Cuando cae la tarde (libre)

Siempre que hacía una buena tarde el parque era el lugar perfecto para darse un paseo. Críos jugando por todas partes, vigilados y acosados en todo momento por madres, padres y abuelos, corriendo tras ellos con la merienda y el botiquín de campaña... Me hacía bastante gracia, me gustaban los críos, eran inocentes y vivían ajenos al hecho de que esa maravillosa cualidad que poseían desaparecería lentamente a medida que pasaran los años.

Las tentaciones estaban por todas partes, algunas humanas y todas sobrenaturales, aquellas eran las más peligrosas y en Townhidden te esperaban a la vuelta de cada esquina. Ya había tenido que intervenir en varias ocasiones desde que había llegado al pueblo, manteniendo siempre la discrección, pero también había tenido la oportunidad de conocer a sobrenaturales que se habían adaptado a la vida en la tierra, humanizándose de un modo que no hubiera creído que existiera, lo que me daba más razón a la hora de pensar que mis órdenes no siempre eran las más correctas.

Imitando los hábitos humanos, me compré un café para llevar en el puesto del parque y me di una vuelta parándome a observar la caída de la tarde, escuchando de lejos los quejidos de los niños que se negaban a volver a casa. Me sorprendía al darme cuenta de que cada vez extrañaba menos el lugar de donde había venido.

Paseando tranquilo por el parque, noto una presencia que me recuerda mucho a algo que yo ya sabía, hasta que a lo lejos diviso a un hombre con un café en la mano, observando a los niños que correteaban y jugaban. Me quedo en la distancia, en un banco, observando sus pocos movimientos, no sabe quien es, y espero, que el tampoco sepa nada sobre mí. Me pasaria allí el tiempo que hiciera falta, y si tenia que seguirle ,lo haria, pero con la mayor discreción posible. Al menos, hasta cierto punto.

Un pequeño se cayó al tropezar mientras corría y sus llantos se escucharon en todo el parque. Era de los que opinaban que los que no tenían marcas en sus rodillas, no tenían infancia y, por suerte, mi recipiente había tenido una infancia del todo satisfactoria, aunque hubiera llegado a ser bastante torpe. Observaba la reacción de la escandalizada madre, que parecía no haberse ni cortado con un papel en toda su vida, cuando noté una presencia, una esencia de la misma naturaleza que la mía propia, que se mantenía lejana y espectante. Creí que se marcharía, pero parecía esperar a que yo hiciera algo ¿si él había notado mi presencia, de verdad esperaba que yo no notara la suya? Vamos, no era primerizo.

Fui de nuevo al puesto de café, pedí lo mismo que hacía tan sólo unos minutos para mi y fui hacia el banco donde estaba sentado, ofreciéndole el vaso, dando siempre esa primera impresión amable. -Se ha quedado buena tarde ¿no crees?-

Pongo cara de sorpresa al ver como el hombre se hacercaba a mi con la naturalidad mas normal del mundo, cosa que me sorprende. Veo que me ofrece un vaso, lo acepto y le doy las gracias haciendole un gesto con la cabeza.

-Gracias, y vos, quién sois?-le pregunto así para saber con quien hablaba. - A vos no os viene un sentimiento de familiaridad?- le pregunto con gran educación.

Le devolví el gesto cuando aceptó el café, bebiendo un trago del mío y perdiendo de nuevo mis ojos entre el paisaje y las familias que paseaban por el parque. -No es necesaria tanta educación- de hecho, me incomodaba, la finura me parecía muy antinatural, prefería el trato directo y cordial, aunque siempre se podían hacer excepciones y perder los modales, pero no pensaba que ese fuera a ser el caso. -Soy Ichabod, por cierto- dije, al darme cuenta de que no había contestado a su primer pregunta, y sí, tenía una sensación de familiaridad, pero eso era evidente.

-Yo soy Brian, pero llamame Rosiel- le contesto. A partir de ahora me dejaría llevar un poco y le sonrío de medio lado. Ya nos habiamos dado cuenta ambos de quien era el otro así que deje de fingir de una vez, no se me daba bien.

-Y tu, que haces aquí en la tierra?- le pregunto curioso. Yo tenía un buen motivo, pero no se me ocurria vualquier otro, y sería demasiada coincidencia que el tambien fuera un angel caído.

Me encogí de hombros, podría decirle que eran mis órdenes, pero no veía necesario mentir puesto que, aunque sí tenía una misión, la estaba llevando a cabo tan a mi manera que distaba bastante de la idea original. -Me gusta estar aquí- sonaba extraño, lo sabía, a pesar de todo lo malo, me gustaba estar rodeado de humano, personalmente los encontraba mucho más fascinante de lo que lo hacían otros sobrenatuarles. -Pero supongo que, a grandes rasgos, se lo puede considerar un viaje de trabajo- añadí, como si estuviera dando explicaciones en un aeropuerto.

Me empezba a caer bien este tal Ichabod, así que le sonrio de medio lado.
-A que no sabes que me lleba a estar aquí, y mas que trabajo, es mas una necessidad, mas que nada- le explico sin muchos detalles, no me gustaba, darlos.

Le repaso de arriba abjao, imaginandome que le llevaría en realidad a estar aquí, si yo fuera él, no dudaría en irme de aquí, pero en ese momento, en el que lo pienso, me vienen a la cabeza todas las personas con las que he tratado.

-Y que, ha gusto con los humanos?-le comento riendome. En aquel momento pasa una madre con un carrito, que llebava consigo un bebé recién nacido, dormido profundamente, inspiraba ternura y pureza, así que rio con ternura.

Había bajado a la Tierra en múltiples ocasiones, confundiéndome siempre entre los humanos, tratando de integrarme, pero las cosas habían cambiado mucho desde mi última visita. -Siempre me han gustado los humanos- aunque muchas veces no lo pareciera por mi actitud, en el fondo yo prácticamente existía por ellos.

Miré a Rosiel y contemplé todas las posibilidades que se consideraban necesidad y que lo habían llevado a estar donde estaba, en realidad, sólo una idea cruzó mi cabeza, un ángel caído. -¿Y qué ha propiciado esta necesidad de tener que venir aquí?- vamos, que qué le había pasado, qué se había negado a hacer o por qué había renunciado, de ser ese el caso.

El doloros motivo por el que estaba aquí no era un grato recuerdo, pero igualmente, necesitaba desahogarme.

-Renuncié a continuar a las ordenes del senyor, ya que me demostró que no le preocupan sus hijos...-le digo en un susurro. Y ahora que lo pensaba, si renuncié por que tenía que llevar a cabo mi autoexilio?, aquí ya estaba bien.

Emiezo a cuestionarmelo seriamente si necesitaba en verdad el perdón de el senyor, mentira, si necesitaba su erdón, lo que empezaba a cuestionarme és si queria volver aallí arriba.

Negué con la cabeza, manteniendo la sonrisa, a pesar de estar en total desacuerdo con la opinión de Rosiel. -Claro que se preocupa, pero está decepcionado y a veces la decepción nubla nuestro juicio, incluso Su juicio y puede llevarnos a tomar decisiones erróneas- al menos aquella era mi opinión, lo era desde hacía ya mucho tiempo y me había traído más de un problema, aunque al mismo tiempo me había dado alegrías. -No siempre has de dar a tu Señor lo que quiere, si no lo que necesita... y ahora mismo necesita a siervos como tú y como yo- estaba seguro de que le concedería el perdón si realmente lo deseaba.

Le miré fijamente a los ojos, los cuales irradiaban paz y tranquilidad, su opinión era distinta a la mía, pero no por eso dejaba de caerme bien. Le sonrio inocentemente.

-No dudes de ello-le digo feliz, conseguiré el perdón del señor, aunque tarde toda una vida en ello. Ahora estaba muy a gusto hablando con él, y no tenia ganas de hacer nada mas. Le miro a los ojos, con intriga, ahora que lo pensaba, no hablaba con alguien como yo desde hacia mucho tiempo.

Encontrarme a seres de mi misma naturaleza no era nada común y eso que estábamos en uno de los lugares con más demonios y sobrenaturales por metro cuadrado. Me había cruzado con brujas, vampiros, adictos a la sangre de demonio... de todo, pero él era el primer ángel, nos sentía en desventaja, aunque prefería pensar que no era así, sabía lo fuertes que éramos.

Estaba bastante metido en mis pensamientos, atardecía, la gente se iba y mi café se enfriaba y sin embargo me sentía lleno de paz a pesar de todo lo malo que se echaría sobre Townhidden al caer la noche, probablemente, tendría trabajo que hacer.

Hago una sonrisa de medio lado, seguramente, se nos había ocurrido lo mismo. Cuando cae la tarde, este lugar ya no es lo que parece... Miro a todos lados, pero de momento todo seguía igual de aburrido. Le miro a los ojos, que eran hipnotizantes, y me rio.

-Que, te echas una caza?-le pregunto esperando una respuesta clara.