Irrumpiendo la paz de un intercambio de droga (Hayley)

María pura por heroina persa. No era ni mucho menos una tan fuerte como la otra, pero la calidad de mi droga equilibraba la diferencia. Mi negocio era muy apreciado en la ciudad, y si pedía un encargo que yo no tuviese en mi propio local, aparecían rápidamente unas cuantas manos que pedían ser la elegida para el intercambio de productos. El afortunado ese día era un mafiosillo de tres al cuarto con aires de estirado que en el fondo solo utilizaba su impecable traje para esconder el terror que sentía estando en territorio desconocido. Vale, quizás mi nuevo despacho impusiese un poco, pero no era como para que se le fuesen cayendo las cosas a cada segundo que pasase. Le temblaban las manos, y aquello conseguió que perdiese rápidamente el interés por hacer más negocios con él de allí en adelante. Perdí el interés, la paciencia y la calma. Dirigiéndole más de una mirada asesina en cuanto bajaba la suya a su maletín (también impecable), logré que nuestra reunión terminase pronto, sin té ni galletitas saladas de por medio, como solía hacer. Es más, cuando llegamos al piso de arriba con el ascensor para despedirlo, le empujé disimuladamente para que saliese cuanto antes de allí. Después de que me diese las gracias por el trato unas mil veces, salió de mi despacho de pega que tenía en el piso del local y se alejó. Al fin podía respirar tranquilo... Me quité el sombrero para peinarme con un suspiro de cansancio el cabello siempre despeluchado, y cuando ya me iba de nuevo hacia el ascensor, un ruido sordo me paró en seco. Provenía de la entrada, y me temí lo peor. Salí con paso decidido a fuera y me quedé petrificado cuando vi frente a mí a mi negociador con el maletín a sus pies, abierto y mostrando toda la droga tirada por el suelo a la chica que había junto a él. Subí la mirada, esta vez sí que letal, hacia el pardillo con el que había hecho el intercambio, y cuando iba a soltarle una sarta de amenazas, cada cuál más sanguinarias, la chica habló, recordándome que aún podía guardar las apariencias. Podía y debía. Si no se me caería el pelo, literalmente. Mi querido pelo...

El unico local abierto aquellas horas era una tetereria, que se suponia que podia tomar alli adentro que no fuera simple té? Sabiendo que seguramente seria un mormo todo aquel local fui hacia alli topandome con uno de los trabajadores en la entrada.
Estaban cerrando. No me supondria mucha dificultad entrar alli dentro. Me acerque a el pasando mis manos por su pecho mientras susurraba palabras algo morbosas. No tardo demasiado en dejarme entrar.

Con un pie dentro del local deje que aquel camarero siguiera con sus ilusiones de possible folleteo aquella noche.
Un hombre aparecio de la nada, no lo habia visto al entrar, portaba una maleta muy junta a su cuerpo.
Algo inesperado paso en aquel momento. El camarero acabo tirando gran parte del té que tenia que servirme, encima mio, haciendo que yo me levantara de golpe chocando con el hombre de la maleta. Cai al suelo algo cayo encima mio, lo oli, nada, prove, era droga! Un chico aparecio de detras del mostrador con un gorro bastante mono.

- Se supone que mi té es este? -habia acabado con gran parte de la mercancia de aquel hombre por encima de mi cuerpo, pegada a mi, el té y la droga no eran grandes compañeros-

Me levante del suelo mirando a los dos nuevos integrantes del local. Por lo que veia alli dentro no solo se servia té.

Debía actuar rápido. Ya, ya, ya! Las milésimas de segundo que pasé allí de pie, sin saber como actuar, fueron como minutos y minutos de inercia y de complejo de pasmarote para mí. Pero en cuanto se completaron los tres segundos eternos, me apresuré a acercarme a ellos, estudiando la situación con miradas rápidas hacia la escena que había frente a mí. Al final decidí hacerme la víctima y mirar con recelo a mi negociante. Al fin y al cabo, llevaba desde que había empezado la reunión queriendo devolverle el sufrimiento que me había causado su ranciedad, y además, tenía ganas de patearle el culo.

- ¿Se puede saber que significa esto? ¡¿Droga en mi establecimiento?! - quizás sonó algo teatrero, pero la cólera que utilicé para echarle aquello en cara al mafioso disipó toda sobreactuación. Me acerqué unos pasos más hacia él, amenazante, y éste terminó retrocediendo los mismos, con terror.- Pídele disculpas ahora mismo a la señorita antes de que te eche patadas de aquí. ¡Éste es un lugar decente, maldita sea!

El hombre, aterrado, se giró rápidamente hacia la chica, y le hizo una nerviosa reverencia mientras murmuraba todas las formas de disculparse que conocía. Mientras tanto, me giré hacia el camarero que tenía al lado y le hice una señal que sólo él conocía. Al momento salió disparado hacia el almacén, y cuando volvió, llevaba como calzado en el pie derecho una enorme bota de montaña, el doble de grande que una normal. Mi hombre cogió del cuello de la camisa al mafioso, que aún seguía disculpandose, y lo arrastró a la calle, por dónde ambos desaparecieron al cerrarse la puerta. Vaya... al final me iba a perder la patada en el culo. Dirigí mi mirada al fin a la chica, con la que me había quedado a solas, y supe que era momento de ponerse comprensivo. Le di una ligera patada al maletín y negué con desaprobación.

- Puede que ahora mismo te estés preguntando qué clase de persona dejaría que un tipo como ese entrase en su local y se quedase tan pancho viendo el caos que ha provocado. Pues te diré que me siento terriblemente avergonzado por lo que acaba de pasar. La droga... Tu camisa manchada...- le comenté con dramatismo, y en esa última observación sobre su ropa me quedé unos segundos más de lo normal señalándola con la mirada, estratégicamente clavada en sus pechos, pero al final reaccioné.- Pídeme cualquier cosa y te será concedida. Todo con tal de olvidar este mal entendido.

Arquee una ceja al ver todo el dramatismo que le habia puesto aquel chico, al parecer el propietrario del local, se pensaba que quizas era estupida para no darme cuenta que toda aquella droga era de el?
Ante su proposicion pense varias cosas que me irian bien en aquel mismo momento, la mejor ropa.

- Con algo de ropa me contento -le sonrei ampliamente pasando por alto aquel pequeño fijamiento que habia tenido por mi ropa, para ser mas exactos por mis pechos-

Me levante de aquel frio suelo viendo como aquel chico con extraño gorro empezaba a caminar hacia detras del mostrador. Le segui. Aquel lugar era bastante estrambotico por quedarme corta con la palabra, un tanto especial se podria decir mas suavemente.
Pasamos por delante de puertas de todos los colores, desde azul asta turquesa asta pararnos delante de una, la mas llamativa de todas. Se suponia que aquel chico intentaba mantener como tapadera una increible mansion de la droga?

Abrio la puerta y entro dentro haciendo que yo volviera a seguirle. Alli dentro habia una estancia de "oficina", una mesa en el fondo blanca, varias sillas, un armario que ocupaba toda la pared del fondo y otro al lado de la mesa. Lo que mas llamo mi atencion fue el pequeño trozo de cesped que envolvia toda la parte en donde habian las cosas que supuestamente el usaria para hacer sus negocios.

Empezo a buscar dentro de aquel pequeño armario, yo observaba todo aquello asombrada, parecia dentro de un mundo totalmente diferente de donde en realidad estabamos.

Después de que me pidiese como único favor a cambio algo de ropa, asentí con la cabeza a sus palabras y nos dirigimos a mi despacho de pega, dónde cogimos el ascensor oculto que había en él y bajamos al piso inferior, pasando por aquellos pasillos tan extrambóticos (esquivando el huerto de droga) hasta llegar a mi despacho verdadero. Durante el trayento, me había estado planteando si un tipo común, el típico dueño de una tetería de barrio, sería capaz de tener en su local pasillos secretos como aquellos. Realmente, el dueño de una tetería, ¿qué narices iba a querer esconder con tanta habitación secreta? Empecé a inquietarme con mis propios pensamientos, dirigiéndole demasiadas veces una mirada de reojo y recelo a la chica, que parecía observarlo todo sin pensar en aquellos detalles. Pero quién sabe qué pensaría realmente... ¿Tan tonta sería para no caer en la misma conclusión a la que había llegado yo, poniéndome en su pellejo? No dejé de comerme el tarro ni cuando empecé a buscar ropa en el armario para ella. Cada vez sentía que una mirada acusatoria quemaba más y más mi nuca, esperando a que me diese la vuelta para echarme en cara que era un mentiroso y retorcido traficante de drogas y un asqueroso que miraba fijamente los pechos de las chicas que se le ponían delante con las camisetas mojadas. ¡Maldición! ¡Seguro que me había visto mirándoselas!

Me giré hacia ella con una camiseta negra con el dibujo de un conejo blanco y se la entregué, ahora mirándole más recelosamente que antes y con la mandíbula tensa por mi propia paranoia.

- Es de la camarera. Se le ensució como a tí estando aquí, la lavó como no debía y se le quedó pequeña. A tí supongo que te irá bien.- le comenté con indiferencia, y cuando ella abrió la boca, quizás para dar las gracias o para culparme de haberle mentido (seguro que era para echármelo en cara!), no pude más, y se lo solté.- Sí, está bien! Esa droga era mía, ¿de acuerdo? Y todas estos malditos pasillos se suponen que son secretos! ¿Porqué narices una tetería normal no puede tener unas malditas habitaciones secretas, joder?!

Terminé dándole al aire unos cuantos golpes histéricos que qedaron como una rabieta ridícula de un crío que no consigue lo que quiere. Y cuando se me pasó, le di la espalda y puse los brazos en jarra, buscando una razón para relajarme. Sólo una de todas las complicaciones que se me podían caer encima ahora. ¡Solo una! ¿Porque narices las chicas guapas siempre conseguían hacerme hablar?

No tardo demasiado en darme una camiseta de tirantes con un conejo en el centro de ella, blanco, ni por asomo era de mi gusto pero, no tenia nada mejor. La sostuve entre mis manos unos momentos, siempre me costaba mas de la cuenta dar las gracias a alguien, cuando iva a hacerlo el empezo a soltar todo aquello sobre la droga, se tenia que ser realmente tonto para no darse cuenta de que era de el. Tras quedarme unos minutos perpleja y asimilando todo aquello me saque la camiseta mojada por el té y me puse la otra, me quedaba un poco pequeña pero para un rato iria bien.

- No todas las chicas somos tan tontas como crees

Empeze a dar vueltas por aquella habitacion, grande, demasiado grande, era quizas asta mas grande que mi propio dormitorio.
Vi como volvia a estar mas relajado despues de tener el tipico berrinche de niño pequeño, le sonrei.

- Aun sabiendo que tipo de "tetereria" es, me resulta demasiado extraño todo esto, nose parece como si estuvieramos en otro mundo, jamas habia visto todo este tipo de muebles por la ciudad

Lo que mas extraño me parecia era aquel cesped sin contar la indumentaria que llevaba el, un gorro, chaqueta, camisa bastante llamativa... Aun asi, lo encontraba bastante mono.

- Porque llevas ese gorro? *la curiosidad algun dia acabaria conmigo*

Su primer comentario me hizo dar la vuelta y contemplarla con interrogación. Debió entender mal mi arrebato, por que para nada creía que era tonta. Es más, si me había dado aquel ataque de paranoia era porque dudaba de que hubiese desvelado mi secreto con su perspicaz inteligencia de mujer. Sí, la verdad es que sobrevaloraba a las mujeres de mala manera, pero lo mejor era hacer eso y no subestimarlas, porque así no te llevabas sorpresas indeseadas. Iba a sacarle del error a aquella chica tan extraña, que empezaba a llamarme la atención más allá del físico, pero entonces empezó a observar la habitación con aquella mirada llena de curiosidad y hasta de respeto. La seguí con la mirada mientras me paseaba al igual que ella con paso tranquilo después de oir su, por así llamarlo, halago hacia la estética de mi despacho. Caracterizarlo como "estar en otro mundo" me gustó, y a modo de reflejo, observé yo también mi alrededor con nuevos ojos. A aquella chica le gustaba... Me coloqué bien el cuello de la chaqueta y entonces me paré al escuchar su nueva pregunta, ahora demosntrándome que también sentía interés por mí. Pero, ¿qué clase de interés? Fruncí el ceño, pillándome por sorpresa su pregunta.

- ¿El sombrero? Um... Bueno, tal vez porque me llaman Hatter.- le dije obviamente, pero sabía que aquella escusa no servía, así que le sonreí encogiéndome de hombros, algo cortado por tener que contarle lo que me venía en mente. Pero al final, como siempre, accedí.- El sombrero pertenecía al tipo que me metió en este mundillo, un tio que sabía vivir la vida por lo alto y conocía todo el comercio. Pero eso sí, tan peligroso y temido como él no había nadie. Lo que también lleva muchas veces a tener muchos enemigos, aunque te teman. Yo ya le había advertido muchas veces por ese entonces de que se ablandase un poco o terminaría mal... Pero no me hizo caso. Y murió siendo atropellado. - terminé de contarle con indiferencia, pero ante su cara de horror, me di cuenta de que no me había explicado bien.- Ah, no, no. No fue nada personal. Fue atrpellado por un camión de la basura. Puro accidente. Pero el caso es que me quedé con su sombrero y toda su herencia se fue al traste, porque no tenía siquiera familia. Y eso es todo. El sombrero ha terminado siendo mi signo de identidad, y bueno... Supongo que cuando salga de este mundillo, dejaré de llevarlo. Si algún día lo hago, claro.

Terminé la explicación llegando junto al armario de la colección de teteras y abriéndolo para sacar una blanca con estampados azules de flores y hojas, con un aire oriental. Y entonces la miré con nostalgia, pensando que si dejaba algún día mi trabajo, perdería todo aquello. No tendría las ganancias que tenía ahora ni por asomo, y acabaría como mi padre. En la ruina y sin colección de teteras. De pronto, recordé porqué estaba aquella chica allí, y levanté la mirada hacia ella, recelosa.

- No pensarás contar nada de esto a nadie, ¿verdad? Porque si lo haces... - iba a decir algo horrible, pero en el último momento me callé y rebajé un poco mi tono amenazante.- Será mejor que no lo hagas.

Escuche toda la historia de cabo a rabo, iva atando cabos a todo aquello, le habia subestimado quizas? Parecia que no tenia ningun tipo de sentimiento hacia la muerte, como si todo aquello fuera una gran alegria para el, el haber muerto el antiguo propietario le convertia en el nuevo, quizas un tanto extraño para ser realidad.

Me sente en una de las sillas blancas con resplado inmenso, desde donde observe como Hatter, o asi era como se habia echo llamar antes, cogia lo que parecia ser una tetera blanca, frunci el ceño contemplando todo aquello, no tenia la tipica apariencia de chico que tome té y menos tener una gran inmensa coleccion como habia podido observar. La dejo encima del escritorio antes de añadir un comentario a todo aquello.

- Crees que seria tan estupida como para hacerlo? Es mas quien creeria que detras de esta tapadera demasiado bien montada hay un trafico de drogas? Quien viera todo lo que he visto antes pensaria que se trata de un psiquiatrico no de otra cosa

Soltar las cosas tal y como se me venian a la cabeza era algo que algun dia haria que mi cabeza no permaneciera en el mismo lugar de siempre.

- Es mas no creo que fueras capaz de hacerme nada, mas bien enviarias quizas a alguno de esos de antes -dije refiriendome al camarero con la gran bota-

Sin dejar de mirarla con desconfianza, dejé la tetera encima de la mesa, junto al sillón del anfitrión de la larga mesa blanca. Escuché sus comentarios sin llegar a convencerme ni una pizca de que esa fuese realmente su opinión. Apartando la idea de que me había ofendido comparando el local con un loquero y de que aún no me había dado una respuesta directa a mi pregunta, no me fie un pelo todabía de su palabra. Pero su último comentario... Aquello si que me obligó a sacar mi mirada peligrosa, aquella que mis enemigos y subordinados temían tanto de mí, pues nunca sabían como iba a acabar la cosa. Dejando allí la taza, me acerqué a ella lentamente, sin apartar la vista de sus ojos.

- Lo creerían, créeme. Porque si te tomas esto como una anécdota de cuento de fantasía y decides contárselo a alguien, ya puedes ir olvidándote de vivir en tu mundo de la piruleta. No me subestimes y habrá final feliz para todos.

La chica aún no había captado en mi sutil tono de voz suave la amenaza, así que una vez estuve junto a ella, hice girar sonoramente la silla donde ella estaba sentada hasta colocarla de frente a mí. Apoyé las manos en los reposabrazos hasta quedar a escasos centímetros de su rostro. Ahora si que captaría perfectamente el peligro en mi tono de voz

- Si se te ocurre denunciarme y se me acaba el chollo, no dudes ni un segundo de que iré a por tí yo mismo. Y quizás no con la intención de acabar contigo, sino con la de tus seres queridos. Ya sabes, para estar en igualdad. - le especifiqué con una sonrisita maliciosa, pero al momento la borré y le hablé muy seriamente.- Contéstame de una vez claramente. ¿Vas a comportarte como una niña buena o como una suicida?

El tono de Hatter cambioa totalmente en segundos, paso de ser el tipico chico del que cualquiera como yo podria aprovecharse en cualquier momento a uno mas tipico de psicario o algo parecido. Me mantuve en mi asiento observandolo con una ceja arqueada. Puse una de mis manos en su pecho haciendo que se alejara unos centimetros de mi y me enderece.

- Crees que soy tan estupida como para ir diciendo por ahi que una tetereria en realidad es un enjambre de droga?

No crei que ningun tipo decente creiera lo que le estaria contando y menos teniendo presente los pequeños deslices que habia tenido con la policia, jamas habia sido una chica demasiado ejemplar, siempre metida en problemas por mi falta de autocontrol con las emociones, lo que conllevaba a uno que otro problema con mi magia.

Parecia que aun dejandose bastante claro Hatter no tenia suficiente con mi respuesta.

- No, no pienso decirselo a nadie es mas quien me creeria?

Se me ocurrian algunas personas, pero, no creia que seria demasiado inteligente nombrarlas, mejor mantener la boca cerrada por una vez en mi vida.

De nuevo me contestó con otra pregunta, y yo endurecí si cabe más mi mirada, fija en ella y a apenas diez centímetros de sus intensos ojos claros, que en otro momento podrían haberme vuelto loco. Pero la verdad, si había algo capaz de sobrepasar el poder que probocaban en mi las mujeres, era mi propio negocio. Con él había dinero, y sin dinero... no había mujeres. Y no me refiero solo a strippers o prostitutas de lujo, sino a cualquier mujer. Ya había tenido suficiente ejemplo con mi madre para saber que lo único que les importaba a la mayoría de ellas era tener dinero y joyas a su alrededor para que te fuesen fieles. Cuando estaba a punto de amenazarle de nuevo, y esta vez, sin mantener un tono medio decente de voz, contestó al fin con un No. Un No que le salvó de más de un disgusto. Y a mí me hizo un favor, porque no me gustaba ponerme de malas con chicas como ella. Cuando volvió a comentar que nadie la creería, puse los ojos en blanco y me separé de ella con gesto de resignación, incorporándome derecho y dándole la espalda para volver junto a la tetera de porcelana blanca que había dejado antes sobre la mesa.

- Estoy seguro de que si lo fueses gritando por la calle, alguien acabaría por ponerse a investigar. En tiempos como éste, ya se ha visto de todo. -le dije con un tono de voz ya calmado- La realidad supera a la ficción. Por cierto... Hayley, creo que ésto es tuyo.

Le comenté de pronto, dejándola a cuadros al demosntrarle que sabía su nombre, y cuando alzó la vista hacia mi mano, vio su cartera en ella. Antes de que pudiese pedir que se la devolviese, me acerqué a ella con la intención de hacerlo, pero cuando se la acerqué a su alcance, la aparté de ella ligeramente en el último momento.

- Ah, y no me vuelvas a salir con preguntas retóricas. No me hacen gracia. Pero supongo que eso ya lo has comprobado tu misma.- le comenté con una amplia sonrisa burlesca antes de que ella me arrebatase su cartera con cara de malas pulgas. Fruncí ligeramente el ceño y le volví a alejar de ella.- Por cierto, ¿tú no habías venido a tomar un té? ¡Qué cabeza la mía!

Exclamé dándome un golpe en la frente y deslizándome al armario de las tacitas para coger dos muy delicadas y no tardar en llenarlas de té de color canela humeante. Hayley ya había presenciado otro de mis cambios de humor bruscos. Pero no sería el último.

Sus cambio de humor eran realmente extremos, hacia que asta una bruja como yo consiguiera perder los estribos, cosa no demasiado buena, podia acabar mal herido o pero, muerto.

Observe como llenaba cada tacita de té con sumo cuidado. Me levante de la silla, juraria que seria de diseñador eso o la habia echo el mismo. Cogi mi té sin darle demasiado tiempo a reaccionar, volvi a mi sitio bebiendo con unos modales impecables como me habian enseñado. Mis padres siempre se habian tomado el tiempo justo para enseñarme todo lo que se debia saber, luego mi abuela fue quien les remplazo.

- Si no te agradan las preguntas retoricas creo que lo mas rapido seria matarme -dije clavando mi mirada en el-

Acababa de decir yo aquello? Me estaba jugando la vida! Siempre mi boca me perdia, porque tenia que soltar aquellas cosas y no simplemente pensarlas?
Me levante del asiento y deje la taza de té semivacia encima de la mesa.

- Creo que sera mejor que me vaya

Me di la vuelta sin añadir nada mas dispuesta a salir de aquella habitacion parecida al mundo de las fantasias y las chuches, se suponia que aquello era el despacho de el? Quien diria que con sus cambios radicales de actitud podria ser suyo, mas bien le pegaria mas una habitacion con colores llamativos, semivacia. La gente cada vez me sorprendia mas.

Iba a beber de mi té cuando ella se avalanzó sobre el suyo y en nada ya estaba en su asiento, aparentando que no se había movido de allí, y bebía el contenido de su tacita con suma delicadeza y gracia. La observé sorprendido, y cuando iba por mi segundo intento de beber, Hayley hizo un comentario que volvió a dejarme parado. Alcé las cejas y la miré con incredulidad, sin poder creerme que me hubiese incitado a matarla o de lo contrario seguiría soltando más de sus molestas preguntas arrogantes y retóricas. Casi se me escapa una sonrisita divertida, pero en el último momento, adopté mi postura de indiferente sorpresa.

- Que melodramática, por favor... Creo que alguien ha visto demasiadas pelis de gangsters. Yo no mato a nadie por chulearme. - me quedé pensando un momento en mis palabras, mirando al techo, hasta que caí en la cuenta.- Bueno... rectifíco. Yo no mato a ninguna chica guapa por chulearme.

Aquel piropo tan bien encajado acompañado de una sonrisa encantadoramente burlona no consiguió hacerle efecto, puesto que me salió con aquellas prisas de que debía marcharse. Hice una mueca de disgusto, viendo que de repente se me iba la situación de las manos, y en cuanto Hayley llegó a la puerta, yo aparecí entre ella y la salida, deslizándome magistralmente hasta apoyar mi espalda en su única forma de salir de allí. Esperé que mi sonrisa de disculpa tan poco practicada sirviese para que recapacitase.

- Creo que hemos empezado mal. Así que si perdonas mi actitud y te quedas un poco más, quizás podamos solucionar este mal entendido. ¿Qué me dices? ¿Te animas? ¿Sí?- le pregunté con carita de niño bueno, y ante su mirada de incerteza y algo de temor, decidí responder yo mismo.- ¿He oído un sí? ¡Perfecto! Vamos, te invito a otro té! Y así mientras me explicas cuales son tus metas, que mascotas tuviste en tu infancia, que número de pie calzas y todo eso!

Le comenté alegremente, cogiendola del brazo como dos amigos de toda la vida harían y llevándola como quien no quiere la cosa hasta su asiento, sentándola delicadamente pero sin dejarle otra alternativa. Una vez comprobé que no se movería de allí, cogí la tetera y le serví otra taza.

- Por cierto, me llamo Ted Hatter.

Me sirvio otra taza de té mientras se presentaba mas simpaticamente que antes, vaya cambios de humor que podia llegar a tener, mas bruscos que los mios y todo, que ya era decir.
Aquel té tenia un sabor peculiar, a limon mezclado con algun tipo de substancia de mas, no sabia exactamente de que se debia tratar.

- Encantada -dije en el momento en que todo se quedo cayado- Por cierto, este té aparte de limón que mas lleva?

Estaba delicioso, pero, no sabia si fiarme del todo de un "camello" por decirlo de alguna manera. Mantenia la tacita entre mis manos sosteniendola muy cerca de mis labios mientras esperaba alguna respuesta por su parte.
Me levante de golpe, dejando la taza vacia, siempre habia sido demasiado rapida en degustar las mejores cosas, mis padres solian decirme que eso no era degustar sino engullir con ansias.

Me apoye en el escritorio repleto de folios blancos escritos, la tinta parecia reciente, volvi mi mirada hacia el que parecia algo molesto por haber fisgoneado en sus asuntos, no habia conseguido ver nada mas que un simple nombre remarcado en rojo, habia algo en aquel nombre que no me gustaba, me recordaba a alguien, pero, el color rojo remarcado aun me gustaba menos.

- Y bien Ted, mucho trabajo? -dije intentando cortar la fria mirada que me habia echado hacia unos segundos-