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Mensaje por Damon Blacke Mar Jul 06, 2010 5:18 pm

Traje negro de Armani: hecho.
Corbata perfectamente anudada: hecho.
Y el pelo... Me miré en frente del espejo, mientras el estilista gay que tenía atrás me miraba emocionado. Ese pelo peinado no me convencía. Pasé las dos manos para deshacer ese trabajo cutre y barato. Ahora que estaba desordenado y alborotado, eché una última mirada al espejo y me deslicé por la pulida barandilla de caoba hasta llegar al recibidor.

Italia. Luca. Boda. Todas esas palabras que se mezclaban en mi cabeza me sonaban a raro y poco familiar. Sobretodo, la palabra boda. Nunca pensé que YO, Damon Blacke, se casaría. Ni mucho menos, que se comprometería. Pero las cosas cambian y... ¿las personas? Bah, niñerías. A Stefan le habría gustado ver esto. Ahora que había desaparecido, me había quedado sin pelota antiestrés.
Aceleré el motor del Ferrari, mientras me dirigía hacia la iglesia donde se celebraría la unión. Dios, me empezaba a dar asco hablar de esta forma. Pero... era por Cath y... supongo que por ella, la muerte era poca cosa.

Tras un buen rato conduciendo, al fin llegué a la iglesia. Paredes blancas y altas columnas con las copas adornadas y esculpidas. Entré al edificio con rapidez, lleno de flores de colorines... ¿Quién las había recogido? ¿Heidi y su abuelito? Solo faltaban los serafines cantando y hasta Dios acompañando con una pandereta.
Me acerqué al altar y esperé... a los demás, supongo.
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Mensaje por Catherina Summers Mar Jul 06, 2010 5:42 pm

Me miré al espejo una vez más, acariciando con dos dedos el delicado encaje del velo, prendido en los pasadores que me apartaban el cabello del rostro y lo dejaban suelto y libre hacia atrás. No estaba acostumbrada a ir tan elegante y arreglada, ni a llevar colores tan claros y luminosos: lo mío era el negro, el azul oscuro, todos esos colores que te permiten pasar desapercibido en la noche mientras acechas a todas esas criaturas malignas que se mueven en la oscuridad para sembrar el caos. Pero, claro, esos colores no son símbolos de la pureza y no están bien vistos para que los luzca una novia el día de su boda y ¿qué hay más puro que el blanco?

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Lo que más me sorprendía, por encima de todo, era que me gustaba. ¡Me gustaba aquel vestido blanco, largo hasta los pies! ¡Me gustaba el precioso velo de encaje, que habían lucido tantas mujeres de mi familia antes que yo! Por una vez, me sentía como cualquier otra chica o mujer del mundo mientras me contemplaba en el espejo: hermosa el día de mi boda. ¿Quién lo hubiese dicho nunca? Yo, Cath, la cazadora, la criatura de la noche, que ni siquiera era del todo humana, ¡casándose con Damon! Teniendo en cuenta cómo había sido nuestro primer encuentro, nadie hubiese podido prever que acabásemos así.

Bueno, siempre me habían gustado los finales inesperados.

Caminé hasta la puerta de la habitación que una vez fue mi cuarto en otro tiempo. No podría decir que habían sido tiempos más felices: tenía a mi familia, sí, y era una inocente muchachita cuya mayor preocupación era sacar buenas notas y agradar a sus padres; ahora era diferente, más oscura y más consciente de la realidad, más madura. Pero le tenía a él, y eso hacía que todos los sufrimientos y problemas de esta nueva vida mía valiesen la pena.

Respiré hondo y bajé al coche en el que me aguardaba el chófer de mi familia, a quien conocía desde niña, y que me llevó directamente a las dependecias privadas de la iglesia, sin permitirme mirar siquiera si el coche de Damon estaba allí. No podía verle antes de la boda, era una tradición y había que respetarla. Estaba nerviosa, así que esperé a Amanda, mi mejor amiga y quien iba a acompañarme al altar en sustitución de mi padre y de mi tío, paseando nerviosamente de un lado a otro de la estancia.


Última edición por Catherina Summers el Mar Jul 20, 2010 7:33 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Amanda Smith Mar Jul 06, 2010 6:16 pm

Oh, genial, una boda. ¿Cuánto tiempo hacía que no estaba en una? Creo que...toda mi vida, de hecho, porque no recuerdo haber estado nunca en una. O al menos no como madrina sino como simple invitada, que era lo más normal. Pero teniendo en cuenta que la boda en cuestión era la de una cazadora con un vampiro claro, nada podía ser normal, y ni siquiera era normal pretender que fuera a serlo. Vale, me estoy liando. Mejor empezar por el principio.
Hará un par de días recibí una llamada de Cath, a la que hacía bastante tiempo que no veía. Más o menos el mismo tiempo que hacía desde mi cambio, aunque sí que habíamos logrado mantener el contacto via ordenador o via móviles. Estaba evitando el momento en el que fuéramos a vernos cara a cara porque ella, al fin y al cabo, era mi mejor amiga (de las pocas amigas que tenía, en realidad, o al menos de las pocas a las que no me tiraba por razones más que obvias) y se daría cuenta de que había algo distinto en mí en el mismo instante de mirarme a la cara y ver que en vez de la habitual expresión alegre o dulce de la antigua Amanda, ahora había casi mayoritariamente una sádica y malévola. Sí, cosas que pasan cuando una se vuelve adicta a la sangre de demonio. Mea culpa, o algo así. La cuestión, que la primera bombaza que me soltó fue que se casaba con Damon, aquel vampiro al que había conocido por mi cuenta en una fiesta en el pueblo, hacía lo que me parecía eones, y también aquel vampiro con el que Cath y yo nos habíamos emborrachado una noche de hacía también tanto tiempo. Ya desde ese momento me había quedado claro que había algo entre ellos, pero de ahí a que fueran a casarse, como que había un trecho bastante grande, lo suficiente como para que la noticia me pillara por sorpresa. No más sorpresa que la segunda bomba de relojería: claro, Amy, ya sabes que yo soy doña Lodejotodoparaelúltimomomento y a falta de dos días para el enlace todavía no tengo a nadie que me lleve al altar. Aún seguía considerando a Cath como una muy buena amiga y le había dicho más de una vez que para cualquier cosa que necesitara me preguntara a mí, que haría lo posible por tratar de ayudarla (en qué maldito momento lo dije, de verdad), así que no me quedó otro remedio que aceptar a su pequeña petición. Vamos, porque sabía que oponer resistencia iba a ser inútil, ya que ella era capaz de personarse en mi casa y arrodillarse para suplicar mi ayuda. Si estaba muy desesperada lo haría, y por su tono de voz la desesperación había sido superada hacía un buen rato por algo mucho más histérico. Tuvo suerte de que me pillara en un día medianamente bueno y no la mandara a la mierda directamente, que en un mal día capaz me veía. En resumen, que me encontraba yo a dos días de la boda de mi mejor amiga sin nada peparado, y tocó la habitual visita al centro comercial de rigor. No podía ir hecha una puta, como iba casi siempre que quería ligar, beber sangre o ambas cosas, así que me tocó comprarme un vestidito mono que sabía que después no me iba a poner. Y estaba, claro, la parte del acompañante. Pasaba de ir a la ceremonia sola, por mucho que mi amistad con Cath lo requiriera, así que había llamado a la única persona con la que se me ocurría que podría ir: Sikki. Dios, Lucifer, serafines y demonios me había costado convencerle de que viniera conmigo y me hiciera el favor, y al final casi le había tenido que arrastrar hasta la iglesia, pero el resultado fue el mismo: Sikki y yo habíamos pillado los billetes del avión y ahora estábamos en Luca. El trayecto había sido interesante, con ambos pasando de las azafatas y pasando más tiempo en el baño del avión que en nuestros asientos, prácticamente. De hecho me había costado la vida contenernos lo suficiente como para no ir llena de heridas de mordiscos a la boda de Cath, pero al final ahí estaba, en la puerta de la iglesia hecha un pincel mientras, a mi lado, Sikki estaba...bueno, difícil de definir. Con él nunca es fácil hacerlo. Le dije que fuera entrando a la iglesia mientras yo hacía los últimos retoques de mi vestido, y todas esas cosas que una suele hacer para ponerse mona (sí, lo típico, sombra aquí, sombra allá, rímel, algo de colorete, gloss y perfecta para aparentar ser una niña buena y no una loca sádica y salida que, de paso, está deseosa de beber algo de la sangre de su mejor amiga). No, me dije, este día tiene que ser especial para Cath. Ya llegará otro momento para beber su sangre o lo que surja y más me apetezca en ese momento, pero ahora no. Mejor dejarla disfrutar de su día. A regañadientes me autoconvencí de eso y me esforcé por llevar mi mejor sonrisa, una que me hacía parecer de nuevo aquella Amanda que llevaba cuatro largos años sin ser y que sorprendería a todo aquel que hubiera estado pendiente de mi evolución a lo largo de los años, y con paso firme entré la iglesia, sólo que fui directa a la habitación privada donde me ver a Cath para tranquilizarla, que seguro que lo necesitaba.
Nada más entrar la vi preciosa, toda vestida de blanco (como solía ser tan poco habitual en ella, siempre vestida de colores oscuros a más no poder) y con un aspecto nervioso y feliz a partes iguales que me hizo relajarme, aunque sólo en parte. Era mi Cath, y su alegría resultaba casi contagiosa, incluso para mí que era prácticamente insensible desde hacía tanto tiempo. – Vamos, preciosa, que Damon te espera. – dije guiñándole un ojo y dándole un abrazo. Me resultaba tan fácil pretender que nada había cambiado con ella....demasiado, pues prácticamente era igual que cuando habíamos sido amigas. Había ignorado su fobia a tocar a los demás para darle aquel abrazo, que a pesar de todo la logró tranquilizar, y en cuanto nos separamos le dediqué una amplia sonrisa, que escondía las ganas de beber su sangre que tenía tras haber sido capaz de olerla por estar tan cerca de ella. No, Amanda, no. Hoy no. De fondo se escuchaba la marcha nupcial avisando de la llegada de Damon, y decidimos esperar unos cinco minutos hasta que la miré, curiosa. - ¿Estás lista? No esperé a que me contestara, sino que la cogí del brazo y, en cuanto una niña pelirroja y con ojos verdosos a la que no conocía demasiado hubo cogido la cola del vestido de Cath comencé a caminar con ella del brazo, algo reticente, aunque bastó una mirada mía para tranquilizarla. Abrimos la puerta de las dependencias privadas y salimos de allí hasta llegar al largo pasillo de la iglesia, que bajo la atenta mirada de todos los que estaban por allí cruzó tiesa y erguida como una reina, conmigo al lado, fiel cual escudera. Joder, qué poco me gustaba ser el centro de atención, más incluso en una boda. Al final llegamos y ella se puso con Damon mientras yo me hacía a un lado y, tras buscar a Sikki con la mirada y agradecerle sin palabras que estuviera allí (aunque vamos, se lo agradecería como más le apeteciera y cuando más le apeteciera, que por mí no había mayor problema), comenzó por fin la ceremonia. Sólo esperaba que acabara pronto, que odiaba las misas.

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Última edición por Amanda Smith el Mar Jul 06, 2010 11:16 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Nikki Sixx Mar Jul 06, 2010 6:42 pm

La bella Italia... Oh, siempre había sido un romántico empedernido a la hora de viajar. Sí, no podía negarme a un buen viaje acompañado de fiesta, alcohol, mujeres, droga y... sangre. Pero este viaje iba a ser completamente diferente. Amanda me pilló por sorpresa cuando me pidió que la acompañara a una boda... ¿Una boda? Joder, ¿Se había vuelto loca? Sí, definitivamente sí y me explicó la situación pero aún así yo seguía sin estar convencido... ¿Qué coño pintaba yo allí? Absolutamente nada pero... Aquella preciosidad era mi debilidad y después de cuatro años masacrando, torturando y follando juntos... terminé por aceptar y aún seguía preguntándome por qué leches lo había hecho pero, mi cabecita ya tenía unos cuantos planes para la boda... Más bien, para sembrar el caos en ella. Lo único bueno de todo el asunto era que la boda era en Italia, en un pueblecito llamado Luca y el avión.... Bueno el avión simplemente haía sido mejor que cualquier película porno que se prestara, aunque tuve que cortarme demasiado a la hora de morder y arañar a Amanda... Aunque había mordido su cuerpo en zonas MUY discretas que nadie vería y solo ella y yo sabíamos que estaba allí. Tras horas y horas en los baños del avión, aterrizamos. Vale, decían que los aviones eran cómodos y entretenidos pero... Los baños eran demasiado pequeños aunque, después de tanto tiempo, me daba igual el sitio, lo único que importaba era lo caliente que pudiera llegar a estar y con Amanda eso NUNCA era un problema... En fin... Después de pasar un maldito infierno sin poder matar y estar frente a la maldita y perfecta iglesia ya no había marcha atrás. Odiaba las iglesias, era aficionado a matar monjas y quemas capillas... ¿Y si quemaba la iglesia? No, le había prometido a Amanda que al menos, durante la ceremonia me comportaría... JÁ! Si alguien se había tragado tal cosa es que era demasiado inocente y no me conocía. Antes de entrar me fumé un cigarro, ella(que estaba preciosa, las cosas habían que decirlas claras) me dijo que fuera entrando yo, e hice una mueca, vale, esa mueca llevaba en mi cara desde que habíamos llegado a la iglesia y algo me decía que no se marcharía. Me terminé el cigarro y entramos juntos, pero ella se fue por otra puerta y me dejó allí... Me camuflé por las sombras de la enorme iglesia plagada de florecitas de colorines, cintitas cursis y todas esas cosas que se ponen en las bodas, PUAJ! ¿Podía haber algo más moñas y asqueroso? Solo de evrlo me entraban ganas de potar... Joder, si solo con mis pelos ya llamaba la atención... Quería matar alguien... Mentira, NECESITABA HACERLO! Me coloqué cerca del altar, en una enorme columna apoyando mi espalda en ella y cruzándome de brazos, odiaba ir vestido de traje, y eso que era un traje bastante... cómodo. En fin... Me mordía de ganas porque empezara, observé la iglesia, a los invitados, al novio que parecía desesperado... Ya hasta los vampiros se casaban... Joder... ¿A donde íbamos a llegar? Solté un bufido y suspiré cuando empezó a sonar la típica marcha nupcial y todos los presentes se pusieron en pie, ni siquiera me giré, solo esperé a que la novia llegara con el novio y... Eh, Espera un momento! Aquella mujer me sonaba! ¿De qué? Daba igual, Amanda me buscó con la mirada y enseguida vino a mi lado, sin apartar la mirada de los novios, que en realidad no me interesaban pero quería mostrarle mi aburrimiento y mis ganas de salir de allí, hablé.

-¿Y cuanto dices que va a durar esto? - le solté con impaciencia, enseguida me incliné a su lado y le mordí el lóbulo de la oreja. - Como se alargue mucho te juro que o mato a alguien o aquí en medio te hago lo mismo que en el avión.... - esbocé una media sonrisa algo sádica, ya era la costumbre y me salía sola y terminé por morderle el cuello y volver a apoyar mi espalda en la columna mientras el cura comenzaba a hablar. Oh, si la ceremonia empezaba... Más valía que no tardaran mucho si no querían que, al final, terminara quemando la iglesia con todos dentro, por pesados!



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Mensaje por Angela Strauss Mar Jul 06, 2010 7:56 pm

Bien. Las cosas habían cambiado mucho desde que adopté a Samira... Y supuse que no era la única que estaba experimentando grandes cambios. Pues recibí un e-mail de Cath hacía unas semanas, para invitarme a su boda. ¡Su boda! ¿Quién lo habría dicho? Cath, la cazadora nocturna y solitaria, se casaba. Y en Italia... ¡con un vampiro! ¿Cómo era capaz? Bueno, tenía que respetarlo, a pesar de todo. Nos hicimos mejores amigas, pero nos distanciamos y... al parecer aún me considera como tal. Con todo el rollo de la caza, cuidar a Samira y comprar los billetes y demás, la histeria y el agobio dominaba por encima de mí. ¡Dios, tarde o temprano me volvería loca! Unos días antes de la boda, partimos desde Nueva York hasta el pequeño pueblo donde se celebraría la boda, Luca. El viaje fue agradable... no, esa no era la palabra. Habían demasiadas turbulencias como para que fuera un viaje agradable... y menos si duraba 13 horas como poco. Al menos, fue en primera clase - Dios bendiga a mi difunto padre- y Sami no me estuvo dando la lata preguntándome a dónde íbamos.
Reservé una habitación en un hotel de la ciudad más cercana a Luca. No me gustaban los lugares pequeños y, aunque parecía mentira, la ciudad siempre me pareció mucho más segura.
Tenía opciones sobre lo que iba a ponerme, aunque nada llamativo... Era el día especial de Cath, no iba a ir a su boda vestida a lo emperatriz de Roma. Bah, qué importancia tenía...
Contacté con un chófer, que nos llevó hasta la iglesia. Samira estaba emocionada por llevar la cola del vestido - como añoro tener su edad, no preocuparse por nada y alegrarse por todo -, así que la llevé junto a Cath. Le abracé, sonriente. Sinceramente, estaba preciosa. El vestido blanco destacaba sobre su oscuro tono de piel y si yo estaba algo inquieta por el evento, no me imaginaba cómo se sentía ella.

-Felicidades, Cath. Aquí tienes a Samira... - volví a sonreír, no podía evitarlo. - Yo mientras iré a coger sitio... Nos vemos. - arreglé un poco el vestido de la pequeña y me fui, justo cuando vi a una chica morena entrar detrás de mí. No le presté mucha atención y me adentré en la iglesia, que estaba decorada con flores y más flores, altas columnas y una gran cruz detrás del altar. Cerca de allí, estaba de pie un hombre que seguramente era... ¿el novio?
Eché un vistazo a mi alrededor, algunos de los invitados daban algo de... mal rollo. Sobretodo el tipo de las melenas. Me senté sobre uno de los bancos de madera con cierta torpeza y esperé a que Cath llegara para luego ponerme de pie. Con todo eso de la caza, no me sobraba el tiempo suficiente como para asistir a Misa todos los domingos... así que podía aprovechar el momento.
La marcha nupcial dio comienzo a la ceremonia. Me puse de pie, esperando a que la novia llegara...

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Mensaje por Ruth Williams Jue Jul 08, 2010 11:11 pm

Quien dice que ir a una boda es fácil? Porque quien lo diga, des de luego lo cogería y lo dejaría colgando de la punta de los pies, por un precipicio, vestido, peinado, zapatos, maquillaje? Por dios! En fin, todo fuera por Cath, la había conocido hacía…. Bueno en realidad no lo recordaba, pero tampoco hacia tanto, y ya me había invitado a su boda, era una chica extraordinaria, valiente, dulce, y buena amiga, a quien se le ocurría invitarme a una boda? Menos mal.. que me caía bien, de hecho había viajado hasta Italia solo por ella, y por su boda, quien haría eso, sino sus amigos de verdad? A su prometido.. lo cierto es que no le conocía pero ella me había hablado maravillas de él, en fin, tarde más de lo previsto en llegar a la iglesia, pues no conseguía ningún coche decente con el cual llegar, cuando llegue me precipite a la entrada, por suerte todavía la gente llegaba, si me lo perdía o algo por el estilo, no solo no me lo perdonaría yo, sino que ella tampoco, iba de negro mal augurio? No que va.. era elegante, nada más, además ya estaba el vestido blanco de la novia, irradiante de luz, seguro que estaba preciosa, tenía ganas de verla, cuando entre, lo hice disimuladamente, y me senté en uno de los bancos del final, para pasar lo mas desapercibida posible, y en realidad tampoco me percate de si conocía a alguien o si alguna cara me era familiar, me senté y esperé, cuando sonó la marcha nupcial me sobresalte, y me quede mirando que hacían los otros invitados, la verdad.. es que nunca había estado en una boda...



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Mensaje por Damon Blacke Sáb Jul 10, 2010 1:50 am

Vale, la cosa parecía marchar bien. Los invitados empezaron a llegar poco a poco: primero unos cuantos pares y luego de uno en uno. Sí, la cosa parecía marchar bien. Pero, ¿qué es esa cosa llamada perfección? No, no existía. Como es de suponer. Por lo que, la boda no iría a la perfección. Esa fue mi impresión al ver entrar un tipo melenudo. Joder, vamos, parecía el primo de Marylin Manson. Si no fuera porque llevaba un traje aceptable y no tenía pintada la cara, le había echado de la iglesia a patadas, puñetazos y todo lo que se podía tirar.
Pero lo bueno de la situación es que le resté importancia. Eso es, tenía que comportarme. No podía estropear el día de ensueño de Cath...
Me mostré algo ausente en mis pensamientos cuando empezó a llegar a mis oídos la marcha nupcial. ¿Cuántas veces había oído esa melodía? Durante los últimos 200 años, puede que cientos. Tal vez miles. Sí, yo también he pasado por algunas bodas... pero como invitado, no anfitrión. Aunque en aquellos tiempos no era nada comparando con las bodas que se celebran hoy en día.

Cath entró por la puerta acompañada de una chica morena... vestida toda mona. Espera, me sonaba... Ah, sí. ¿Cómo olvidarme? La amiguita del día de la borrachera que conocí en el pueblucho ese. Y detrás de ella... Una niña sujetando la cola del vestido de Cath. ¿Quién puñetas era? ¿Una hija secreta? ¿Prima? ¿Sobrina? No, no tenía hermanos que yo supiera...
Aguardé silenciosamente hasta que Cath llegara al altar. Amanda se fue a sentar junto al chunguele y la niña se sentó al lado de una rubia que no conocía. Después llegó otra tipa rubia vestida de negro. Venga ya, una más y lo podremos considerar multitud.
Eché una mirada rápida a todos y volví a Cath, sonriéndole levemente a la vez que me ponía a su lado. El cura llegó pocos instantes después, e hizo una señal para que todos se pusieran de pie.

(Off: corto porque estoy siendo presionada por mi padre que me quiere echar xD)
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Mensaje por Catherina Summers Dom Jul 11, 2010 3:45 pm

Los minutos pasaban, y yo sentía acrecentarse el nerviosismo en mi interior a medida que el gran momento se acercaba. Lo cierto es que era gracioso: ¿quién hubiese pensado nunca que yo iba a casarme? Yo, la rara, la fría, la diferente, la que siempre desconfiaba de todo y de todos, y que guardaba su corazón en una caja fuerte para que nunca nadie pudiese llegar a él. Nunca se sabe lo que la vida te va a deparar, pero era algo muy rebuscado hasta para una criatura como yo, siempre tan diferente de los demás. Ahora que por fin sabía la verdad, entendía el porqué de esa distinción: si era tan diferente de todos aquellos que me rodeaban, era porque ni siquiera pertenecía a la misma especie que ellos. ¡Cómo iba a ser una persona normal si era un semidemonio, hija de un demonio y una humana! A la luz de aquella verdad cobraban sentido muchas de las rarezas que siempre me habían caracterizado, especialmente esa parte de mí que disfrutaba cuando pasaban cosas malas, que siempre estaba deseosa de hacer daño a los demás, de fastidiar tanto como me fuese posible; también ese aire siniestro que siempre me acompañaba, que de pequeña se manifestaba en la afición a decapitar todas mis muñecas y a decantarme por adornos siniestros para mi cuarto, en vez de las típicas florecillas y los unicornios, y todas esas estupideces que tanto gustaban a las niñas. Aún seguía en mí aquel gusto por lo oscuro, patente en el color de mi ropa y en mis gustos musicales. Aún más, ¡iba a casarme con un vampiro! ¿Qué había más siniestro que eso? Si quería verse como tal, aunque yo no lo creía así: para mí Damon era la persona más especial del mundo. Cada vez que miraba sus ojos, caía de nuevo en aquel embrujo que me había hechizado la primera vez.

La primera en llegar que yo viese, fue Angie, con su pequeña Samira de la mano. Al final había aceptado venir, a pesar de la condición del novio. Ella sí que era una amiga de verdad, aunque me daba miedo cómo reaccionaría de enterarse de la verdad sobre mí; no podría soportar ver el desprecio en sus ojos, el odio. Me dolería más que que me clavase un puñal en el corazón ahora mismo. Pese a mi regla de no tocar, permití que me diese un abrazo, pues en el fondo lo estaba deseando con todo mi corazón.

-Gracias, Angie -le sonreí.

Le dediqué una sonrisa cariñosa a su pequeña, a la que aseguré que iba muy guapa, mucho más que yo, y continué caminando de un lado a otro a la espera de la llegada de Amanda. Aún no podía creerme que hubiese aceptado, y menos con tan poca anticipación, pero así era ella: nunca sabías por dónde te iba a salir. Cuando me di la vuelta, ella estaba allí, con un vestido precioso y observándome. Le sonreí con cariño al tiempo que, ella también, me daba un abrazo tranquilizador. Cuando se apartó de mi, algo en su mirada me llamó la atención, algo que ya había visto en alguna otra parte, pero nunca en ella. El caso es que no sabía qué era...

-Gracias, Amanda. Muchas gracias por haber venido, no sé que haría sin ti -murmuré, algo más tranquila. Despues, me pudo la emoción.- ¡Dios, voy a casarme! ¡Qué raro es...! -reí.

Escuchamos la marcha nupcial, que señalaba la entrada de Damon en la iglesia, y se me dibujó una sonrisa al imaginarle cruzar todo aquel trecho alfombrado hasta al altar, con la elegancia y la fluidez que le caracterizaban, teñidas siempre de una cierta arrogancia. Esperamos un poco y después salimos, y entonces todo dejó de tener importancia para mí: los nervios, las dudas, los invitados, todo...Solo estaba él, aguardándome al pie del altar. Llegué a su altura y le dediqué una sonrisa, contenta de que aquel momento hubiese llegado por fin.
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Mensaje por Amanda Smith Dom Jul 11, 2010 9:26 pm

Por decimoctava o decimonovena vez durante los últimos cinco minutos me preguntaba qué demonios hacía yo en una boda, y además en la boda más atípica a la que había tenido la oportunidad de ir. De entrada yo misma había acompañado a Cath al altar, y antes de eso había dejado que la tocara. Eso en sí mismo ya habría sido más propio de un mundo apocalíptico que uno normal. Pero espera, que de verdad estamos en un mundo apocalíptico porque Lucifer ha subido a la Tierra y nos quiere destruir a todos. Muchas cosas cobran sentido ahora, incluyendo el hecho de que la boda de Cath no tenga pinta de ser precisamente normal. El problema residía, sobre todo, en que su falta de normalidad no afectaba a lo que siempre afectaba a cualquier boda: el aburrimiento. Sí, todas eran largas, monótonas y aburridas a matar, llenas de miles de artificios y palabras vacías para quedar casados ante los ojos de un Dios al que no le importa si vives o mueres. Y si al menos la pérdida de tiempo fuera entretenida (y ni siquiera entretenida a mi sádico modo de ver las cosas, sino más bien de una manera más apta para todos los públicos, con un coro cantando gospel o algo así) bueno, vale, tendría un paso, pero aquella llevaba camino de convertirse en la boda más aburrida del siglo. ¿Qué digo del siglo? Del milenio, como mínimo. Por esa razón no tardé demasiado en alejarme del lado de Cath e ir directa a donde estaba Sikki, al que no podía dejar de mirar. Había sido un detalle totalmente inesperado por su parte el aceptar mi propuesta de ir a la boda, aunque como mínimo nuestro pequeño viaje de avión ya había superado con creces todas las molestias que aquello pudiera conllevar para él. Y además se había puesto un traje, que le quedaba demasiado bien para lo que me convenía. Sí, lo había adaptado a su estilo, pero eso no quitaba que ahora fuera obvio el hecho de que tenía una percha para los trajes impresionante. Más que gustarme, sin embargo, lo que quería ver era el detalle de todas aquellas prendas tiradas por el suelo y él sin nada encima, que la vista sería mucho mejor para mí. Y aquel pensamiento hizo que una sonrisa se extendiera por mi rostro. Una buena manera de pasar el rato, eso sin duda alguna...
Sus ganas también eran obvias, y me lo demostró al morderme el lóbulo de la oreja nada más acercarme y ponerme a su lado, apoyados en una columna. Claro, mi cerebro iba a mil por hora en ese momento, y no precisamente por lo fascinante e interesante (por favor, apréciese la ironía) que el enlace estaba siendo. La idea de antes, de encontrar un entretenimiento en aquel aburrimiento, iba cobrando forma en mi mente, y más cuando él me dijo que se aburría y que terminaría por hacerme lo que me había hecho en el avión. Y claro, si lo hacía yo no era nadie para detenerle. Es más, tendría que estar con él para asegurarme de que no hería a nadie, y eso mismo iba a hacer. Ya estaba más que decidido, por suerte. Me giré y le dediqué una expresión pícara. – Las bodas suelen ser bastante largas, pero creo que tengo el método perfecto para hacerla más corta o, al menos, más interesante. – le dije, como entrante para lo que había pensado. Y hasta tenía el lugar perfecto. Aún apoyada en la columna, con él a mi lado, le di un beso en la mejilla, cerca de la oreja. Era sólo apariencia, porque a él no le daría nunca un beso tan recatado, al menos no si quería calentarle. Había métodos mucho mejores para eso. – Ven conmigo. – le susurré al oído, aprovechando que me había acercado para darle el beso.
Dediqué una mirada a Cath, que estaba emocionada, y a Damon enfrente de ella, ambos demasiado absortos en ellos mismos y en su boda como para percatarse de que dos de sus invitados estaban a punto de centrar su atención en algo más interesante que ellos. Me despegué de la columna y comencé a caminar en dirección a uno de los laterales de la iglesia, sin hacer ruido a pesar de que llevaba tacones. Seguía teniendo mucha sed de la sangre de Cath, pero ahora que tenía a Sikki podría vencer el mono sin que mi amiga tuviera que enterarse de lo que yo era. Le escuchaba seguirme, disimulando bastante bien y sin que nadie se diera cuenta de que nos estábamos alejando del altar donde Cath se iba a encadenar a Damon de por vida. Sí, de acuerdo, estoy un poco en contra del matrimonio. Se nota, ¿no?
Terminé por llegar a donde quería desde el principio, un confesionario aislado de los demás y que, además, tenía la pinta de estar totalmente vacío. Para asegurarme abrí la portezuela donde se podía poner el cura, sabiendo que nadie me estaba prestando atención (excepto Sikki, que era el único que quería que me la prestara) y me metí dentro directa, cerrando la puerta tras de mí. Era un espacio estrecho y oscuro, pero el suficiente como para que más de una persona pudiera estar dentro de él. Ni que lo hubieran hecho a propósito. Sikki tardó apenas unos segundos en entrar, y casi ni le di tiempo a que cerrara la puerta, porque nada más atravesar el umbral me lancé a sus brazos y le besé con necesidad para nada contenida. Acabamos estampados contra la puerta que acabábamos de cerrar, besándonos y metiéndonos manos mientras nos desnudábamos y, de fondo, oíamos las palabras del cura en la boda de mi mejor amiga. Mucho era que me resistiera a beber su sangre y de algún modo tenía que desfogarme, así que mi pequeña excursión al confesionario con Sikki estaba más que justificada. Todo lo que sea necesario por las amigas.
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Mensaje por Nikki Sixx Lun Jul 12, 2010 1:04 pm

Mientras la ceremonia empezaba y los novios intercambiaban miradas y sonrisitas de supuesta felicidad yo estaba a punto hacer alguna locura, con la mano en el bolsillo de mi pantalón acariciaba lentamente mi cuchillo y observaba a mi alrededor todo lo que pasaba. Seguía mirando a la novia, estudiándola, esperando a que se me encendiera la bombillita... Había visto a esa chica antes y entonces recordé lo que Amanda me había contado sobre la boda: Una cazadora y un vampiro, ella era su mejor amiga y él se había vuelto bueno por ella... Por favor que alguien me traiga algo para vomitar! Pero lo importante de aquello era la parte de que ella era una cazadora... Joder, ¿Cuantas cazadoras se me habían escapado a lo largo de los años? Muy pocas, así que tenía que recordarla por narices y sin dejar de mirarla caí en la cuenta... Instintivamente me llevé una mano a la nariz, como un acto reflejo que podía considerarse de drogadicto normal y corriente, y la fulminé con la mirada, aquella chica se iba a enterar, la maldita cazadora iba a tener su merecido y... Oh! Que bonito... Sería en el día de su boda! Amanda llamó mi atención enseguida mirándome con una sonrisa pícara, al ver esa expresión en su rostro supe que tenía algo planeado y que me iba a gustar, cuando habló aún me lo dejó más claro diciendo que las bodas normalmente eran aburridas y largas pero que ella conocía una forma de hacerla más interesante. Con una idea bastante clara de lo que había pensado en la cabeza esperé, elle me dio un beso en la mejilla y aprovechó para decirme que la siguiera. Esperé un poco a que ella se adelantara, vi como echaba un fugaz vistazo a los novios y se adelantaba de forma sigilosa, observé como caminaba delante de mi, moviendo sus caderas que eran casi hipnóticas y... Vale, era hora de seguirla de una vez. Miré por última vez a la novia esbozando una media sonrisa y me apresuré a seguir a Amanda que ya llevaba bastante ventaja, enseguida la alcancé mientras me iba desatando lentamente la pajarita que llevaba en el cuello y guardándola en el bolsillo del pantalón, junto con mi cuchillo, además me desaté los primeros botones de la camisa porque sentía que me estaba ahogando, entre toda aquella gente, el cura soltando estupideces y todo aquel ambiente feliz y alegre... No podía soportarlo y necesitaba salir de allí. Al menos Amanda me ayudaría a olvidarme un poco de aquello y cuando la vi entrar al confesionario que se encontraba al final de todo, algo aislado, aceleré el paso todo lo que pude, muriéndome de ganas por hacerle de todo en ese precioso momento y, justo antes de entrar, recorrí la iglesia con un último vistazo, me encontré con unos ojos claros sobre mi, una chica rubia me miraba, esbocé una media sonrisa y le guiñé un ojo... La había reconocido enseguida, mi querida amiga Ruth, a la que tanto había disfrutado torturando. Seguro que no se había olvidado de mi... Que pequeño es el mundo, ¿Verdad? Pero no tenía tiempo a saludarla y mucho menos me iba a molestar en hacerlo, abrí la puerta del confesionario y Amanda ya se me estaba tirando al cuello sin darme tiempo a cerrarla. Me besó con una pasión para nada contenida y yo le devolví el beso, me estampó contra la puerta que, por fin, acabó cerrándose mientras sus manos intentaban llegar a mi cuerpo con urgencia... Yo lo tenía mucho más fácil en un abrir y cerrar de ojos y sin separarme de ella, besándola y mordiéndole los labios me deshice de su vestido. Me deslicé por su cuello y, sin poder evitarlo, acabé mordiéndolo con fuerza mientras arañaba su espalda y pegaba más su cuerpo al mio. Me separé apenas un segundo para hablar, pegando mi boca a su oído.

-Estoy seguro de que tan solo querías que te acompañara a la boda por esto... - le susurré y descendí por su cuello besándolo. - ¿Sabes? Pues solo por esto... Ya ha merecido la pena.

La ayudé a deshacerse de mi camisa y pronto acabamos en igualdad de condiciones, lo mejor de todo era escuchar al cura de fondo soltando toda aquella parrafada sobre el amor, juntos por siempre y hasta que la muerte os separe. Estaba claro que nosotros eso... Nos lo pasábamos por el forro o por cualquier otro sitio que en ese momento teníamos al descubierto... No dejé de besarla en ningún momento y mi boca recorrió todo su cuerpo, esta vez no pude controlarme y pese a que ella intentaba pararme de vez en cuando acababa mordiéndola con fuerza pero, ambos sabíamos que le encantaba y , por mucho que quisiera guardar las apariencias, en ese momento no podía pensar en demasiadas cosas y esa no era una de las principales en su cabeza. De nuevo, dejándome llevar por la pasión del momento, le hice un gran chupetón en el cuello una enorme marca morada que no se habría ido cuando saliéramos del confesionario y entonces, me harté un poco de los juguecitos y, por fin, acabé con aquello haciendo lo que Amanda y yo habíamos estado esperando desde que entramos en aquel sitio...
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Mensaje por Angela Strauss Mar Jul 13, 2010 1:15 pm

Alguien como yo diría: "Oh, qué bonito, cuando salgan de la iglesia vivirán felices para siempre junto a ponys amorosos y un cielo de arco iris con purpurina! Harían angelitos en un campo de flores y darían vueltas como subnormales todos los días para el resto de sus vidas!", pero no. Vale, no podía ser pesimista en el día de la boda de mi mejor amiga, pero no se podía negar que su relación sería algo... extraña... -por esa misma razón odio a la familia Cullen y sobretodo al estreñido de Edward. - y todas las chicas que se enamoran de un vampiro acaban convirtiéndose en uno. Bueno, la verdad es que minoría si era amor de verdad, porque otros se merendaban a sus novias como si nada.
Aunque... eso era decisión de Cath, no mía. Así que, le confiaba todo a ella. No conocía a Damon, pero pasando por Cath y haber podido llegar hasta el matrimonio, sería buen tipo. Tal vez, solo tal vez.

Cuando Cath llegó al altar, le hice unas señales a Samira para que se acercara a mí y se sentara en el banco. Le sonreí levemente y volví a poner mi mirada sobre esos dos.
Di una mirada rápida sobre los invitados y noté que el melenitas y la chica morena no estaban. Extraño, pero no de mi incumbencia.
Entonces sentí unos tirones y agaché la cabeza, viendo como Samira señalaba en dirección al altar.
-Mira mami, como en las pelis que mira tía Meredith. - dijo con una amplia sonrisa divertida.
Y entonces me percaté que la ceremonia no tardaría en finalizar... creo.

... ¿quieres recibir a Catherina, como esposa, y prometes serle fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así, amarla y respetarla todos los días de tu vida?

Esa parte era quizá, la más entretenida. No porque me encantara verlo, si no porque las bodas católicas no eran muy... amenas.
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Mensaje por Damon Blacke Jue Jul 15, 2010 6:15 pm

Pero qué bonito era el amor...-véase sarcasmo. Yo, por aqui... con traje... casándome... No me había planteado que no podría hacer nada de lo que hacía en mi antigua vida... ¿Colaría con la excusa del hermano gemelo? No, no creo. Con Cath, no colaría. Mientras el cura soltaba el sermón del siglo, aproveché disimuladamente a echar un vistazo a los invitados... otra vez. Un momento, espera. ¿Dónde coño se había metido el melenitas? Su amiguita tampoco estaba. Me giré hacia el otro lado y vi cómo se alejaban de nosotros. Vaya, a montárselo en un confesionario. ¿Qué es lo que podía pensar a parte de esa opción? No iba a ser tan iluso como para creerme que se iban a por un helado y que volverían en el momento del intercambio de anillos. Sin duda, no era de ese tipo de tíos.

Volví a ponerme firme mirando al cura, que cada vez me parecía más viejo y se parecía a Yoda: no bromeo, tenía orejas algo puntiagudas y una calva que...
Lo reconozco, ha sido una broma de mal gusto, pero no puedo evitarlo.

Me levanté y me acerqué al altar. Era el momento de... bueno, el principio de un final, metafóricamente hablando.
La cosa es, que tocaba el rollo este de casar a la pareja. Miré a Cath mientras jugueteaba con el anillo que poseía en mi pulgar izquierdo, con disimulo, claro. Todo lo que oí fue "blablabla", hasta que el cura me hizo la pregunta del millón.

-Damon Blacke, ¿quieres recibir a Catherina Summers, como esposa, y prometes serle fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así, amarla y respetarla todos los días de tu vida?

Miré a Cath por última vez y guardé silencio durante unos segundos.
-Sí, quiero.
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Mensaje por Catherina Summers Jue Jul 15, 2010 11:39 pm

Sentía una ligera incomodidad, una inquietud difícil de precisar pero que estaba ahí, por mucho que tratase de ignorarla. Me dije que era normal, que eran los nervios por la boda, que me jugaban malas pasadas, aunque me parecía una soberana estupidez: Damon y yo llevábamos como dos años y medio viviendo juntos, ¿qué iba a cambiar tras aquello? Nada; la boda era solamente como firmar un papelito que dijese que estábamos casados, una forma de hacer ver al mundo entero lo que nosotros ya sabíamos: que yo le pertenecía a él y él a mí, para siempre y desde siempre. Me sonreí para mí misma al darme cuenta de que mis pensamientos se estaban volviendo insoportablemente cursis, pero es que la ocasión, la decoración y todo lo demás no animaban a otra cosa; hasta el maldito cura con su sermón sobre el amor, la importancia de lo que compartíamos y todas esas cosas tuyas, me empujaba a pensar hacia esos derroteros. Ni mi propio padre me hubiese reconocido en aquellos momentos, tan romanticona y empalagosa como me estaba poniendo mentalmente; vamos, ¡ni yo misma me reconocía! Menos mal que nadie podía escuchar mis pensamientos, si no mi reputación al traste. Pero, ¡qué demonios! ¡Era el día de mi boda! Si no era cursi hoy, ¿cuándo lo iba a ser? Ya tendría tiempo mañana de volver a ser la chica oscura, la siniestra, la que siempre tenía el ánimo sombrío y siempre pensaba en lo peor, la mente siempre centrada en la caza, siempre desconfiando de todo y ocultándose tras máscaras, encerrando sus sentimientos en una caja fuerte para que nadie los alcanzase jamás.

El gran momento se acercaba, el momento de dejar atrás los miedos y unirme para siempre a Damon, aquella criatura que muchos creían salida del infierno, pero que yo sentía que provenía del cielo. No muchos lo sabían, pero detrás de aquella arrogancia y frialdad, se ocultaba una buena persona. Pero se hallaba muy, muy bien oculta, tanto que tenías que rascar mucho bajo la superficie, con paciencia y calma. Sobre todo paciencia. Mucha paciencia. Me levanté junto a él y me acerqué al altar, sintiendo que algo se removía en mi interior. Los nervios. Ya era el momento. Sonreí ante su gesto distraído, jugueteando con aquel anillo del que nunca se desprendía y que lucía en el pulgar. Sabía que, muy probablemente, no estaría escuchando ni una sola palabra de lo que decía el sacerdote, aunque lo cierto es que ni yo misma le hacía caso; me concentraba en tratar de ignorar aquella sensación de tensión, de que algo estaba a punto de suceder. ¡Por supuesto que algo estaba a punto de suceder! ¡Estaba a punto de casarme! Trabé mi mirada en la de Damon mientras él decía las palabras que nos unirían para siempre. Era mi turno, ahora.

-¿Tomas tú, Catherina Summers, a Damon Blacke como tu legítimo esposo, y prometes serle fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así, amarle y respetarle todos los días de tu vida?

Sonreí levemente, tomé aire y, sin apartar la mirada de sus ojos, dije:

-Sí, quiero.
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Mensaje por Samael Vie Jul 16, 2010 11:18 am

Las puertas de la iglesia se abrieron con gran estruendo, mis ojos estaban blancos mostrando mi naturaleza libremente. El cuerpo que poseía enfundado en un vestido bonito. Impresionante... Tenía que estar impresionante, yo era el segundo de Lucifer y venía a reclamar mi legado, mi pequeña, proximamente convertida en servidora de mi señor.

Pero claro, había varios cazadores mirándome con malas intenciones, les aparté con telequinesis y me elevé flotando en el aire.

-Acaso no hay lugar para mi en la boda de mi hija?
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Mensaje por Amanda Smith Vie Jul 16, 2010 4:45 pm

Una auténtica lástima el detalle de que no fuera religiosa y que creyera en Dios sólo porque sabía que tenía que existir, y no porque verdaderamente confiara en que fuera a ayudarnos y a salvarnos a todos. De lo contrario, tendría la oportunidad de ir una y mil veces a la iglesia para repetir aquel momento con Sikki en el bendito confesionario. Bendito, nunca mejor dicho, aunque podía decirse que si verdaderamente estábamos alcanzando una conexión mística como muchos literatos habían hecho basándose para ello en el amor carnal (y aquello era muchas cosas, pero carnal, sin duda, era la que mejor lo definía), era la experiencia más religiosa que aquel confesionario había vivido en mucho tiempo.
Nada más abalanzarme sobre él, Sikki había respondido con la misma necesidad que yo, haciéndome sonreír. Merecía la pena viajar hasta Italia sólo por momentos como aquel, y él mismo adivinó mis intenciones al haberle pedido a él, precisamente a él de entre todas las personas a las que conocía, que me acompañara a la boda. Pero sin duda no podía estar más de acuerdo con él en aquello, había merecido la pena sin duda.
No tardamos en ignorar que, tras las puertas de aquel confesionario donde iba aumentando la temperatura de manera alarmante a medida que nosotros íbamos quitándonos la ropa (y es en momentos como esos en los que pienso en lo tremendamente injusto que es que los tíos lo tengan más fáciles para desnudarnos a nosotros que nosotras a ellos), mi mejor amiga y aquel vampiro arrogante se estaban casando, uniendo sus vidas por siempre jamás, o al menos hasta que Cath muriera, dado que no la veía con demasiadas intenciones de convertirse en alguien como Damon. Por favor, estaba mejor siendo simplemente una medio demonio nacida hija de un mandamás del Infierno. La cuestión, que no tardamos demasiado en obviar aquel pequeño detalle y, ¿cómo no? terminamos montándonoslo en aquel pequeño confesionario. La ventaja de llevar tantos años juntos era que no necesitábamos demasiado tiempo para calentarnos, porque ya sabíamos exactamente cómo hacerlo. La desventaja precisamente era aquella, y también el detalle de que nos conocíamos demasiado bien, lo suficiente como para saber que él no iba a ser capaz de no morderme o de no marcarme. Me gustaba demasiado proviniendo de él, en realidad, así que lo único que me fastidió fue que lo hiciera tan jodidamente visible. En el cuello, como si necesitara luces de neón, había un gran chupetón que contrastaba con mi pálida piel.
Nos vestimos y arreglamos como pudimos al salir de ahí, él con algo más de éxito que yo porque no necesitaba peinarse... Ventajas de cardarse el pelo, tendría que hacerlo más a menudo. Por eso él salió de allí antes que yo, dándome tiempo a peinarme, estirarme el vestido, retocarme el maquillaje y buscar en mi diminuto bolso (odiaba los vestidos que obligaban a llevar bolsos tan imprácticos como aquel) un pañuelo que me tapara el cuello, pero no lo encontré. Bueno, Cath tendría que imaginarse hasta qué punto me sacrificaba para no abrirla en canal y beber su sangre, y así lo tendría más fácil para hacerlo. ¿Qué narices? Ya que estoy voy a lucirlo con orgullo, que al fin y al cabo he disfrutado mientras me lo hacían.
Abrí la puerta sin hacer demasiado ruido, porque tampoco era plan de ponerme un foco para acaparar toda la atención cuando eran Cath y Damon los que la merecían, y caminé hasta la columna donde había estado antes y donde Sikki también estaba. Saciada mi sed de él, por el momento, me puse a su lado y, tras dedicarle una sonrisa ladeada, centré mi atención en el enlace, que justo había llegado al momento del sí quiero. Más a propósito y no nos sale, ni aunque lo intentemos.
Finalmente, Cath y Damon aceptaron pasar la eternidad el uno junto al otro (irónico aquello teniendo en cuenta que en el caso de Damon la eternidad sí que era una opción a tener en cuenta) y estuvieron oficialmente casados mientras en la iglesia, el ambiente tan agobiantemente rosa y dulce que había al principio sólo se intensificaba por aquel gesto de amor que los tórtolos habían compartido. Qué bien. Un poco más de azúcar y juro que vomito, de verdad.
Por fin alguien pareció escuchar mis mudas plegarias y romper aquel momento de alegría y amor eterno, porque las puertas de la iglesia se abrieron de golpe, dejando ver a una mujer vestida con un elegante vestido y cuyos ojos...Dios, eran blancos. El ramalazo de sed que sentí al verla quedaba explicado entonces, aunque seguía sin saber qué pintaba un demonio en la boda de una cazadora. A no ser que...
No tardó en ahuyentar a los cazadores que se habían puesto en guardia tras verla con un simple gesto y se puso a flotar en el aire, algo presuntuoso en mi humilde opinión pero sin duda efectivo, porque tenía la atención de Cath y Damon al completo. Yo, por mi parte, había quedado inmóvil, luchando por controlar la sed porque sabía que estaba muerta si me acercaba e intentaba beber de...espera, ¿el padre de Cath? ¿Samael? Había tenido la oportunidad de investigar acerca de él cuando Cath me lo había pedido, pero hasta ese momento pensaba que era un demonio masculino. Al final, aquel hombre...mujer...cosa, lo que fuera, se ganó toda nuestra atención mientras esperábamos que alguien rompiera aquel maldito silencio que, tras sus palabras, se había creado.
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Mensaje por Nikki Sixx Sáb Jul 17, 2010 8:42 pm

Perdóname, padre, porque he pecado... Esas eran las primeras palabras que todos pronunciaban una y otra vez en aquel lugar. El confesionario en el que Amanda y yo estábamos era viejo y la madre parecía estar carcomida, me sorprendía de sobremanera que los asistentes a la boda no se hubieran dado cuenta de lo que estábamos haciendo en él porque parecía que, de un momento a otro, se fuera a venir abajo, con tantos movimientos. Amanda y yo no necesitábamos hablar, nos conocíamos demasiado bien después de esos cuatro largos años como para ahora tener que ponernos a probar cosas que le pudieran gustar al otro para calentarlo, no, simplemente nos conocíamos lo suficiente como saber exactamente qué quería el otro y por eso aquel fue otro polvo increíble, nuestros cuerpos parecían cada vez más coordinados y con el paso de los años mis mordiscos y mis arañazos además de mis violentas caricias no habían dejado de tener el mismo efecto en su cuerpo, seguían siendo igual de efectivos que el primer día. La violencia con la que me movía en ella era correspondida en cierta manera por los gemidos que acallaba mordiéndome o besándome porque, sí, Amanda tendía a ser muy ruidosa en esas situaciones igual que yo no podía evitar dejar marcas en su cuerpo, ella no podía evitar gemir y me sorprendió bastante que, al final, ella pudiera reprimirse porque yo... Ni lo intenté, aunque, después de todo, era la boda de su mejor amiga, montar una escenita no la dejaría en muy buen lugar... Mientras nosotros nos divertíamos y hacíamos que la ceremonia pasara más rápido ignoraba lo que estuviera pasando fuera, de hecho, me daba igual. Como si aquella cazadora quería joder su vida casándose y así atándose para siempre a aquel vampiro que iba a vivir el triple o más que ella... A mi eso no me importaba, lo único que me importaba era el hecho de ver la cara que pondría la cazadora al verme, Oh, sí... Aún recordaba aquella noche. Por mi cabeza pasaban miles de formas de volver a torturarla pero mi compañera, rápidamente, hizo que me centrara en ella y que lo que nos traíamos allí dentro fuera más interesante... Hasta que ambos terminamos y empezamos a vestirnos, yo desganado, porque habría seguido allí hasta el día del juicio final si hubiera sido preciso con ella. Cuando terminé de arreglarme (más bien de vestirme, porque pasaba de arreglarme el pelo o el maquillaje, suficiente era que llevaba traje, ya lo había dicho antes) salí del confesionario y me volví a dirigir hacia la columna en la que apoyé de nuevo la espalda y observé lo que quedaba de ceremonia mientras me volvía a poner la pajarita al cuello, Amanda llegó a mi lado y me sonrió, yo mantuve mi expresión de disgusto constante que había mantenido desde que habíamos llegado frente a la iglesia y que solo había desaparecido mientras habíamos estado en el confesionario y como ella se puso a mirar a los novios suspiré e hice lo mismo. Fijándome bien y prestando atención me di cuenta de que ahora la boda estaba en el momento "interesante", los novios acababan de prometer estar juntos por toda la eternidad y quererse y respetarse y cuidarse y... Joder, que ganas de potar! Si es que aún no entendía qué coño hacía allí.... ¿Había algo más cursi y asqueroso en el mundo que una boda? La respuesta era clara: NO. A no ser que existieran los mundos de yuppie en los que la gente cabalgaba a lomos de unicornios rosa a los que les salían arcoiris por el culo y todos eran felices y el mar era de caramelo y las nubes de gominola y además... No había guerras, ni demonios ni yonkies! (Lo siento Nikki si en ese mundo yo no existo, tu tampoco) Lo dicho, estaba tan asqueado con aquel momento que incluso estaba empezando a delirar con un apocalipsis que esperaba que nunca llegara porque supondría mi muerte instantánea al ver tal atrocidad, además, seguro que en ese mundo tampoco había putas y eso no podría soportarlo... Los novios intercambiaron los anillos y por fin, eran marido y mujer... El cura continuo hablando, diciendo eso típico de las películas "Si alguien tiene algo que objetar, que hable ahora o calle para siempre..." iba a continuar hablando y declararlos marido y mujer justo en el preciso momento en el que las puertas de la iglesia se abrieron de golpe. Un demonio con cuerpo de mujer y los ojos completamente blancos entró, era un demonio poderoso y me relamí pero me controlé, terminé por quedarme rígido mientras notaba como Amanda a mi lado daba un paso hacia delante al verse tentada también por la poderosísima sangre del demonio, que había resultado ser la madre de la cazadora, joder, ya entendía por que su sangre me llamaba tanto y me había resultado tan deliciosa! Los cazadores se habían puesto en guardia para atacarla pero ella los había lanzado contra la pared a todos, inmovilizándolos, haciendo así que la boda fuera más interesante, sí, por fin. Obsevé como Amanda seguía nerviosa, y, evitando que en cualquier momento sus instintos pudieran con ella y se lanzara contra el demonio la cogí del brazo con fuerza e hice que volviera a mi lado mientras taladraba con la mirada al demonio, sí, acababa de salvarme de morir de aburrimiento pero nunca podías fiarte de un demonio y menos aún de uno tan poderoso.

-Relájate... - le susurré al oído. - Si no quieres acabar muerta...

Jugándomela mucho saque el cuchillo que tenía en el bolsillo de mi pantalón, nadie me vio porque era el demonio quien ahora tenía toda la atención y me hice un corte en la muñeca. Al oler mi sangre, Amanda empezó a beber con avidez de mi y ahora solo esperaba que fuera la única que hubiera podido notar el olor de mi sangre en la sala... O quizá estaríamos jodidos. Aquello podía malinterpretarse, la gente que presenciara aquello incluso podría pensar que Amanda me importaba y me preocupaba por ella pero... Joder, nada más lejos de la realidad! Simplemente no quería que un demonio cualquiera se cargara a una de mis mejores compañeras de matanzas, además, era yo quien tenía que matarla, porque no había que ser demasiado inteligente como para saber por qué Amanda seguía buscándome, seguía matando, torturando y acostándose conmigo... Yo le recordaba a él y cada día estaba aún más seguro de que seguía jodidamente enamorada del maldito gilipollas depresivo de Nikki, hacía cuatro años que había desaparecido pero ella seguía igual, con una mísera esperanza de que algún día volvería y, en el fondo, la odiaba por eso. Pero de momento me servía demasiado bien, conseguía demonios y víctimas fácilmente y sin que yo se lo pidiera así que no pensaba deshacerme de ella, no... Aún no. Pero si ella moría... Yo la mataría. Eso sería aún peor para ella y le dolería aún más. Sonreí, instintivamente al pensar en su muerte que, cada día que pasaba, estaba más cercana porque, quisiera reconocerlo ella o no, sus sentimientos estaban volviendo. Mientras ella seguía saciándose con mi sangre todos los presentes estaban atentos al demonio, yo entre ellos esperando alguna palabra más o algo que nos aclarara que leches hacia allí y por qué había aparecido en la boda además de para hacer la ceremonia más divertida o... peligrosa.
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