An Teacht // La llegada (Catherina)

El bus se detuvo y yo me desperté de golpe. Al fin llegaba a mi destino. Habían sido 7 horas en avión y otras 5 en autobús, estaba agotada...

Miré el mapa del lugar donde madre me había indicado que estaba mi tienda-casa.

Me bajé a coger mis cosas y me puse a mirar a mi alrededor. Madre me había dicho que una cazadora estaría esperandome.

Aún no sabía por qué había aceptado hacerlo, ir a recoger a la estación a aquella bruja blanca y mostrarle un poco el pueblo. Cierto que conocía a su madre desde hacía algún tiempo, y que me lo había pedido como favor personal, pero normalmente no aceptaba hacer de guía turístico de nadie. Aunque hoy no era como de costumbre: necesitaba distraerme, alejar mis pensamientos de mi casa vacía, de Damon y de todas esa mierda que se me venían encima. Tal vez la compañía me sentase bien.

Así que allí estaba, esperando a que llegase el bus de una brujita blanca cuyo nombre casi no sabía pronunciar, y tratando con todas mis fuerzas de no pensar en nada más que a qué sitios la iba a llevar y qué cuernos tenía que contarle de importante sobre el lugar.

Una chica se bajó del autobús recién llegado y miró a su alrededor, buscando a alguien. Supe que era ella por la foto que me habían mandado, así que me acerqué a recibirla.

-¿Ithi...Ithli...Ith? -me trabé. Respiré hondo y repetí-¿Ithilien?

Una chica muy guapa se me acercó intentando pronunciar mi nombre correctamente. Por supuesto, mi terrible timidez atacó, me ruboricé hasta la raíz del pelo.

-Ehh... Yo... soy Ithilien -tartamudee sintiendome bastante estúpida -P-pero puede llamarme Ith.

Tomé aire intentando relajarme un poco.

-Ehh... Usted es Catherine Summers no? -pregunté.

Entre mis intentos de pronunciar aquel nombre tan endemoniadamente complicado, me dediqué a observar más atentamente a la chica. Era joven, tal vez algo más que yo incluso, y todo en ella relucía con un cierto aire de inocencia y candidez que provocaba ganas de protegerla de cualquier peligro. Sin embargo, había que tener cuidado: aunque joven, no dejaba de ser una bruja. Y las brujas eran peligrosas, incluso las blancas. Con ellas había que andarse permanentemente con pies de plomo si no querías acabar con algún hechizo o alguna clase de maldición por ofenderlas. Jeremy siempre había sido muy claro a ese respecto, especialmente cuando me presentó a la bruja madre del clan de Ithi-lo-que-sea. Una mujer especial, muy fascinante, la verdad.

La chica tartamudeó, ruborizada. Al parecer era bastante tímida, lo cual me hizo tener que reprimir una sonrisa.

-Cath -la corregí.- Y, por lo que más quieras, no me trates de usted. Soy algo mayor que tú, vale, pero tampoco tanto -sonreí para infundirle ánimos y tranquilidad.- Ith, bienvenida a Townhidden.

La chica sonreía y yo la imité, aunque un poco cohibida aún.

-Ehh... Vale, Cath -dije con tono inseguro aún -me lo apunto -me toqué con un dedo la frente - Ehm, madre me dijo que eras de confianza y que me enseñarías la ciudad... -estaba diciendo mientras mi estómago lanzó un rugido que me hizo enrojecer aún más. Llevaba sin comer casi 12 horas... Miré a Cath ruborizada -Vaya, parece que bruja celta o no, tengo que comer algo -reí bajando la vista hacia mis maletas.

Se relajó un poco, aunque no mucho, cuando yo le sonreí. Pobre, probablemente era la primera vez que abandonaba el clan ella sola. Ahora estaba en un lugar extraño, rodeada de gente extraña que no siempre se iba a mostrar amistosa con ella, y de hecho muchos de ellos querrían acabar con su corta vida o utilizarla de un modo u otro si llegaban a descubrir lo que era ella en realidad. Algunos incluso sin conocerla de nada, para que te fíes del mundo.

Sonreí de nuevo.

-Sí, ella me avisó de que vendrías y me pidió que te enseñase el lugar -repuse.- Una gran mujer. Espero que todo el mundo esté bien por allí -añadí, pensativa.

Mis reflexiones fueron interrumpidas por el rugido de las tripas de mi recién llegada acompañante, lo que provocó que soltase una risita y desviase la mirada de ella. ¿Cuánto tiempo haría que no pegaba bocado? Porque la comida de los aviones no es muy decente que digamos, y en un autobús directamente no hay...

-Todos somos humanos, Celty -bromeé.- ¿Te molesta que te llame así? -agregué-, es que tu nombre me resulta impronunciable. Vamos, ven por aquí, te llevaré a un sitio donde hacen comida muy buena.

Cathy rió un poco cuando mis tripas rugieron exigiendo algo de comer. Yo sonreí más, aún ruborizada.

-P-pues si, todo va bien en el clan -respondí -La vida sigue allí como siempre. Es la primera vez que salgo del pueblo y todo es tan... extraño y diferente... Hay tanto gris comparado con el verde del bosque...

Agité la cabeza un poco intentando apartar esos pensamientos de mi cabeza... Tenía una misión que cumplir y no era momento para ponerse melancólica.

-Celty? -sonreí -Claro que no me molesta, es bonito -reí un poco -La verdad es que a mucha gente le cuesta pronunciar mis nombres completos... Ehh... Bueno, entonces, vamos a comer? -dije disponiendome a seguirla.

Distraídamente comencé a calcular cuanto tiempo podía haberle llevado el viaje a aquella brujita celta. Desde Irlanda hasta los Estados Unidos eran como unas 6 o 7 horas, y desde el aeropuerto más cercano hasta, otras 4 o 5 horitas más. Resultado: un dolor tremendo de espalda y de trasero, y probablemente un hambre de lobo. Pensándolo bien, también yo empezaba a tener hambre. Miré de reojo el reloj de la estación: ya era hora de comer.

-Me alegro -repuse. Le dediqué una sonrisa tranquilizadora.- No te preocupes, te acostumbrarás. Y además, aquí hay un enorme bosque a las afueras y varios parques; no es como si te hubieses ido a una gran ciudad o algo así.

Me alegré que no le molestase aquel apodo que le había puesto, no quería empezar con mal pie. Pero es que de verdad su nombre me resultaba impronunciable; se notaba que era irlandesa y, sobre todo, que pertenecía a un clan de brujas blancas. Ellas siempre se complican a la hora de poner nombres.

La mención de un sitio donde comer le alegró el rostro, como si hubiese escuchado las palabras más maravillosas del mundo, lo cual no dejó de hacerme gracia. Se dispuso impaciente para ir a comer por fin.

-Claro, vamos -asentí, ayudándola con las maletas.

No pude evitar la enorme sonrisa que asomó a mi rostro cuando escuché la palabra bosque... La necesidad de estar en contacto con la naturaleza era superior a mis fuerzas.

Cathy cogió dos de mis maletas y yo tomé las dos restantes y la seguí. Esperaba que el lugar no estuviese demasiado lejos... Tenía un hambre lobuna.

-Tu eres cazadora, verdad? -dije intentando sacar un tema de conversación -Debes saber defenderte bien... Yo soy una total inútil en eso...

Al parecer había pronunciado la palabra mágica: árboles, porque se le iluminó el rostro con una enorme sonrisa ante la sola mención del bosque. Era normal, teniendo en cuenta que ella era una bruja blanca y que provenía de una zona boscosa de Irlanda; ellas empleaban la naturaleza, su ciclos y sus elementos para hacer magia, y el emplazamiento del clan se situaba en lugares apartados y rodeados de bosques y naturaleza por todas partes, por lo que Celty debía haber crecido rodeada de ellos. Saber que no estaba tan lejos de la naturaleza, que podía llegar a ella andando y no le llevaría más que unos minutos, debía haberla tranquilizado y alegrado enormemente. Por no hablar de que podía hacerse con los elementos necesarios para sus hechizos siempre que quisiera y sin tener que pagar unos enormes precios en una herboristería del lugar.

Sonreí en respuesta y tomé dos de las cuatro maletas que se había traído consigo para ayudarla con el equipaje de camino al restaurante. No pesaban demasiado, aunque tampoco eran excesivamente ligeras, y resultaban bastante fáciles de llevar.

-Así es -respondí, mientras la guiaba.- No es para tanto, en realidad. Cualquiera puede hacerlo con un poco de entrenamiento. Seguro que no lo haces tan mal, Celty -agregué, en tono amistoso.

Iba mirando hacia abajo, seguiendo a Cath hasta que entramos en el restaurante... Tenía un hambre voraz. Nos sentamos y dejamos las maletas al lado de la mesa.

-T-tal vez tu puedas enseñarme algo... Si tienes un rato libre, claro... no quiero interrumpirte si tienes algo que hacer, Cathy -dije sonriendo.

La camarera se acercó para preguntarnos que queríamos comer. Pedí una gran hamburguesa con patatas y agua de beber.

Me coloqué delante de ella para guiarla, vigilándola de reojo por si se perdía o si le pasaba algo. Fue una buena idea, porque me di cuenta de que ella no iba muy atenta a lo que sucedía a su alrededor: tenía la mirada fija en el suelo, en sus propios pies. Menos mal que no teníamos que cruzar ninguna acera ni nada semejante, si no me hubiese visto en la obligación de llamarle la atención, y ella ya parecía lo bastante asustada como para soportar una reprimenda. Al fin y al cabo, era normal que se comportase así, ya que era la primera vez que abandonaba el clan y no estaba acostumbrada a defenderse en una ciudad; había que darle un par de días de margen para que se fuese acostumbrando y adaptando a la nueva vida.

Entramos en el restaurante y tomamos asiento, dejando las maletas a un lado de la mesa. En el ambiente flotaba un delicioso aroma a comida recién hecha que me hizo percatarme por primera vez de lo hambrienta que me sentía.

-No te preocupes, Celty -sonreí.- No tengo nada entre manos de momento, así que no hay problema.

La camarera se acercó a tomar nota, así que yo pedí una ensalada de pasta y un refresco de cola para beber.

Suspiré.

-M-muchas gracias, Cath -dije sonriendo -Pero no seas muy dura conmigo, eh?

Luego empezamos a comer. La hamburguesa me supo a gloria despues de todas esas horas sin comer. En cuanto acabamos ya casi había anochecido.

-B-bueno, Cath, podrías acompañarme hasta mi nueva casa? -pregunté con un poco de vergüenza.

Sonreí en respuesta, imprimiendo un cierto rastro cariñoso a mi sonrisa. Lo haría lo mejor que pudiese con aquella chica, que parecía demasiado inocente y vulnerable. Iba a necesitar toda la formación que yo pudiese proporcionarle y más, ahora que estaba fuera del clan y en medio de un mundo que se iba al infierno -literalmente- a pasos acelerados.

-No te preocupes -repuse, sonriente.

Nos trajeron la comida por fin, y cada una se dedicó a su tarea. Mastiqué distraídamente mientras mi mirada se perdía en el infinito y trataba de dejar la mente en blanco. Por un momento en muchos días, me sentí relajada.

-Por supuesto, Ith -respondí.

Pagamos y, tras recoger sus maletas, salimos en dirección a su nuevo hogar.