Shout at the devil! (Sam)

Desperté con dolor de cabeza, algo que iba aumentando cada vez más con los años, pero ya no me importaba... Nikki estaba muerto y nunca más iba a volver. Aquel pensamiento me hizo sonreír y salir de la cama de un salto. Cuando quise darme cuanta vi a una puta que seguía inexplicablemente con vida a mi lado. Alcé una ceja mientras me ponía los boxers y suspiré, joder, estaba moribunda con aquella no podía hacer demasiado. Me fui al baño y me duché, en la ducha me preparé una dosis de heroína persa, la favorita de mi condenado cuerpo... Ya me estaba desenganchando porque odiaba aquella mierda a la que Nikki nos había enganchado y la mayoría del tiempo solo me metía placebos. Salí de la ducha y volví junto a la puta, le rompí el cuello sin mucho más problema y empecé a vestirme mientras decidía el plan de aquella noche porque, para variar, me había despertado a las 7 o las 8 de la tarde y lo siguiente que tocaba era salir, matar, follar y alimentarme... La vida perfecta, sí, señor! Después de arreglarme, metí el cadáver de la mujer en una bolsa de plástico y cuando me fui, la dejé en el maletero del coche de la puta junto con una enorme pala. Sí, ahora hasta las putas tenían coches decentes! Obviamente, había muchos tíos que tenían la fantasía de hacerlo en un coche antiguo o cualquier gilipollez de esa y tenían que cumplir absolutamente todo lo que los clientes les pidieran así que... Bueno, ahora ese coche era mio, hubiera pasado lo que hubiera pasado en él... Sería menos de lo que yo tenía pensado hacer. Terminé en un bar con una botella de Jack Daniel's en la mano, esperando a encontrarme a alguna lo suficientemente borracha o, en su defecto, lo suficientemente tatuada como para venir conmigo... No tuve que esperar demasiado tiempo porque a los quince minutos una chica con el pelo negro y rosa, ojos claros y piercings por todas partes se acercó a mi. Alcé una ceja al verla, tenía piercings en las mejillas, justo en unos olluelos que tenía, además de en el labio inferior y dilataciones en las orejas.... Si se quitara toda aquella mierda quizá sería guapa y todo pero... A mi eso me la sudaba bastante y más en aquel momento. Estuvimos hablando un poco, bebiendo mucho Jack Daniel's y fingiendo ser un chico normal que había ido allí a beber y pasar la noche, Joder, me desesperaba eso de jugar con los humanos pero no podías entrarles de buenas a primeras diciéndoles que te los ibas a follar y luego los ibas a torturar y matar... Aunque muchas veces estaba tentado a hacerlo... Me puse "cariñoso" con ella, metiendole mano por la cortísima falda que llevaba, aunque llevaba medias daba absolutamente igual, además llené su cuello de besos y le comí la oreja, literalmente. La puse tan cachonda que cuando le dije que si le apetecía irnos a un lugar más tranquilo le faltó tiempo para aceptar. La llevé al coche de la puta muerta y conduje hasta dejar la ciudad atrás, aquella chica era toda una zorra y mientras conducía se divertía chupándomela y tragándose absolutamente todo lo que salía por mi entrepierna. Dios, daba gusto encontrar a una así de vez en cuando, ya que normalmente todas eran reacias a eso... La llevé al bosque, cuando paré el coche se me lanzó a la boca y acabamos en el asiento trasero del coche, como dos conejos, haciéndolo de la manera más salvaje posible. Llené su cuerpo de arañazos y de todos los mordiscos que le había la sangre no dejaba de salir, haciendo que me alimentara de ella. Lo hicimos varias veces y cuando habíamos probado todas las posturas posibles en aquel coche y ella me dijo que quería descansar un poco que ya estaba cansada, vi el cielo abierto, me puse los boxers y le dije que iba a tomar un poco el aire... JA! Que bueno era poniendo excusas, si señor... Salí y cuando volví a abrir la puerta la saqué del coche y la até a un árbol, ella empezó a gritar pero... ¿Quien la iba a escuchar en medio del bosque? Aún así la amordacé porque su voz chillona me molestaba. Me puse los pantalones de cuerpo pero me quede descalzo y sin camiseta. Volví al coche y cogí unos alicates y un cuchillo y entonces, empecé a torturarla como solo yo sabía... Al final acabó sin varios dedos(de las manos y de los pies), sin una oreja, con la nariz rota y... bueno, VIOLADA. Y lo mejor de todo es que seguía viva pero me cansé de ella. Volví a guardar los alicates con los que le había arrancado todos los piercings del cuerpo, (aunque para algunos en zonas más... delicadas, había utilizado mi boca) y el cuchillo en la guantera del coche y cuando me cansé clavé mis uñas en su cuerpo y estiré con todas mis fuerzas partiendo su cuerpo en dos, separandola y haciendo que cayera muerta al instante. Saqué la pala del maletero y la bolsa con el cadáver de la primera puta. Empecé a cavar en el suelo un gran agujero que no me llevó demasiado tiempo y enterré primero el cadáver más fresco. Tapé el agujero y empecé a hacer otro para enterrar a la puta, cuando la metí dentro, escuché un sonido... Algo se acercaba y me preparé para tapar rápidamente el segundo agujero pero... Algo o alguien andaba cerca y dudaba que me diera tiempo a hacerlo, aún así terminé de taparlo antes de ponerme a buscar a quien había por los alrededores, seguramente espiando...

Hacía ya cuatro años desde la última vez que había estado en Townhidden. Cuatro años desde que mis hermanos y yo nos habíamos marchado a continuar con el negocio familiar, persiguiendo demonios que nos ayudasen a descifrar un modo de detener el Apocalipsis que yo había desatado sobre la Tierra, un viaje del que Dean nunca volvería, o al menos no como un humano normal y corriente. ¡Por Dios, Adam!, cómo has podido hacerlo? Después de lo que pasó cuando Dean cambió su alma por mi vida, ¿cómo había podido él vender la suya para traer a Dean de vuelta? ¿Es que la experiencia, lo que le contamos, no había servido de nada? Aunque no podía echarle la culpa a él; no, en realidad era culpa mía, por dejar que Lucifer matase a Dean y después estar tan obcecado por mi propio dolor y mi pena que no había sido capaz de ver que Adam también estaba sufriendo y que me necesitaba más que nunca. Pero no, yo había decidido que el único hermano que me quedaba con vida estaba mejor sin mí a su alrededor, y le había abandonado a su suerte en medio de un mundo que se caía a pedazos a un ritmo cada vez más acelerado.

Todo ese tiempo que había estado solo, viviendo de incógnito en varios sitios diferentes, ilocalizable para todo el mundo, me había servido para reflexionar y darme cuenta de que mi actitud había sido de egoísmo total y absoluto. Y, sin saber por qué, acudieron a mi mente las imágenes que Synyster me había mostrado tras exorcizar a Nicole, en las que yo utilizaba mis poderes para hacer el bien, sin que eso me convirtiese en un monstruo o en algo semejante. Eso me había hecho reflexionar mucho y tomar una decisión: iba a ser fuerte de una vez por todas, a buscar a mi hermano y a ayudar en todo lo que pudiese; a dejar de esconderme como un cobarde o un inútil; a luchar por el mundo y por la gente que vivía en él; y, también, iba a pedirle ayuda a Synyster para que me mostrase cómo podía utilizar mis poderes sin tener que beber sangre de demonio.

Y eso estaba haciendo ahora mismo: buscar a Synyster en el último lugar en el que me lo había encontrado. Seguramente ya no estuviese por la zona, pero era el único sitio en el que podía buscar pistas que me guiasen hasta él. Sin embargo, me distraje de mi tarea cuando escuché el sonido de unos gritos amortiguados, muy lejanos en el bosque. Me detuve unos instantes, pensando si debía ir o no: tal vez no fuese nada, solo un grupo de amigos bromeando o alguna pareja haciendo el tonto o algo así. Pero algo me dijo que no era así, que allí pasaba algo malo, así que seguí la dirección de la que venían los ruidos. La escena que se reveló ante mis ojos fue espeluznante: los restos de dos chicas estaban siendo enterradas cerca de un coche por un hombre alto y de aspecto siniestro, cubierto de sangre, que, a todas luces, las había matado. Y se había dado cuenta de mi presencia.

Decidí salir a campo abierto, averiguar qué era lo que estaba pasando allí de una vez por todas y sin tener que andar con rodeos. Una mala idea, probablemente.

-¿Qué coño está pasando aquí? -espeté, cuando el tipo aquel me alcanzó.

Como había supuesto no me había dado tiempo a enterrar a la segunda cuando aquel tipo apareció, solo al notar su aura tuve que girarme y encontrármelo de frente. Entrecerré los ojos para estudiarlo bien, aquel tipo no era un humano normal, podía oler su sangre a kilómetros, después de cuatro años cazando demonios y bebiendo su sangre, mis sentidos estaban agudizados y podía saber cuando estaba frente a un humano, a un medio demonio o frente a un demonio completo y, esta vez, me enfrentaba a lo segundo. Como si nada, terminé lo que estaba haciendo, tomándome todo el tiempo del mundo y sin responder a la pregunta que aquel tipo me acababa de hacer con su voz grave, si una voz de psicópata hormonado que me hacía gracia. Terminé de enterrar los cadáveres y me acerqué a él apoyando la pala en mi espalda mientras, de nuevo, volvía a estudiarlo de arriba a abajo. Por su ropa, y sus modales cualquiera diría que estaba frente a un cazador, pero... No podía serlo, aunque tenía cara de cachorrillo abandonado, de buena persona... Sí, quizá fuera un cazador, era un medio demonio que se avergonzaba de lo que era y se había puesto a cazar a sus propios hermanos... Por Lucifer... Que patético!

-Pues... No demasiado. - dije con una amplia sonrisa que, al tener la boca manchada de sangre, me dio una expresión un tanto sádica. - Además, No creo que te interese... A no ser que quieras acabar como esas dos... - dije señalando con la cabeza los dos enormes círculos de tierra removida que había en el suelo en los que había enterrado a las chicas. - Mmmmm... Algo me dice que no te darás por vencido fácilmente... - dije entrecerrando los ojos. - Bueno, mejor para mi... Tengo hambre y tu sangre me servirá!

Alcé uno de mis brazos y, con él, el cuerpo de aquel tío se elevó, lo moví con fuerza en dirección a un árbol y él se choco contra el árbol. Empecé a reírme y sin más salté sobre él, inmovilizando sus piernas y empecé a darle puñetazos en la cara sin parar, una y otra vez, mientras la sangre iba saliendo de las pequeñas heridas y cortes que le estaba haciendo, aquel aroma tan embriagador me llamaba y paré un momento para lamerle la mejilla y saborear su sangre, sintiendo como me fortalecía y, sin más continué dándole puñetazos, cuando me cansé me levanté, le cogí por un brazo y estiré de él con fuerza, lanzandolo contra otro árbol. Caminé hacia él mientras me lamía la mano que había quedado bañada en su sangre. Sonreí al llegar a su lado.

-¿Qué? ¿Has tenido suficiente? - pregunté sonriente. - Ah, solo una pregunta... ¿Eres un hijo de Azazel? Por tu sangre diría que si... Tiene ese sabor tan... FAMILIAR.

Había algo extraño en aquel tipo, algo siniestro -además del hecho de que estaba enterrando los cadáveres de dos chicas, lo cual no era algo precisamente alegre y positivo, y que estaba visiblemente embadurnado de sangre fresca- y también, de algún modo, familiar. Apenas reaccionó cuando aparecí de entre la maleza, pillándole in fraganti en medio del entierro; me observó durante unos instantes con los ojos entrecerrados, como si me viese con total facilidad, aunque eso era imposible: la distancia y la oscuridad en la que me hallaba sumido lo hacían demasiado difícil para una persona normal. Sin embargo, yo mismo lo sentía, esa sensación de que alguien te está examinando con fijeza, como con lupa. De todas formas, apenas se tomó unos instantes para mirarme antes de retomar su tarea de dar sepultura a aquellas dos mujeres, como si estuviese haciendo lo más normal del mundo. La sorpresa me impidió reaccionar, mientras clavaba la mirada en los montículos de tierra que ocultaban los cuerpos sin vida de sus víctimas. Me pregunté quienes serían ellas y qué les habría hecho él. ¿Qué les habría dicho para que lo acompañasen? ¿Cómo se habrían sentido al darse cuenta de qué era él?

Por fin terminó su labor y se volvió hacia mí con un gesto relajado, apoyando la pala en su espalda y examinándome de nuevo. Me contempló de arriba a abajo antes de contestarme en tono ligero.

-¿No demasiado? -repetí.- Acabas de enterrar el cadáver de dos tías como si estuvieses plantando tomates...

El sadismo de su expresión se vio acentuado al final de sus declaraciones, cuando confesó que sentía hambre y que mi sangre le serviría. ¿Le serviría para qué? ¿Acaso él...? No tuve tiempo de pronunciar ni una sola palabra antes de que mi teoría se viese confirmada: alzó los brazos y me arrojó de golpe contra un árbol, sin tocarme siquiera y sin que le supusiese el menor esfuerzo, aparentemente. Traté de amortiguar como pude el impacto contra el árbol, pero no pude evitar que me dejase momentáneamente aturdido, el tiempo suficiente para que mi atacante saltase sobre mí, con una risa de maníaco, y comenzase a golpearme. Tendido en el suelo, con los brazos extendidos a los lados, me vi incapaz de nada que no fuese reprenderme a mí mismo por haberme dejado sorprender de aquel modo. Se detuvo unos instantes para lamer la sangre que rezumaba de mi rostro, y luego continuó dándome de puñetazos. Cuando se aburrió, me agarró de un brazo y me tiró contra otro árbol, para acercárseme lentamente mientras se lamía la sangre, mi sangre, que cubría su mano.

-Vete al infierno -logré responder, antes de girar el rostro a un lado y escupir un poco de sangre.- Yo no soy como tú -agregué, mientras le arrojaba un puñado de tierra a los ojos y lo derribaba al suelo barriéndole las piernas.

Mientras me acercaba a él lentamente supe que intentaría algo, era un medio demonio, como yo, y parecía de los poderosos pero aún así no me importaba... Mejor! Ya era hora de encontrarme con un rival decente, capaz de plantarme cara y tener una buena pelea, una de las grandes, de esas que son para recordar... En fin, cuando me ponía a pensar o a hablar podía no acabar nunca, pero ya se sabe, los locos son felices hablando con ellos mismos y yo lo era mucho más de lo normal... Sobretodo cuando estaba a punto de matar a alguien. Le hablé al chaval, quien me mandó al infierno, oh, bonito sitio al que ir de vacaciones... Tarde o temprano acabaría allí así que no, no me lo tomé como ningún insulto. Entonces escupió algo de sangre e inspiré el aroma de esta, joder, era increíble. Solo con olerla me daban ganas de arrancarle un trozo de carne y ponerme a beber su sangre directamente de su cuerpo... Me relamí los labios y continué mirándolo con aquella sonrisa. Entonces, confirmando mis sospechas me ladró que él no era como yo... Lo que significaba que había dado en el clavo... Era un Niño de Azazel. No me dio tiempo a decir ni hacer nada porque me lanzó tierra a los ojos y me llevé instintivamente las manos a la cara, me puso la zancadilla y caí al suelo, el chaval se arrojó contra mi pero empecé a soltar golpes a diestro y siniestro, alguno terminaría dando en el blanco. Pero mientras, era él el que me golpeaba a mi, abrí los ojos intentando reprimir un grito, tenía tierra en los ojos y se me habían puesto realmente rojos, aunque, enseguida, por culpa de la rabia y las ganas de matar a aquel tío volvieron al color que nunca debería haber desaparecido... Se volvieron completamente negros. Sí, eso estaba mucho mejor. Le di un rodillazo en la entrepierna y me lo quité de encima, empecé a reírme de nuevo.

-Oh, vaya, hermanito... Veo que no me había equivocado contigo... - sonreí. - Tienes lo que hay que tener pero... Eso no es suficiente para matarme. - me mordí el labio inferior y volví a lanzarme contra él.

Esta vez fue más rápido y me esquivó, me golpeó pero enseguida contraataqué haciendo lo mismo. Estaba empezando a cansarme de aquello y no tardaría demasiado en utilizar mis poderes, pero si quería que si efecto fuera mayor... Tenía que beber algo más de su sangre, sino, no durarían demasiado tiempo... Así que, con esa única meta en mi mente, beber su sangre, me lancé a su cuello para morderlo y acabamos rodando por el suelo, golpeándonos. Él intentaba deshacerse de mi y yo intentaba hincarle el diente allá donde pudiera pero no había forma... Y aquello no parecía tener final, al final cogí uno de sus brazos y lo mordí con fuerza, clavando mis dentes todo lo que pude en su piel y haciendo que sangrara sin más, empecé a beber su sangre, tenía que beber todo lo que pudiera antes de que me noqueara o me lanzara lejos. Así que tenía su brazo cogido con ambas manos mientras bebía directamente de él y notaba como su sangre, al entrar n mi cuerpo, me fortalecía cada vez más...

Tendido en el suelo, dolorido y avergonzado de mí mismo por haberme dejado coger desprevenido de aquel modo, como un novato, contemplé como mi atacante, aquel pirado, se acercaba a mí con lentitud. Sonrió, agradado, cuando le mandé al infierno, como si le hubiese dicho que ojalá se fuese de vacaciones al Caribe. Por el amor de Dios, ¿es que no comprendía que el infierno no era un lugar agradable para nadie, ni siquiera para los propios demonios? Aparté la mirada unos instantes mientras escupía, tratando de vaciar mi boca de toda la sangre que no dejaba de manar, a causa de las heridas abiertas por sus golpes, y cuando volví a clavarla en él, vi cómo respiraba hondo, tratando de llenarse con el aroma que ésta desprendía, y cómo se relamía los labios con una sonrisa, como si yo, o más bien mi sangre, fuese un manjar delicioso que ansiaba disfrutar. Contuve un escalofrío al verlo, al percatarme de que su reacción era muy semejante a como había sido la mía no hacía demasiado tiempo cada vez que algún demonio derramaba aunque fuese una sola gota de su sangre en mi presencia. Reconocí el ansia, la sed de mi sangre y del poder que ésta encerraba en su interior para aquellos que eran como yo, que en aquellos instantes se reflejaba en sus ojos oscuros; parecía dispuesto a abalanzarse sobre mí en aquel momento, clavarme los dientes y beber toda la sangre que pudiese. Me preparé para defenderme, aguardando el momento preciso para actuar; no debía precipitarme, o las cosas acabarían muy mal para mí.

La ocasión llegó cuando se situó más cerca de mí, permitiéndome arrojar un buen puñado de tierra en sus ojos de maníaco y derribarlo al suelo de una patada. Me arrojé sobre él sin perder un segundo, golpeándole con todas mis fuerzas y esquivando sus golpes, lanzados a ciegas. No veía nada y esa era mi ventaja, tenía que aprovechar para derrotarle ahora que no podía verme, o si no estaba perdido. Pero no pude evitar que me golpease en la entrepierna, extrayéndome todo el aire del cuerpo al tiempo que rodaba de lado a causa de su empujón. Quedé tendido, jadeante, a su lado, mientras él se burlaba de mí con aire siniestro.

-Yo... no... soy...¡TU HERMANO! -chillé.

Se abalanzó de nuevo sobre mí, pero en esta ocasión le vi venir y me aparté, para golpearle de nuevo. Nos enzarzamos en un combate cuerpo a cuerpo, en el que él trataba de llegar hasta mi cuello y yo intentaba quitármelo de encima de todas las formas posibles, pero el dolor y el cansancio hicieron mella en mí y me debilitaron, propiciando que sus dientes se clavasen profundamente en mi brazo. No pude evitar gritar de dolor, mientras sentía cómo bebía mi sangre con avidez, agarrado a mí con todas sus fuerzas. Tanteé el suelo a mi alrededor, buscando una piedra o algún objeto contundente con el que golpearle antes de que bebiese demasiado y me dejase fuera de combate. En ello estaba cuando encontré su pala, con la que le golpeé en la cabeza y en los brazos, obligándole a soltarme y lanzándole lejos de mí. Rodé por el suelo, aferrad a mi nueva arma, y me puse en pie, buscándole con la mirada.

El beber su sangre me hacía tener necesidad y ganas de más, notar toda aquella oleada de poder en mi cuerpo era increíble y ya no quería su sangre, la necesitaba, era poderoso y eso era innegable. Le clavé con fuerza las uñas en el brazo mientras bebía de él, aún recordaba lo que me había dicho "Yo no soy tu hermano" pero si él era feliz pensándolo, allá él, nuestra sangre era más parecida de lo que jamás hubiera podido imaginar y además, su poder... Joder, si solo el supiera lo que podría hacer con él... Me habría gustado encontrármelo en oto momento, en otra situación, quizá mi hermanito (había decidido llamarle así a partir de ahora, me daba igual su nombre y que no le gustara el mote me hacía gracia así que estaba decidido) y yo podríamos haber destrozado bares enteros, masacrado a gente y violado a quien más nos hubiera apetecido... Oh, solo de pensarlo, mientras saboreaba su sangre.... Ni siquiera podía describirlo! Estaba demasiado ocupado desangrandolo como para darme cuenta de que, horrorizado, estaba buscando cualquier cosa en el suelo para golpearme y, finalmente encontró mi pala y me dio con ella en la cabeza y luego en los brazos haciendo que primero dejara de morderle y luego soltara su brazo de mala gana y acabara en el suelo, intentando recuperarme de aquellos golpes que, más que dolerme, me habían cabreado. Notaba la sangre caer por mi frente mientras me ponía a cuatro patas mirándole desde abajo. El chico se había levantado y tenía la pala cogida con sus manos con fuerza, como si con ella pudiera hacerme daño o detenerme... Pobre iluso. Lentamente me levanté, mis ojos estaban negros, por la rabia y las ganas de destrozarle que tenía... Joder, ahora mi pobre hermanito la había cagado y se iba a enterar de quien era yo.

-Oh... Creo que no deberías haber hecho eso... - dije con una sádica sonrisa en el rostro. - Hermanito... No sabes lo que acabas de hacer. - me relamí los labios saboreando los restos de sus sangre que aún quedaba en ellos.

En apenas unos segundos corrí tan rápido que no se dio cuenta de que llegué frente a él, le quité la pala de los brazos de un golpe, aunque terminó dándome en la ceja y haciéndome una herida que no dejaba de sangrar, lo cogí por el cuello e hice que su espalda se diera un buen golpe contra un árbol en el que lo apoyé, levantando sus pies del suelo.

-Eres exactamente igual que yo... No sé porque no te dejas llevar por tu lado demoníaco... Todo es más fácil... - empecé a hablar y entorné un poco los ojos. - Lo peor de todo es que ya lo sabes... ¿Verdad? - sonreí. - Te voy a dar a elegir, solo por la sangre... Si, soy un romántico... ¿Qué le voy a hacer? - me encogí de hombros. - Puedes venir conmigo esta noche y torturar a alguien, matar a algún demonio y beber su sangre... O morir aquí, en el bosque... Y dudo que alguien encuentre tus restos alguna vez porque te partiré en trocitos tan pequeños que no te reconocerá ni tu propia madre! - le grité y entonces después de mostrarle una expresión de furia contenida empecé a reírme como un maníaco a carcajadas sin soltar su cuello ni un segundo, quizá, apretándolo aún con más fuerza.