Awake [Sam]

Llevaba semanas sin poder dormir. ¿El por qué? Yo tampoco lo sabía con claridad. Simplemente, no podía pegar ojo. Unos sucesos extraños pasaron en la casa abandonada del pueblo - sí, como en esas películas de terror - y como cazadora... debía ir a echar un vistazo.
Investigué a profundo el caso, aprovechando el insomnio. Reconstruida después de un reconocido incendio hacía un par de años... Pero seguía sin entender los sucesos.

Esperé a que anocheciera para coger el Bentley y dirigirme hasta la casa. Odiaba hacer ese tipo e cosas de noche, pero si no quería llamar la atención, era mejor así. Paré en frente del antiguo edificio, algo insegura. Suspiré, restregando las manos por la cara y apoyé la cabeza en el volante. Juré la venganza... vacilar ahora era una estupidez.
Salí del coche con lo necesario y encendí la linterna. Empujé la puerta de madera desgastada, que emitió un molesto chirrido...

Estaba inquieto, demasiado inquieto para permanecer en aquel cuarto vacío un minuto más. Sentía dentro de mí demasiada energía, demasiada inquietud. Aquello que había pasado hacía pocos días, aquella extraña sensación que había tenido el día que Vanessa había venido a pedirme ayuda para encontrar a su hermana, seguía dándome vueltas por la cabeza. ¿Había sido una mera coincidencia y estaba haciendo una montaña de un grano de arena? ¿O había sido algo más, algo relacionado con aquellos malditos poderes demoníacos a los que había renunciado?

No lo sabía y no tenía forma de averiguarlo, y tan solo pensar en ello me causaba una gran inquietud.

Tal vez todo era por el exceso de tranquilidad. Una mente ociosa puede resultar el más grave de los peligros, así que decidí que era hora de ponerme manos a la obra, fuese lo que fuese lo que iba a cazar. Había escuchado algo sobre unos sucesos extraños en la casa abandonada a las afueras del pueblo, así que después de informarme bien de la historia e investigar sobre el pasado de la casa, me dirigí a ella.

Era un lugar un tanto inhóspito, de lo más normal que solía encontrarme habitualmente, así que tras hacer un breve reconocimiento de la zona y asegurarme de que no había nada raro por los alrededores, entré. La puerta cuando la empujé, protestando porque la hubiese abierto, y el polvo se alzó a mis pies en cuanto di un par de pasos en el interior. Bonito lugar. Empecé a deslizarme por los pasillos, con el detector de electromagnetismo en una mano y la pistola con la linterna en la otra. Un ruido me alertó, pero cuando me di la vuelta y apunté con la pistola, me llevé un susto mayor que si hubiese sido un fantasma o un demonio.

-¿Angela? ¡Qué mala cara tienes! -dije, bajando el arma.

Con cada paso que daba, una nube de polvo inundaba el aire. Tosí, intentando no hacer ruido y continué caminando. La madera desgastada de la casa preocupaba con los crujidos que emitían cuando adelantaba y la oscuridad hacía que ese lugar fuera más tétrica de lo que ya era.
Extraje la linterna del bolsillo y, con la otra mano, sujeté la pistola, firme.

Me adentré en largo pasillo, decorada con algunos cuadros viejos y una larga alfombra roja con algunas manchas negras. Siempre había odiado tener que cazar en esos lugares... Qué remedio.

Paré en seco al oír algo a mis espaldas. No estaba lista para girarme. Respiré hondo y me giré, lentamente. Los sonidos secos se acercaban y parecían ser pasos. Apagué la linterna y me dirigí con sigilo hasta llegar a la esquina que unía los dos pasillos de la casa.
Pegada en la pared, tenía la pistola preparada. La cargué y esperé a que se acercara más. Cerré los ojos, tratando de agudizar el oído, pero no conseguí escuchar nada más. Al abrirlos, vi una cegadora luz delante mío. Me sobresalté y un grito quiso salir de mí, pero me adelanté tapando la boca con la mano, haciendo que se emitiera un débil grito ahogado.

Me fijé mejor en la silueta que se escondía por la oscuridad y pude reconocer su rostro. Era Sam. Suspiré, aliviada.

-Que susto me has dado por Dios... - murmuré, mientras me pegaba de nuevo a la pared.

Aquel sobresalto había sido todo un absurdo, a decir verdad. Con todo el revuelo que estaban causando los acontecimientos sobrenaturales de aquella casa, era una tontería el no esperar que otros cazadores hubiesen acudido a investigar. Y más aún teniendo en cuenta que el detector no había hecho ni mu desde que lo había conectado al entrar en el deshabitado inmueble, con lo cual aquellos ruidos que había escuchado antes de su aparición no podían ser de fantasmas. Y mi linterna brillaba con la misma intensidad que siempre, sin un solo parpadeo ni la más débil de las fluctuaciones, así que los demonios quedaban también descartados.

Tal vez el susto simplemente me lo había dado su mala cara. Tenía aspecto de no haber dormido en varias noches, y ella misma se había sobresaltado al verme. Todo ello combinado, no daba lugar a la mejor de las impresiones.

-Pues anda que tú a mí...

Supuse con claridad que por la serie de hechos en esta casa, habrían venido más cazadores. Sin duda alguna, habían aumentado durante los últimos meses en ese pueblo. Me reincorporé, con más tranquilidad.

-Lo siento... Llevo días sin dormir y no podía quedarme encerrada en casa... - murmuré, en forma de disculpa, aun sin saber muy bien por qué. - Tengo unas pintas que cualquiera me tomaría por fantasma... No te culpo, la verdad. -Los somníferos no me habían servido para nada, al fin y al cabo.

Hubo un instante de silencio, cosa que me incomodó. ¿Y ahora qué?
Un leve crujido sonó sobre nuestras cabezas. Alcé la vista clavando la mirada hacia el techo, viendo cómo el polvo almacenado durante los años caía lentamente. Otro crujido. Y otro. Sonaban con regularidad, y pronto deduje que eran pasos. La pregunta del millón era... ¿de qué?
Aparté los ojos del techo y miré a Sam.

-Has venido solo... ¿verdad?

Estaba más tranquilo ahora que aquella presencia se había revelado como Angela, la cazadora a la que había conocido aquella noche en Manhattan, cuando nos habíamos quedado dormidos en un banco del parque después de haber sido acorralados y perseguidos por un grupo de demonios de lo más pesados, pero seguía reprendiéndome a mí mismo por haberme sobresaltado de aquel modo. Y también por haber soltado aquello a lo bruto. Ella no parecía haberse molestado por mi salida de tono, pero no había sido nada agradable por mi parte.

-No pasa nada -contesté.- Siento haberte asustado yo a ti -agregué.- No es culpa tuya, mujer. Cualquiera tendría mal aspecto si llevase días sin dormir... En realidad, no tienes tan mala cara -traté de enmendarme un poco.

Ambos nos quedamos sumidos en un incómodo silencio, que se vio roto al cabo de unos segundos por el sonido rítmico de unos pasos en el piso de encima. Alcé la cabeza y la linterna para dirigirlas al techo, y luego volví a posar mi vista en ella.

-Sí, ¿y tú?

No era algo posible olvidarse de alguien con el que habías pasado junto a él una persecución de unos demonios bastante cansinos y que luego haber dormido en un banco y casi darme un ataque cuando no despertaba de su pesadilla.

-Tampoco es algo con importancia... - murmuré casi instantáneamente tras su disculpa. Le miré por lo último que dijo y sonreí levemente. - No intentes arreglarlo. Ya he dicho que no me importa mucho. - no hacía falta ningún comentario para hacerme sentir mejor. Lo dicho, dicho estaba.

Al oír su respuesta, no supe qué decir. Fuera lo que fuera, no podíamos quedarnos allí parados con bromas.
Negué con la cabeza.

-Sola... - susurré en forma de contestación.

Adelanté unos pasos para acercarme a las escaleras y apoyé un pie en el primer escalón mientras revisaba el camino con la linterna, comprobando que era seguro, al menos, sin agujeros.
Avancé poco a poco, intentando hacer el mínimo de sonidos posible. Esa casa estaba demasiado desgastada y la madera era algo débil.

Me pregunté distraídamente si alguna vez nos olvidaríamos el uno del otro, en caso de que no nos volviésemos a ver nunca más. No, no lo creía posible: uno no se olvida de su compañero en una noche como aquella, en la que nos había pasado de todo e incluso más. Era la primera vez que me había quedado dormido en un banco de un parque tras una persecución, aunque no debía haber sido algo muy natural: según me contó, casi hizo falta que se liase a cañonazos conmigo para despertarme, y yo recordaba haber soñado con la muerte de Jess de un modo muy vívido. Ahora que lo pensaba, tal vez tenía algo que ver con su vuelta, pues poco tiempo despues ella había aparecido de nuevo, afirmando haber estado buscándome durante varios meses...

Sacudí la cabeza para apartar aquellos pensamientos de mí para centrarme en la situación de presente.

-Bueno, míralo por el lado bueno: probablemente acabemos los dos dormidos en algún rincón de la casa-murmuré, con una media sonrisa.

Me quedé serio cuando me confirmó que ella también había venido sola. Era momento de volver a centrarse en la caza. La seguí mientras ascendíamos cuidadosamente en silencio por las escaleras, que no estaban en demasiado mal estado; al menos sostenían el peso de los dos sin hacer ruido.