I Promise This Won't Hurt (Cath!)

Algo de lo que había dicho lo había herido. Bueno, teniendo en cuenta que le había llamado de todo menos guapo, era comprensible y lógico. Pero yo no había faltado a la verdad ni una sola vez: será que es cierto eso que dicen de que las verdades duelen. A nadie le resulta agradable que le digan a la cara lo que es, empezando por mí misma. Por ejemplo, no me gustaría que nadie me dijese que era una maldita psicótica, agresiva y, aún por encima, que con frecuencia me comportaba como una emo. Tal vez debería haberme disculpado con él por aquello, pero estaba demasiado furiosa y la situación era demasiado apremiante como para empezar ahora a pedirle perdón por decirle cuatro verdades sobre él mismo. Además, ¿de quién era la culpa de que estuviésemos acorralados por un montón de vampiros sedientos de venganza y de nuestra sangre? Suya, por haberse drogado y puesto tan pesado que nos había impedido huir a tiempo. Si salíamos de esta, iba a decirle un par de cosas más. Ya me pensaría seriamente si le perdía perdón por lo dicho.

Me aferró del brazo y tiró de mí para acercarme más a él, provocándome unas ganas casi irresistibles de pegarle un bofetón. Me contuve, no era el momento de empezar a zurrarle a él: mejor reservar mi furia para los vampiros del nido del que me había cargado hacía un rato largo. Traté de prestar atención a lo que iba a decirme, pero en ese momento una de las criaturas lo atacó y él la apartó de un brusco manotazo que la lanzó al otro lado del callejón. De nuevo hacía gala de aquella extraña fuerza, que me hacía sospechar qué podía ser él.

A partir de aquel momento no hubo un instante de tregua: comenzaron a lanzarse sobre él uno tras otro, tratando de cansarle, de agotar a la presa que parecía más peligrosa. Por unos instantes nadie hizo nada más que contemplar la pelea en la que se habían enzarzado él y un vampiro, todos como hipnotizados, aunque pronto volvieron a empezar a vigilarme de reojo. Entonces, uno de ellos acudió en auxilio de su compañero, que se hallaba en serios problemas. Nikki se lo sacudió de encima antes de que yo tuviera tiempo de reaccionar, y me llamó para pedirme ayuda. Debía estar algo pálida, porque cuando se levantó para recuperar su posición inicial me preguntó cómo estaba. Sacudí la cabeza, con las manos metidas en el bolso.

-Sí, estoy bien -respondí.

Miré detenidamente a nuestro alrededor unos momentos, tratando de localizar de nuevo a mi objetivo, y luego arrojé contra el vampiro más cercano uno de mis puñales, que le atravesó limpiamente el cuello. El monstruo cayó al suelo con un golpe seco y todos se quedaron paralizados, mirándonos consternados.

-Acabo de matar a su líder -expliqué en un susurro a Nikki.-

Al levantarme noté mi respiración agitada, el subidón de la droga aún estaba presente y estaba casi temblando, necesitaba seguir golpeándoles, abrirles más agujeros por todo su cuerpo... Matarlos. Estaba fuera de control y no sabía como parar, por suerte conseguí quedarme quieto el suficiente tiempo para que Cath le lanzara una daga que no tenía ni idea de donde leches se había sacado a uno de los vampiros. Le cortó limpiamente el cuello de un tajo y me quedé bastante sorprendido, había sido increíble. El vampiro cayó al suelo con la cabeza separada del cuerpo, apenas unida por un fino pedacito de piel y parte de músculos y tendones, la sangre no dejaba de brotar de aquella horrible herida, los vampiros miraron a su compañero y luego a nosotros con una mirada extraña, que no entendía como anda de lo que estaba pasando en aquel momento. Cath me explicó que acababa de matar su líder, un escalofrío me recorrió la columna vertebral, tenía un mal presentimiento... Aparté a Cath a tiempo, poniéndome delante de ella cuando uno de los vampiros se lanzó contra ella y me mordió en el brazo con fuerza haciéndome soltar un grita, moví el brazo intentando sacármelo de encima pero el vampiro seguía allí, colgando de mi brazo. Detrás de él, su líder se había levantado, intentando recolocarse la cabeza en el cuerpo, enseguida entendí que para matarlo, tenía que cortarle la cabeza del todo, separarla completamente del cuerpo... Había visto demasiadas películas de terror de serie B como para no saber algo tan "básico". Aún con uno de los vampiros colgando de mi brazo me lancé contra el líder mientras gritaba, le estiré del pelo y con mi otro brazo sujetaba su cuerpo y terminé de arrancarle la cabeza, cayendo así su cuerpo inerte al suelo mientras sujetaba su cabeza en mi mano, miré al vampiro que hacía unos segundo tenía en mi brazo que ahora me había soltado y le sonreí. Él iba a ser el siguiente.

-¿Qué te parece si yo los destrozo y tu les cortas el cuello? - le pregunté a Cath sin mirarla. Si podía desahogarme con ellos y dejarlos destrozados y cansados para que así Cath pudiera acabar con ellos, mataríamos dos pájaros de un tiro así al menos terminaría con mis instintos homicidas o destructores, por simple agotamiento. O al menos eso esperaba. - Ya sé que tu eres la cazadora... Pero esta vez mi ayuda te vendrá bien. - me giré hacia ella y le guiñé un ojo.

Justo cuando me giré uno de los vampiros me dio un puñetazo en la cara y lo miré, luego otro puñetazo y otro y otro... Escuche un "CRACK!" que no sonó demasiado bien, pero no sentía nada, simplemente un cosquilleo y un líquido espero y caliente bajando por mi nariz y cayendo sobre mis labios, los lamí, era sangre. El vampiro seguía golpeándome hasta que me harté y le golpeé, un gancho desde abajo que lo elevó del suelo, consiguiendo atravesarle el pecho con mi puño, lo lancé al suelo y empecé a darle patadas con todas mis fuerzas, cuando me harté empecé a golpearle, entonces el resto de vampiros se echaron sobre mi, cayeron sobre mi espalda, arañándome, mordiéndome....Bebiendo mi sangre.

¡Mierda! Se notaba que, desde la muerte de Jeremy, había perdido bastante práctica en eso de lanzar cuchillos: en otro tiempo, habría desprendido por completo el cuello y se habría hundido en el pecho del vampiro que estaba detrás. Pero ahora, que hacía tanto que no me ponía a hacer prácticas de lanzamiento, y añadiendo aquellos días de parón casi obligatorio, mis tiros habían empeorado bastante. Resultado: el vampiro líder del nido seguía vivo y además muy furioso por mi intento de acabar con él, algo bastante normal, a mi parecer. Los demás miembros de su clan también estaban bastante enfadados conmigo, por eso de querer dejarles sin jefe y esas cosas, y lo demostraron arrojándose contra mí antes de que tuviese tiempo de reaccionar. Suerte para mí que Nikki sí que reaccionó a tiempo, poniéndose delante de mí y recibiendo él mismo en su brazo el mordisco que iba destinado a mi cuello. Se revolvió, tratando de sacárselo de encima, y con un gesto brusco y seco, terminó el trabajo que yo había empezado, arrancando de todo la cabeza del líder de aquellos seres sobrenaturales. La confusión de sus seguidores que trajo consigo nos dio un breve respiro.

Nikki me propuso un plan para acabar con ellos, aunque yo apenas pude decir nada: él estaba sangrando, y en sus ojos lucía un furor y un ansia asesina tales que casi me quitaban el aliento, y eso que yo no solía amedrentarme de nada. Mi instinto me chillaba que tuviese cuidado con él, que ahora estaba matando vampiros y de mi lado, pero que en cualquier momento podía decidir que yo era el enemigo y volverse contra mí.

Apenas tuve tiempo de hacer nada antes de que, en pleno ardor de la batalla, los vampiros se arrojasen sobre él todos a una, para beber su sangre y acabar con él.

-Mierda -mascullé por lo bajo.

Saqué el cuchillo y la ampolla de sangre de muerto que llevaba en un compartimento del bolso. Me situé en una posición ventajosa, desde la que los dominaba a todos: la mayoría estaba cubierto de heridas. Perfecto. Abrí la botellita y derramé el contenido sobre ellos, que comenzaron a retorcerse de dolor y a tratar de alejarse. Había uno que seguía enganchado del cuello de Nikki, uno que había escapado de la sangre de muerto. Le propiné una patada en la base de la espalda, mandándolo lejos, para agarrarle del pelo y hundir la hoja de mi cuchillo hasta el fondo, arrancándole la cabeza por completo.

Lo dejé caer y fui a ponerme junto a Nikki, en actitud protectora.

-¿Estás bien? -pregunté, sintiendo que algo caliente y espeso me resbalaba por el brazo desde el hombro.

Me llevé una mano al lugar del que manaba el líquido y me di cuenta de que tenía una herida bastante grande en la zona superior del hombro. Genial.

Había seguido golpeando al vampiro que tenía debajo aunque tuviera al resto de vampiros encima de mi, joder me estaban devorando vivo y los mordiscos eran cada vez más fuertes no pude evitarlo y clavé mis uñas en el pecho del vampiro sobre el que estaba y con todas mis fuerzas estiré, partiendolo en dos, no sabía si eso servía para matarlo y de todas maneras le arranqué la cabeza, empecé a soltar algún que otro grito de dolor, sentí todo mi cuerpo entumecido, estaba perdiendo demasiada sangre y no podía defenderme... Eran demasiados! Había estado oponiendo resistencia, dado codazos y golpes a ciegas intentando que alguno de ellos acertara en algún vampiro y justo en el momento en el que iba a rendirme, cuando iba a darme por vencido y estaba convenciéndome a mi mismo de que iba a morir, algunos de los vampiros empezaron a gritar y soltaron mi cuerpo, rodaron por el suelo gritando de dolor y rogando que aquello parara, solo quedó un vampiro sobre mi, bebiendo mi sangre con avidez, puede ver como Cath surgía de la anda y le daba una patada, alejándolo de mi, observé desde el suelo como lo agarraba del pelo y de un corte limpio en el cuello le cortaba la cabeza. Noté mi respiración agitada y entrecortada la boca me sabía a sangre y tenía todo el cuerpo entumecido, los parpados me pesaban pero aun así podría aguantar... O eso esperaba. No tardó demasiado en ponerse junto a mi y preguntarme como me encontraba, alcé el pulgar y emití un gruñido para decirle que estaba bien, no sabía que había sido del resto de los vampiros pero en aquel momento lo mejor que podríamos hacer sería salir corriendo... Por si acaso. Intenté incorporarme, me costó horrores pero lo conseguí, me llevé una mano a la cabeza y me despeiné el pelo un poco más de lo que ya estaba. Estiré el brazo hacia Cath que pareció entender mis intenciones, me cogió el brazo y me ayudó a levantarme, tuve que apoyarme por un momento en ella para no volver a acabar en el suelo.

-Qué... ¿Qué te parece si nos largamos... de aquí, preciosa? - pregunté con una sonrisa en los labios, tenía heridas, sangre y marchas por todo el cuerpo, un aspecto horrible pero aún estaba dispuesto a ligar y a mostrar mi actitud de galán arrogante... Eso siempre! - Esa herida tiene mal aspecto... - dije señalando con la cabeza su hombro como si aquella fuera la única herida importante, como si yo estuviera perfectamente y no me hubiera pasado nada.

Sin más empezamos a caminar, no me fijé si había vampiros en el suelo, si quedaba algo vivo allí, me daba igual. Caminaba haciendo eses con una sonrisa en la boca, miré al cielo la luna se alzaba imponente y estábamos cerca de mi casa, quizá podría curarme allí...Oh, dios... Necesitaba una ducha, olía a gato muerto.

-Si quieres... - comencé. - Podemos ir a mi casa y puedo curarte eso... - me encogí de hombros.

A pesar de que tenía al aquelarre en pleno encima, golpeándole y clavándole los dientes, Nikki no parecía ser consciente de nada más que del vampiro que tenía debajo, al que estaba destrozando a golpes. La sangre le resbalaba por el cuello e iba a entremezclarse con el sudor y los restos de suciedad que se extendían por su cuerpo, formando manchurrones espesos que se deslizaban lentamente por la piel, en regueros espesos que casi parecían sólidos. Pero él no lo notaba tampoco: era presa de una furia semejante a la que minutos antes me había poseído a mí y que había desencadenado aquella tormenta; solo que en mi caso la ira estaba provocada por aquella aversión al contacto físico que sufría, y en el suyo probablemente estaba causada por la ingestión de drogas de la que había sido testigo momentos antes... quizá por algo más, pero eso no sabría decirlo con seguridad. Lo único seguro en aquellos momentos era que aquel chico no era un humano normal y corriente, y que, humano, demonio, o lo que fuera, se lo iban a cargar entre todos si yo no hacía algo pronto. Ya se estaba debilitando, sus golpes eran menos frenéticos y parecía que comenzaba a resignarse a su suerte. Idiota. ¿De verdad se pensaba que yo lo iba a dejar morir así sin más, sin hacer nada para ayudarle? Cierto que él se había buscado que le pasase aquello, pero se le podía perdonar un poco ya que no era del todo dueño de sus actos: era la droga la que le impulsaba a hacer todo aquello. Aunque antes de drogarse no es que fuese mucho más sensato, todo sea dicho de paso. Daba igual yo no abandonaba a nadie. Nunca, por desesperada que fuese la situación.

Así que me moví de prisa y los rocié con la sangre de muerto que aún me quedaba en el bolso (nota mental: acordarse de reponerla en cuanto tuviese ocasión), lo que para ellos era igual a ser rociados con veneno o ácido. Se apartaron de él inmediatamente, sin ganas de más fiesta. Solamente uno siguió mordiendo, al parecer el único que se había librado de mi aspersión y que seguía bebiendo de un modo que recordaba un tanto a algunos bebedores asiduos de los bares que solía frecuentar en búsqueda de información. A ese tuve que matarlo con el cuchillo, algo que siempre salpicaba a horrores y que nunca me resultaba agradable, por mucho que se lo mereciesen los seres a los que mataba: morir de ese modo era inhumano.

Nikki se incorporó con cierta dificultada, mientras yo controlaba que no nos atacase nadie más. Todo despejado: aquel último ataque les había disuadido por completo de nuevos intentos de asesinarnos y se habían dado a la fuga, lo cual era un alivio, porque yo estaba herida y no iba a rendir como antes en un combate. Aparté la mano del hombro y tomé la de Nikki cuando éste me tendió la suya, para ayudarle a incorporarse, y mantuve el apoyo el tiempo suficiente como para evitar que se volviese a caer al suelo.

-Lo mismo iba a sugerirte -repuse.- Se han ido, pero no tengo ganas de comprobar si van a volver.

Puse los ojos en blanco cuando retomó aquella actitud suya que me recordaba un tanto a la de Damon.

Damon...

Sacudí la cabeza, no era momento de ponerme a pensar ahora en él: tenía un herido entre manos, por no hablar de que yo misma lo estaba. No era momento de empezar otra vez con aquella obsesión mía.

-Mejor no hablemos de las tuyas -contesté, con una risa carente de humor.

Echamos a caminar para alejarnos de allí, mientras trataba de centrar mi mente en encontrar algún lugar en el que pudiésemos curarnos y comer algo. Además de tomar una buena ducha, por descontado. Estaba tan empapada en sangre que ya no sabía cual era la mía.

-Creo que mejor si vamos a la mía. Allí tengo con que tratar tus heridas -repuse.- Las mordeduras se infectan con facilidad, ¿sabes?

Ya no sabía si era cosa de la droga o que desde siempre no sentía demasiado el dolor pero me parecía increíble estar como estaba y no sentir nada más que un fuerte mareo, el suelo, la calle... TODO me daba vueltas y necesitaba parar o sentarme o acabaría de nuevo en el suelo. Pero si nos parábamos podríamos jugárnosla, quizá aparecieran aún más vampiros y yo no podía pelear más, básicamente porque ya no sabía la sangre que había perdido y aunque pensara que si, que podía con todos, eso era solo cosa de la euforia provocada por la droga, por suerte o por desgracia, después de la euforia viene el bajón y estaba empezando a temerme que me pasara justo en medio de la calle. Estábamos caminando casi a trompicones, a veces tenía que apoyarme en Cath para no caerme y tener que levantarme otra vez, cosa que veía casi imposible en aquel momento, en mi estado y pese a que hubiese adelgazado por las drogas aún era mucho más alto que Cath y ella no podría cargar conmigo. Estábamos en completa desventaja, desprotegidos contra cualquier ataque incluso un ratero de poca monta podría aparecer, intentar robarnos y matarme por ponerme demasiado gallito... Joder, era mejor que dejara de pensar, me estaba deprimiendo a mi mismo con mis pensamientos negativos pero hacía escasos minutos había pensado que iba a morir, que no lo lograría... Joder, había estado tan cerca. Y no era la primera vez que volvía de la muerte... Vale, si que era la primera vez que volvía después de ser atacado y medio devorado vivo por unos vampiros pero las sobredosis eran para mi algo habitual y cada vez más pero ya se sabe eso que dicen de que "No puedes vivir hasta que no hayas muerto..." Bueno yo ahora puedo vivir al máximo, he muerto demasiadas veces como para preocuparme por ello. Aún así mi típica actitud de gallito, de arrogante, de prepotente y de egocentrico no me abandonaba en ningún momento e incluso entonces fui capaz de soltarle una de mis perlitas a Cath quien sin disimular nada puso los ojos en blanco y suspiró pasando hasta el culo de mis comentarios. Le propuse ir a mi casa, era una idea bastante buena allí tenía ducha, vendas, analgesicos... Además de alcohol y quizá algo de droga, era el lugar perfecto pero ella senegó y dijo que sería mejor ir a su casa, allí tenía todo lo que necesitaba para curarme, hice una mueca pero no Mme negué no me apetecía discutir y sería mejor que no me metiera más droga, al menos por aquella noche, al día siguiente podría llamar a algún camello para que me llevara a casa algo de persa... Oh, dios... Heroína eprsa. Solo con decir su nombre mi cuerpo se convulsionaba. Ni siquiera había escuchado lo que había dicho de que las mordeduras de vampiro se infectaban, más bien por que me daba igual, en aquel momento ya era suficiente el intentar caminar derecho y sin caerme... Joder estaba hecho un asco.

-Vale... Vayamos a tu casa si quieres... - murmuré concentrado en caminar sin caerme. - Pero, por Dios... Dime que está cerca y no podré llegar!

Variós sustos en los que casi me caigo al suelo de boca varias veces después llegamos a casa de Cath, ella abrió la puerta rápidamente y como pude entré dentro, no sabía como era ni donde estaba cada cosa pero me daba igual, cuando encuntré el sofá me dejé caer en él viendo como el mundo daba vueltas a mi alrededor y cerré los ojos para intentar que todo se calmara y por fin me dejara en paz...Por desgracia no funcionó.

-Cath... - pregunté con los ojos aún cerrados y sin saber si ella estaba allí. - ¿Te importa si duermo está noche aquí? No creo que pueda llegar a mi casa así....

Parecía demasiado increíble que se mantuviese en pie, aunque fuese con mi ayuda, teniendo en cuenta la enorme cantidad de heridas y golpes que había recibido. Incluso aunque estuviese drogado, su situación era lo bastante grave como para hacerse notar incluso en aquel estado de conciencia alterada, lo cual era una prueba más de que aquel chico no era normal en ningún sentido. Tenía visiones, era increíblemente fuerte y rápido, y al parecer no sentía el dolor del mismo modo que los demás, o haría rato que se habría desplomado en el suelo, retorciéndose sin cesar. Quizás incluso estaría agonizante o muerto por causa del sufrimiento: lo había visto antes, gente que moría porque no podía soportar el suplicio de sus heridas, aunque éstas no fuesen necesariamente mortales. Solían ser personas jóvenes que habían sufrido el ataque de alguna criatura sobrenatural, gente que no estaba acostumbrada al dolor ni a aquellos seres; sus mentes se veían enfrentadas a demasiadas cosas a la vez, cosas para las que no estaban preparados, y finalmente sucumbían, a pesar de los esfuerzos que hicieses por salvarles la vida. Esos eran los que más daño te hacían, y es que, aún sabiendo que habías hecho lo imposible y más, todo lo que estaba en su mano para salvarlos y protegerles, los perdías. Muchas veces morían entre tus brazos o ante tu mirada impotente. A pesar de que habías luchado lo indecible por ellos, no podías salvarlos.

Traté de dejar de pensar en ello: Nikki no iba a morir por el dolor, eso por descontado, pero sí que podía morir desangrado o por la gravedad de las heridas. También si nos volvían a atacar los vampiros, aunque no lo veía probable, o si nos asaltaba alguien en la calle. Porque, aunque yo estaba dispuesta a darle todo el dinero que llevaba encima a cualquier atacante, estaba segura de que mi acompañante se iba a hacer el gallito en vez de callar y obedecer.

Echamos a andar, y finalmente aceptó ir a mi casa en lugar de a la suya.

-No te preocupes, está cerca -le tranquilicé.- Llegaremos enseguida.

Tras varios tropiezos y amagos de caída, suspiré y me pasé su brazo por encima de los hombros para ayudarle. No quería que se hiciese más daño del que ya se había hecho hasta ahora, sería más trabajo para mí despues.

Llegamos a mi casa, aún vacía y a oscuras, señal de que mis tíos aún no habían llegado. Estaba preocupada por ellos, pero los aparté de mi mente y me centré en Nikki y en cómo curarnos. Me deshice de su brazo para poder abrir la puerta, y él penetro como pudo, caminando a ciegas en dirección al salón, donde se dejó caer en un sofá. Yo, por mi parte, subí las escaleras para entrar en el baño a coger un par de cosas para atenderme las heridas y dejar una toalla limpia a mano.

Bajé las escaleras a tiempo de escuchar su petición.

-Claro -repuse.- Hay varias camas de sobra, no me importa. Oye, voy a curar tus heridas, pero primero sube y date una ducha, ¿vale?

Tumbado sobre aquel sofá, con los ojos cerrados y ambos brazos tapándome la cara sentía nauseas. Era como estar en un barco, como si la casa se moviera ahcia los lados, vale no me mareaba cuando iba en barco pero digamos que este barco acababa de pillar una enorme tormenta y estábamos a punto de ser arrastrados directamente hacia el centro de un torbellino, sí, así era exactamente como me sentía, es decir, jodidamente enfermo. Me pasé, instintivamente, una mano por la nariz, gesto típico de drogadictos y noté la sangre que tenía, como acto reflejo de lo que era, un medio demonio, lamí la sangre y me di cuenta de que estaba mezclada con restos de cocaína que habían quedado en mi nariz. No podría casi hablar y mucho menos moverme, cuando le pregunté aquello a Cath, vi el cielo abierto cuando me dijo que si que podría quedarme, dijo, además, que me iba a curar pero que subiera antes a darme una ducha. Espera, espera, espera.... ¿Yo? ¿Subir escaleras? ¿En mi estado? Definitivamente, Cath quería matarme, sino, no lo entendía. Además, ni siquiera me hacía falta dormir en una cama, aquel comodísimo sofá era más que suficiente. Me di cuenta, por la lejanía de la voz, de que Cath no se encontraba en la misma habitación que yo, bufé, no podía llevarle la contraria si no la tenía delante para discutir, esa lógica cojeaba por alguna parte, sí, pero... ¿Qué leches puedes esperar de un tío que ha perdido muchísima sangre y va colocado de cocaína? Al final, terminé levantándome con muchísimo esfuerzo y empecé a mirar a mi alrededor, deseando que todo dejara de moverse, comencé a caminar con cuidado por casa que ni siquiera conocía y finalmente vi las escaleras agarrándome a la pared las subí y una vez en el piso de arriba empecé a abrir y cerrar puertas en busca del cuarto de baño. Eso que dicen de que a la tercera va la vencida funcionó y justo cuando llegué a la tercera puerta vi el baño. Entré y me quité la ropa, mirándome en el espejo viendo toda la sangre que había en mi cuerpo, las heridas y mi cara... Dios, daba pena. Me metí en la ducha y abrí el agua fría, aquello me serviría para que el efecto de las drogas se me pasara y quizá podría espabilarme un rato... Lavé todo mi cuerpo y me limpié la sangre seca, estuve más de media hora debajo del agua, simplemente, me encantaba. Finalmente salí de la ducha y me até una toalla a la cintura, tenía el pelo empapado y me chorreaba por el cuerpo pero bueno, mi pelo tenía personalidad propia así que daba igual. Bajé así las escaleras, encontrándome algo mejor y con algo más de lucidez, pensando que así si tenía que curarme las heridas de todo el cuerpo le sería mucho más fácil cuanta menor ropa llevara.

-¿Cath? - la llamé mientras bajaba las escaleras. Me respondió y seguí el sonido de su voz hasta la cocina. - Ya... estoy. ¿Tienes que curarme la heridas? - pregunté haciendo una mueca. - Puedo hacerlo yo mismo... ya me encuentro algo mejor.

Me quedé apoyado en el marco de la puerta, con los brazos cruzados sobre el pecho, aún iba chorreando pero no me importaba, aquella casa era enorme como para que viviera ella sola, bueno alomejor era rica y era cazadora por gusto o... ¿Quien sabe? La gente era muy rara y no solía entenderla, hacían estupideces por "amor". Por Dios, deberían primero saber cuidarse a si mismo y luego ponerse románticos y hacer gilipolleces por otras personas que tarde o temprano acabarán clavándoles un cuchillo por la espalda... Al contrario que mi mejor amigo(o bueno, ex mejor amigo teniendo en cuenta lo que pasó entre nosotros) yo no era romántico, yo no pensaba en los demás, yo simplemente me cuidaba a mi mismo, solo me preocupaba por mi y así me iban las cosas... Aunque siempre me decían que todo eso era pura fachada y que algún día me encontraría a mi mismo colado por una persona y sufriendo por ella... Suficiente había sufrido en mi vida como para encima enamorarme y pasarlo mal... No gracias, así estaba de puta madre! Suspiré desde el marco de la puerta y miré a Cath desde arriba, ya que tenía el pelo en la cara y me tapaba los ojos más de lo normal.

-Oye... ¿Tienes algo de beber? Me estoy muriendo de sed...

Ahora que por fin me había visto libre del peso de Nikki sobre mi cuerpo, comenzaba a darme cuenta yo misma de lo dolorida que estaba. Seguramente no solo tenía aquella herida en el hombro, sino que estaría llena de magulladuras y cortes de menor importancia. Bueno, lo primero era lo primero, pensé mientras dejaba las cosas sobre la mesa de la cocina y salía de nuevo en dirección al salón; tenía que guiar a mi huésped y ayudarlo a llegar hasta el baño, que en su estado no iba a resultarle tarea fácil. Pero, cuando llegué al sitio de donde un poco antes había procedido su voz, me di cuenta de que ya no estaba. Escuché entonces el sonido de la ducha, y sonreí para mí.

La paciencia no debe ser una de sus virtudes, me dije a mí misma.

Me encogí de hombros entonces, y el dolor consiguiente me recordó que tenía que echarme un vistazo mientras él se duchaba. Me fui a la cocina, donde estaba el material para las curas, y me saqué la camiseta para comenzar a desinfectar la herida del hombro. Era profunda, pero no demasiado grave: con taparla con una gasa un par de días sería suficiente; aunque antes de nada convendría que me diese una ducha yo misma una vez hubiese acabado con Nikki.

Me volví a poner la camiseta cuando escuché el sonido de la puerta al abrirse, y dispuse el material sobre la mesa, con dos sillas al lado. Escuché que Nikki me llamaba; parecía algo más lúcido que antes, seguramente el agua fría hubiese rebajado algo el efecto de las drogas.

-¡En la cocina, al lado del salón! -llamé.- Sí, baja. Hay que cuidarlas bastante, deja que les eche un ojo -agregué, cuando se presentó semidesnudo y cubierto con una toalla.

Contuve una risita. No sé por qué, pero me había esperado algo así. Desde luego, aquel chico no era normal.

-Siéntate aquí -le indiqué una de las sillas.- Claro, ten -le ofrecí una lata de burn.- Te vendrá bien para recuperar todo lo que has perdido en la pelea.

Me puse a su lado y examiné de modo superficial sus heridas, tocando levemente su nariz para comprobar lo que ya me temía desde hacía un rato.

-Bueno, tienes la nariz rota, y ahí no puedo hacer nada más que ofrecerte hielo -comenté.- También tienes un buen montón de cortes, golpes y mordiscos, pero ninguno excesivamente grave. Voy a empezar por los del cuello, que son los que más peligro pueden tener.

Me incliné sobre él y comencé a trabajar en sus heridas, pasándoles un algodón empapado en alcohol cuidadosamente. Un ruido de patas contra la alfombra y un alegre ladrido me hicieron sobresaltarme, apartar el algodón y darme la vuelta para ver como Bon hacía su triunfal entrada y se lanzaba sobre Nikki para comenzar a darle lametones cariñosos.

-Éste granuja es Bon -presenté, sin poder reprimir una sonrisa.- Es el perro de mi vecino, me lo dejan para que lo cuide de vez en cuando.

Seguí haciéndole las curas hasta que sus heridas quedaron cubiertas por gasas o tiritas.

-Bueno, ésto ya está -anuncié, poniéndome en pie de nuevo.- La mayoría estarán cerradas en un par de días, una semana como mucho. Deberías ir a un hospital para que te curen la nariz, y vigílate las heridas del cuello, que no se infecten. Por lo demás, está todo bien.

Limpié la mesa de algodones ensangrentados y restos de alcohol y desinfectantes, que tiré maquinalmente a la papelera, y me agaché para rascarle las orejas a Bon.

-¿Quieres comer algo mientras yo me ducho? -le ofrecí a Nikki.- También tengo ropa limpia que puede servirte.

Mientras estaba apoyado en el marco de la puerta Cath me indicó que me sentara en una silla, había otra justo enfrente y la mesa estaba llena de cosas para curarme, gasas, algunas vendas, alcohol, algodones... Joder, parecía que estaba preparada, además vi unos cuantos algodones manchados con su propia sangre con lo que deduje que ella ya se habría curado mientras yo me duchaba... Vaya, pero si mi lógica y mi capacidad de pensar con claridad habían vuelto! ¿Y la coca? Nada, ya se me había pasado el efecto, esto de ser un drogadicto a tiempo completo es un asco, meterte poca droga no te sirve de nada tienes que meterte droga en cantidades industriales para que el chute sea fuerte... Joder, normal que me dieran sobredosis casi todos los días! Ya me lo decían mis amigos, yo no podía hacer algo solo un poco, no podía solo acostarme con una puta, tenía que hacerlo con todas las del lugar, no podía beberme solo una botella de alcohol, tenía que beberme todas las del local, no podía solo probar las drogas... TENÍA QUE METERME TODAS LAS QUE HUBIERAN EN LA CIUDAD! Y así había acabado, drogadicto perdido... Cuando me senté en la silla, Cath me ofreció una lata de Burn y me quedé mirando la lata y luego a ella esperando que me diera algo de whisky para acompañarla, pero el whisky nunca llegó, me dijo que eso ayudaría a que me despejara un poco, sí, ya, claro... Sin whisky eso era agua. Me encogí de hombros y le di un gran trago a la lata, bebiéndome la mitad, vale, estaba sediento. Mientras yo bebía me dio una vuelta, examinándome a mi o mis heridas, lo que fuera, el caso es que no pude evitar farandola alzando una ceja, entonces sin más me tocó la nariz y gruñí sonoramente, al notar un dolor punzante atravesándome. Me confirmó que tenía la nariz rota y solté un bufido. Perfecto, no tenía suficiente con autodetrozarme el puto tabique nasal por meterme drogas que además me la rompían unos putos vampiros, tendría que estar a base de persa durante un mes como mínimo... La verdad aquello no sonaba tan mal, pero aún así estaba molesto por lo de la nariz. Comentó que ninguna de las heridas eran demasiado graves pero que con la nariz no podría hacer nada y acto seguido empezó con su tarea, poniéndome alcohol y limpiando las heridas para después taparlas con gasa, tiritas o vendas. Interrumpiendo su tarea escuchamos un ladrido y por detrás de ella vi aparecer un enorme husky corriendo hacia mi, saltó sobre mi y empezó a lamerme la cara, no pude evitar sonreír y acariciarle la cabeza, era el típico husky con un ojo azul y otro marrón y era precioso y muy simpático. Cath lo presentó, dijo que se llamaba Bon... ¿Cómo Bon Jovi? Pobrecillo su dueño debería ser un gilipollas, pero el pobre animal no tenía la culpa, Cath dijo que era de su vecino y que ella a veces lo cuidaba, terminó de curarme mientras el perro estaba a mi lado, oliéndome y yo le acariciaba. Finalmente terminó y, como si de un médico de verdad se tratara, me dio ciertas indicaciones y luego se puso a limpiar, yo ya me había terminado mi bebida para entonces y suspiré mirando al perro que me miró como preguntándome que me pasaba. Aparté los ojos de él cuando Cath empezó a acariciarlo y la miré a los ojos justo cuando me rpeguntó que si quería algo de comer, hice una mueca. Oh, dios... ¿Comer? Hacía mucho tiempo que no comía nada solido o saludable, de hecho no recordaba la última vez que había comido pero la sola idea de hacerlo me daba arcadas. Negué con la cabeza y me levanté.

-Tranquila, quizá voy a ponerme algo de ropa y supongo que veré un rato la tele mientras te duchas. - me encogí de hombros. - Voy a buscar lo que queda de mi ropa y puedes ducharte tranquila...

Dicho esto salí de la cocina, seguido por Bon, al que parecía haberle caído bien y fui al piso de arriba. Entré al baño y me puse mis boxers negros, alcé mi camiseta y mis pantalones de cuero... Estaban destrozados... Solté un bufido y cogí mi ropa y las botas y bajé de nuevo las dejé en el sofá y me puse la tele, me tumbé y entonces empecé a sentir un dolor de cabeza atroz, miles de pinchazos horribles iban y venían una y otra vez, joder me dolía demasiado, tanto, que terminé medio desmayado en el sofá, aunque en mi rostro había una expresión de miedo, algo asustada... Joder, ¿Acaso Sikki iba a aparecer? Me daba miedo la de atrocidades que aquel hijo de puta podía hacer en mi nombre y, en el fondo, estaba algo preocupado por lo que le podría pasar a Cath... Encima de que me había ayudado, me había curado y me había acogido... Suspiré justo antes de quedarme medio dormido-medio desmayado en el sofá, deseando poder controlar a Sikki si aparecía o rezando porque aquel malnacido se perdiera por siempre...

. . .

Me despertaron unos gruñidos y unos ladridos. No tenía ni puta idea de la hora que era ni de donde me encontraba pero había algo que era seguro, aquel maldito chucho se había dado cuenta del cambio... Me levanté molesto y le di una patada al perro que se lanzó contra mi, le volví a golpear con fuerza y empezó a gemir. Todo estaba a oscuras, en silencio.... Ah, ya lo recordaba, estaba en casa de la cazadora... Perfecto, así podría darle una sorpresa, subí las escaleras seguido por el maldito chucho que no dejaba de intentar morderme y atacarme, me había hecho sangre, me había herido y al final me cansé, lo cogí por el cuello, ahogándolo pero él se revolvió u escapó, se lanzó con fuerza sobre mi y me tiró al suelo, intentando morderme, lo paré con mi brazo, donde clavó con fuerza sus dientes haciéndome sangre, reprimí un grito de dolor, el puto perro iba a pagar aquello! Le di una patada y lo lancé lejos, bajé corriendo las escaleras y fui a la cocina, el perro no tardó demasiado en seguirme pero para entonces le estaba esperando con un enorme cuchillo de carnicero en las manos y una macabra sonrisa en los labios.

-Vamos, perrito, perrito... Ven con Sikki...

El perro se lanzó sobre mi de nuevo y lo cogí por el rabo, se lo corté y empezó a gemir sonoramente, volvió a atacarme y sin más lo cogí por el cuello y le abrí en canal, haciendo que sus visceras colgaran de su cuerpo sin vida. Mutilé un poco más su cuerpo sin vida, llenando su impecable pelo blanco de sangre, haciendo que se volviera completamente rojizo. Con el cuerpo sin vida y mutilado del perro en una mano y el cuchillo de carnicero manchado de sangre en la otra volví a subir las escaleras, me miré de refilón en un espejo y vi mis ojos completamente negros, como los de cualquier demonio. Le sonreí a mi reflejo, pobre Nikki... Si supiera lo que tenía pensado hacerle a la cazadora... Me reí en voz baja y fui directo hasta el cuarto de la cazadora, abrí la puerta y la encontré en su cama, durmiendo plácidamente, me subí sobre la cama, gateando lentamente y me coloqué sobre ella... La verdad es que estaba buena... Podría violarla y luego matarla, sí... No era mala idea. Me relamí los labios y sonreí antes de empezar con la tortura que tenía pensada para ella...

Aguardó apoyado en el marco de la puerta a que yo le dijese algo. Me abstuve de comentar nada acerca de su indumentaria, lo cierto es que su ropa tampoco estaba en las mejores condiciones y además, cuanto más al descubierto estuviese su piel, más fácil me sería curar sus heridas. Mientras le ofrecía una lata de Burn, que recibió sin mucho entusiasmo, advertí que su mirada era más clara que antes y que parecía más lúcido que antes. Parecía que la ducha le había sentado bastante bien, rebajando los efectos que la droga había causado en él; al final iba a resultar que lo que decían en las películas, eso de meter a alguien que acababa de drogarse en una ducha de agua fría, era realmente algo efectivo para ayudarles. Bueno, un punto a favor de Hollywood, quién lo iba a decir. A lo mejor la Meca del cine tenía algo bueno y todo...

Mientras me dedicaba a curarle, tratando de hacerle el menor daño posible, no pude dejar de notar que estaba cubierto de marcas de toda clase y origen, muchas de ellas de drogarse. Traté de mantener la cabeza fría y centrarme solo en sanarle, pero no podía dejar de preguntarme qué motivos llevan a una persona a autodestruirse de aquel modo. ¿Cuánto debía odiarse a sí mismo? ¿Cuánta desesperación por sentirse bien, por encontrar algo de felicidad en alguna parte debía sentir en su interior? Lo pero de todo es que, en parte, sabía cómo se sentía, lo que era odiarse a uno mismo y estar desesperado por sentirse querido, feliz, en paz. Pero yo luchaba cada día para salir adelante, no me dejaba seducir por la solución fácil que supondrían las drogas, aunque quizás la caza era para mí lo que los químicos eran para él; no lo sabía y no tendría modo de averiguarlo jamás. El caso es que, aunque nada en el mundo me hubiese gustado más, no tenía modo de ayudarlo más que curando las heridas de su cuerpo. Las del alma estaban fuera de mi alcance.

Durante todo el tiempo que estuve desinfectando y cubriendo con gasas su cuerpo, Bon no se apartó de él ni un segundo. Parecía que le había caído bien, lo cual interpreté como una buena señal: era un perro muy sensible y siempre gruñía cuando percibía malas intenciones o que algo no iba bien en alguna parte; pero si alguien le gustaba, podías estar casi seguro de que no iba a pasar nada malo con esa persona. Con ellos, era el perro más encantador y simpático del mundo, una auténtica ricura. Le acompañó cuando subió al baño a por su ropa y fue con él al salón a ver la tele mientras yo subía a la ducha.

Dejé que el agua resbalase sobre mi cuerpo, arrancándome muecas de dolor, mientras apoyaba una mano contra la pared. Me estaba bien, el dolor me ayudaría a recordar que no debía volver a tomarme un descanso nunca más o probablemente acabaría muerta sin remedio. Aquella chica... aquella chica probablemente no habría muerto si yo hubiese sido un poco más rápida a la hora de hacer las rondas y de decidir si alguien era un ser sobrenatural o no. Si no me hubiese demorado tanto comprobando a aquel chico que al final había resultado ser solamente un gótico borracho y no un vampiro como yo pensaba...

Cerré los ojos y salí de la ducha, tratando de lidiar con los cientos de reproches que me aturdían la mente. Respiré hondo y me vestí de nuevo con una camiseta tres tallas más grande de la mía, que me quedaba a modo de vestido, y unos pantaloncitos cortos de chándal, para luego ir a buscar algo de ropa limpia para Nikki e ir al salón para dársela. Cuando llegué, él estaba dormido y la tele seguía encendida, con Bon aovillado a sus pies. Sonreí para mí, debía estar realmente agotado después de todo lo que había pasado esa misma noche, así que le dejaría dormir allí. Posé las ropas en uno de los sofás laterales y fui a buscar una manta con la que cubrirle, tras lo cual apagué la tele y me agaché junto a Bon para rascarle un poco detrás de las orejas.

-Buen chico -le susurré.- Anda, duerme con él y vigila que no pase nada aquí abajo, ¿vale?

Subí a mi habitación, apagando todas las luces por el camino, y me quité los pantalones antes de meterme yo misma en la cama y quedarme profundamente dormida. Como siempre, comencé a tener pesadillas sobre la muerte de mi familia y sobre Odette, pero algo, un ruido extraño me despertó. Parecía... Parecía Bon gruñéndole a alguien.

-¿Bon? -llamé, en voz baja.- ¿Sucede algo, chico?

No me llegó respuesta de ningún tipo, así que supuse que habían sido imaginaciones mías. Aún así no pude evitar sentirme inquieta mientras volvía a acostarme.

Me quedé dormida de nuevo, pero apenas unos minutos después volvía despertarme de un modo nada agradable. Sentía el peso de algo sobre mi cuerpo y algo cálido y húmedo comenzaba a empapar las mantas. Abrí los ojos con desgana y para encontrarme de frente con...

-¡AAAAAAAAAAAAAH!-chillé, sin poder evitarlo.

Nikki estaba tendido sobre mí, pero no era él... Tenía los ojos negros, como si estuviese poseído, pero no podía estarlo, ya que a la entrada de mi cuarto había una trampa para demonios y él la había atravesado sin problemas. Lucía en su rostro una expresión de perversa diversión, y llevaba en una mano un cuchillo y en la otra el cuerpo sin vida de Bon.

La cazadora se despertó justo en el momento más oportuno... o no... Según desde el punto de vista que se mirara. Aunque a mi me daba igual ya que, tarde o temprano acabaría despertándose si estaba consciente desde el principio... Sufriría más así que mejor para mi. Esbocé una media sonrisa, ella gritó al verme, un grito que bien podía haberme destrozado los tímpanos pero que por suerte no lo hizo, me deshice del perro lanzándolo contra la pared con fuerza, con el impacto, su cuerpo se abrió aún más y la pared quedó manchada mientras que sus vísceras quedaban esparcidas por el suelo, en un rápido movimiento me puse el cuchillo en la boca y salté sobre ella, cogiéndola por las muñecas e inmovilizándola. Ella empezó a patalear a moverse debajo de mi intentando zafarse de mis brazos pero cada vez que se movía apretaba con más fuerza y amenazaba, sin palabras, con romperle las muñecas. Si era una chica lista y sabía a lo que se enfrentaba, tenía que saber perfectamente que las trampas contra demonios y los exorcismos no funcionaban conmigo y que lo mejor iba a ser dejar de luchar contra mi o entonces acabaría peor parada. Me incliné sobre ella y cogí sus dos brazos con una de mis manos, me quité el cuchillo de la boca, quedando así algo manchada de sangre y acerqué mi rostro a suyo con una sonrisa macabra en mis labios, signo de todas las cosas que se me estaban pasando por la cabeza hacerle.

-Oh, vaya, vaya cazadora... ¿Tienes miedo? - pregunté casi entre susurros con una voz ronca y grave, algo más que la de Nikki. - Haces bien, porque esta noche nadie va a poder ayudarte... - sonreí y le lamí la cara antes de separarme un poco más.

La observé llevaba apenas una camiseta varias tallas más grandes puesta y supuse que debajo llevaría la ropa interior (aunque una parte de mi deseaba que no, pero algo me decía que las cosas no iban a ser tan fáciles...) me mordí el labio inferior y con el cuchillo corté la camiseta desde el cuello hacia abajo, rompiéndola y dejando su cuerpo al descubierto, haciéndole una pequeña herida en la piel que seguía el recorrido del cuchillo, la herida no sangraba y si lo hizo fue apenas un segundo, lo suficiente como para dejar un rastro rojizo en su piel. Como había supuesto, debajo de la camiseta llevaba ropa interior pero bueno, así más tiempo para divertirme... Empecé a lamer su herida, intentando recoger todos los restos de sangre posibles y una vez llegué al cuello, mordí con fuerza, clavando mis dientes todo lo que pude hasta que noté el sabor metálico y dulzón de la sangre en mi boca, bebí y la saboreé pero entonces me separé de ella rápidamente al notar algo especial en su sangre, algo conocido... Algo que me demostraba que no era una simple humana y, por ello, su sangre acababa de fortalecerme. Alcé una ceja mientras la estudiaba de nuevo. Me preguntaba si ella misma sabía lo que era...

-Mmmmm... Interesante... - fue lo único que dije al respecto.

No creía que supiera que ella era, al igual que yo, una medio demonio, por lo que tenía algo de ventajas si no conocía sus poderes y no sabía utilizarlos contra mi. Volví a su cuello, que aún sangraba y seguí bebiendo su sangre, notando como me fortalecía cada vez más y, entonces, me di cuenta de que no era exactamente como yo... Era aún más poderosa, pero no entendía la razón de ello... Los niños de Azazel, tenemos todos fuerza y poderes similares, pero su sangre no era como la de Alex, la otra niña de Azazel a quien encontré era... distinta. Como si su padre o su madre o lo que fuera fuera otro demonio. Sacudí la cabeza apartando aquellos pensamientos de mi, aquello daba igual, no era importante, tenía que aprovechar todo el tiempo que tenía porque si Nikki aparecía... Adiós a la diversión! No podía malgastar ni un segundo con tonterías así que, le arranqué los restos de la camiseta que le quedaban y empecé a llenar su cuerpo d mordiscos hasta que me cansé y cambié mi boca por el cuchillo, llenándola de cortes de los que manaba sangre y de los que empecé a beber sin más, alimentándome de ella, y notando como mi fuerza crecía cada vez más con su sangre...

Mi primer impulso, nada más abrir los ojos, fue el de pensar que aquello era todavía parte de mis pesadillas habituales, aunque claro, esa lógica tenía una gran cojera: ¿desde cuándo aparecía en mis pesadillas normales Nikki con el cuerpo de Bon abierto en canal? Máxime teniendo en cuenta que acababa de conocerle. Así pues, no podía ser una pesadilla, y si no era una pesadilla entonces tenía que ser real... En esa parte del razonamiento, la verdad me golpeó como una maza y provocó que profiriese el más fuerte de los gritos que hubiese lanzado jamás y que bien podría haberle dejado sordo de por vida. No fue así; ni siquiera pareció sobresaltarse, se limitó a sonreír más ampliamente que antes y a arrojar el cuerpo sin vida de Bon contra la pared más cercana, dejando un enorme manchurrón de sangre y vísceras en ella. Y, a pesar de lo grave de la situación, que se estaba perfilando bastante mala para mí, no pude evitar preguntarme qué le iba a decir al señor Saunders cuando volviese de su viaje y me fuese a pedir el perro. Pobre Bon, con lo bueno y lo encantador que era el animal...¿por qué le había hecho eso?

Maldita sea, ¿en qué estaba pensando? Tengo a un tío con ojos de demonio pero que no es un demonio subido encima de mí en la cama, con un cuchillo ensangrentado en una mano y que probablemente quiera matarme igual que se ha cargado al perro ¿y lo único que hago es lamentarme por el pobre animal? Lo mío no es normal.

En los escasos segundos que me llevó pensar todo aquello, mientras contemplaba el impacto del cuerpo de Bon contra la pared, Nikki aprovechó para ponerse el cuchillo en la boca y saltar sobre mí para agarrar mis muñecas e inmovilizarlas. Inmediatamente sentí la furia que me provocaba que alguien me agarrase sin mi permiso, mezclada con algo de temor, y ésta vez no la reprimí: le di rienda suelta para forcejear y tratar de librarme de él, pero era demasiado fuerte para mí y lo único que logré fue retirar las mantas que me cubrían y provocar que me agarrase con más fuerza. A regañadientes, dejé de forcejear, pues si seguía por ese camino lo único que lograría sería romperme las muñecas. En ese momento, me aferró ambos brazos con una sola mano y con la otra se extrajo el cuchillo de la boca, al tiempo que se inclinaba sobre mí. Fijé la vista en el techo para no tener que ver aquella sonrisa macabra que se extendía por su rostro, antes bastante amable y, hasta cierto punto, caballeroso. Me pregunté qué habría pasado. ¿Qué podía haber ido mal para que de repente el chico que había arriesgado su vida, un poco a lo loco todo sea dicho de paso, para salvar la mía, se hubiese convertido en una especie de psicópata asesino y a saber qué más cosas?

-No te tengo miedo -repliqué, cargando la voz de ácido.

Cuando habló, provocó que yo volviese a bajar la vista para clavar en él una mirada extrañada, ya que lo hizo con una voz ligeramente distinta a la que había estado usando hasta ahora, y me llamó cazadora, en vez de Cath o Buffy, lo cual, junto con aquellos ojos extraños y el tinte demente que brillaba en ellos, me hizo darme cuenta de algo.

-Tú no eres Nikki -espeté, con fiereza.- ¿Quién eres tú?

Me lamió la cara antes de alejarse de mí y observarme de arriba a abajo. Había sido una gran idea dormir con la camisa aquella noche (normalmente dormía en ropa interior), pero tal vez tendría que haberme puesto un pijama corto o algo así, en fin, algo que supusiese un poco de más de dificultad para aquel psicópata. Pero no había sido así, y ahora no era el momento de lamentarse por ello, sino de pensar como diablos iba a salir de allí. Sentí el frío del cuchillo en la piel, junto con un leve rastro de dolor que acompañó a la rotura de mi improvisado camisón. Aunque sabía que era inútil, no pude evitar volver a forcejear cuando empezó a lamer la herida de abajo a arriba, tratando de librarme de él. Un leve grito se escapó de mis labios cuando hundió sus dientes en mi cuello y me hizo sangre, que comenzó a beber. Se apartó de golpe de mí para volver a examinarme de arriba a abajo, con una ceja alzada.

-¿Qué coño dices? -pregunté, aún tratando de liberarme.

De nuevo se inclinó sobre mí y me arrancó lo que quedaba de mi camiseta, para comenzar a llenar mi cuerpo de mordiscos y después de cortes, que empezó a lamer igual que si de whisky se tratase. Era extraño, pero a cada lamentón de mi sangre parecía hacerse más y más fuerte; extraño....y preocupante para mí, pues eso reducía mis posibilidades de escapar.

Cuando habló y dijo que yo no era Nikki, me dieron ganas de ponerme a aplaudirle o darle un premio o ponerle un pin o algo. Joder! ¿Por qué esa era la puta primera frase que todo el mundo decía al verme? ¿Qué pasa que no era obvio que no era Nikki? Aunque tuviéramos el mismo cuerpo, estaba claro que no eramos la misma persona, joder, se veía a la legua pero ahí estaban todos, soltando aquella dichosa frase que tanto me enervaba y me daban ganas de ponerme a gritar o matar a alguien (cosa que siempre acababa haciendo tarde o temprano)... La verdad estaba harto de que nos confundieran y, de hecho, tenía un plan para hacerme con el control total que cada día tomaba más forma, si había suerte, pronto Nikki moriría y nunca más nos volverían a confundir. Una macabra sonrisa se formó en mi rostro y volví a mirar a Cath. Mandé todo a la mierda y me centré en la cazadora quien seguía resistiéndose, viendo cada vez más cerca lo que estaba claro que iba a pasar. Con el cuchillo de carnicero aún en mi mano libre corté su sujetador, igual que había hecho con su camiseta, y me deshice de él, dejándola semi-desnuda. Tiré el cuchillo a lo lejós y entonces recorrí su cuerpo con mis manos mientras la miraba, la llené de caricias brutales que más bien eran arañazos que dejaban marcas rojas en su piel a su paso y sonreí.

-Oh, vaya... ¿Quieres un pin o algo? - pregunté molesto. No podía dejar pasar que me hubiera confundido con Nikki. - No, no soy Nikki... Y él no va a volver... Al menos en un buen rato. Hasta entonces mando yo. - sonreí y me incliné para morderle el labio inferior. - Y creo que te gustará mucho más que sea yo que él... Aunque morirás más lentamente... - me encogí de hombros. - Será mejor que no te resistas demasiado...

Y con aquel consejo la besé con violencia, obligandola a que abriera la boca y recorriendola con mi lengua, llegando hasta lo más hondo de su boca, intentó morderme y me hizo algo de sangre sonreí al apartarme de ella y entonces empecé a deslizarme por su cuerpo llenándolo de mordiscos y chupetones. Volví a subir por su cuerpo y me quedé en su cuello, volví a morder con fuerza en el mismo lugar que antes haciendo que la herida se abriera aún más y notando aquel sabor embriagador llenándome, haciéndome más fuerte... Entonces mi mano libre se deslizo por su cuerpo y atravesó su ropa interior. Cuando notó mi mano empezó a moverse aún más intentando escapar pero no podía cuanta más sangre bebía más fuerte me volvía. Empecé a acariciar su clítoris con mi mano y dejé su cuello un rato para centrarme en sus pechos, los lamí, los besé y le mordí con fuerza los pezones. Alcé la mirada, divertido, para hablarle con una sonrisa en los labios.

-Y ahora me dirás que no te gusta... - solté una carcajada. - Si quieres paso ya a la parte de la tortura pero bueno... Eso que te pierdes...

Le había molestado que dijese que no era Nikki, como si por simple intuición a primera vista tuviese que saber que no era la misma persona a la que había invitado a mi casa y a la que había curado las heridas. ¡No te fastidia! Aún por encima que mataba al perro e intentaba violarme, el señorito quería que lo diese todo por sentado. ¡Sería cretino! Estaba claro que el cuerpo era el de Nikki, tenía las mismas marcas y las mismas gasas que yo misma le había puesto unas horas antes; y al mismo tiempo, era obvio que no era él mismo, por la mirada demente y por sus acciones de psicópata. Todo apuntaba a que se trataba de una posesión infernal: los ojos negros, el sadismo, la agresividad gratuita... Y, sin embargo, era imposible que un demonio estuviese ocupando su interior, ya que los dormitorios estaban llenos de trampas y Llaves de Salomón para impedirles el paso y que quedasen atrapados en ellas hasta que yo tuviese tiempo de hacerme cargo de ellos, y él las había atravesado sin ningún problema, especialmente las que estaban rodeando mi cama, que eran las más complicadas y efectivas (podía parecer que era una paranoica, pero viviendo lo que había vivido, y sabiendo lo que sabía, me sentía más tranquila de ese modo); de hecho, esas mismas trampas imposibilitaban que fuese otra enorme cantidad de criaturas, pues también eran efectivas contra ellas. Por lo tanto, debía tratarse de algo distinto, algo no sobrenatural. ¿Una doble personalidad, tal vez? Sí, probablemente fuese aquello: el estado en el que estaba Nikki y las marcas de su cuerpo señalaban a una profunda inestabilidad mental.

Fijado aquello, ahora venía lo más importante: ¿y qué? ¿De qué me servía saberlo cuando estaba a punto de violarme y matarme? Ahora lo que tenía que hacer era pensar en cómo iba a sacármelo de encima sin hacerle un daño permanente a Nikki; a pesar de todo, me había parecido un buen chico. Con problemas, sí, y considerablemente pirado, pero un buen chico a fin de cuentas, capaz de arriesgar su vida por salvar a quien prácticamente le resultaba una desconocida. No obstante, no podía dejar que el miedo a dañarle me imposibilitase el escapar, me dije mientras él cortaba mi sujetador con el cuchillo y lo lanzaba a un lado. Forcejeé con más fiereza, tratando de librarme de sus caricias brutales, arañazos sobre mi piel desnuda y por la que ya comenzaba a resbalar sangre procedente de todas las heridas que me había hecho. No podía pensar con claridad mientras su mirada seguía fija en mí, con aquella sonrisa petulante que me ponía frenética. Mierda, así no iba a ninguna parte, tenía que haber algo que pudiese hacer, sabía que existía alguna carta que jugar a mi favor contra aquel demente, pero para recordarla tenía que pensar fríamente. Sonrió, inclinándose de nuevo sobre mí, y me mordió el labio inferior. Casi lo tenía, casi...

-Vete al infierno, capullo -escupí.

Entonces me besó violentamente, forzándome a abrir por completo la boca e introduciendo su lengua tan al fondo como pudo. Traté de mordérsela en un gesto reflejo, haciéndole sangrar, y entonces se apartó de mí, con una sonrisa en los labios. Mis ojos recorrieron su rostro mientras se alejaba, y en ese momento caí en la cuenta. ¡Sí, eso era! Ya sabía cómo sacármelo de encima, solo me faltaba la oportunidad...

Pareció que ésta no se iba a producir nunca, mientras él me mordía y me chupaba el cuerpo, de arriba a abajo, y clavaba de nuevo sus dientes en la herida de mi cuello, provocando que profiriese un alarido de dolor semejante a aquel que di nada más verle. Entonces, la mano que no me mantenía inmóvil se introdujo en mi intimidad y comenzó a moverse, mientras con la boca lamía y mordisqueaba mis pechos. Jadeé de pavor y redoblé mis intentos de soltarme, pero ¡maldita sea! era demasiado fuerte para mí. Arqueé el cuerpo, tratando de reunir fuerzas para el momento crucial, a pesar del asco y la repulsión que estaba sintiendo.

Se alzó para volver a mirarme y hablar, burlón, y entonces fue mi momento. Con la energía que había acumulado, me precipité hacia delante y le di un cabezazo en la nariz, al tiempo que giraba ambas muñecas, empapadas de sudor, de modo que escapaba de su agarre. Rodé de lado y escapé de él, propinándole una patada en la cara mientras huía a toda prisa de la habitación e iba a encerrarme en la de mis tíos. Me atrincheré allí, mientras cogía algo de ropa de mi tía con la que cubrirme.

Estaba pasándomelo de miedo con su cuerpo, mordiendo y bebiendo su sangre que no hacía otra cosa que hacerme más y más fuerte, no sabía cómo era posible que su sangre fuera tan poderosa pero me daba igual, mientras ella no lo supiera yo tenía suficiente. Noté que, cuando introduje mi mano dentro de su ropa interior empezó a moverse rápidamente intentando soltarse pero llegó un momento en el que dejó de hacerlo, simplemente mantuvo su cuerpo arqueado... ¿Que leches estaba haciendo? Me daba igual continué con lo que tenía entre manos(literalmente) y cometí el error de acercarme a ella y hablarle, entonces ella me dio un cabezazo con todas sus fuerzas, reventándome la nariz, que debía de tener ropa y entonces sentí aquel maldito dolor atravesándome, mientras ella se soltaba de mi mano y salía corriendo, antes de eso me volvió a golpear con el pie en la cara y solté un grito, esta me la iba a pagar. Escuché una puerta cerrarse desde allí, yo tenía las manos cubriéndome la nariz, las miré estaban llenas de sangre, no dejaba de sangrar, mejor, así el gilipollas de mierda de Nikki no se metería más coca por un tiempo y no me jodería la puta existencia con el puto mono. Me levanté de la cama y salí de allí dando un portazo, ni siquiera cogí el cuchillo, estaba demasiado enfadado como para pensar y el dolor que sentía me impedía pensar con claridad.

-Gatita, gatita... ¿Dónde te has metido? - preguntaba mientras caminaba apoyando la oreja en todas las puertas y abriéndolas. - Vamos... ¿De qué tienes miedo? No quiero hacerte daño... sólo voy a aplastarte los sesos. ¡Aplastaré tus jodidos sesos! - grité, perdiendo los nervios, justo cuando solo quedaba una puerta más por abrir, esbocé una media sonrisa manchada de sangre.

Me acerqué a la puerta y cuando estuve frente a ella le di una patada para abrirla, a la primera no funcionó, hice una mueca, cogí carrerilla y con todo mi cuerpo destrocé la puerta. Una vez dentro me levanté y miré a mi alrededor, buscando a la cazadora. No podía utilizar mi olfato, porque tenía la nariz demasiado destrozada como para hacer algo con ella así que me limité a utilizar el resto de mis sentidos mientras en mi cabeza se dibujaban cientos de formas para destrozar a la cazadora. Sonreí ampliamente al escuchar un sonido procedente del fondo de la habitación y empecé a caminar hacia él..

En cuanto me vi libre de sus zarpas, mi primer impulso, por encima de cualquier otra, fue la de poner tierra entre ambos. Más tarde llegaron los de cubrirme y contraatacar, pero el primero fue el de escapar, y para ello necesitaba algo que me diera un poco más de margen; el cabezazo había sido útil para liberarme, pero no iba a afectarle para siempre, así que, mientras giraba sobre mí misma y rodaba sobre la cama de una sola plaza, estampé mi pie en su cara, tratando de acertar lo más cerca posible de la nariz o de los ojos. Después me levanté a toda prisa, sin lanzar siquiera una última mirada al psicópata con el cuerpo de Nikki ni a mi cuarto, poniendo especial cuidado en ignorar las paredes cercanas a la puerta, apoyado en una de las cuales seguía el cuerpo sin vida del pobre Bon, que seguramente había muerto al tratar de protegerme de aquel salvaje. Ahora que lo pensaba un poco, seguramente habían sido sus gruñidos de alarma lo que me había despertado, pero estaba segura de que no había escuchado una pelea o aquel cabrón no me hubiese pillado desprevenida.

Me precipité a través del pasillo, dando tumbos al principio, pero recuperando el control sobre mi cuerpo y sobre mis emociones al cabo de unos instantes. Corrí a la habitación de mis tíos, que era la más alejada de todas, y me encerré en ella, aunque hubiese deseado poder bajar al salón o a la cocina. No podía: los golpes que le había propinado apenas habían logrado aturdirlo por el dolor, y ya le escuchaba abandonar mi habitación y comenzar a buscarme por toda la casa. Eché el pestillo a la puerta y me vestí con un chándal corto que, a todas luces, le venía muy pequeño a mi tía; me quedaba grande a mí, pero era mejor que cualquier otra cosa que hubiese en aquel cuarto. Miré a mi alrededor, buscando un sitio en el que esconderme para cuando llegase él, pues ya le escuchaba cerca de la puerta. Joder, cuanto daño ha hecho El Resplandor, pensé para mis adentros al escucharle soltar aquella frase. La situación, de no ser tan peligrosa para mí, hasta podía resultar graciosa, tan de peli de miedo: el psicópata persiguiendo a la chica por la casa, y ella ocultándose en un rincón y temblando de miedo. Salvo, claro está, que yo no temblaba de miedo: pensaba fríamente en un modo de dejarle seco y lograr llegar al piso de abajo. Me metí en el armario y vigilé a través de la cerradura su entrada a lo bruto, entre astillas de madera.

Genial. A ver como le explico eso a mis tíos, pensé. Luego me dije: debería dejar de preocuparme por gilipolleces...

El reloj de mi tío resbaló e hizo un ruidito, atrayendo por completo su atención. Pude ver su sonrisa petulante al pasar de largo por mi lado, y advertí que ya no llevaba el cuchillo, al menos en la mano, y no era probable que lo ocultase en otro sitio, ya que iba en calzones...

En cuanto estuvo a tiro, abrí la puerta de golpe para darle con ella y derribarle al suelo. Arrastré tras de mí la ropa del armario que cayó creando un obstáculo entre la cama y el armario que me haría ganar segundos preciosos. Abandoné la estancia corriendo y bajé las escaleras para sumergirme en la oscuridad del piso inferior, donde corrí a ocultarme entre los muebles a oscuras del salón.

Entré en la habitación de manera brusca y violenta y es que no podría haber entrado de otra manera, yo era así y bueno... ¿A quién coño le importaba que me cargara la puerta? Desde luego a mi no. Me levanté sin más y miré a ambos lados, pensando donde se podía esconder la cazadora, en la habitación había un armario y luego estaba la cama... Vale había visto demasiadas películas de miedo de las malas como para descartar el armario porque si la tipa era inteligente, nunca se metería allí... Es donde los psicópatas siempre miramos primero pero por una vez, escuché un sonido procedente del fondo de la cama, quizá estaba debajo de ella, dejé el armario a un lado imaginando que la cazadora sería lo suficientemente lista como para no meterse en él y fui directo hacia la cama pero entonces, algo me golpeó y vi como la cazadora salía del armario, tirando un montón de ropa y salió corriendo dejándome en el suelo. Tardé demasiado poco en reaccionar por suerte y salí corriendo detrás de ella, corrí, siguiéndola escaleras abajo, la casa estaba completamente a oscuras, pero antes de ir al salón, donde estaba seguro que se escondía fui a la cocina y cogí un cuchillo. Blandiendo el cuchillo volví a entrar en el salón, estaba completamente a oscuras y las sobras de los muebles le daban un escondite perfecto para ocultarse a mis ojos, vale, aquello sería una ventaja para ella, pero yo era rápido, tenía poderes y podía clavarle el cuchillo cuando quisiera...

-Me estás poniendo de los putos nervios, cazadora... - le espeté. - Vas a morir y no tienes forma impedirlo... - empecé a reírme. - Oh, y te dejaré moribunda para que cuando el inútil de Nikki vuelva puedas decirle que todo esto es un regalito Sikki... - me mordí el labio inferior, tan fuerte que me hice sangre.

Empecé a caminar a ciegas por el salón, lanzando mandobles del cuchillo al aire, buscando todos los escondites posibles pero no estaba allí, quizá estuviera en otra parte de la casa o quizá había sido más rápida que yo y había logrado escapar pero no... Algo me decía que la cazadora seguía allí... Su instinto de cazadora era mucho más fuerte que el de supervivencia y querría cazarme o, al menos intentarlo, bloquearme y, quizá, hacer aparecer a Nikki. Nikki estaba demasiado débil, como cada vezque yo aparecía en su lugar, pero la ducha que se había dado, que ella lo hubiera curado y que no le hubiera dejado beber más... Lo habían fortalecido y no sabía el tiempo que podría aguanta... En cuanto se pusiera a pelear, cuando despertara y, de alguna manera, se diera cuenta de que estaba ocupando su cuerpo... No podría aguantar demasiado. Hice una mueca al pensar aquello. Joder, tenía que cargarme de una maldita vez a la cazadora!

Me pregunté, de un modo un tanto indiferente, qué diablos tenía yo para que me pasasen todas las cosas malas o absurdas. ¿Cómo una simple noche de caza había terminado conmigo jugando al escondite con un psicópata en casa de mis tíos, que me iba recitando frases de "El Resplandor"? ¿Qué faltaba ahora, que se encendiese la tele y de pronto fuese absorbida a su interior por un poltergeist? Vale, eso era de otra película, pero para el caso era lo mismo: cuanto más absurdas y raras fueran las cosas a mi alrededor, ¡mejor! Esa parecía ser la filosofía de mi vida en los últimos tiempos.

Sabía que lo más obvio era encerrarse en el armario, y que por ello Nikki pensaría que yo no lo había hecho y miraría en otro lugar. O quizás sí que miraría allí, en cuyo caso me vería obligada a golpearle tan fuerte y tan repentinamente que no tuviese tiempo de reaccionar antes de que yo huyese por algún lado en dirección a las escaleras. De todas formas, él no iba armado, lo cual era una baza a mi favor, aunque no demasiado buena, ya que era endiabladamente fuerte, mucho más que yo, como no dejaban de recordarme las marcas de mis muñecas y el dolor pulsante que no dejaba de recorrerlas cada vez que hacía algún movimiento. Tendría que golpear rápido y muy fuerte si no quería que aquel bastardo me volviese a agarrar, seguramente hasta aplastarme la garganta o algo así, porque sabía que estaba dispuesto a pasar al siguiente nivel y asestar un golpe de muerte si podía. Así que me encogí en un rincón del armario -oh, vaya, qué topicazo, por Dios- y me dispuse para lo peor, mientras le observaba a través de la cerradura del armario. El ruido del reloj de mi tío me salvó, atrayendo su atención hacia el fondo de la habitación y permitiéndome sacudirle con la puerta del armario mientras huía. No fue tan efectivo como hubiese sido de encontrarme en mejores condiciones, pero con las muñecas medio destrozadas, un hombro herido y llena de heridas, arañazos y mordiscos, mis fuerzas no eran las idóneas para estampar a alguien contra la pared.

Huí escaleras abajo, con el psicópata pisándome los talones. ¡Mierda, se recuperaba muy rápido! No iba a llegar al salón a tiempo, me iba a coger antes de que llegase...

Por fortuna, no fue así. Llegué al piso de abajo apenas unos instantes antes que él, pero la oscuridad era mi aliada, ya que yo podía caminar por esa casa a ciegas y en pleno terremoto sin perderme una sola vez, y para él todo era nuevo. Además, le oí marchar a la cocina, seguramente a proveerse de un arma con la que acabar con mi vida. Me deslicé al amparo de las sombras del salón, observando cómo él entraba, cuchillo en mano, para buscarme. Por fin me dijo su nombre, pues todas los casos de doble personalidad cada una de las facetas tiene su propio nombre, su propia identidad individual. Lo cierto es que la de Nikki no era muy original: Sikki. Se quedó descansado después de habérselo puesto.

Sikki comenzó a buscarme a ciegas por toda la habitación, dando estocadas al azar, sin darse cuenta de que yo misma me movía con él, oculta gracias a los muebles y a su propia sombra, acechando, buscando el momento correcto para atacar. Tenía que quitarle aquel cuchillo...

Cuando estaba más desprevenido, le di una patada en la parte de atrás de las rodillas para derribarlo al suelo y empujé su cabeza contra la mesa baja que siempre estaba enfrente de la tele. Me aparté rápidamente y volvía esconderme en la oscuridad, escapando de sus garras. De nuevo aceché y aguardé, conteniendo la respiración y sin hacer el más mínimo ruido. Después, le propiné una patada en la entrepierna y lo estampé con violencia contra la pared del fondo. Fui a huir de nuevo, pero esta vez él fue más rápido: se giró y se lanzó sobre mí, derribándome al suelo en un hueco estrecho entre dos sofás. Absorbí el impacto con la espalda, y el dolor provocó que ahogase un grito. No me di tregua para acusar el golpe, pues él ya estaba sobre mí con su cuchillo, dispuesto a acabar conmigo. Alcé una mano rápidamente y la colé bajo sus defensas, para retorcer y aplastar su nariz, al tiempo que encajaba una rodilla entre su estómago y la entrepierna y golpeaba con fuerza. Con la otra mano aferré la muñeca que sostenía el arma y la golpeé varias veces contra le borde de madera de uno de los sofás, hasta que soltó el mango y el cuchillo salió volando y se perdió en la oscuridad. Me retorcí para salir de debajo de él y escapé a gatas, aunque no logré llegar más allá de la estantería: él volvió a atraparme y a situarse sobre mí. Estaba furioso, podía verlo en sus ojos, y al ir a agarrarme de nuevo, desgarró la camiseta y dejó mis pechos de nuevo al descubierto. Inclinó la cabeza sobre ellos y los mordió con fuerza, mientras yo tanteaba con una mano en la balda más baja de la estantería hasta lograr aferrar una de las estatuilla de porcelana que tanto adoraba mi tía y le golpeaba con ella la cabeza, reduciendo a pedazos la figura.

En la oscuridad del salón podía escuchar el silencio, además del tic tac de un reloj, sonidos procedentes de la calle... Joder intentaba concentrarme y terminé por desesperarme, lanzando mandobles del cuchillo al aire, quería matarla y necesitaba hacerlo cuanto antes, lo peor era que no quería reconocer que estaba en desventaja: Era su casa y la conocía a la perfección, le daba igual que hubiera luz o no... Podría esconderse de mi y quizá pillarme por sorpresa, pero yo estaba alerta... Y también podía cortarla en pedacitos, ya que eso se me daba realmente bien... Entonces la cazadora apareció detrás de mi, golpeándome justo detrás de las rodilla y haciéndome caer al suelo, MIERDA!, pero no había acabado conmigo, me cogió por el pelo y me golpeó en la cabeza contra una mesa que había por allí cerca, me revolví, con un buen corte en la frente del que empezaba a salir sangre, para intentar cogerla y tirarla, aquella me la iba a pagar. Escapó por mio poco ya que casi rocé su pierna pero volvió a esconderse en la oscuridad, maldecía en voz alta mientras me ponía de pie buscándola y esperando poder hacerle un buen tajo y abrirla en canal... Salió rápidamente de la sombras y me golpeó en la entrepierna y me incrustó en la pared, justo a tiempo, empuñé el cuchillo hacia ella y le hice un corte en el brazo, lo sabía, porque olía su sangre... Me relamí y me lancé contra ella, cogiéndola, esta vez si! Ya la tenía! Acabamos cayendo al suelo, justo en el hueco entre dos sofás, alcé el cuchillo dispuesto a clavárselo en el cuello y que la sangre empezara a fluir a raudales pero no, ella fue más rápida y fue directa a mi punto débil, aplastándome la nariz ropa y haciéndome rugir de dolor, me golpeó además en la entrepierna y en el estómago mientras retorcía y golpeaba mi muñeca contra uno de los sofás varias veces haciéndome soltar el cuchillo de golpe.

-Hija de puta... - murmuré entre dientes.

Logró salir de debajo de mi y se escapó a gatas, la cogí por el tobillo y la hice caer al suelo, enseguida me coloqué sobre ella con cara de sádico, me había cabreado y ahora no iba a tener paciencia, me la iba a cargar, costara lo que costara, la muy perra iba a sufrir por todo lo que me había hecho. Desgarré la camiseta que llevaba y con fuerza me incliné mordiendo con fuerza sus pechos y haciéndole incluso sangre, volviendo a alimentarme de ella mientras le hacía nuevas heridas en sus perfectos pechos, entonces noté como algo impactaba directamente contra mi cabeza haciéndome soltar sus pechos y caer de golpe allí, intenté levantarme pero un dolor punzante me atravesó empece a gruñir, no era el dolor por aquel golpe lo que me preocupaba era el dolor de cabeza, que cada vez era más fuerte lo que me preocupaba.

-MIERDA! - grité justo antes de quedarme de nuevo inconsciente sobre ella.

. . .

No sé que fue exactamente lo que me despertó, quizá todo el dolor que mi cuerpo sentía que era más de lo que había sentido en mucho tiempo o quizá, notar algo debajo de mi, moviéndose hacia arriba y hacia abajo, de forma constante, una respiración, jadeante. Me desperté parpadeando durante un momento intentando enfocar y ver dónde leches estaba. ¿Qué acababa de pasar? ¿Por qué me dolía todo el cuerpo? Alcé la cabeza y miré hacia abajo, los ojos casi se me salen de las órbitas al encontrarme a Cath debajo de mi, intentando recuperar el aliento, con la camiseta desgarrada y marcas de mordiscos en su pecho, además de en su cuello y heridas por todo su cuerpo. Me quedé de piedra y no supe que decir, empecé a balbucear algo que no fue nada. Suspiré y me paré una mano por el pelo, despeinandolo.

-¿Qué...Qué ha pasado? - pregunté sabiendo la respuesta de antemano aunque deseando estar equivocado. - ¿Estás bien? - me aparté de encima de ella, rodando por el suelo y quedándome boca arriba durante un momento, me dolía la nariz... Me llevé de nuevo la mano a ella, seguía sangrando sin parar y estaba peor. - Joder... Necesito chutarme! - dije al notar como, de nuevo, todo me daba vueltas. Aquel hijo de puta de Sikki nunca descansaría hasta terminar de joderme la vida. Volví a suspirar sonoramente y miré a Cath. - Supongo que querrás que me largue de aquí cagando leches, ¿Verdad? No te culpo, yo haría lo mismo... - empecé a levantarme con muchísimas dificultades pero me quedé sentado porque me costaba demasiado. - Bueno, cuando consiga recuperarme un poco me iré, no te preocupes...

En todo el tiempo que llevaba como cazadora nunca lo había pasado tan mal física y psicológicamente, especialmente eso último. Tal vez era porque siempre me había enfrentado con criaturas y entes sobrenaturales en cuya naturaleza estaba el ser agresivos y matar -los vampiros no encajaban del todo en esa categoría, pues podían escoger la forma en la que querían alimentarse, sin tener que matar para ello, aunque muchos lo hiciesen, y era a esos a los que me cargaba yo-, no con otro ser humano que había escogido libremente el hacer daño, matar y torturar por el simple placer de hacerlo. No es que no supiese que esas personas existían, no por nada veía las noticias en la tele y leía la prensa todos los días, pero una cosa muy distinta es tener a uno dentro de mi casa, persiguiéndome e intentando matarme de alguna forma cruel y horrible. Por descontado, todo cazador sabe que, en algún momento de su vida, va a toparse con algo así, porque no todas las noticias macabras y extrañas que aparecen en los periódicos son obra de vampiros, necrófagos, demonios o fantasmas, que algunas son provocadas por personas a las que también hay que detener...aunque ese no sea nuestro trabajo. En esos casos, hay que abandonar la caza y avisar a la policía, tarea harto difícil por varias razones: la primera, la policía tiene fichados a muchos cazadores por diversos delitos cometidos a lo largo de las misiones, y la segunda, es que tu instinto de cazador te clama por ayudar a la gente contra lo que sea, por no dejar a las víctimas sin protección ante esa gente.

En mi caso, Sikki o quien narices fuese no era un humano normal, pero eso solo hacía más difíciles las cosas: mi deber era cazarle ya acabar con la amenaza que constituía. No podía, porque eso supondría matar también a Nikki, quién, a pesar de todo, me había parecido una buena persona; con problemas, sí, pero una buena persona a fin de cuentas. Por eso me dediqué a jugar al escondite con Sikki en el salón, acechándolo y golpeándolo en el momento preciso para luego volver a hundirme entre las sombras antes de que me atrapase, tratando de dejarlo inconsciente y de ganar tiempo para que Nikki regresase y volviese a tomar el control de su cuerpo. Sabía que era peligroso, que él podía atraparme en cualquier momento y ponerle fin a nuestro juego y a mi vida de una forma brutal, pero no se me ocurría nada más que hacer, salvo ser especialmente cuidadosa cuando me aproximaba a él o cuando él, sin saberlo, se acercaba demasiado a mí; no se me había olvidado su fuerza sobrehumana, el dolor de las muñecas era recordatorio suficiente y constante para mí, y además, ahora iba armado de nuevo, lo cual lo convertía en doblemente peligroso. Finalmente, pasó lo inevitable: Sikki me hirió en el brazo y me tiró al suelo, dispuesto a acabar conmigo de una vez por todas, pero mis reflejos de cazadora y el subidón de adrenalina consencuentes me ayudaron a deshacerme de él y a arrebatarle el arma. Apenas pude disfrutar de unos segundos de asueto antes de sentir de nuevo su mano agarrando mi tobillo e imposibilitádome la huida una vez más. Se puso sobre mí, con cara de sádico, y desgarró mi camiseta como si de una hoja de papel se tratase, para volver a morder mis pechos y hacer que de ellos brotase la sangre. Afortunadamente, al asestarle un golpe en la cabeza con las horribles figuras de porcelana que tanto gustaban a mi tía, se quedó inerte y se desplomó sobre mí. Jadeé, tratando de recuperar la respiración, y contemplé los destrozados fragmentos de la paloma de la paz. Qué ironía que un símbolo de la paz y la armonía fuese utilizado como un instrumento de guerra y agresión, lo cual lo había llevado a la destrucción. Solamente esperaba que su sacrificio no hubiese sido en vano y que, al despertar, él volviese a ser Nikki y no el psicópata que me había atacado.

Mis plegarias fueron escuchadas, pues cuando él empezó a despertar me di cuenta de que sus ojos ya no eran negros, y que aquella expresión demente en sus ojos y en su rostro había desaparecido. Me permití un suspiro de alivio cuando vi la confusión y la consternación sustituyéndolas.

-Sikki -me limité a contestar, pues veía que él mismo lo sabía aunque no lo quisiese creer.- Estaré mejor cuando te saques de encima -murmuré, me costaba respirar con él aún sobre mí.

En cuanto se apartó, me incorporé y cerré como pude la camiseta, para cubrirme los pechos al descubierto. Respiré hondo varias veces, tratando de serenarme.

-Ahora lo que menos necesito es que te chutes y empieces a comportarte como un descerebrado -espeté, con cierta brusquedad.- Tú, ni se te ocurra moverte de aquí hasta que te haya curado otra vez y hasta que me hayas ayudado a arreglar un poco el estropicio, no vivo sola, ¿sabes? -murmuré.- Vete a la ducha, ¿quieres? -suavicé el tono y le dediqué una mirada, tratado de transmitirle que no le culpaba de lo sucedido.

Seguía encima de ella, desorientado y sin saber que leches acababa de pasar, pero haciéndome una idea bastante clara y aproximada de todo... Entonces Cath respondió, solo fue una palabra pero con esa palabra lo dijo todo... Sikki... Aquel hijo de puta era cada vez más poderoso, estaba cada vez más enfadado y tenía más ganas de sangre. Entonces me dijo que estaría mejor cuando me quitara de encima, vale, seguía sobre ella pensando en todo aquello, rodé por el suelo hasta quedarme boca arriba, dejándola libre para que pudiera respirar. Centré mi vista en el techo, sin mirar nada en particular, controlando mi respiración, mis manos habían empezado a temblar... Tenía que parar a Sikki, pero no sabía como, mi mente cada vez era más frágil y él... Se aprovechaba de eso para ocupar mi cuerpo. Las drogas, los poderes, la sangre de demonio, las mujeres... Todo me iba consumiendo poco a poco y cada vez era más evidente, mis brazos estaban llenos de marcas de pinchazo, mi espalda llena de heridas de arañazos, mi nariz rota y frágil por las peleas y la cocaína... Solté un sonoro suspiro al notar como me estaba muriendo de ganas de chutarme lo que fuera. Hablé, más bien, pensé en voz alta sobre lo de chutarme, lo necesitaba, si quería dejar de temblar y que mi cuerpo reaccionara de una maldita vez y Cath lo escuchó, me dijo que eso era lo que menos necesitaba en aquel momento, la miré alzando una ceja y vi como había cubierto su cuerpo como había podido con la camiseta rota... Era un maldito bruto, joder! Cuando le dije que lo mejor sería que me marchara me detuvo y me dijo que no me movería de allí hasta que me hubiera curado(otra vez) y hasta que le hubiera ayudado a arreglar todo el estropicio que había montado... Joder...¿Tan gorda la había liado? Puto Sikki de los cojones! Cath había hablado de forma brusca, elevando la voz, pero no me importó, de hecho no la culpaba, yo haría lo mismo y estaría del mismo humor y entonces, me dijo que me fuera a la ducha, suavizando el tono. En aquel momento, lo que menos me apetecía era ducharme, aunque estuviera manchado de sangre sudado y... lo que fuera. Suspiré sonoramente de nuevo. Y me levanté como pude. Desde arriba la miré.

-No hace falta que me cures, estoy bien... Tengo la nariz destrozada pero...Por lo demás no hay que preocuparse... - me encogí de hombros. - Te ayudaré a limpiarlo todo y me marcharé. No quiero causarte más problemas creo que... Por hoy he hecho suficiente. - hice una mueca y ni siquiera esperé a que respondiera porque corrí escaleras arriba.

El olor de la sangre me llamó la atención y me llevó directo a una habitación, al entrar, tuve que sujetarme la cabeza con ambas manos y reprimir un grito, varios flashes me asaltaron, cosas rápidas que ni entendía, un cuchillo, sangre, Cath sobre la cama y... Me giré y junto a la puerta, en la apred vi una mancha de sangre y en el suelo, estaba el cuerpo de Bon, estaba abeirto e canal, al verlo hice una mueca. El pobre animal no se merecía aquello... Joder! Precisamente por eso no podía tener animales... Cogí el cuarpo del animal entre mis brazos, intentando que no se le salieran las tripas del cuerpo y tuviera el mejor aspecto posible pero, después de todo, estaba muerto. Bajé las escaleras con él en brazos y busqué a Cath.

-Esto... Yo... - no sabia que decir... ¿Disculparme? Por dios, era malísimo con aquello. - ¿Qué vamos a hacer con esto? - pregunté sin más. Mis manos ahora temblaban aún más y el perro parecía tener vida propia en mis brazos, moviéndose por culpa de mis temblores. Joder, la que había liado yo solito en un momento...

Todo había acabado por fin. Traté de normalizar mi respiración y de serenarme, tarea que se me facilitó cuando Nikki tuvo a bien rodar hacia un lado y quedarse boca arriba, quitándose de encima de mí. Respiré hondo varias veces y logré por fin recuperar un ritmo normal; la calma interior no era tan fácil de recobrar. Aunque nada en mi expresión hubiese podido traicionar lo que sentía por dentro, lo cierto es que me hallaba muy cercana a la histeria. Suponía que me sentiría mejor si podía pasar unos instantes a solas, lejos de su presencia, que me servirían para asimilar mejor que ya estaba a salvo y que aquel psicópata no iba a volver. Me incorporé en el suelo, cubriéndome el escote como podía, para mirar a Nikki, que seguía tendido en el suelo a mi lado y tratando de encontrar una forma amable o, en su defecto, no demasiado brusca, de lograr que me dejase sola un rato. Sin embargo no hizo falta, ya que él mismo se levantó y, tras decirme que no era necesario que le curase y que no quería causarme más problemas, se largó sin más. Escuché el sonido que produjo al subir las escaleras a toda prisa, y el de sus pasos resonando por el piso de arriba. ¿A dónde iba? Sacudí la cabeza y me dije que ya volvería. Entretanto, aproveché para encender las luces y buscar el cuchillo que había estado a punto de ser el causante de mi muerte. Me lo quedé mirando unos instantes desde arriba, para luego ir a buscar una bolsa de basura y tirarlo dentro. Iba a deshacerme de todo lo que me había estado acompañando en esa noche de pesadilla, decidí mientras recogía también los pedazos de porcelana de la paloma de la paz, mi salvadora, y los tiraba dentro. No quería ni un mísero recuerdo de aquel ataque; cuanto antes lo olvidase todo, mejor.

Me di la vuelta cuando le oí bajar de nuevo, y observé apenada que traía consigo el cuerpo sin vida de Bon. Pobrecillo: seguramente había sentido que algo raro pasaba y había tratado de protegerme de Sikki. A ver que le iba a decir yo al señor Saunders cuando viniese a pedírmelo. Sí, mire, señor Saunders, Bon ha muerto mientras intentaba protegerme del ataque de un psicópata asesino al que conocí en un callejón de noche mientras iba a cazar vampiros y que me traje a casa porque parecía majo. No me va a pagar, ¿verdad? Sacudí la cabeza y traté de apartar aquellos pensamientos de mi mente.

-No lo sé, Nikki. Habría que enterrarlo -murmuré.

Respiré hondo mientras dejaba a un lado la bolsa de basura con la que había estado trabajando. En aquel rato había estado dialogando conmigo misma, reflexionando, y había llegado a una conclusión.

-Escucha lo que voy a decir, Nikki -pedí.- Tú no tienes la culpa de ésto; fue Sikki quien lo hizo, no tú. Y ni se te ocurra replicarme cuando te digo que voy a curarte: después de lo que ha pasado, me lo debes -espeté todo de un tirón, mientras hacía un esfuerzo y apoyaba una mano en su hombro.- Aunque primero quiero cambiarme de ropa, si no te importa -agregué, retirando la mano.

Aún no podía creerme que lo hubiera hecho, que me hubiera cargado a aquel pobre animal que no tenía culpa de nada, además, estaba seguro de que él simplemente había intentado protegerla pero... Sikki estaba loco, eso era un hecho, y no le importaba nada más que divertirse y pasárselo bien matando... Haciendo cosas con mi cuerpo que solo servían para atormentarme algo más de lo que ya de por sí estaba normalmente. Era como si quisiera terminar por volverme loco a mi también y lo peor era que lo estaba consiguiendo a pasos agigantados. Seguía con el cuerpo sin vida de Bon en mis brazos, manchándome con su sangre, mirándolo y alzando de vez en cuando los ojos para mirar a Cath, esperando que me dijera que hacer con él. Por fin habló, aunque fue casi un murmullo, me dijo que no sabía... Pero que deberíamos enterrarlo. Suspiré. Joder, aquello no estaba bien, estaba jodidamente mal pero me sorprendía que no me hubiera echado de su casa a patadas después de... todo! Si, había intentado salvarla de un grupo de vampiros pero... Me había chutado delante de ella, había hecho que los vampiros nos siguieran y vinieran a por nosotros, luego había matado al perro de su vecino, había intentado matarla y... quien sabe que otras cosas porque... La verdad es que haber despertado con ella debajo de mi, con la camiseta abierta y marcas de mordiscos por todas partes... Era imposible no pensar que Sikki había intentado algo con ella. Vale, sí, yo mismo le había tirado la caña más de una, dos y tres veces a lo largo de la noche pero si no quería... No iba a obligarla a hacer nada pero él... Era otro mundo. Nunca sabias lo que podía llegar a hacer y , muchas veces, ni siquiera querías saberlo... Ya se sabe, la ignorancia da la felicidad... Volviendo de una vez al mundo, observé como Cath suspiraba, tenía una bolsa de basura en las manos, la dejó a un lado y me miró, aquella mirada tenía toda la pinta de ir precedida de un sermón o algo parecido y, para variar, acerté(al final iba a resultar que era un buen vidente y todo...). Me dijo que yo no tenía la culpa de nada de lo que había pasado y que no discutiera con ella sobre si me iba a curar o no. Mientras hablaba puso una mano en mi hombro, gesto que parecía costarle la vida, cosa que no me extrañaba en absoluto... Miss Tócame y te mato, después de lo que acababa de hacerle, debería tener ganas de todo menos de tocarme... me dijo que primero queria cambiarse de ropa y asentí con la cabeza, quitó la mano de mi hombro y volví a suspirar.

-Tranquila, tomate tu tiempo... ¿Tienes... una pala? Si quieres enterraré al perro mientras tú te arreglas... Sino, empezará a oler enseguida y no te aconsejo dormir con un cadáver en tu casa... - sonreí. ¿Pero que coño acababa de decirle. Bien, un puto pin para mi, volví a suspirar. - No sé, necesito hacer algo y quizá eso me despeje un poco las ideas... - me mordí el labio inferior y aparté la mirada. - ¿Hacemos un trato? Entierro al perro, me curas y me largo... Creo que es lo mejor que podríamos hacer... - me encogí de hombros.

Sin más, salí al patio... ¿Se suponía que tenía que enterrar al perro allí o en el jardín del vecino? Joder, aquello me estaba superando, y a todo esto... ¿ Por qué leches iba aún en boxers, joder? Dejé el cuerpo del animal allí y volví a entrar a la casa, me puse los pantalones de cuero y las botas que seguían junto al sofá, volví a salir y me quedé sentado junto al cadáver del pecho, en mis botas quedaba algo de droga y cada vez estaba peor, cada vez temblaba más así que terminé con mis provisiones de droga de una vez por todas y me quedé allí, mirando a la nada, esperando que pasara algo que me hiciera reaccionar... Que alguien ayudara o me dijera lo que tenía que hacer porque, por una vez en la vida, estaba completamente perdido... Y eso, era horrible.

Estaba deseando que acabara todo aquello de una vez, que aquella noche pasase lo más rápidamente posible. Vaya una reincorporación al trabajo: un enfrentamiento con un vampiro que me había llevado a tener un encontronazo con un Niño Especial, una huida en brazos de un completo desconocido que había acabado con él en el suelo y yo desatando una tormenta sin saber bien cómo en un lugar abandonado del pueblo, un regreso a la ciudad en el que él acababa drogándose y logrando que los malditos vampiros de los que huíamos nos dieran alcance y le diesen una paliza monumental, tras lo cual volvíamos a mi casa y pasaba...lo que acababa de pasar. Había sido uno de los días (bueno, más bien noches) más ajetreados que había vivido nunca como cazadora, pero me consolé pensando que tampoco había sido el peor de todos; al menos, esta vez no había acabado arrastrada por un suelo de grava mientras me agarraba al extremo de una cuerda atada al coche de Jeremy, que conducía tratando de alejarme de las garras de un grupo de vampiros deseosos de mi sangre y de vengarse porque había matado a la compañera del líder del nido. Ni tampoco me había dado una paliza un demonio mientras salía a hacer footing para tratar de alejar mis estúpidas pesadillas.

Bueno, tal vez no era la peor de mis experiencias, pero sí se encontraba en un puesto muy destacado de entre las cinco peores. No tanto por el hecho de que casi me torturaban y mataban, algo muy habitual en mi vida, sino porque había sido alguien que apenas un rato antes había estado arriesgando su vida por salvar la mía. Bueno, no había sido él exactamente, pero era su cuerpo, y eso me afectaba bastante. Además del hecho de que aquel capullo se había cargado a Bon, que no había hecho nada para merecerlo, era el perro más encantador e intuitivo que te podrías encontrar jamás, recordé mientras contemplaba su cadáver en brazos de Nikki, quien también parecía afectado por la muerte del pobre animal.

-Claro que tengo pala -casi sonreí.- ¿Qué clase de cazadora sería si no?

Salió antes de que pudiese decirle donde estaba, antes incluso de haberse vestido. Me pregunté si era consciente de que solo llevaba la ropa interior puesta, mientras lanzaba una mirada a la ropa que había traído y que reposaba sobre uno de los sofás. Bueno, yo no iba a salir al jardín enseñándolo todo, ya se daría cuenta él y volvería a por sus cosas. En su lugar, recogí la bolsa de basura con los restos y subí a mi cuarto, que iba a tener que limpiar a fondo. Me quité el chándal de mi tía y lo tiré sin ningún miramiento al interior de la bolsa, junto con el sujetador roto y la camiseta que había sido mi único y frágil escudo ante el ataque de Sikki. Tiré también el cuchillo que me había causado todas aquellas heridas y, tras pensar un poco, la pieza que iba a juego con el sostén. Me cambié por completo de ropa y bajé a reunirme con Nikki, llevando dos palas en la mano. Le contemplé por detrás, apenada. Parecía tan perdido y afectado por todo lo que había pasado.

-Ten -le dije, tendiéndole una de las palas.- Ven por aquí -le guié por un lateral del jardín hasta el extremo que estaba más alejado de la casa.- Aquí -le señalé, y comenzamos a cavar la tumba de Bon.