Descanso? [Amanda]

Bueno después de todos los días pasados, estaba segura de que tantos ataques no eran buenos, si no acababa muerta ya, igual viviría todo lo que me quedaba de vida, sufriendo los ataques de los monstruos esos, Joder! Que cansada estaba ya de ser una mierda, una débil y asquerosa humana, por supuesto no tenía ninguna intención de ser como ellos, antes acabo muerta, pero como cansaba.. estar continuamente, a merced de sus torturas, y con la ultima, incluso había acabado en el hospital, cada vez tenía menos suerte, y como odiaba que estuvieran detrás de mí para protegerme, fuese quien fuese, eso todavía lo hacía más difícil, definitivamente me estaba volviendo loca, solo me faltaba darme a la bebida, o la droga o cualquier cosa, y dejar de ser yo misma, que a este paso poco faltaba, me aburría, necesitaba tranquilidad, necesitaba alejarme de toda la mierda que había en el pueblo, me acerque a Houston, haría algunas compras, hablaría con algunos proveedores del restaurante, y después de noche, o mejor al día siguiente, volvería a Townhidden, cada vez tenía más ganas de largarme de ese lugar, había vuelto para encontrar la tranquilidad, que siempre había reinado en el lugar, pero no, me había encontrado, con un pueblo atemorizado, lleno de monstruos, y vete tú a saber que mierdas mas, lo único bueno que podía pensar que había reencontrado era a Shady mi mejor amiga de la infancia, seguía igual, un sol de persona, también estaba Mark, que me empeñaba en verle como un monstruo si o si, aunque no lo consiguiera nunca, y…Jesse, estaba aparte, ni siquiera sabía que pasaba con él, un buen chico, adorable, pero.. como todos escondía algo no? Y todavía no sabía lo que era, y esta vez no podía decir que me era igual, como todo lo demás, lo cierto es que me hubiera gustado saber mas cosas de él…
Aparque mi coche en un parking privado, y después me dirigí hacia la plaza, lo cierto es que ya había hecho varias cosas, y ahora tocaba relajarme un poco, en uno de los puestos estos que hay en las plazoletas, compre un refresco y después me senté en uno de los bancos de la plaza, en el lugar más tranquilo, que por suerte, estaba cerca de un pequeño estanque, estaba cuidado y me gustaba, me quede quede mirándolo, en realidad solo miraba un punto fijo intentando despejar mi mente de mil cosas distintas, para evitar que me estallase.

Salí del motel de buen humor, por una vez. No era algo que en mí se diera con bastante frecuencia, pero a veces, en días tan aparentemente señalados como hoy, sí. Y lo mejor era disfrutarlos lo que pudiera, al menos ahora que no me apetecía demasiado causar una masacre. Sí, lo sé, eso es algo bastante extraño desde aquel día y aquel encuentro con Odette, pero era así. El día anterior me había surtido bien de sangre de un demonio patéticamente débil, de esos que no sabían lo que se les venía encima hasta que era inevitable su desangramiento pero que era lo suficientemente fuerte como para suponer una diferencia con alguno que ni siquiera me hacía sentirme mejor al beber de ellos. Estos como el que había matado eran mis favoritos.
Nada más salir de la cama, vestida sólo con la ropa interior de encaje, me vi las miles de marcas que me habían quedado tras mi encuentro con Nikki y, después con Sikki, que era el responsable de todas y cada una de ellas. Me recorrió un escalofrío cuando pensé en él, y me hizo ir directa a la ducha, con agua bastante fría, para evitar que la cosa pasara a mayores. Después me vestí con unos vaqueros claros, las converse negras y una camiseta larga de manga corta que dejaba ver parte de mis heridas, pero eso lo solucioné con una chaqueta negra de cuero. Hacía algo de fresco, así que ni tan mal.
Me enganché la música y me fui hasta la estación de autobuses, para coger uno directa a Houston. No sabía por qué, tal vez por recordar en directo todo lo que me había pasado en aquella ciudad (tanto malo, como aquella bronca entre Nikki y James que había sido el desencadenante de que ahora yo fuera lo que era, como bueno, mi último encuentro con Nikki/Sikki, porque ya habían sido ambos) o simplemente porque allí podría encontrar más sangre, la cuestión fue que nada más llegar me pasé por el Starbucks y me cogí un capuccino para llevar. Comparado con mi nuevo y sangriento vicio, aquel café era hasta soso, pero no todo podía ser tan bueno como la sangre y también tenía que comer de vez en cuando, así que me lo fui tomando mientras paseaba por la ciudad, hasta llegar a la plaza mayor. Qué de recuerdos me vinieron al ver el lugar donde James y Nikki se habían peleado hasta mandar a Jimmy al hospital. Si te fijabas bien hasta los restos de su sangre podían verse, o eso o era yo que la olía especialmente porque tampoco él era del todo humano. La ignoré para no ponerme a lamer el suelo, que capaz me veía, y fui hasta un banco enfrente de un estanque, donde había una chica rubia con apariencia de tranquilidad y sin dar guerra a nadie.
Me senté con mi café y mi música, simplemente observando a mi alrededor, cuando unos drogadictos con pintas se pusieron a molestar a la chica en cuestión. Me fijé en ellos a ver si Nikki estaba, pero como imaginaba mi mente me jugó una mala pasada. Estaría durmiendo la mona o bueno, estaría dentro de la mente de Sikki, atrapado en su propio cuerpo. Le decían de todo, cosas como que se fuera con ellos o incluso que la querían violar, y varios de ellos se acercaban a tocarla. Mi lado de buena samaritana salió a la luz y me levanté en su dirección. Bastó una mirada para que se dieran cuenta de que algo en mí era más peligroso de lo que parecía y que entendieran que, sin palabras, les estaba echando. En cuanto se fueron negué con la cabeza y me encogí de hombros. - No dejan estar a una tranquila ni a la luz del día, de verdad. - dije, exasperada. Luego la miré con curiosidad. - Soy Amanda. - me presenté. Empezó a entrarme calor y me quité la chaqueta, dejando ver las marcas de mis brazos que ahora parecían más y más rojas, pero me daba igual. Me lo había pasado tan bien que hasta merecía la pena, y de hecho ahí era donde menos tenía. Si viera el resto de mi cuerpo alucinaba. En cualquier caso me senté a su lado y me quité el iPod, cansada de oír música.

Estaba tranquilamente en el banco, mirando un punto fijo cuando unos cuantos drogadictos se acercaron a mí, me quede quieta, ignorándoles, tal vez así se iban, después de un rato seguían diciéndome obscenidades, incluso alguno intento tocarme, me limite a ignorarles y a pararles cuando me tocaban, pero eran muchos, cuando escuche que alguien se giraba, me acerque y vi que era una chica, quizás más mayor que yo no podía estar segura, volví a girarme antes que mi integridad física mental, me preocupaba mas la de otra persona, no quería que le hicieran nada por intentar ayudarme, me quede quieta, sin saber qué hacer, pero de repente el grupo de asquerosos, decidió que era mejor largarse, me quede estupefacta sin entender nada, lo cierto es que me sentía aliviada, aunque no lo mostrara demasiado, estaba segura de que desde fuera se me debía ver como una pequeña muñeca de porcelana helada, y frágil además, volví a mirar a la chica, y vi como negaba con su cabeza y se encogía de hombros, vi también como me miraba y se presentó finalmente, la mire sin saber que decir, volví a sentarme en el banco y susurre -Lo..siento.. soy todo un imán para los problemas..- admití, sentía hasta ganas de ponerme a llorar, debía admitirlo todo aquello, una tras otra, una tras otra, me estaba empezando a afectar, y es que siempre salvaba el trasero de milagro, pero.. y el día en que estuviera sola y nadie llegara, para ayudarme, pues.. entonces ese día acabaría todo para mí, y la verdad empezaba a desear que aquello pasara ya, mire una piedra que había en el suelo, vi de reojo como se quitaba la chaqueta, no pude evitar abrir los ojos al ver las marcas de sus brazos pero enseguida desvié mi mirada, para no incomodarla, se sentó a mi lado, recordé que me había dicho su nombre pero lo cierto… es que ni llegaba a recordar cual era, la mire de nuevo después de coger aire profundamente -Perdona.. yo.. me llamo Ruth.. y gracias.. por..ya sabes..- señale hacia el frente refiriéndome a los hombres -bueno.. a eso..- tampoco sabía que había hecho, pero estaba segura que si se habían ido, era en parte gracias a ella, quizás no era una humana, quizás, era la próxima que iba torturarme, todo podía ser..
No podía creer todo lo que me pasaba, o era la mujer más gafe de todo el planeta, o es que realmente tenía un radar para esas cosas, que debía decir aquí estoy! Ideal para torturar! O algo por el estilo.. desde luego otra persona en mi lugar, estaba más que segura que ya se hubiera quitado la vida, o hubiera suplicado para que lo hicieran, pero mierda! No! Yo no tenía que tener miedo a todas esas cosas, tenía que ser siempre orgullosa y fuerte, no podía derrumbarme ni un segundo, no señor, empezaba a cansarme de ser siempre la niña perfecta a la que sus padres querían mucho, ellos ya no estaban aquí, y yo.. estaba más que harta de todo, y no lo podía evitar, juro que había intentado mantenerme a salvo, pero como? Si en cada lugar al que iba había un sobrenatural o un drogadicto dispuesto a tocarme la moral.

- Tranquila, no me supone mayor esfuerzo encargarme de poner a unos yonkis en su lugar. - le dije. Se había vuelto a sentar después de aquella pequeña intervención de esos tipos que ahora se iban y desaparecían de nuestra vista, y parecía que la situación era demasiado para ella. Honestamente, tenía toda la pinta de que iba a romper a llorar de un momento a otro. Un encuentro con unos tíos salidos y estúpidos probablemente no era la causa de que ella se encontrara así, sino que más bien sería el detonante de aquella pequeña bomba de relojería que ella parecía guardar en su interior, aguardando para explotar. Y en esa situación no podía sentirme menos cómoda. Animar a los demás, o simplemente buscar palabras de consuelo adecuadas para aliviar los problemas que hacen que sus corazones pesen como anclas de un barco nunca había sido lo mío, ni siquiera cuando había sido una simple humana con problemas de estudios y nada relacionado con la maldita caza. Dios, hacía tanto tiempo de eso... Yo siempre había sido más de dejar hablar a los demás y que se desahogaran, porque sabía escuchar, pero ahora simplemente no creía que pudiera hacerlo. Eso era algo que la antigua Amy podía hacer, pero ahora no creía que fuera posible que yo pudiera escuchar sin soltar alguna de mis perlas. Ni de coña.
Me dijo que se llamaba Ruth, y no se me pasó por alto la mirada que le echó a mis brazos, con los ojos bien abiertos. Normal, cualquiera que lo viera hasta habría disimulado menos que ella. Dadas las circunstancias al menos tuvo tacto, pero no pude evitar sonreír, porque me había gustado y mucho el hacérmelas. También tenía un chupetón en el cuello del tamaño de un autobús, pero llevaba un collar a modo de gargantilla que más o menos lo tapaba. Todo por obra y gracia de Sikki, y ahora era yo la que tenía que disimularlo. - No tienes por qué darlas. Créeme, no es la primera vez que me lo hacen a mí y sé que no es lo más agradable. - concluí, encogiéndome de hombros. Que la miraran como si fuera un trozo de carne que llevarse a la boca no tenía que ser nada nuevo para una chica como Ruth, que era bastante mona, pero aún así si lo habías sufrido en tus carnes te dabas cuenta de que no, no era agradable en absoluto, y de aquel impulso de buena samaritana apareció y me impidió dejarla a merced de esas miradas.
Aún así había algo en ella que me resultaba curioso, como si supiera (o al menos se imaginara) que yo no era del todo humana y que si se me iba la pinza podía acabar con ella tan fácilmente como dándole una patada a una piedra, y a pesar de que humanos que sabían acerca de los asuntos de los cazadores no abundaban, algo me decía que ella era uno de ellos. O tal vez podía ser un demonio... Mejor prevenir que curar, así que cogí una petaca de whiskey de mi bolso que contenía unas gotas de agua bendita, lo suficiente como para no hacerle daño en caso de que lo fuera pero sí de mostrarla a mis ojos, y se la alcancé. - Lo mejor para librarse de los problemas es no ir sobria Y tengo la impresión de que tú tienes problemas mayores que este que acabamos de pasar, así que anda, bebe un trago. - le dije. Como consejo apestaba, pero la verdad sea dicha, es el mejor consejo que le podía dar, dadas las circunstancias.

La chica, que por cierto era muy mona, tenía el cabello ligeramente pelirrojo y sus ojos eran claros, tenía una apariencia difícil de descubrir, era guapa, sí, pero también tenía algo que la hacía parecer, temeraria o quizás peligrosa, además con esos cortes, eran muy extraños, la observe con disimulo, pues no quería molestara, y menos incomodarla, la verdad es que si la hubiera visto de lejos, jamás hubiera dicho que me hubiera podido ayudar, y menos se hubiera metido con una panda de drogadictos, vaya suerte, últimamente siempre me estaba metiendo el lios, y no precisamente porque los llamara, que mas querría que tener una vida sosa y aburrida como antes, me dijo que no tenia porque darle las gracias, oh yo creía que si debía hacerlo… no hubiera aguantado una más, si tenía que ser sincera conmigo misma, note como me observaba, de la misma manera que yo en alguna ocasión, cuando había pensado que no era una chica normal, pero.. la diferencia es que yo sí lo era, de repente saco una petaca y me la lanzo, la cogí y la mire con curiosidad, después me dijo que creía que lo mejor para olvidar, era no ir sobria, bueno razón tenía, pero yo tenía que beber litros y litros, para ir feliz, y eso teniendo en cuenta que era una simple humana, después dijo que se imaginaba que yo tenía problemas más grandes lo que acababa de pasar, la mire con una sonrisa divertida, no sabía que quería ni porque hacía aquello, pero me era igual, después me incito a beber, abrí al botella, y la olisquee disimuladamente, lo cierto es que parecía solo, wihskey, así que finalmente le di un trago, después suspire, la cerré y se la devolví dándole las gracias de nuevo
-muchísimas gracias por todo.. debería irme, encantada Amanda- murmure de manera dulce, mientras que me levantaba para irme.

Bebió de la petaca que le había acercado con necesidad, confirmando mi anterior impresión de que ella, por su aspecto, lo necesitaba. Y no la culpaba, la verdad, porque aunque no era la mejor para decirlo y probablemente si alguien lo escuchara se pensaría que soy una maldita egocéntrica (aunque todo puede ser, oye), ser guapa no trae nada que no sean problemas. Y ella otra cosa no (más que nada porque no podía juzgarla casi porque sólo habíamos intercambiado un par de palabras, nada más), pero guapa era un rato largo, y encima, como bien habían demostrado aquellos borrachos, drogatas, o lo que les apeteciera ser porque en el fondo ni me importaba, a los tíos en general les puede su cerebro inferior antes que el superior, y por ello chicas como Ruth tenían que tener sus problemas.
Pero a pesar de todo no daba la imagen de ser tan superficial como para que todos sus problemas se redujeran a chicos, así que lo mejor sería no tratar de indagar mucho en ellos. La razón es bastante simple: no me interesan los problemas ajenos, y mucho menos cuando es alguien a quien ni siquiera conozco. Además, siendo algo más empática con la pobre chica, no quería hacerselo pasar mal, o al menos peor de lo que podía estar pasándolo en ese momento y que su sed se alcohol atestiguaba, así que lo mejor sería callar y cumplir el viejo dicho: ojos que no ven, corazón que no siente. En ciega me convertiría si fuera necesario, pero iba a pasar olímpicamente del tema.
Me devolvió la petaca al final y me lo agradeció, gesto al que yo respondí inclinando la cabeza. No me costaba mayor esfuerzo hacerlo, la verdad. De una manera dulce, tan opuesta a la que yo solía emplear últimamente con cualquier persona que me encontrara, aunque la conociera ya de antes, me dijo que tenía que irse y volví a asentir, de acuerdo con ella. Sí, yo también, que se me empezaba a hacer algo tarde para causar una masacre y como perdiera de vista a aquellos tipos lo lamentaría, pues eran las víctimas perfectas. - Encantada yo también, Ruth. Ya nos veremos por ahí. - le dije, alzando la mano a modo de despedida. Ella se había levantado para irse y yo hice lo propio, yendo en dirección contraria mientras la escuchaba alejarse. Seguí el rumbo que los pasos errabundos de los yonkis les habían otorgado y acabé por acorralarles en un callejón, apartado de la vista, donde con expresión sádica comencé a ejercer mi arte. Suerte que Ruth no lo había visto ni lo iba a ver jamás, porque de lo contrario se escandalizaría. Y con razón.

OFF: TEMA CERRADO