillo lejos y abrí su cuerpo dejando sus órganos y sus vísceras a la vista, empecé a masturbarme, no pude evitar gemir ante aquella visión tanta sangre, tanta muerte, olía deliciosamente bien, terminé corriéndome sobre su cuerpo abierto en canal y soltando un gemido de placer. Prácticamente me bañe con la sangre de aquellas tres putas y me giré para mirar a Amy con una macabra sonrisa en los labios, tenía la cara manchada de sangre, al igual que todo el cuerpo, ella estaba sobre uno de los tipos, montándoselo con él, los otros estaban muertos y pude ver en su cara como no iba a tardar demasiado en matarlo a él también no parecía divertirse demasiado, de un salto me levanté de la cama y me uní a ellos, me puse justo detrás de Amanda y la abracé por detrás apoyando mi cabeza en su cuello, que mordí con pasión mientras mis manos descendieron hasta su clítoris y empezaron a moverse a una velocidad increíble. Ella me ponía mucho más que cualquiera de las tías que había matado, a ella quería hacerle de todo y verla matar me excitaba aún más, joder... Es que era perfecta para mi. Lamí su cuello y escuché sus gemidos que habían empezado a ser más parecidos a gritos y más seguidos desde que yo había aparecido.

-¿Piensas matarlo ya o estás esperando a ver si mejora...? - le pregunté entre susurros a modo de burla. Volví a besar su cuello y pegué más mi cuerpo al suyo, para que notara en su espalda mi nueva erección. - Se me están ocurriendo un montón de cosas que podríamos hacer en esta posición o, bueno... Miles de formas de matar a ese tío... - me mordí el labio inferior. - Creo que te dejaré hacer los honores, preciosa...
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Mensaje por Amanda Smith Miér Jun 30, 2010 12:08 am

Aquel tipo resultaba algo mejor como boy que sus dos compañeros de profesión, que verdaderamente tendrían que estar dando gracias en el Infierno porque yo hubiera llegado y les hubiera hecho terminar con aquella profesión que, sin duda, no era lo suyo. Partiendo de la base de que siendo yo, Amanda Smith, a la que tenían que calentar y ninguno se parecía lo suficiente a Nikki como para siquiera intentarlo (porque vamos, ni aún en el hipotético caso de que lo hicieran, nunca llegarían al extremo de hacerme desear tirarme sobre sus cuellos simplemente mirándoles a los ojos o a cualquier parte del cuerpo, no necesariamente alguna lasciva. Eso ni de coña), es que desde luego se les daba mal aquello. Sólo eran físico, pura apariencia exterior y encima ni siquiera eran para tanto. Vale, sí, estaban buenos y tal, pero habían ido a toparse con una “clienta” dura de roer como ella sola. Por lo menos este no defraudaba tanto, y sin intuir siquiera lo que estaba pasando a su alrededor (con Sikki haciendo ni se sabe qué pero con el olor de la sangre ya empezando a ser considerable en la sala, como mínimo, me podía hacer una ligera idea de por dónde iban los tiros, más teniendo en cuenta que sabía que él era mucho más bestia de lo que yo podría llegar a ser nunca, aunque lo intentara. Mejor, porque si llegaba a los extremos a los que él llegaba acabaría por volverme loca del todo, y prefería mantener mi cordura durante unos pocos años más, que nunca se sabía cuándo podía venir bien), siguió a su rollo, ajeno a todo excepto todo lo relacionado con enrollarse conmigo. ¿Por qué, si podía saberse, todos tenían aquella manía de besarme primero? Le dejé hacer, sin embargo, porque no me apetecía matarle tan rápido como lo había hecho con los otros, y porque además pronto me sorprendió gratamente bajando de mi boca a mi cuello y besándolo y mordiéndolo a ciegas. Vale, para no ver nada no lo hacía nada mal. Nada pero que nada mal.
De fondo oía los gemidos de una de las putas de Sikki mientras le haría maravillas, como había hecho conmigo hacía apenas unos minutos, en el callejón. Sin embargo, su propio deseo se veía compensado por el mío, que cada vez aumentaba más. No era algo que estuviera sucediendo con la misma facilidad que con Sikki, pues prácticamente viéndole ya estaba como perra en celo, sino que más bien se debía al hecho de que ya estaba caliente de antes y de que, ¿qué narices? El chaval podía no ser un maestro, pero al menos estaba logrando que mi cuerpo reaccionara ante sus caricias, cada vez más llenas de confianza porque veía respuesta en mí. Mucho mejor para ambos, porque así tardaría más en acabar con él de lo que había planeado en un principio.
Apenas me permití girarme un momento para ver lo que mi maestro improvisado estaba llevando a cabo, y lo que vi me hizo alzar la ceja, mientras mi chico empezaba a recorrer mi cuerpo con sus manos. La puta de Sikki, o al menos una de ellas, yacía en distintos lugares de la habitación, despedazada, y el olor a sangre era tan intenso que durante un momento me hizo cerrar los ojos e inspirar con fuerza para apreciarlo en toda su maldita plenitud. Joder, acababa de beber y ya tenía sed de nuevo. Maldita sangre, que eres tan adictiva... Volví la cabeza hasta mirar al chico vendado que había frente a mí y le agarré del pelo para echar su cabeza hacia atrás. Estaba sentada sobre sus piernas, en una posición bastante cómoda, y miré la vena que latía en su cuello, increíblemente tentadora pero insuficiente...por el momento. Me limité a besarlo, a morderlo sin la fuera suficiente como para hacerle sangrar y lamerlo, con clara necesidad. Pero claro, no le necesitaba a él y eso lo sabía yo mejor que nadie. Mientras Sikki no terminara con lo que estaba haciendo, no me vería satisfecha del todo.
Terminó por quitarme el culotte, alentado por mi estudio en profundidad de su cuello, acorde a las ansias de conocimiento que tenía en ese momento. Mira, este profesor de prácticas no iba a estar ni tan mal, aunque todavía tenía que llegar a practicar mucho para ser tan bueno como mi tutor. Subió sus manos por mi perfil, recorriéndolo entero, y terminó por llegar con una de ellas a mis pechos, que de nuevo comenzó a acariciar y besar porque ya había pasado de mi cuello. Pasé los brazos tras su cuello, en una situación casi idéntica a la de hacía apenas unos segundos y que me hacían tener cierta sensación de déjà vu. Bueno, él se encargó de borrarla de inmediato de mi mente cuando empezó a morderme los pechos con más fuerza de la que había hecho hasta entonces, y dejando la zona roja incluso, pero aún con reticencias a la hora de hacerme heridas. No le culpaba, porque no daba la impresión de ser una de esas chicas a las que le gustara el dolor. De hecho sólo me gustaba si Sikki era el encargado de proporcionármelo, y sólo porque cualquier cosa que él me hiciera me iba a gustar. Lo tenía tan claro como el agua. Con su otra mano bajó hasta comenzar a acariciarme el clítoris. Para no variar.
Por lo menos, con su creciente excitación percibible gracias a mi posición sobre sus piernas, me demostraba que uno de los dos se lo estaba pasando bien. De hecho, no tardé en quitarle la ropa para que no se la cargara con su creciente entusiasmo, y la tiré por ahí, sin importarme demasiado dónde. Sacó un condón y me lo dio para que se lo pusiera, y la verdad es que fue un plus para mi aprecio por aquel chaval. Me acomodé bien sobre él y comenzó a penetrarme a un ritmo lento, que poco a poco fue subiendo. No era maravilloso, pero no podía evitar que de vez en cuando se escaparan gemidos de mi boca, inevitable muestra de que a pesar de todo me estaba gustando todo aquello. Pero, sin duda, la situación mejoró mucho más cuando sentí los brazos de Sikki rodeando mi cuerpo desde atrás y apoyando su cabeza en mi cuello. Poco duró aquel momento medio tierno, porque su boca pronto comenzó a morderme en el cuello y sus manos juguetonas bajaron a mi clítoris, comenzando a acariciarlo mientras el otro, ajeno a la presencia de Sikki, se pensaba que mis continuos gemidos amplificados desde que mi salvación había hecho acto de presencia eran por él mientras una sonrisa de satisfacción excesivamente ególatra se reflejaba en su rostro. Esa sonrisa me hizo tener ganas de matarle de nuevo, ganas que aumentaron porque ya ni le necesitaba, ahora que Sikki estaba totalmente libre para mí.
Su susurro en mi oído, con clara intención de burlarse, me cabreó un poco, pero que se pegara a mí de aquel modo y me permitiera notar que estaba tan deseoso de mí como yo de él hicieron que olvidara mi momentáneo mal humor y simplemente esbozara una sonrisa malvada. También a mí se me ocurrían mil maneras de matarle o, al menos, de prolongar su sufrimiento durante el tiempo suficiente como para que resultara divertido. Salí de él buscamente y su cara cambió a una de sorpresa, que me hizo opinar que sí, se merecía lo que estaba a punto de hacerle. Mi boca seguía manchada de sangre, al menos en parte, y Sikki detrás de mí no presentaba mejor aspecto, igual de ensangrentado o tal vez más. Mis manos se desviaron a la tela que cubría sus ojos y, con un gesto rápido, deshice el nudo para que pudiera contemplarnos a los dos, abrazados y con cara de sádicos. El muy idiota miró alrededor, gran error porque hizo que su cara, al ver los cadáveres en mejor o peor estado y la sangre que había por todas las malditas partes empalideciera como la de un cadáver. Le amordacé con la tela y también me las apañé para atarle a los barrotes de la cama, evitando que pudiera escapar o hacer cualquier movimiento. Miré a Sikki con malicia. – Con gusto haré los honores. – le dije con una inclinación de cabeza. El tío nos miraba horrorizado porque se imaginaba lo peor, y probablemente sus pensamientos se quedaban cortos conociendo el historial de Sikki y ahora el mío propio. Me lo iba a tomar con mucha calma, y tampoco haría mucha fuerza porque no había bebido la suficiente sangre de Sikki como para ser tan fuerte como él y acabarlo todo de un tirón. Nunca mejor dicho.
Me agaché sobre el pecho de aquel pobre desgraciado y comencé a besarlo, pero al llegar a su pezón di un tremendo mordisco con el que se lo arranqué de cuajo, con la consiguiente sangre mandando a borbotones. Escupí el trozo por cualquier parte y bebí de su sangre, incapaz de evitarlo. Bien, muy bien. Mi boca siguió su recorrido, y de vez en cuando daba mordiscos como aquel, sin llegar a matarle pero haciendo que temblara de dolor bajo mi boca. Cuando su pecho ya estuvo lleno de agujeros de distintos tamaños, todos ellos sangrantes, y cuando mi boca estuvo convenientemente ensangrentada por haber bebido de aquel elixir, me acerqué a Sikki y le di un beso en los labios, corto pero intenso, con el que le di a probar de la sangre de aquel desgraciadillo. Le mordí el labio inferior con fuerza antes de separarnos y le dediqué una sonrisa amplia, que teñida de sangre como estaba mi boca resultó macabra. – Tu turno. – dije, haciéndome a un lado para que él pudiera hacer lo que quisiera con aquel chico, que temblaba de arriba abajo y dejaba caer lágrimas de impotencia, dolor y rabia. Pobrecillo.
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Mensaje por Nikki Sixx Miér Jun 30, 2010 11:56 am

Miré la sonrisa del tipo al que Amanda se estaba tirando y se me ocurrió una cosa, mi maldita cabeza siempre maquinando maldades, joder, como la adoraba! Sabía que mi burla había provocado a Amanda quien por un momento se puso furiosa, por suerte, me acerqué más a ella, apreté nuestros cuerpos y la volví a morder el el cuello sin parar ni un segundo de darle placer, cosa que el otro... Bueno... Aquellos tipos eran unos aficionados. Entonces, en resumen, le dije que era hora de matarlo y le dejé el honor de empezar ella, salió del tipo bruscamente, quien puso una expresión de sorpresa bastante cómica que me hizo soltar una sonora carcajada justo un segundo antes de que Amanda le quitara la venda de los ojos, lo que fue apoteosico. El tipo miro a su al rededor antes de centrarse en nosotros y su expresión horrorizada al ver tal masacre era como un poema y podía leerse claramente en él "Estos dos están locos, que alguien me ayude por Dios!", el tipo se puso pálido, de un color casi cadavérico que era como una premonición de lo que tarde o temprano le iba a pasar. Amanda, justo a tiempo para que el tipo no gritara, cosa que amenazaba con hacer de un momento a otro, le amordazó con la tela que previamente le cubría los ojos. Creo que, además, utilizó las vendas que cubrían los ojos de los otros tipos que yacían muertos junto a nosotros para atarle las manos a los barrotes de la cama, impidiendo así cualquier movimiento por su parte, vale, el tipo podría moverse un poco pero con lo aterrorizado que estaba, dudaba incluso que lo intentara. Los ojos de Amanda se posaron en mi y vi en ellos una expresión de malicia, casi sádica que me encantó, y me dijo que estaría encantada de hacer los honores... Joder, tuve que reprimirme para no partir en dos al tío y empezar a follármela ahí mismo, bañándonos en su sangre porque simplemente con sus palabras y con aquella mirada me había puesto muy cachondo y supuse que debía haberlo notado en su espalda, porque nuestros cuerpos aún seguían pegados, aunque mis manos ya no estuvieran dándole placer, de hecho, más bien, todo mi cuerpo estaba expectante, esperando y deseando ver qué se le ocurría hacerle a mi nueva compañera de masacres a aquel pobre desgraciado... La dejé que hiciera sin decir absolutamente nada, permanecí en silencio cuando se inclinó sobre su pecho y empezó a besarlo, una vez llegó al pezón, lo mordió con una fuerza brutal y terminó arrancándoselo de cuajo, con el consiguiente reguero de sangre manando del cuerpo del chaval. Ella escupió el trozo de carne y no tardó en inclinarse y comenzar a beber la sangre que se le presentaba tan suculenta y tentadora, ni yo mismo podría resistirme a algo así. Recorrió todo su pecho llenándolo de mordiscos en los que le arrancaba trozos de piel y de carne, a veces menos y a veces más y estaba dejando el cuerpo de aquel tío como un colador... No la vi venir cuando de golpe me besó en los labios, fue un beso intenso pero demasiado corto para mi gusto, en el que me dio a probar la sangre del tipo pero... yo quería más y aquello estaba claro, lo podías ver en mi mirada. Al separarse me mordió el labio inferior y me sonrió con la boca ensangrentada, cosa que de nuevo, me excitó demasiado. Me dijo que era mi turno y se apartó sin más, dejándome acara a cara con aquel inútil que no dejaba de temblar, llorar e intentar moverse para escaparse de nosotros... No sabía dónde leches había quedado el cuchillo y me giré por un momento, tomándome me tiempo para buscarlo. Estaba justo en el centro de la habitación entre las dos camas, como pude lo cogí y sonreí mientras se lo enseñaba.

-Verás... Vamos a hacer un trato... Yo te voy a quitar eso de la boca y si gritas morirás... ¿Entendido? - pregunté con una voz calmada y pausada, casi amigable. - Más te vale no hacerlo porque te juro que sufrirás aún más de lo que ya lo has hecho y será una muerte lenta y dolorosa... ¿Te enteras? - ahora mi voz sonó distinta, más grave, como una gran amenaza, que, después de todo, era de lo que se trataba.

El tipo temblaba tanto que estaba seguro de que ni siquiera le saldría la voz, le bajé la mordaza y la dejé en su cuello, noté su respiración agitada y sin más, le hice dos pequeños cortes sangrantes en las comisuras de los labios... Vale ahora era cuando yo tenía que hacerle gritar y su boca se agrandaría de una manera brutal, separando sus mejillas en dos. Sonreí y me puse el cuchillo en la boca, clavé mis uñas, casi inexistentes y mis dedos en la piel de sus hombros y entonces, empecé a bajar por su brazo arañándole y arrancándole la piel a mi paso. El tipo intentó no gritar y comenzó a llorar aún más sus sollozos daban pena pero no por ello iba a dejarlo con vida así que repetí el proceso en su pecho y le arranqué la piel a tiras de él al clavar mis uñas en el y estirar hacia abajo. Seguía sin gritar y me estaba empezando a cansar, cogí una de sus manos, la desaté y me la llevé a la boca, con fuerza le arranqué un dedo que escupí rápidamente mientras me ponía a lamer la sangre que salía de su muñón y él grito, sí, gritó como una perra y su boca se agrandó, la sangre no dejó de brotar de su cuerpo mutilado mientras sus mejillas se separaban y estaba a punto de desmayarse por el dolor. Antes de eso, clavé el cuchillo en su esternón, partiendolo, lo quité de ahí y metí mis manos en la abertura, estiré con fuerza y le partí en dos la caja torácica, matándolo al fin y haciendo que su cuerpo y sus vísceras quedaran esparcidos por todas partes. Por fin, giré la cabeza y miré a Amanda que había permanecido a mi lado en todo momento, observándome, aprendiendo y quizá sorprendiéndose de la brutalidad de mis actos. Ahora que habíamos terminado con todos aquellos, la sed de sangre y de matanzas se había acallado un poco, al menos en mi cuerpo pero al verla desnuda, manchada de sangre y con aquella expresión... Había otro tipo de sed que crecía en mi. Me lancé sobre ella y empecé a besarla y a morderla, a lamer la sangre de su cuerpo que se mezclaba con la suya propia que empezaba a manar de las heridas que yo le estaba haciendo. Subí y me encontré de nuevo con sus labios que besé de una forma violenta, haciendo que mi lengua llegara hasta el fondo de su boca y al separarnos, le mordí los labios con avidez, mis manos recorrían su cuerpo mientras mi boca estaba demasiado ocupada mordiéndolo y recorriéndolo a su vez. Mi cuerpo me pedía a gritos que volviera a tirármela, que de nuevo le diera el mejor polvo de su vida. Mi pene empezaba a dolerme de nuevo por culpa de aquella maldita erección que no dejaba de crecer con el contacto de su piel. Estábamos ardiendo, sudando, manchados... No, BAÑADOS en sangre. Todos aquellos factores hacían que me moviera más rápidos obre su cuerpo y que mis manos lo recorrieran de una forma más brusca, no tardé demasiado en llegar a su entrepierna y en acariciar rápidamente su clítoris, notando como ya estaba húmeda pero, al contacto de mis manos, se humedecía aún más. La miré con picardía, retándola, preguntándole sin palabras si estaba preparada para un asalto más, aunque, sin duda, era su cuerpo quien contestaba por ella al moverse contra mi mano. No pude evitarlo, me estaba empezando a volver loco y lo necesitaba, la penetré con fuerza y empecé a moverme rápidamente, entrando y saliendo de ella rápidamente, con fuerza y con violencia arrancándole gemidos de los labios y haciendo que lo disfrutara tanto como yo lo hacía. La verdad es que podría terminar acostumbrándome a aquello, a matar juntos y a follar como conejos antes, durante y después de las masacres. Joder, si es que sonaba tan bien... Y ella me ponía tanto... Normalmente trabajaba y actuaba solo pero... Ya se sabe, los tiempos cambian y si el cambio es a mejor. Bienvenido sea!
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Mensaje por Amanda Smith Miér Jun 30, 2010 5:12 pm

Cualquier mínimo movimiento que decidiera hacer, consciente o inconscientemente, lograba excitarme de una manera que ni siquiera tres boys habían logrado en el poco rato que había estado con ellos. Ni aunque hubiéramos estado juntos una noche entera habrían podido conseguir el mismo resultado que una simple mirada, o una sonrisa de Sikki, o cualquier cosa que le apeteciera hacer, sin importar las razones. Y, al parecer, para él yo era exactamente igual, ya que la excitación cada vez era más evidente en él (no sólo en él, porque yo estaba igual). Ni siquiera haber estado con tres prostitutas le había quitado la sed que tenía de sexo, y algo me decía que ni aunque yo me hubiera tirado a los tres habría acabado satisfecha, ni mucho menos. Era uno de los efectos secundarios que la ingesta de la sangre de Odette había tenido sobre mí, y probablemente era el que menos me importaba padecer porque, sin duda, suponía mucho más placer a corto plazo que beber sangre, por mucho que la fuerza que me sobrevenía tras alimentarme de aquel rojizo elixir no fuera para nada desdeñable.
De hecho, la sola visión de toda aquella sangre en el cuerpo del chico producida por mis “pequeños e inocentes” mordiscos, lograba ponerme más a tono que todo lo que me había hecho hasta ese momento, cosa rara pero aún así posible. Mi sed estaba demostrando ser más grande de lo que había supuesto que sería inicialmente, pero aún así no le daba mayores vueltas. Total, tenía más de mil millones de personas a mi disposición para desangrar si me veía muy apurada (gracias, sobrepoblación del Mundo, por darme semejante oferta para mi enorme demanda), y no me importaba lo más mínimo acabar con la vida de cualquiera que se pusiera en mi camino si así lograba reducir esta pequeña ansiedad que, a medida que los segundos increíblemente lentos pasaban, aumentaba más y más. Necesitaba ponerle freno para que no me volviera loca, pero eso es muy fácil de decir y no tanto de hacer, porque la sangre me atraía irremediablemente y por ella cometería las mayores tonterías, mayores aún de las que solía cometer habitualmente. Y en este caso, no era ninguna excepción aquel increíble poder que tenía sobre mí.
Tras darle mi beneplácito para que finalizara aquella pequeña tortura que él me había permitido comenzar y cuyo final veía manchado de sangre hasta la saciedad, me hice a un lado, tras un beso del que me costó mucho separarme, aunque al final lo hice y con velocidad, porque sabía que en caso de que lo hubiera mantenido un poco más, ya habría caído bajo su innegable magnetismo, y mejor era acabar lo que mis mordiscos habían comenzado antes de pasar a palabras mayores, por mucho que ambos lo estuviéramos deseando tanto como lo hacíamos: de un modo que no admitía réplicas ni salidas fáciles. Se levantó de la cama y cogió un enorme cuchillo manchado de más sangre aún (de las prostitutas que ahora yacían troceadas y repartidas por distintos lugares de la habitación, sin necesidad de pensármelo demasiado). Nada más enseñárselo, conmigo acomodada al lado de uno de los cadáveres y observándolo todo con una curiosidad que podría tildarse de científica, incluso, le dijo que le iba a quitar la mordaza de la boca a condición de que no gritara. Yo sabía de sobra que lo que estaba a punto de hacerle sería, como mínimo, para ponerse a dar berridos como de desesperado, pero aún así la amenaza de Sikki seguía ahí, implícita, y no le quedó otro remedio que aceptar, incapaz de buscar otra salida que no fuera a hacer lo que él le había dicho. Estaba entre la espada y la pared, o más bien entre el cuchillo y la pared dadas las circunstancias del momento, y no podía ni moverse del terror que poblaba su mente y dominaba sus pensamientos. No sé cómo lo hizo para lograr asentir a lo que Sikki había dicho, pero aún así lo hizo.
El primer premio que se llevó fueron dos cortes en las comisuras de los labios, similares de los de la leyenda urbana de la sonrisa del payaso que en teoría hacían algunas bandas. Eso no consiguió hacerle gritar, y yo hice una mueca de impaciencia, porque a pesar de que me gustaba el espectáculo que estaba viendo sabía que cuanto antes terminara, mejor iba a ser para mí por poder disfrutar de Sikki sólo para mí. Sí, era una egoísta, pero le necesitaba más de lo que la razón podría llegar a entender nunca.
Su segundo premio consistió en sentir los dedos de Sikki clavarse en sus hombros y de ahí comenzar a bajar, desollándole lentamente y permitiéndome disfrutar de una vista de primera fila de sus músculos, su sangre, sus tendones, y todas las partes de su cuerpo que, a medida que la piel iba cayendo, podían apreciarse. Y oh, aquella sangre con su aroma tan apetitoso me hizo tragar saliva y hacer un increíble esfuerzo por no lanzarme sobre él y ponerme a lamer sus heridas, como mi instinto me pedía a gritos, a berridos, y a todas las clases de expresiones vocales que se me puedan ocurrir. Aún así, su fortaleza seguía siendo sorprendente, y en vez de gritar tras haber cambiado Sikki de zona y estar empezando a perder piel del pecho, sólo se limitó a llorar más abundantemente. Vaya, qué monada. Casi me daría pena. Casi.
Yo ya estaba cansada de su falta de gritos, a esas alturas, y Sikki parecía estarlo tanto como yo, porque se llevó una de sus manos a la boca y le arrancó un dedo, lamiendo directamente el muñón sangrante y logrando que el boy chillara como una maldita coneja en celo necesitada de amor. Con ello sus mejillas se separaron y su cuerpo, sangrante y abierto ya casi por todas partes, amenazó con caer en la inconsciencia junto a su dueño por culpa del dolor que, sin duda, tenía que estar sufriendo. Para acabar con aquella tortura, el cuchillo pasó de las manos de Sikki al esternón de aquel chico para después de partirlo, ser sustituido por las manos de Sikki, que le abrieron en canal, dejando a la vista órganos, tejidos, fluidos y, sobre todo, sangre. La boca de aquel estúpido permaneció abierta hasta en su muerte, cortesía de Sikki, y una vez allí, esparcido en la cama con cada vez más sangre por todas partes pude mirar al causante de su tortura y posterior muerte con deseo, inevitable hasta en aquellas circunstancias. La sangre le había salpicado hasta cubrir su torso como una capa de pintura roja que me moría de ganas por probar, y también había llegado hasta a mí, tiñendo mi desnudez del mismo color carmesí que ahora le caracterizaba a él. Sin dudarlo ni siquiera un instante, se lanzó sobre mí antes de que me diera tiempo a hacer lo propio, y comenzó a besarme y a lamer tanto la sangre que él mismo se había encargado de derramar por todas partes como la que ahora salía de mis nuevas heridas, sumadas a las anteriores de nuestro encuentro en el callejón y, de nuevo, cortesía de Sikki. A este paso tendría que conseguir timarle a alguien un seguro médico, porque estaba segura de que tras este encuentro lo iba a necesitar. O eso o descanso, mucho descanso, para poder estar llena de energías en nuestro siguiente encuentro, que no dudaba que se fuera a producir. Más que nada porque ambos estábamos disfrutando demasiado de este primer encuentro como para negarnos la posibilidad de que se produjera otro, y otro, y otro... Los que hicieran falta, que yo no me iba a negar.
Tras aquel inicial baño de sangre vino un beso, con el que me metió la lengua hasta la campanilla y con el que disfruté de nuevo en exceso, mucho más de lo que había disfrutado con los tipos que ahora yacían muertos a nuestros pies, y su boca no tardó demasiado en bajar junto a sus manos por el resto de mi cuerpo y comenzar a jugar con él mientras, de nuevo, mis gemidos subían de intensidad. Con él sí que podía plantearme tener un buen polvo, y con nadie más, al menos por ahora.
Nuestros cuerpos, manchados de sangre hasta la saciedad, estaban ansiosos y sedientos de tener al otro, como si no pudieran concebir la idea de estar separados un maldito momento porque nos dolería demasiado a ambos, y era obvio para ambos, tanto por su enorme erección como por mi creciente humedad, que no tardó en aumentar aún más cuando él decidió bajar su mano hasta mi clítoris y comenzar a acariciarlo de aquella manera que no podía ser sana para mi escasa salud mental. Me dedicó una mirada pícara, que por la abundante cantidad de sangre habida en su rostro adoptó un matiz malvado que no me hizo desearle menos, sino todo lo contrario. Quería saber, sin palabras, si estaba preparada para otro asalto, y no me vi ni en la necesidad de responder porque mi propio cuerpo lo hizo por mí, moviéndose instintivamente al ritmo que él me estaba imponiendo. Ni él ni yo íbamos a aguantar mucho más, así que fue él el encargado de cortar de raíz con aquel sufrimiento que nos producía no estar unidos y me embistió con violencia, saliendo y entrando de mí con velocidad y moviéndose como le daba la gana, arrancándome gemidos de lo más hondo de mi garganta que nos mostraban a ambos lo que me estaba gustando todo aquello. No sólo a mí, porque él también parecía estar disfrutándolo tanto como yo, y para garantizar que aquello siguiera así me lancé a por su cuello, una de las partes de su cuerpo que más deseaba y que más me ponía, y le di un mordisco del que comenzó a brotar un hilillo de sangre. La sangre de Sikki me atraía mucho más que la humana, y sabía lo valiosa que era, así que me contenté con beber sólo un poco mientras él continuaba moviéndose en mi interior de aquel modo, que me impedía pensar con claridad siquiera por un segundo. Lo único que tenía claro era que podría acostumbrarme a este ritmo de matanzas y sexo con él, y su creciente ritmo dentro de mí que auguraba que ambos pronto llegaríamos al orgasmo juntos, no hacía otra cosa sino confirmármelo.
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Mensaje por Nikki Sixx Jue Jul 01, 2010 2:32 pm

Me movía con rapidez, entrando y saliendo de ella, arañando su cuerpo y dejándome llevar por la lujuria y la pasión del momento... Joder ¿Cuanto tiempo había pasado desde nuestro primer polvo? ¿Una hora? ¿Minutos? El caso es que ya no podía soportar más separado de ella y aquello, en cierto modo, no me gusta... Eso de depender de alguien no me gustaba,de hecho lo odiaba... Precisamente por eso odiaba tanto a Nikki, depender de un gilipollas depresivo y yonki no estaba entre mis planes para una vida perfecta y desde que por una cosa o por otra él y yo dejamos de ser la misma persona, le he odiado y he deseado con todas mis fuerzas deshacerme de él... Ahora que lo había conseguido no podía depender de una mujer como Amanda, joder... ¿Por qué tenía siempre que ser así? ¿No podía ser jodidamente libre para matar, follar y torturar a quien quisiera y cuando quisiera? Mientras estos pensamientos pasaban por mi cabeza, embestía con mucha más fuerza, haciendo que sus gemidos fueran más continuos y entonces consiguió morderme con fuerza en el cuello haciéndome gemir de placer al notar la sangre descender por mi cuerpo, ella empezó a lamer la sangre, a alimentarse directamente de mi y, de golpe, alejó todos aquellos pensamientos de mi cabeza e hizo que consiguiera disfrutar de nuevo de todo aquello. Ella seguía mordiendo mi cuello mientras yo arañaba con fuerza su espalda, haciéndole sangre, no pude evitar morderle yo también y beber su sangre, aumenté el ritmo, joder, los dos estábamos gimiendo sin parar intentando reprimir los gemidos mordiéndonos mutuamente y bebiendo nuestra sangre y era innegable que ambos estábamos a punto de llegar al clímax juntos. Amanda gimió y yo la mordí con fuerza intentando reprimir el gemido que amenazaba con escaparse de mi garganta mientras los dos llegábamos al orgasmo juntos, y yo me corría dentro de ella. Acabamos tumbados en el suelo, intentando recuperar la respiración, la miré con una enigmática sonrisa y finalmente me separé de ella. La dejé allí tirada mientras se recuperaba y empecé a buscar mi ropa. Me puse los boxers, los pantalones de cuero y las botas y la camiseta... bueno, estaba demasiado destrozada como para hacer algo con ella. Recogí el cuchillo y lo limpié en mi pecho para volver a guardarlo en el interior de mi bota. Cuando estuve listo me senté en una de las camas tocando uno de los cadáveres y lamiendo luego la sangre que había quedado en mis manos. Alcé la mirada cuando Amanda apareció ante mi vestida y esbocé una media sonrisa.

-Cuando quieras podemos irnos... - comenté mientras lamía mi mano. La examiné de arriba a abajo, no es que llevara demasiada ropa pero estaba prácticamente bañada en sangre y me ponía mucho. Bufé y entonces una gran idea apareció en mi mente. - ¿Sabes? La gente va a pensarse cosas raras y seguro que intentan detenernos... - comencé levantándome para ponerme a juguetear con un mechón de su pelo mientras hablaba. - ¿Qué te parece si nos divertimos un poco más antes de marcharnos?

A ella le faltó tiempo para aceptar, le guiñé un ojo y me giré de golpe sin más, joder estaba siendo demasiado bueno con ella... Bueno, estaba contento, ¿Qué se le iba a hacer? Había recuperado el control total de mi cuerpo, acababa de cargarme a tres putas y un boy y ahora iba a masacrar un bar entero... ¿Qué más quería? Era normal estar feliz y no querer cargarme a mi compañera de matanzas, aunque tenía muy claro que, en el momento en el que dejara de serme útil, la mataría, como a todos. Abrí la puerta y salimos de allí, era bastante tarde y no quedaba demasiada gente, pero cuando se giraron y nos vieron, sus caras horrorizadas eran como poemas. Me relamí, saboreando la sangre que aún tenía en la cara y los miré a todos con una sonrisa. Antes incluso de que nadie dijera o hiciera nada me encogí de hombros y salté detrás de la barra, tiré al camarero al suelo y con una botella rota le saqué los ojos, desde el otro lado de la barra, nadie podía ver nada, pero escuchaban los gritos de dolor de aquel gordo que siempre me había caído mal. Con la botella le corté el cuello, aún estaba con vida cuando empecé a lamer la sangre que caía sin cesar por su cuello y solté una brutal carcajada cuando dejó de respirar le clavé la botella rota en el corazón y me puse de pie, pisando la botella con mi bota y clavándosela aún más, haciéndole un agujero en el pecho. Todos estaban mirándome incrédulos y horrorizados, solté una carcajda, incluso la música había parado.

-¡QUÉ COMIENCE LA FIESTA! - grité, lanzando una botella al Dj para que volviera a poner la música cosa que hizo enseguida. Volví a soltar una carcajada y salté la barra para ir directo a por los clientes.
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Mensaje por Amanda Smith Jue Jul 01, 2010 4:29 pm

Tras aquel momento de placer cumbre al que terminamos por llegar, él dentro de mí y todavía notando la calidez que desprendían nuestros cuerpos desnudos y manchados de sangre, calidez que me recordaba lo mucho que aún le necesitaba. Si la sangre se había convertido en lo más cercano a una adicción que había sentido en toda mi vida (aunque, ¿qué demonios? Lo de la sangre era una maldita obsesión en toda regla, impidiéndome pensar en cualquier cosa que no fuera ella por un instante), ahora Sikki luchaba con uñas y dientes por convertirse, en mi interior, en el número uno de la lista de cosas que necesitaba para poder vivir. Y bien que lo estaba consiguiendo el muy cabrito, porque simplemente con estar allí tendida, a su lado, sintiéndole cerca, ya podía estar segura de que la temperatura de mi cuerpo no iba a descender, sino más bien al contrario.
Mi cuerpo estaba lleno de pequeñas heridas y de otras que no lo eran tanto, y la mayoría de ellas seguían sangrando a pesar de que Sikki se había encargado de beber la sangre que manaba de ellas. No sólo eso, sino que también estaba manchada tanto con la sangre de los tipos a los que nos habíamos cargado como de la propia sangre que me había encargado de beber desde una perspectiva privilegiada: aquel cuerpo que ahora yacía a mi lado. La sangre que él había bebido de mí, sin embargo, era mayor en cantidad que la que yo había tenido la ocasión de poder probar de él. Eso, sumado a la brutalidad de los polvos que llevábamos, cada uno mucho más increíble que el anterior, y mira que eso era difícil, estaba logrando agotarme muy rápidamente, por lo que aunque a él le costó apenas un segundo levantarse del suelo tras salir de mi interior y comenzar a vestirse con la ropa que le quedaba (que era poca ya que, por lo menos, la camiseta estaba hecha trizas y no quedaba nada de ella que no fueran unos tristes jirones de tela repartidos por aquí y por allá, en varias partes de la habitación), mientras que yo me tomé mi tiempo para coger las fuerzas suficientes como para, al menos, ser capaz de levantarme del suelo. No podía evitar, sin embargo, que aunque las fuerzas me fallaran fuera la mera perspectiva de volver a pasar un buen rato al lado de Sikki, ya fuera volviéndonos a acostar o simplemente matando a alguien y bebiendo sangre a raudales, lo que me hacía querer volver a ponerme en pie para no darme por vencida ahora. Eso fue exactamente lo que hice, levantarme con esfuerzo del suelo y comenzar a buscar mi ropa por toda la habitación. Aunque manchada de sangre casi por completo, como si quisiera hacer juego con el nuevo color que ahora primaba en mi piel cual tinte, estaba entera, más de lo que se podía decir de la de Sikki, así que me limité a ponérmela con rapidez, lamentando tener que hacerlo porque eso significaba que tendría que ponerme más o menos presentable y dejar la clase de buen rato que más me apetecía con Sikki de lado. La verdad sea dicha, no sabía en qué nos convertía a ambos ahora lo que acabábamos de hacer y lo que seguramente estaba por venir. Lo que sí tenía claro (para mi dolor interior, por mucho que me esforzara en ignorarlo o simplemente apartarlo para que no fuera la sensación imperante en mí) era que Nikki no iba a volver, que ahora mi relación se limitaba simple y llanamente a Sikki. Y claro, después de esta noche no sería simplemente una de las chicas a las que mataría en cuanto se le pusiera la ocasión en bandeja, más bien porque nos necesitábamos demasiado como para permitirse acabar conmigo tan rápidamente. Su propio cuerpo le delataba. Tal vez convertirnos en compañeros de matanzas con derecho a polvos, o algo así, pero sin duda su imagen era clara e imborrable en mi futuro, al menos a corto plazo. Esperaba que a largo plazo también lo fuera.
Me tomé mi tiempo para que, al acabar de vestirme, también pudiera ser capaz de moverme mínimamente o de que mis fuerzas hubieran vuelto a mí en parte, y cuando ya estaba vestida y hasta calzada (aunque con los taconazos que llevaba era mejor ir descalza para no acabar demasiado reventada), y me encontré con que Sikki estaba esperándome sentado en una cama, rodeado de los cadáveres que había en ella. Le dediqué una mirada curiosa, a ver qué se le ocurría hacer ahora. Conociéndole algo que nos iba a gustar mucho a ambos. – Cuando estés listo y hayas acabado de relamerte. – contesté, divertida, ante el gesto de lamer la sangre restante de su mano mientras me decía de irnos.
Se acercó a mí y comenzó a jugar con un mechón de mi pelo, gesto que también había hecho Nikki alguna vez y que me recordaba a él. Su sola expresión me dijo claramente que se le había ocurrido algo, y sus propias palabras no tardaron demasiado en confirmármelo. Por supuesto que sí, estaba más que dispuesta a divertirme un rato antes de pirarme del Wheels. Es probable que después no me fueran a dejar entrar nunca, pero aún así me lo habría logrado pasar tan bien una noche allí que ni mil lo lograrían igualar. Valía la pena correr riesgos. - Vamos. – contesté, asintiendo vehementemente y con una sonrisa en la cara. Joder, el broche perfecto para una noche perfecta. No podía pedir más, al menos si tenía esperanza de que se cumpliera.
Nada más abrir la puerta, la poca gente que, por la hora que era, quedaba en el local, se nos quedaron mirando. Sus caras reflejaban las mayores variedades de expresiones que iban desde miedo hasta indignación, pasando por sorpresa e, incluso, asco. Estúpidos que prejuzgaban antes de saber... Aunque bueno, teniendo en cuenta que estábamos llenos de sangre de tal manera que nos cubría y deformaba cualquier expresión que pudiéramos poner hasta transformarla en una de absoluta maldad y sadismo, no era demasiado difícil imaginarse qué había pasado dentro del reservado del que acabábamos de salir. Sikki se dio más prisa que yo y pronto saltó tras la barra, de donde pronto se pudieron escuchar los gritos de dolor del camarero que antes nos había dado las llaves de la habitación. Yo permanecía quieta, sin embargo, observando las miradas de aquellos hombres (en su mayoría) y haciendo cálculos mientras Sikki seguía a lo suyo. Serían unos...15 más o menos, incluyendo al Dj que pronto dejó de hacer su trabajo porque la música se detuvo. Lo primero de todo sería evitar que salieran de allí para que no avisaran a la policía y, sobre todo, no nos dejaran sin una persona menos a la que poder torturar. Mientras Sikki le lanzaba una botella al Dj, fui directa a la puerta principal y la cerré con unas cadenas que había visto por allí. La otra puerta, la de emergencia, permanecía a mi espalda y tendrían que vérselas conmigo si querían atravesarla.
Sikki terminó por saltar la barra e ir directo a por los clientes, que aún no salían de su asombro. Yo simplemente sonreí con los primeros gritos que soltaron, pura ambrosia para mis oídos, deseosos de oír la armonía que los gritos en el aire suponían. Oh, sí, la cosa se empezaba a poner divertida en extremo. Me quité uno de los zapatos y, con su tacón, atravesé el cuello de uno de lo clientes que corría hacia mí con intención de derribarme y huir del local, logrando que la sangre comenzara a brotar de su herida mientras sus ojos sorprendidos me miraban, muy abiertos. Desenganché el tacón de su cuello y lo dejé en el suelo, volviendo a ponérmelo mientras con las uñas hacía más y más grande su herida, logrando tirar pedacitos de piel y músculo al suelo mientras mis dedos se ensangrentaban cada vez más. A los pocos segundos, de su cuello quedaba apenas un montón de palpitante carne rojiza y él se caía al suelo con estrépito, mientras yo me lamía los dedos con ansia. Deliciosa, aunque no tan perfecta como la de Sikki. Uno menos, ya sólo quedaban...bastantes, por suerte. Me bajé del otro tacón y, cogiendo una botella rota, al igual que Sikki había hecho antes que yo, me lancé directa a la multitud de personas que gritaban como cerdos antes de la matanza, metáfora tremendamente adecuada teniendo en cuenta lo que estaba a unto de pasar. Al primero que pillé le encaré y le dediqué una sonrisa demente, que le hizo ponerse en guardia. Patético intento, pero al menos presentaba algo de batalla y me lo iba a pasar mejor que si fuera demasiado fácil acabar con su penosa existencia. Con un salto le pegué un mordisco en el cuello mientras él trataba de desembarazarse de mí, y en cuanto me alejé, con la boca llena de su sangre, cogí uno de los cristales que tenía en la mano y le hice diversos cortes muy profundos a la altura del vientre, que lograron que sus tripas cayeran de golpe al suelo, con él incluido, retorciéndose de dolor hasta que le partí el cuello. La sangre manaba de él como un auténtico río, y Sikki, al otro lado del local, también se lo estaba pasando muy pero que muy bien. Continué mi camino, matando a todo aquel que quisiera acercarse a la salida mientras los vivos en el local se reducían drásticamente bajo nuestras manos.
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