Plaga de posesiones (Ragnos)

Había llegado un cadáver al hospital, y era raro. Tenía unas heridas que deberían haberle causado la muerte hacía tiempo, y sin embargo varios testigos habían visto caer muerto a este señor hacía apenas dos horas. Afirmando que " había salido humo negro" del cuerpo. Obviamente nadie les hizo caso, dijeron que sería producido por las sombras de una farola, o los focos de un coche, pero yo sabía qué era exáctamente lo que había pasado. Una posesión. Y no era la primera que teníamos. En la última semana varios cuerpos habían aparecido muertos con heridas que habrían matado a cualquiera en tiempo record.

Empezaba a ser un tema preocupante, y conocía a alguien que podría "ayudarme". Sí, probablemente no fuera mi mejor opción, me llevaría directa a alguna trampa, pero si me ayudaba a saber a qué se debía este incremento repentino, valdría la pena. Y no iría desprevenida. Debía tener cuidado. Cojo el móvil y empiezo a buscar su número.

-¿Ragnos? Espero que no tengas nada que hacer, porque te necesito... mm estoy en el parque en Townhidden.-suspiro-No sé si te dará beneficios o nó.-espero-¡Oh! ¡Venga! Si habitualmente te vale con que me metas en algún problema del que creas que no voy a salir, pero que salgo y con la información que necesito. Asique te espero, no tardes.-cuelgo y me recuesto en el respaldo. En ocasiones tenía una vena demasiado masoquista. Meterme en un problema para intentar salir de otro, que en verdad será salir de dos. Debería ir a un loquero....

¿Quién coño tenía los suficientes cojones como para despertarme taaaan temprano? Me cago en su puta madre. Me incorporé, semidesnudo. Sin duda la belleza de la noche pasada ya se había largado. Gruñí mientras me incorporaba y comprobaba que el teléfono, había recibido una repentina llamada, y sin duda, había alguien dejado un mensaje.

Gruño tras escucharlo. Mi querida belleza Martha, ¿cómo no? Gruñí para después incorporarme. Era la única lo suficientemente espabilada que no había caido en mis trampas más simples. Algun día, le daría por usar unad e las complicadas, pero no estaba por la labor.

Me levanté, medio sobado y me hice un café del cual bebí. Ni me duche, ni nada, simplemente desorodante, ropa limpia nueva y cogí tranquilamente uno de mis vehículos. En este caso, un Ferrari deportivo rojo.

Mi llegada se anunció con el rugido del motor y tras aparcar y coger mis gafas de sol, las cuales me puse, salí del coche y salí dirección al parque, donde me encontré con ella.

-¡Hombre, mi sexy amiga! ¿¡Cómo estamos?! ¿Problemas, eh? - avancé en silencio hasta estar próxima a ella y saludé con una burlona reverencia. Mis modales nunca cambiaban. -Bien, ponme al tanto, no tengo mucho tiempo

Un par de parejas habían pasado delante de mí antes de que apareciera Ragnos. No había cambiado, seguía igual de poseido e igual de chulo. Sonrío y me levanto observando su coche. Silvo.

-Guau, tantos años de amistad y nunca me has regalado uno así. ¿A quién hay que matar para conseguir uno?-sonrío- a ver si te estiras y me regalas uno.

Le invito a sentarse a mi lado. Él se sienta en el banco y yo subo mi culo hasta el respaldo, apoyando los pies en el banco propiamente dicho.

-Últimamente ha habido un exceso de posesiones por la zona. Siempre ha habido obviamente, tenéis la sucia costumbre de venir a nuestro mundo, pero lo de ahora es descomunal y quiero saber por qué. Quiero saber quién esta llamando y organizando a tanto demonio, acabar con él y solucionarlo todo. ¿Crees que podrás ayudarme a descubrir algo?

Enarqué una ceja, entre pícaro, divertido y curioso, desde luego, no había una manera clara de describir el gesto que se dibujo en su rostro. Miré nuevamente mi "buga" y miré ahora a Martha:

-Cuando echemos un polvo ya hablamos - ironicé para después con total tranquilidad cerrar el coche. Después llevé mi mano a mis bolsillos. Uno a uno y otro a otro, cogí un cigarrillo que encendí y tranquilamente comencé a fumar, observándola para después, sentarme con tranquilidad, mirando a mi alrededor.

Escucho el problema. En mi mente, una socarrona sonrisa se dibuja muy lentamente, pero prefiero ocultarla, al menos para ella. La miro de reojo y ladeo la cabeza:

-Hay numerosas opciones que pueden pasar por tu cabeza, todas sin duda conciernen a una persona. Me sorprende que la actividad se haya disparado, sinceramente. - le di una calada a mi cigarro. -Eso se traduce en clientes a mi bar, ¿qué mal te causa, coño? - comenté y finalmente gruñí. -Bien, ¿qué me das por la información? - dije seriamente.

¿Un coche por un polvo? ¿Acaso se había pensado que era su puta o algo parecido? Tendría que matarle algún día.. cuando dejara de serme útil. Le cuento el problema y se queda un rato pensando, pero no había que ser un lince para darse cuenta de que ya estaba planeando en dónde meterme para matarme. Y lo peor, esque si de verdad lo conseguía, él saldría como inocente porque en verdad me estaba ayudando con una cacería. Maldito simpático cabrón. Esos eran los peores.

-¿Que qué mal me causa? Todas las muertes de las personas a las que poseen, ¿no te parece suficiente? Porque sinceramente Ragnus, tu bar me la sopla tanto que no te puedes hacer una idea, y con él tus ventas y tus clientes. En cuanto a tu beneficio, con meterme en algún lío con posibilidad de acabar muerta pensé que te era suficiente, pero si no lo es ¿qué quieres?

-Baaah, pamplinas. Todas al infierno y a vivir la vida que son dos días chata - contesté tranquilamente a su rotunda afirmación. Le dediqué una socarrona mirada, a la par que divertida y finalmente, le dí otra calada a mi cigarrillo.

La miro finalmente a los ojos, quitándome las gafas de sol y mostrando mis amarillentos ojos unos segundos.

-¿Crees que te voy a matar como en muchas veces lo he intentado? Eres la única que fue lo suficientemente lista como para darse cuenta, el resto, son gilipoyas. Así que te diré una cosa, renovaremos nuevamente el pacto, en el que no dirás nada de mi sucio juego. Si lo rompes ya sabes las consecuencias - dije muy seriamente. -Respecto a ti y a tu bonito trasero, y a esas ansias de patear demonios... - di una calada a mi cigarro.

-En efecto, hay algo gordo moviéndose. ¿El qué? Eso es misterio del show. Pero, eso sí, te diré que hay un demonio que ultimamente está haciendose con un pequeño ejército particular. - comenté tranquilamente. -[b]¿Más pistas, o lo deduces tú solita?[/(b] - dije socarronamente.

Se quita las gafas dejándome verle esos ojos amarillentos, que personalmente, me ponían los pelos de punta.

-¿Yo no digo tus planes y tú no me matas?¡Eres un demonio! ¿enserio quieres que me lo crea?-sonrío con ironía

Pero bien, si él me decía lo que sabía a cambio de que confiara en mí y " que no dijera nada a mis amigos y conocidos sobre él", era una condición muy beneficiosa para mí, pues obviamente, no iba a cumplir mi parte del trato. Bien pero debíamos volver al asunto. El ejército de demonios.

-¡Ay Dios mio!-ironizo-¿Un demonio creando un ejército de demonios? Por dios menos mal que solo hay uno con esas características ¿eh?-encojo los hombros-Si quisiera jugar a las adivinanzas, no te habría llamado. Quiero nombres, y datos.

-Te daré esos datos cuando aceptes el trato. Recuerdas nuestros anteriores tratos, ¿no? La sangre, en el suelo y el sello. - sonreí burlonamente. Ella sin duda no se le iba a escapar ninguna vez. Tomé su mano con suavidad, mirándola con tranquilidad a los ojos.

-Si fueras otra, te hacía un tajo entero en la mano. Pero con una gota de tu sangre me basta. Pero antes que nada, ¿aceptas entonces? - dije muy seriamente.

No me reía, no me burlaba, eran mis condiciones, era mi juego, y nadie me ganaba en mi juego.

No me quedaba otra, si quería información debía sellar el maldito trato. Y pensar en alguna forma de arreglar lo del trato después. Asique extiendo mi mano y retiro la mirada mientras me hacía un pequeño corte para obtener mi sangre.

Contento con el trato sellado, le miro algo molesta, estábamos perdiendo demasiado tiempo.

-Bien ya lo hemos sellado, ahora habla. Puede que tú cambies de envase, pero yo algún día me moriré de vieja, y no me gustaría que fuera aquí contigo asique... ¿crees que podrías darte un poco de prisa?

Observé la sangre, mientras murmuraba algo ininteligible durante unos segundos para después, mirarla con mis ojos amarillentos que poco a poco, tornaron a la normalidad. Sonreí burlón y me encogí de hombros:

-Por una vez, no te tenderé una trampa. Porque es la realidad. Hay rumores, de que cierto pez gordo ha vuelto. Y para qué negarlo, hay muchos demonios muy alterados. No sé de que pez gordo hablan, pues hay muchos, pero muchos demonios están tratando de hacerse con su particular armada para evitarse problemas - dije muy seriamente, pues era la realidad. Muchas veces mentía, pero esta, no era una de esas ocasiones, pues, tal vez el trabajo de la cazadora, le sirviera para su negocio particular.

-El caso es, que hay uno en cuestión llamado Rodgort, opera por esta zona según tengo entendido y el muy gallito está intentando reclutar un buen ejército para armarla parda - le dí una calada a mi cigarro.

-¿Qué más decirte? Es un subnormal que suele ir a mi garito a joder la marrana, tienes mi permiso para cargártelo, me haces el trabajo sucio, chata - dije tranquilamente.

Asique ese era su beneficio. No me mete en ninguna trampa porque si elimino a ese demonio, es bueno para su negocio. Ya me extrañana que hiciera algo altruista.

Bueno, asique mi intuición era acertada. Un demonio creándose un ejército. Me preocupaba ese pez gordo que decían que había vuelto, pero ya me ocuparía despues de ver qué tenían de verdad esos rumores.

-Asique Rodgort... y dime ¿es familiar tuyo?-sonrío con ironía-Bien, veo que a tí también te beneficia, asique cuento con tu ayuda para exorcizarlo, y si se puede, salvar a su recipiente. Aunque dudo que esa pobre persona pueda ser salvada. Y dices que va por tu bar ¿mm? Qué te parece si me llevas a tu bar, me invitas a algo mientras esperamos a que aparezca, y una vez venga, le invitas a entrar en una habitación donde previamente habré hecho un dibujito muy bonito y algo... "encerrante" para vosotros. Le entrevisto, le exorcizo y un problema menos para los dos. ¿Estamos juntos en esto?-le miro extendiendo la mano que no tenía la herida.

-¿Familiar mio? Y un cojón - dije simplemente para después darle otra calada a mi cigarrillo. Después, miré fijamente a Martha, sonriendo ligeramente para después, estirarme con tranquilidad.

-Muy bien, pero yo me mantendré alejado de ese círculo si no te importa, ¿vale? - dije sonriendo ligeramente, para después, observar su mano.

¿Como corresponder a ese gesto tan humano? Ladee la cabeza mirándola, para después, sonreir ligeramente, tomando su mano y dándole un beso en su mano. Reí burlón. Mis modales antiguos jamás dejarían de sorprenderme.

-Tú guias chata, yo me encargo del resto

Me coje y me besa la mano, aceptando mi propuesta de ser aliados, al menos por esta vez. Aunque matiza que no se acercará a mi círculo.

-Una pena-murmuro-Podría haber cazado dos demonios de un círculo-me río y me levanto del banco.

-¿Qué te parece si me llevas a tu bar y preparamos todo?

Por suerte había cogido todo lo necesatrio para lughar contra demonios, incluida una tiza para hacer el círculo. Distraidamente toco el tatuaje que tengo en el vientre aportándome tranquilidad. No puedo decir que no doliera, pero era una tranquilidad saberse protegida de posesiones por un simple tatuaje. Debería ser obligatorio ponérselo a todo el mundo. Nos libaríamos así de un buen problema.

-Podrías hacerlo, sí, pero perderías una "valiosa" fuerte de información- maticé en valiosa, al igual que peligrosa. Era cierto, él era una fuente de información, pero era muy peligrosa siempre, y por lo general, muchos cazadores acaban estirando la pata.

-Nah, nah, mi bar es territorio neutral, no se toca. Elige otro sitio, pero mi bar es sagrado - dije muy seriamente, acomodándome con total tranquilidad, aun sin levantarme, mirándola fijamente a los ojos, esperando otra sugerencia más adecuada a mis ideas.

¿Neutral? Me reía de ello.

-¡Oh claro! Entonces podríamos sugerirle por favor que vaya a una casa abandonada donde encontrará un circu....-sonreí cortando la frase a medias. Quizá esa fuera la alternativa-vale, si no quieres usar tu local, ¿qué te parece si lo llevas a la casa abandonada? Está en aquella dirección-le señalo detrás de nosotros, aunque desde allí no se veía-Es mundialmente conocida.-Sonrío-Dile que conoces la localización de una cazadora, o que tienes algo para él. Inventate lo que quieras, pero tráelo aquí. Y una vez en la casa, haz que vaya al salón. Tendré el círculo preparado. Y procura no entrar en él. Acabarías igual de encerrado, torturado y exorcizado, y claramente, ninguno de los dos queremos eso ¿no?

Le miro experando su próxima objección. Era desesperante y seguro que se le ocurría algún matiz, detalle o simplemente cualquier tipo de pega para no aceptar mi plan.