Curando heridas [Cath]

Salimos del bosque y llegamos al claro donde había aparcado mi Camaro SS, ayudé a Cath a subir al asiento del copiloto y después arranqué y me dirigí rápidamente a su casa. Ella me guió en todo momento, por un momento pensé que se quedaría dormida en el asiento pero cuando llegamos a la casa ella abrió los ojos e intentó salir del Camaro por su propio pie. Yo me apresuré a ayudarla a tiempo y mientras ella buscaba las llaves de su casa en su bolso, continué sujetándola por la cintura para que no se desestabilizara.

Entramos a su casa finalmente y volví a recordar las condiciones que me había puesto antes de salir del Bosque. Cuando cerramos la puerta dudé un instante, no estaba seguro de cómo interpretar su invitación, así que me limité seguir sus actos.

-¿Dónde está tu habitación?-le pregunté para ayudarla a llegar a ella-, Quizá sea mejor que te des una ducha antes pero… no estoy seguro de que puedas…-me ruboricé y desvíe la mirada avergonzado, no sabía como expresarme.

Me fue guiando poco a poco hacia un claro, en el que estaba aparcado un precioso Camaro SS. En cualquier otra circunstancia hubiese abierto los ojos como platos y expresado mi placer ante semejante coche, pero sinceramente no estaba en condiciones de hacer algo así. Me limité a subirme y a darle a Jake las indicaciones necesarias para llegar hasta mi casa, y el resto del tiempo lo pasé con los ojos cerrados, tratando con todas mis fuerzas de reprimir las imágenes violentas que pugnaban por acudir a mi mente: Odette estampándome contra un árbol, clavándome un cuchillo en las piernas repetidamente, estrangulándome...

Cuando por fin llegamos, quise bajar yo sola del coche y ese intento casi me cuesta un buen golpe, pero los reflejos de cazador de mi acompañante lo evitaron a tiempo. Me sostuvo por la cintura mientras buscaba mis llaves, ayudándome a mantener el equilibrio, y me pregunté si era consciente de lo turbador que eso me resultaba.

Por fin encontré las malditas llaves, que nunca estaban cuando uno las buscaba, y entramos en la casa. Se quedó algo incómodo, al igual que yo, pues ninguno sabía muy bien qué hacer.

-Es la que está subiendo las escaleras, al fondo de todo hacia la derecha -le respondí, lanzando una mirada a la enorme cantidad de escalones que me separaban de ella.

No iba a ser un paseo agradable el subirlos, pero era necesario. Incluso para llegar al baño. Suspiré, tratando de ocultar mi propio sonrojo ante su comentario.

-Tienes razón -repuse.- Creo que puedo sola -clavé la mirada en el suelo, sin saber qué hacer.- Pero te agradecería que me ayudases... a llenar la bañera -dije, con cierto apuro.- Ponte cómodo, por favor...Cúrate tus heridas primero...

Me encaminé con cuidado a las escaleras, agarrándome del pasamanos para mantener el equilibrio y apoyarme.

Ella titubeó ante el primer escalón y yo permanecí detrás de ella durante unos segundos mientras observaba la escena. Me pareció un tanto graciosa; una joven valiente, destrozada totalmente intentando hacerse la aliente ante mí. ¡Qué chica tan curiosa!

-Te ayudaré, no me importa-le dije y ante su asombro la cogí en brazos y la elevé en el aire con suavidad. Ella se agarró instintivamente a mi cuello y yo sonreí ante su expresión.

Subí lentamente, peldaño a peldaño hasta llegar al rellano del piso superior. Ella me señaló hacia una puerta, la cual debía ser el baño, y aún teniéndola en brazos me dirigí hacia allí.

-Fin del trayecto-bromeé y la dejé lentamente en el suelo para que no se lastimara los tobillos.

Ella pareció estar bastante agradecida con mi gesto. A continuación, abrí el grifo de la ducha y me preocupé de que la temperatura fuera apropiada para sus heridas; ni muy fría, ni muy caliente. Entonces, me di cuenta de que ella aún permanecía en el mismo lugar en el que la había dejado. ¿Quizá debería irme? Su miraba intentaba decirme algo que no conseguía descifrar. Seguí la dirección de sus ojos y me di cuenta de que estaban concentrados en una de mis heridas, situada en la parte posterior de mi antebrazo; se trataba de una pequeña raja que probablemente me habría hecho con el cuchillo, ésta emanaba aún un pequeño hilo de sangre.

-Estoy bien-añadí ante su perplejo. Volví a girarme y me percaté de que la bañera ya estaba llegando a su límite, detuve el grifo y me centré en ella. Por mi cabeza pasaron ciertas imágenes que me hicieron ruborizar. ¿Pero en qué estás pensando Jake?-Bueno, yo me… te dejo… a solas…-titubeé.

Miré el primer escalón con ciertas dudas de poder ascenderlo, pero tomé aire y me preparé mentalmente para el esfuerzo antes de acometer la subida. Notaba los ojos de Jake fijos en mi espalda, lo que no contribuía precisamente a tranquilizarme, y antes de que tuviese tiempo siquiera de contestarle, ya me había cogido en brazos sin ningún esfuerzo.

-De verdad, no hace falta...-protesté.

Mi menuda figura ni resultaba un gran peso en ninguna ocasión, pero en ésta sus músculos hacían que pareciese aún más pequeña y frágil. En un gesto instintivo, me agarré con fuerza a su cuello, y él esbozó una sonrisa ante mi expresión para luego fijar la vista en los escalones que teníamos delante. Agradecí que no me estuviese mirando, ya que así no advertía el modo en que mis ojos se clavaban en su rostro y en su cabello.

Al fin llegamos al piso de arriba, pero no me dejó en el suelo y, a regañadientes, le señalé la puerta del baño. Me depositó con suma delicadeza en el suelo, y le dediqué una sonrisa agradecida mientras me quedaba quieta y le observaba comprobar la temperatura del agua. Mi mente comenzó a fantasear con acariciar de nuevo sus musculosos brazos y cosas que me hicieron ponerme colorada. Traté de alejar mi mente de aquellos pensamientos, y me fui a fijar en la herida de su brazo, que aunque no era muy grave me apenó un tanto. Si no hubiese sido por mi culpa, él no estaría herido.

A pesar de que me dijo que estaba bien, y en tanto que él se giraba para cerrar el grifo de la bañera, me agaché y saqué el pequeño botiquín, con agua oxigenada y un par de gasas.

-Por favor -le pedí, mientras me acercaba a él y le curaba la herida.

Mi mirada y la suya se encontraron un instante mientras estaba en ello, y nuevas ideas acudieron a mi mente. Aparté la mirada rápidamente, sonrojada.

-Muchas...gracias -acerté a decir.

Ella se acercó a mí con precaución para curar mi herida. Cuando puso el algodón bañado en el alcohol sobre mi brazo no pude evitar proferir un quejido. Ambos nos miramos durante unos segundos y se respiró la tensión en el ambiente. Su rostro, que a pesar de estar demacrado y desaliñado por la pelea, era muy hermoso, y tuve que reprimirme para no hacer algo de lo que me arrepintiera después. Ella también pareció notar la energía de nuestras miradas, pues la apartó precavida justo a tiempo.

-No hay de qué-respondí.

Entonces ella deslizó otro algodón por mi piel y continuó desinfectando las heridas de mis brazos. Recordé que las peores heridas las tenía en la espalda, probablemente, provocadas por los lanzamientos que me había hecho el demonio, aunque no me atrevía a dar el siguiente paso.

Estaba completamente seguro de que esto no acabaría demasiado bien. ¿Qué era lo que me reprmimía? ¿Ella? ¿Shady? ¿Nicole? ¿Yo? Los impulsos se hacían cada vez más intensos y estar tan cerca de ella cada vez dificultaba más las cosas. ¿Estábamos ruborizándonos los dos? ¿Desde cuándo me reprimo ante una mujer? Entonces, mis manos actuaron guiadas por una fuerza que realmente desconocía. ¿Qué significaba aquella sensación que me hacía actuar de aquel modo?

Posé mi mano sobre su hombro derecho, para descubrir un pequeño moratón, creado por un golpe en la clavícula e inconscientemente seguí deslizando mi mano dibujando el contorno de su brazo. La acaricié tiernamente hasta descubrir como su piel se erizaba ante la mía. La sensación, me gustó, era muy agradable. Nunca había experimentando nada igual. Entonces, volví en sí y mi mano se detuvo sobre la suya.

-Será mejor que…-no encontraba las palabras exactas. No quería dejar de sentir aquella sensación pero tampoco quería aprovecharme de ella. Tenía demasiadas cosas en la cabeza y no estaba pensando con claridad.

Me moví todo lo cuidadosamente que pude, para no despertar el dolor de las heridas que cubrían mi cuerpo, y me dispuse a hacerle las curas a las suyas, tal y como había aprendido a hacer a fuerza de ver a mi madre curándome las mías cada poco tiempo. Empapé un algodón con alcohol y lo pasé con delicadeza por la herida,tratando de causar la menor molestia posible. Pero el primer contacto siempre es el peor, y Jake no pudo reprimir un leve quejido. Me detuve por un momento, angustiada por si le hacía daño, y por un momento casi ni pude respirar cuando nuestras miradas se cruzaron. Me contuve para no besarle en ese momento, no sería una buena idea, y aparté la mirada. El ambiente se relajó un tanto cuando lo hice, y asentí con la cabeza ante sus palabras.

-Deja que me encargue de tus heridas, por favor -le pedí, con voz suave.- Por lo que has tenido que pasar. Por rescatarme.

Continué deslizando con suavidad el algodón, tratando de hacer el menor daño posible. Tenía bastante experiencia en ello, así que no resultó demasiado complicado. Además, mientras lo hacía, podía sentir el suave tacto de su piel y no era necesario que mirase su rostro y aumentase la rojez de mi piel, que ya era bastante evidente. De cualquier modo, hubiese buscado cualquier excusa para seguir acariciándole, para seguir sintiendo la suavidad de su piel, la fuerza de sus músculos que poco antes me habían alzado y me había sostenido con delicadeza. Suspiré.

¿Qué sucedía? ¿Qué nos pasaba a ambos? Nunca me había sentido de aquel modo, tan ansiosa y al mismo tiempo tan tímida. Estaba confusa, muy confusa.

De pronto sentí su mano sobre mi piel, y mis ojos siguieron la trayectoria que ésta dibujaba. Acariciaba suavemente mi hombro con sus dedos, trazando el contorno de mis brazos con delicadeza, y haciendo que mi piel se erizara al contacto. Solté un leve suspiro al sentirlo, tan bajo que apenas lo escuché yo misma. Finalmente su mano se posó sobre la mía.

Le miré, sin saber bien qué intentaba decirme, sin comprender del todo qué estaba sucediendo entre nosotros. Mi mano se movió con suavidad bajo la suya, regalándole una caricia antes de proseguir con mi tarea, y mis ojos buscaron los suyos una vez más, de forma inconsciente.

-¿Qué? -pregunté, tratando de que la voz me sonase firme

Cuando nuestras manos se unieron, ella rompió el silencio y aún así no apartó su mano de la mía. La miré a los ojos por un momento buscando las palabras correctas.

-Será mejor que…-señalé la bañera con la cabeza-entres antes de que se enfríe.

Efectivamente era una excusa, no le diría lo que estaba rondando por mi cabeza ni por asomo. Ahora mismo solo necesitaba aclarar mis ideas, la acababa de conocer y ya teníamos esta fuerte conexión entre nosotros. En realidad sabemos lo que queremos el uno del otro pero… tenemos miedo.

Me levanté y solté su mano para salir del baño, antes de irme por la puerta me giré para añadir algo más:

-Si necesitas ayuda… estaré por aquí cerca-sonreí.

A ninguno se le pasó por alto que no había apartado mi mano de la suya, cuando normalmente hubiese propinado un buen manotazo a la persona que me estuviese tocando. Aunque, claro, eso él no podía saberlo. Igual que no podía saber que no me permitía el estar cerca de nadie desde la muerte de mi familia, y aún menos del modo en que estaba ahora desde la muerte de Jeremy. Pero era la verdad, como verdad también era que su mirada me hacía sentir de un modo especial, diferente a lo que normalmente quería, y no comprendía del todo el motivo.

Entonces Jake tuvo la idea más acertada que había podido tener, el separarnos para darnos tiempo a pensar y reflexionar.

-Sí, tienes razón -asentí, con una tímida sonrisa.- Muchas gracias.

Soltó mi mano con suavidad, y se levantó para marcharse. Antes de irse, me dedicó una sonrisa y me avisó de que estaría cerca por si necesitaba ayuda. Después, me dejó a solas en el baño y se fue a alguna otra parte, y yo cerré la puerta con suavidad antes de comenzar a desvestirme de forma maquinal.

Me deslicé dentro de la bañera, conteniendo un grito cuando el agua entró en contacto con mis numerosas heridas, sumrgiéndome por completo en el agua tibia. Saqué la cabeza y la apoyé en el borde, mientras dejaba que mi cuerpo se relajase poco a poco, y comencé a reflexionar.

¿Por qué ambos nos comportábamos de aquel modo? Tal vez por el modo en que nos habíamos conocido, no del todo convencional, o tal vez porque los dos sentíamos una fuerte conexión a pesar del poco tiempo que llevábamos juntos. No lo sabía.

Para mí, aquellos sentimientos eran algo nuevo, distintos y a la vez iguales que los que Jaremy había despertado en mí y que creía enterrados con su muerte. Hacía ya meses que no me permitía sentirme cercana a nadie, mirando a distancia a todo el mundo, y ahora, al haber conocido a aquel cazador de golpe mis barreras se había caído. Y no sabía cómo reaccionar.

Suspiré mientras recordaba el modo en el que me había salvado, y cómo me había sentido cuando me tomó en sus fuertes brazos para llevarme hasta allí. Recordé el roce de su piel por mi brazo, y mi mente de nuevo comenzó a fantasear. Respiré hondo y volví a meter la cabeza debajo del agua.

Mientras ella se duchaba, decidí ir al coche en busca de las armas para ponerlas a punto antes de que algo nos volviera a molestar en el momento menos esperado. Teniendo en cuenta de que a mí me seguía los pasos Lestat y a ella, al parecer, todos los demonios del infierno.

Calibré la mirilla y limpié los cañones de las recortadas. Luego, continué con el revólver. Me aseguré de que aún quedaba suficiente sal para protegernos y aseguré las puertas y las ventanas. Luego, bendije algunas botellas de agua y las puse a mano por lo que pudiera pasar. Entre tanto, mi cabeza no dejaba de darle vueltas a la escenita del baño. Cath me inspiraba una fuerte confianza y plenitud que no había experimentado nunca. Era como si se tratara de mi misma sangre, como si fuera una hermana pequeña a la que no dudaría en defender sin recibir nada a cambio. ¿Era eso verdaderamente lo que sentía por ella? ¡No puede ser! La conozco apenas de hace unas horas y es como si eso fuera suficiente para que nuestras miradas se comprendieran. ¡Es absurdo! Lo que me extraña es que esta sensación que comparto con ella no se parezca en absoluto a la que comparto con Shady, con Nicole… ¡Ni hablar! Intenté quitarme esos pensamientos de la cabeza y cuando quise darme cuenta, ya había pasado el tiempo suficiente para que Cath estuviera lista.

Avancé nuevamente por las escaleras. Yo aún llevaba mi camisa negra desgastada y agrietada por algunas zonas. Mis vaqueros sucios y rasgados y, mis botas embarradas.

-Cath, ¿estás bien?-pregunté, después de dar unos golpecitos a la puerta del baño. Agucé el oído para intentar averiguar lo que ocurría ahí dentro; escuché el chapoteo del agua, como si ella acabara de salir de la bañera.

Pasé bastante tiempo bajo el agua, conteniendo la respiración, sin pensar en nada. Sabía que cuando sacase la cabeza iba a tener que enfrentarme de nuevo con la realidad, con la necesidad de darle una respuesta a todas aquellas preguntas que rondaban por mi mente. Cuanto más pospusiese el momento, peor sería para mí, tal vez para ambos, pero no sabía cómo atacar la cuestión.

Finalmente, la falta de oxígeno comenzó a hacerse notar, así que no tuve más remedio que sacar la cabeza a la superficie y comenzar a lavarme todo el cuerpo. El jabón me escocía sobre las heridas del rostro y las piernas, los moratones llamaban mi atención al mínimo movimiento que hiciese, pero de todas formas no estaba tan mal como antes. Mi cuerpo estaba considerablemente más relajado por efecto del agua caliente, así que no era tanto suplicio como cabía esperar.

Mi mente ya era otro cantar. Y es que seguía dándole vueltas a lo que sentía, a aquella especie de conexión especial que entre ambos se había creado en apenas unas horas y que daba la impresión de que se había creado hacía tiempo, hacía muchos años. A nadie, en especial a ningún cazador, por muy herida que estuviese yo, a nadie le habría permitido nunca venir hasta mi casa estando yo sola, y sobre todo no le hubiese dejado campar por ella a sus anchas mientras yo me daba un baño. No era mi comportamiento habitual.

Escuché su voz llamándome desde el otro lado de la puerta, mientras yo salía de la bañera.

-¡Sí, estoy bien! -respondí, mientras buscaba el albornoz que colgaba de una percha y me lo ponía.

Saqué el tapón de la bañera para que se fuese el agua, ya fría, y arrojé mi ropa al cesto de la ropa sucia. Tomé una toalla y me sequé un poco el pelo, le eché el acondicionador, mi favorito porque olía a fresa, y después me peiné un poco para que no se me enredase mucho y luego me doliese al peinarlo. Lancé una mirada a mi maltrecho cuerpo, y luego cerré la bata con el cinturón del albornoz.

-¡Ya salgo! -añadí, abriendo la puerta.

Tenía el cabello empapado, suelto por la espalda, los pies descalzos sobre el frío suelo y el cuerpo envuelto en mi suave albornoz negro.

Después de su respuesta, esperé unos minutos. Me apoyé en la pared y dejé la vista perdida en algún lugar, por un momento conseguí poner la mente en blanco. Entonces, ella salió al fin y su indumentaria me impresionó un poco. Si hubiera sido otra chica no habría podido aguantar y me habría lanzado a su cuello, pero ella era diferente; La respetaba. Tenía mejor aspecto que antes, y juraría que sus moratones ya no eran tan exagerados después de la ducha. Desvié la mirada algo avergonzado y me aparté de la pared sin saber qué hacer. Puse las manos sobre mis caderas y añadí:

-Me preguntaba si… -No sabía qué era lo que quería decirle exactamente, miles de comentarios me vinieron a la cabeza, pero sabía que ninguno era el adecuado para este momento. Así que, al final decidí guardar silencio y esperar a ver su reacción.

Estaba completamente seguro de que este era el momento de abandonar la casa; ella ya estaba a salvo, estaba bien y no necesitaba mi ayuda para nada. Aún así, me quedé ahí plantado en el pasillo sin moverme, ¿Qué esperaba? ¿Una invitación? Seré estúpido… se supone que debía de estar protegiendo a Shady y no a esta chica, ¿por qué sigo aquí de pie?

Tardé bastante en abrir la puerta, y esperaba que no se hubiese molestado por ello, pero no era capaz de ir más rápido por las heridas y los morados. Aguardó pacientemente al otro lado de la puerta, sin decir nada ni hacer ningún ruido, apoyado en la pared. Cuando abrí, tenía una expresión de ausente que, por algún motivo, me hizo esbozar una suave sonrisa. Aproveché que no parecía ser consciente de casi nada para lanzarle una mirada de arriba a abajo.

Su camisa negra estaba en un estado bastante ruinoso, cubierta de numerosos desgarrones y roturas bajo los que se hallaban heridas de mayor o menor gravedad. A pesar de que aquellas grietas en la tela negra dejaban entrever su torso musculoso, todo un regalo para la vista, me hicieron sentirme algo triste y apesadumbrada. Seguramente no tendría ni la mitad de ellas de no ser por mi causa. Sus vaqueros, asimismo, estaban desgastados, sucios y embarrados, y sus botas estaban aún peor. Todo él daba la sensación de estar un tanto maltrecho y agotado.

Entonces, por fin pareció regresar a la realidad, y la mirada que me lanzó hizo que se me subiesen los colores, algo que Jake no advirtió por estar apartando la mirada rápidamente. Se apartó de la pared y puso sus manos en sus caderas, y de nuevo su aspecto me hizo esbozar una sonrisa. Estaba un tanto cohibido, no sabía bien qué hacer, lo notaba en su rostro. Y lo cierto era que lo mismo me pasaba a mí, pues aquella extraña comprensión me dejaba bastante perdida y confusa. Necesitaba saber por qué sentía aquello, por qué él, por qué después de tantos meses...

-Estás destrozado -murmuré, permitiéndome a mí misma el extender un brazo y acariciar con suavidad su brazo, bajo el pretexto de rozar una de sus heridas.- ¿Por qué no te das una ducha? Te sentirás mejor...

No quería que se fuese, no sin antes entender todo aquello. No sin antes comprender qué es lo que quería yo, y menos aún sin haber curado sus heridas, pues no las tendría de no ser por haber acudido a salvarme.

Miré mis heridas siguiendo su mirada y cuando su tacto rozó mi piel, mi bello se erizó por completo. Ella al fin rompió el incómodo silencio y su respuesta no acabó decepcionándome, al fin y al cabo, no quería irme de su lado. Reprimí una sonrisa para que no notara la alegría que me recorrió por dentro al escuchar su propuesta. Ella pareció notarlo igualmente, en mi mirada pues, me respondió con una dulce sonrisa. Asentí con la cabeza y aún así me quedé inmóvil admirando su belleza.

-Tengo algo de ropa en el maletero-comenté. Siempre solía llevarme ropa de repuesto, pues los altercados con los seres sobrenaturales no eran nunca un trabajo limpio.

Bajé rápidamente las escaleras en busca de unos vaqueros y una camisa, esta vez blanca. Me sentí un poco decepcionado de acabar la escena de aquel modo, ¿qué pensaría ella de mí? ¿Esperaría más de mí? ¿Y si estoy equivocado? ¿Tendría que haberle seguido el juego? Dios, esta incertidumbre me está matando.

Cuando volví ella me había dejado una toalla en el baño y se había puesto algo de ropa cómoda, bastante cómoda; pues, dejaba volar mi imaginación más allá de lo que debería.

Entré en el baño y ella me siguió con un botiquín en las manos. Me quité la camisa y me miré al espejo; las heridas eran bastante feas desde esta perspectiva y, añadiendo las cicatrices de encuentros anteriores, me daba un aspecto muy demacrado. No me había percatado de su mirada hasta entonces, que parecía estar muy impresionada.

Advirtió mi mirada y siguió la dirección que ésta le marcaba, llamándole la atención sobre sus heridas. Cuando mis dedos rozaron su piel, ésta se erizó al contacto con ellos y ésto provocó que un estremecimiento, que nada tenía que ver con miedo o frío, recorriese mi cuerpo de arriba a abajo. Temía haber ido demasiado lejos con la invitación, que él me rechazase o algo semejante, pero al ver la alegría en sus ojos por mi propuesta me quedé más tranquila, feliz a mi vez. Le dediqué una sonrisa, la más dulce que me había salido en mucho tiempo.

-Vale -respondí, con voz algo alegre.

Bajó a buscarla a su coche, su precioso Camaro SS, y en su ausencia yo me dirigí a mi habitación en busca de algo más de ropa que aquel albornoz que me quedaba algo corto ya, y de una toalla para él. Me puse un vestido corto, blanco, que solía usar para estar por casa.



Llevé la toalla al baño y aguardé fuera a que él llegase, botiquín en mano, preguntándome si había debido hacer otra cosa. ¿Qué esperaba él de mí? ¿Qué se suponía que tenía que hacer yo? ¿Qué pensaría él acerca de mí, acerca de la situación, acerca de todo? ¿Sentiría lo mismo que yo, la misma confusión?

Pronto llego otra vez, con sus cosas, y yo le seguí al interior del baño para curar sus heridas. Se sacó la camisa y se miró en el espejo, dándome tiempo para recrearme con sus músculos y de apenarme con sus heridas. Lo cierto era que tenía muchas, tanto nuevas como antiguas. Debía ser un cazador desde hacía tiempo.

-Vaya...-murmuré.- Se nota que ésta no ha sido tu primera caza -dije, con voz cohibida.

No me atrevía a tocar su piel, no sin su permiso, aunque lo que más desease en aquel momento era acariciar su torso, recorriendo con mis dedos sus músculos, y curar una a una sus heridas.

No sabía si enorgullecerme o entristecerme por su comentario. La verdad es que mucha gente veía a los cazadores como héroes aventureros y valientes, pero en realidad, pocos somos así. La mayoría vivimos atados a nuestro destino y no tenemos más remedio que formar parte de una cacería sin fin. Vivimos solos y nos guiamos por nuestro instinto. Somos almas perdidas que están atadas aún a la vida por el hecho de que aún hay algo importante que proteger.

-Mi familia…-dudé-, fue asesinada por un demonio.

Después de lo que sabíamos el uno del otro no había porqué esconder nuestro pasado. Probablemente ella también hubiera sufrido algún calvario y más sabiendo que todos los demonios van tras ella. Entonces, me vinieron varias preguntas a la cabeza recordando la conversación con Odette, pero posiblemente no fuera el momento para hablar del tema aún. Me limité a observar su reacción tras mi comentario. Ella aún seguía con el algodón en la mano pero no parecía atreverse a curarme las heridas, probablemente le intimidara y más con este aspecto demacrado.

Tal vez debería haberme mordido la lengua a la hora de hacer aquel comentario; no eran muy acertados con determinados cazadores, en especial con los que se introducían en el mundo de la caza tras grandes pérdidas. Tal vez éramos héroes, quizás éramos villanos, pero sobre todas las cosas éramos humanos, personas que tenían sus sufrimientos y sus penas, y que además teníamos que cargar con las de mucha gente, todos aquellos a los que salvábamos, aunque nunca se enterasen de que habíamos sido nosotros.

Y no siempre era sencillo, el ayudar a los demás sin recibir nada más que la sensación de estar haciendo lo correcto, y la certeza de que nadie más iba a sufrir a manos de aquel ser a cambio. Pero era, quizás, lo único que nos mantenía vivos día a día, la idea de salvarlos a todos, aún a sabiendas de que la caza nunca terminaría, que siempre habría algo o alguien dispuesto a destruir nuestra labor.

Miré mis manos, apenada al oírle. Supe que confiaba en mí lo bastante para contármelo, y supe también que el sentimiento era más que mutuo: después de todo, ambos habíamos sufrido esta noche, a manos de aquel demonio, y ambos habíamos sufrido antes por su causa. Y el haber salvado mutuamente nuestras vidas, había creado un vínculo entre los dos.

-La mía...fue asesinada por un grupo de criaturas enviadas por ellos -dije, refiriéndome a los demonios.- Todos murieron, yo me salvé.

Tomé aire y me decidí por fin a empezar con las curas, alzando la mirada para buscar sus ojos un momento. Aun dolía al pensarlo, pero saber que él también había sufrido a manos de los demonios, que podía comprender hasta cierto punto el alcance de mi dolor, me reconfortaba un tanto.

Respiré hondo para intentar relajarme mientras ella curaba las pequeñas heridas que se extendían por mi torso. Me quejé un poco cuando intentó curar una herida de mi costado, ella dudó un poco antes de continuar, pero continuó ignorando que me encogía al contacto con el alcohol y siguió con su labor de enfermera. Durante ese tiempo, estuvimos en silencio. Y mi mente no dejó de darle vueltas a todos los temas posibles, en especial, al relacionado con Cath.

Los malditos demonios parecían querer arruinarnos la vida hasta el final, probablemente no descansarían hasta conseguir su propósito. Nosotros seguiríamos luchando por nuestra causa inevitablemente y esto sería una guerra continua que no tendría final. Al fin y al cabo los cazadores, siempre teníamos trabajo.

Cuando terminó con la que parecía ser la última herida agarré su muñeca con suavidad y ella me miró extrañada.

-Gracias-le dije-. Cath, no dejaré que esos demonios te pongan la mano encima.

La última frase salió de mis labios por sorpresa, ni yo mismo me creía lo que acababa de decir. Me ruboricé un poco y desvié la mirada avergonzado, aún sin soltar su mano. No era normal en mí decir ese tipo de cosas, al menos, si las pensaba, nunca las decía y menos a gente que acababa de conocer. Definitivamente, estaba claro de que entre ella y yo había una conexión inexplicable.

No dijimos nada más tras aquellas breves confesiones. Ambos teníamos bastantes cosas en las que pensar, de nuestro pasado, de nuestro presente y de nuestro futuro, si es que acaso con suerte conseguíamos llegar allá. No lo veía demasiado probable, con todo lo que se estaba viniendo encima: la mitad del infierno estaba tras mis pasos, y además el mundo se estaba yendo por el desagüe a marchas forzadas.

Todo eso daba vueltas por mi cabeza, junto con la necesidad de entender del todo lo que estaba pasando allí mismo, entre nosotros dos. Podía comprender que se estuviese creando un vínculo entre ambos, pero lo que no alcanzaba a entender era esos sentimientos que despertaba en mí, y que creía enterrados hacía tiempo. A su lado me comportaba de un modo diferente, para él no estaba vigente aquella aversión al contacto físico que yo sentía con las demás personas.

Me concentré en curar poco a poco sus heridas, las más recientes, recorriendo con mis dedos cada centímetro de su piel desnuda, acariciando su torso y dibujando con los dedos su musculatura, disimulándolo con los gestos necesarios para sanarle. Me quedé inmóvil cuando gimió al desinfectarle una herida del costado, pero pronto regresé al trabajo, apenas con un murmullo:

-Lo siento -tan bajo que no estuve segura de que lo hubiese escuchado.

Terminé de hacerle las curas, lo mejor que había sabido, y entonces él me aferró una muñeca, con firmeza pero con suavidad. Le lancé una mirada, extrañada mientras por dentro no dejaba de preguntarme: ¿por qué no lo apartaba de un manotazo? ¿Por qué no me invadía esa urgencia de quitármelo de encima con un gesto? ¿Por qué de golpe lo único que quería era que me acercase más a él y me estrechase entre sus brazos?

-No ha sido nada -dije.

Me quedé sin saber qué contestar, conmovida por sus palabras. A mi boca, sin que yo pudiese siquiera pensarlo, acudió una respuesta:

-Lo sé.

Por algún motivo, sabía que eso que había dicho era verdad. Me sentía segura a su lado(xdd).

Acepté con la cabeza y ella debió intuir que ya era el momento de marcharse, pues recogió el botiquín y salió por la puerta del baño. Cuando casi estuvo a punto de cerrarla, yo bloqueé el movimiento para decirle una cosa más:

-Cath, gracias.

Ella aceptó mi agradecimiento y se marchó finalmente. Entonces, me desnudé por completo y me pegué una ducha, más bien fría. Fue momento suficiente para que mis pensamientos divagaran y las preguntas me atormentaran; ¿Qué pasaría ahora? ¿Terminaría de ducharme y me iría a casa así como así? Verdaderamente tenía una misión que hacer: debía proteger a Shady del demonio que me perseguía, y aún así, y sabiendo las consecuencias, estaba aquí tan tranquilo mientras Sam se comía toda la acción. Tal vez debía dejarlo todo en sus manos verdaderamente. Lo que más me molestaba de todo esto, es no tener ninguna preocupación, ni tan si quiera mínima, por la chica que verdaderamente tenía que proteger, Shady.

Cerré el grifó y me sequé con la toalla que me había ofrecido Cath, me vestí rápidamente y salí del baño cuando aún tenía el pelo mojado. Bajé las escaleras en busca de la joven y cuando llegué al rellano del salón, descubrí una mesa bien servida.

-Tiene buena pinta-dije sentir el rico olor de los alimentos.

La verdad es que todo esto me había abierto mucho el apetito y las tripas comenzaban a jugarme una mala pasada. No me venía nada mal una rica cena casera, probablemente mi cuerpo lo agradecería, ya que estaba mal acostumbrado a las comidas rápidas de los recintos baratos. Esto me hizo plantearme una pregunta más: ¿M invitaría a cenar para retenerme más aquí o simplemente en señal de agradecimiento? La verdad no me importaba cual fuera la respuesta…

Asintió con la cabeza, y como ya había terminado de curarle y él tenía aspecto de agotado, recogí las cosas y me puse en pie para irme, soltándome con suavidad de su agarre. Me dejó ir y me observó dirigirme a la puerta del baño, pero no sin antes bloquearme para agradecerme aquello.

Sonreí con dulzura.

-No es nada.

Salí por fin de la habitación y fui a mi cuarto para guardar el pequeño botiquín para emergencias que escondía en el armario. Después, al tiempo que escuchaba el sonido del agua cayendo en la ducha, sentí que me rugían las tripas por el hambre. No pude evitar una risita, percatándome de que no recordaba cuándo había sido la última vez que había comido. Con todo lo de la pesadilla, la tortura de Odette y la huida a través del bosque, se me había abierto el apetito de una forma voraz.

Me di cuenta, en esos momentos, de que al pensar en el demonio aún me recorría un escalofrío, pero ya no sentía esas náuseas violentas de hacía un rato. Tal vez la tensión por todo lo acontecido se estuviese reduciendo por la calma que reinaba en la casa en aquellos momentos, pero en parte sabía que no era así; era la seguridad que me daba la presencia de Jake en la casa, junto toda aquella maraña de sentimientos y emociones que me provocaba, que sepultaban todo lo malo que me había sucedido.

Bajé a la cocina y preparé algo de pasta para dos, y una ensalada para mí. No eran horas de cenar, más bien estaban más cerca del desayuno, pero mi estómago no iba a aguantar mucho rato con una taza de café y unos bollos. Imaginé que Jake también estaría hambriento, y me pregunté cuánto tiempo haría que no comía algo decente, o al menos que no hubiese salido de la freidora de un local de carretera barato.

Preparé la mesa en el comedor mientras esperaba que estuviese todo en su punto, y cuando llegó él acababa de servirlo todo. Le dediqué una sonrisa y le indiqué con una mano el sitio frente al mío.

-Que aproveche. Espero que esté a tu gusto -dije, tomando asiento en mi lugar de costumbre.

Su ofrecimiento fue más que agradable, tanto para la vista como para mi estómago. Me senté en la mesa, después de que ella lo hiciera y en cuanto pude metí mano a aquellas delicias. Todo estaba a pedir de boca, no había probado nada igual desde… bueno, no había probado nada igual.

-Está buenísimo-le dije agradecido mientras cogía un buen trozo de pan para acompañarlo con la comida.

Cuando terminamos de comer, le ayudé a recoger los platos de la mesa y los metimos en el lavavajillas. Ella activó la máquina y una vez más nos quedamos de pie en el sitio, sin saber a dónde mirar.

-Muchas gracias por todo-dije rompiendo el silencio-, quizá sea mejor que me vaya para que puedas descansar-añadí sin pensarlo.

Esperé a que ella me diera una respuesta de despedida.

Supe que la idea de la cena le había agradado, y la verdad, parecía famélico cuando se sentó frente a mí y comenzamos a comer. Me había esmerado mucho en preparar todo aquello, aunque sabía que no era una cocinera demasiado bien dotada; mi tía lo hacía mucho mejor que yo, pero ella no estaba allí para ayudarme a preparar nada.

Igualmente, mi estómago agradeció el recibir algo sólido con lo que reponer las energía gastadas con las emociones fuertes de la noche. Y la verdad, no me había salido tan mal como otras veces, hasta se podía comer y todo...

-Me alegra que te guste -sonreí.

Viéndole comer, cualquiera pensaría que era el manjar más delicioso del mundo, y aunque sabía que no era así, me hizo sentir muy bien.

No hablamos demasiado durante el transcurso de la cena, ni tampoco cuando, al terminar, se levantó para ayudarme a recoger los platos y a guardarlos en el lavavajillas. Metí la pastilla y encendí la máquina, y luego ambos nos quedamos de pie, sin saber bien qué decir o qué hacer.

-No ha sido nada -murmuré.- Era lo menos que podía hacer...

Sentí una presión horrible en el estómago ante la idea de que se fuese y me dejase sola. Sabía que si se iba, el peso de todo lo sucedido en las horas previas caería sobre mí.

Por eso unas lágrimas asomaron a mis ojos sin que pudiera evitarlo, mientras, dándole la espalda para que no las viera, decía:

-Supongo que tú también necesitas descansar...

-Sí, será mejor que me vaya.

Me extrañó que se girara y me diera la espalda, parecía verdaderamente avergonzada por algo y estaba claro que no debía interrumpirla más. Probablemente necesitara estar a solas para pensar sobre lo ocurrido.

-Cath, no te lo he dicho antes, pero tengo planeado un viaje a Inglaterra, por un trabajo que me ha salido. Estaré unas semanas por allí, ¿Estarás bien?

Se me rompía el corazón dejarla en ese estado, pero yo no era nadie para meterme en su vida y más sabiendo que conmigo podría correr más peligro aún. Ella necesitaba alguien que la protegiera y que no se viera perseguida por los malditos demonios. Ese no podía ser yo…

-Bueno, ha sido un placer conocerte-esperé a ver si se giraba. Inconscientemente tuve unas terribles ganas de abrazarla pero me contuve y mi orgullo superó todas mis debilidades.

Me acerqué a la puerta y puse la mano sobre el pomo para abrirla pero antes eché otra mirada atrás. Ella seguía en ese estado tan extraño, ¿Qué le pasaba? “Soy un cobarde, ni si quiera soy capaz de…”-me quité ese pensamiento de la cabeza y salí de la casa finalmente.

Ella y yo sabíamos perfectamente que algo extraño había ocurrido entre nosotros y probablemente ambos sentíamos miedo por ese lazo tan fuerte que se había creado entre nosotros de forma tan repentina. Quizá fuera mejor no habernos conocido y que cada uno siga su camino…

“¿Volveré a encontrarme con ella? Que lo decida el destino”.