AA (Libre)

Los demonios son seres que nunca he logrado llegar a entender. Son innecesariamente crueles cuando se trata del sufrimiento humano, pues parecen disfrutar derrochando sus energías para hacer lento algo que puede ser rápido y exactamente doloroso, como es la muerte de una persona. También es una característica propia de todos ellos (fueran fuertes o débiles, aquel pequeño detalle carecía de importancia respecto a ciertos rasgos imborrables propios de su naturaleza) la tozudez y la tenacidad. Sí, cuando se les metía algo entre ceja y ceja no había demonio que les quitara aquella idea de la cabeza, pues ellos siempre ignoraban que aquello podía llevarles a morir a manos de alguien superior a él o que puede, simplemente puede, que no fuera tan buena idea como a ellos les había parecido. Aquel demonio, sin duda, era un buen ejemplar de su raza porque nos estaba enseñando precisamente eso, que era lo suficientemente estúpido y arrogante como para ir tras una cazadora y una que en su día lo había sido (y que ahora sólo podía pensar en las mejores maneras de sacar la navaja que siempre llevaba escondida y abrirle en un par de venas para servirme un banquete que me quitaría la sed). No, la inteligencia no es demasiado propia de seres como él. Lo mejor de todo es que ya no sé ni de qué me extraño; debería haber tenido trato suficiente con seres de su calaña durante toda mi vida como para estar acostumbrada, pero aún así ver cómo su estupidez sólo se superaba a sí misma...bueno, simplemente no tenía cabida en mi mente.
Dijo que al final iba a hacerlo ella y que debería meterme dentro, y no pude estar más de acuerdo. Ya era algo personal, mis propios escúpulos me impedían alimentarme de semejante estúpido, además de que no quería que Kyra tuviera que presenciarlo si llegaba a suceder. Estando con un vampiro habría visto alimentarse de sangre varias veces, pero el problema de base era que yo seguía siendo humana (aunque no totalmente) y aquella experiencia podía resultar....bueno, curiosa. - Te haré caso, pero espero que no me hagas tener que salir a terminarlo, porque no tendré piedad con su recipiente. - le dije, mientras me giraba y entraba de nuevo al bar. Ya estaba totalmente vacío a excepción del camarero, al que le pedí un pedazo de tarta sólo para mantenerle ocupado. Aproveché aquello para ponerme en la ventana, teniendo una clara perspectiva de lo que pasaba dentro mientras comía el pastel y evitaba que el camarero viera cómo, en el exterior, Kyra estaba exorcizando a aquel demonio que, sin pretenderlo, se había librado de ser mi cena.

Amanda aceptó mantenerse al margen, lo que me facilitaba mucho la tarea, es más, incluso podría entretener un poco al camarero, no quería público, iba a hacer algo que probablemente resultara muy difícil de explicar.

Lo primero era atraerle hacia mi para lograr inmovilizarlo, lo que no creía que fuera a resultar muy difícil. -¿No tenías nada mejor que hacer?- le pregunté, dando unos pasos hacia él. El demonio sonrió jactancioso, como si aquellas sonrisas cargadas de malicia fueran a asustarme o a echarme hacia atrás, las había visto cientos de veces. -Bueno, siempre me divierte matar a cazadoras... es más satisfactorio que matar a cualquier otro humano- la misma historia de siempre ¿se suponía un reto? Pues vaya, si el fin último era ver morir a alguien ¿qué coño importaba a qué se dedicara? Si fuera lo suficientemente inteligente y bueno en lo suyo, sabría divertirse con cualquiera.

Lo tuve frente a mi, esperando todavía a que yo fuera la primera en hacer algo, en intentar golpearle, pero tenía mucha más paciencia que él. Pronto no lo soportó más y fue él quien atacó, lo malo de enzarzarme en aquellas peleas, a pesar de ganarlas, era que luego tenía que soportar una larga y aburrida charla de Jeremy de que debía tener cuidado, protegerme y evitar a los seres demasiados peligrosos, vale que me quisiera, pero no era de cristal, podía aguantar bien el dolor, un par de golpes, algunas heridas... no eran nada comparado con lo que sufrió el demonio cuando lo inmovilicé y comencé a recitar de memoria y casi con pesadez el ritual de exorcismo.

Comenzó a revolverse, dificultándome el sujetarle, no podía dejar de hablar, así que lo estampé contra el suelo, boca abajo, retorciendo su brazo y con mi rodilla en su espalda para evitar que se levantara. No sólo había sido arrogante e idiota, si no que parecía del todo primerizo y e incapaz de defenderse, si tenía algo soprendente planeado, había perdido su oportunidad de mostrármelo.

Al terminar de recitar el texto un cuerpo incosciente yacía debajo de mi, un recipiente vacío, que recobraría el sentido con una extraña e incómoda sensación de desconcierto, casi sin recordar nada... nunca había sido poseída, pero sí había tenido la oportunidad de ver las reacciones de quienes sí lo habían sido, sus testimonios me había puesto los pelos de punta.

Con mi tarta en el plato, el tenedor sobre ella y mi atención dividida entre el espectáculo que tenía lugar fuera y también en cómo podría lograr que el camarero no mirara por la ventana, el tiempo parecía pasar más despacio, pero no del modo exasperadoramente lento en el que lo hace cuando estás haciendo algo que te aburre, sino más bien del modo en que te puedes permitir disfrutar de cada instante de lo que estés haciendo. Por primera vez en bastante tiempo me pude permitir acomodarme en mi asiento y simplemente observar cómo Kyra luchaba contra aquel demonio, en una lucha que se me tornó algo nostálgica. ¿Cuánto tiempo hacía que no luchaba contra un demonio para liberar a su recipiente y mandarle de vuelta al Infierno del que había salido sino más bien para lograr tener una buena herida de la que beber cuanta más sangre mejor? Demasiado, tanto que ver la vehemencia con la que ella luchaba contra aquel ser, en otros tiempos de pesadilla pero ahora simplemente de mi realidad diaria, me despertaba recuerdos aún más antiguos que los que me habían llevado a recurrir a la sangre de demonio, recuerdos más propios de mi anterior vida, la de antes incluso de venir a Estados Unidos. Me recordaba a los tiempos en los que comenzaba a ser una cazadora, allá en Inglaterra con mi abuelo, y aquello sí que era algo en lo que hacía tiempo que no pensaba. ¿Cómo reaccionaría él si supiera en lo que me había convertido? Probablemente me rechazaría y se olvidaría de mí, o al menos eso pensaba. Hacía demasiado tiempo que había muerto, y siempre había sido muy impredecible. No como yo.
Continué mirando por la ventana, viendo cómo luchaba contra él con una facilidad pasmosa hasta que, al final, le inmovilizó en el suelo. Ahora tocaría un oportuno exorcismo en latín para librarse de él y evitar que él causara daños y que yo tuviera tentaciones de beber de él. Lo que ella no sabía (no tenía por qué hacerlo, la verdad) era que no sería la primera vez que bebía de un humano, aunque su sangre ni me fortaleciera ni me gustara tanto como la que contenía algo de esencia demoníaca. Ni la primera vez ni la última, porque sabía que cuando la sangre de demonio escaseaba no me quedaba otro remedio que beber humana. Terminé la tarta y pagué al camarero, con propina como agradecimiento por no haber estorbado y no haberme hecho matarle o quitarle de en medio, y me levanté de allí, dispuesta a irme sin una sola mirada atrás. Tal vez volvería, que la cafetería en cuestión me gustaba bastante. La gente solía meterse en sus propios asuntos y evitabas mirones indiscretos, cosa que siempre viene bien para mantener intimidad. Y la intimidad es el mejor tesoro que podías tener.
Salí por la puerta mientras ella estaba pronunciando aquel ritual, exorcizándole mientras el demonio se revolvía bajo ella. Sólo cuando su cuerpo quedó inmóvil en el suelo, muestra de que aquello había funcionado, y ella se levantó del suelo, dejando al recipiente allí, me permití acercarme, y en cuanto estuve lo suficientemente cerca le di un breve aplauso, con expresión divertida. En el fondo le agradecía que se hubiera ocupado de él y que ahora el problema de mi sed estuviera más aplacado, pero no podía evitar sentirla aún, dentro de mí y carcomiéndome como sólo ella sabía. Y ni siquiera una cazadora que pudiera eliminar a las tentaciones de mi vista iba a lograr solucionarlo, pues se necesitaba muchísimo más que simplemente eso para eliminar algo tan arraigado en mí. La ventaja era que, a pesar de todo, podía sentir ciertas esperanzas al respecto y me consideraba lo suficientemente optimista (al menos en aquel momento, y eso en mí era bastante extraño) como para pensar que tal vez podría superar mi sed. Tal vez sí. - Lo has hecho muy bien, gracias por librarnos de él. - dije, poniéndome a su lado. Me agaché y comprobé que el pulso del pobre hombre estaba como debería, y después me levanté para mirarla a los ojos, como preguntándole ¿y ahora qué?

¿Aplausos? Vaya, la primera vez que alguien me felicitaba por hacer mi trabajo, al menos de aquella manera. Me contrariaba la actitud de Amanda, su sangre fría. Durante un tiempo me habían preocupado las personas que eran poseídas por demonios, pero poco a poco simplemente había dejado de verlos así para pasar a considerarlos tan sólo recipientes. Si tenían que morir, daba igual, prácticamente ya lo estaban por haber sido elegidos.

-Se supone que es mi trabajo ¿no?- y yo que me conformaba con ser dentista o alguna tontería de esas y había terminado matando sobrenaturales. -No tienes que darme las gracias, no estabas bien y...- no terminé la frase, no quería parecer demasiado preocupada, acabábamos de conocernos, pero básicamente, si estaba en mis manos ayudarla, al menos aquella vez, la ayudaría, no por ser cazadora y pretender de algún modo salvarla, si no por ser persona y no poder soportar que a buenas personas les ocurrieran cosas como aquellas.

Mirarla era como mirar uno de mis posibles futuros. Habia sido cazadora y ahora la sed de sangre la cominaba ¿qué me pasaría si permitiera a Jeremy convertirme? No quería perder mi humanidad, volverme fría, más fría, matar y no sentir nada, disfrutarlo... temía llegar a disfrutarlo, volverme como Odette, que él dejara de quererme por cambiar. Definitivamente no quería pensar en eso en aquel momento, no con Amanda ahí.

Miré el cuerpo tendido en el suelo, inconsciente y me encogí de hombros. -Llamaré a una ambulancia, que ellos se ocupen- yo ya no podía hacer nada más. Fui a una cabina telefónica cercana, no quería utilizar mi móvil y llamé, dando la dirección de la cafetería sin muchos más datos, no quería estar metida por el medio, no con mis antecedentes. Me dirigí luego de nuevo a Amanda. -Será mejor que nos vayamos de aquí-

Sí, era su trabajo, como tanto tiempo había sido el mío hasta que no había tenido otra opción que dejarlo porque ya no encajaba en aquel mundillo. Siempre había sido distinta a la mayoría de los cazadores, que sólo por tratarse de una criatura sobrenatural la eliminaban, sin tener en cuenta que podía no ser una amenaza sino más bien alguien que sólo buscaba vivir su vida sin molestar a nadie en el intento, y ahora que me había convertido en lo que normalmente se cazaba (aunque, de nuevo, yo no habría cazado nunca a un medio demonio porque normalmente ellos no tenían la oportunidad de elegir lo que eran y trataban de vivir sus vidas en paz) no había lugar para mí frente al resto de fanáticos que, a excepción de unos pocos, componían el gremio. Era una vida a la que ya no me adaptaba, y dejarla había sido lo mejor que podía haber hecho en mi vida. Aún así había maneras y maneras de hacer el trabajo, y la suya, tan profesional y fría sin eliminar el factor de la efectividad, me había impresionado realmente. Era buena en lo que hacía, y no tenía razones para no sentirse orgullosa de ello.
Comenzó a decirme que no tenía por qué darle las gracias, que yo no estaba bien y que era algo que había hecho por mí. Me sorprendía que, a pesar de conocernos desde hacía poquísimo tiempo se preocupara ya por mi salud o por mi estado, pero me alegraba, en el fondo. No tenía demasiados amigos, mucho menos desde hacía cuatro años, y una más siempre era de agradecer. - Gracias de todas maneras. - dije, encogiéndome de hombros.
La opción de llamar a una ambulancia para que se ocuparan de él y esfumarnos nosotras de allí era, sin duda, la mejor, porque así no nos meteríamos en líos porque nos enlazaran con la escena del misterioso crimen, delito, o lo que quisieran creer que había pasado, cualquier cosa excepto una posesión demoniaca ahora fallida. Los humanos y los que no sabían de este mundillo vivían muy bien, protegidos en sus burbujas de ignorancia, y lo mejor sería dejar que siguieran así para evitarles líos e inconvenientes. Se alejó y llamó desde una cabina, lo idóneo para no dejar rastros, y después volvió, diciéndome que lo mejor sería irnos de allí. Concordaba con ella, no sólo por el tipo echado en el suelo, sino también porque el mono de sangre me estaba debilitando y me sentía cansada, tanto que no me tenía casi en pie. Lo mejor sería no molestarla más e ir a dormir un rato, a ver si así se me pasaba. Sí, eso sería lo mejor. - Si no te importa creo que me iré yendo a casa. Demasiadas tentaciones me agotan. Ha sido un placer conocerte, Kyra. - dije, como despedida, y le di la mano. Ya nos veríamos en alguna otra ocasión, eso seguro. Me despedí de ella con un gesto y giré en dirección a mi piso para tumbarme sobre la cama y simplemente dormir, en paz y tranquilidad. La anhelaba.

OFF: TEMA CERRADO